Quien lea estas líneas igual ha oído hablar de la tercera España. Esta idea a unos les parece plausible y otros la encuentran pueril y ridícula. Lo curioso es que estos últimos suelen ser o creen ser de izquierdas. Son los que aseguran que España solo hay dos (ellos y nosotros, malos y buenos; ni qué decir tiene en qué lado se colocan, muro mediante). Habiendo dos, parecen pensar, ¿qué necesidad tenemos de repartir con otra tercera nada de lo que corresponde por derecho propio a cada una de las nuestras?. Pues bien, no solo hay tres Españas. Hay cuatro: la de los buenos que para unos son los malos; la de los malos que para otros son los buenos; la de los que no quieren tener nada que ver ni con unos ni con otros porque siempre acaban por hacerles la puñeta a los que no se sienten como ninguno de los dos; … y la cuarta, la España invisible. La que empezó a desaparecer en 1936 y se hundió para siempre, como la Atlántida, en 1939. Sin apenas dejar rastro. La de José Robledano, la de Juan Esplandiu, la de Eduardo Vicente.. Los tres nacieron en Madrid, los tres fueron pintores, ninguno de los tres se movió de la capital en la Guerra Civil donde trabajaron en la propaganda y a los tres el franquismo les partió por el eje, como se decía entonces. A EVicente le rescató d’Ors cuando vagaba por las calles de la ciudad camuflado de pintor de brocha gorda por huir de las represalias políticas; a Esplandiu le echaron el guante, pero logró zafarse, y a Robledano lo condenaron a muerte, y a partir de ahí el peregrinaje de tantos por diferentes presidios: Comendadoras, Porlier, Valdenoceda (Burgos), Alcalá de Henares…. ¿Su delito? Sus ilustraciones, viñetas y chistes en Claridad, el periódico del Partido Socialista, del que se hizo militante cuando llegó la República. Salió libre en 1943. Estaba a punto de cumplir sesenta años y viviría aún otros treinta. Pero ya no era el mismo, aunque seguiría ganándose la vida como siempre lo había hecho: con sus pinturas, sus ilustraciones para revistas, periódicos y editoriales, con sus historietas y aleluyas, carteles y anuncios publicitarios…. «No solo hay tres Españas, hay cuatro. La cuarta es la invisible, que empezó a desaparecer en 1936 y se hundió para siempre, como la Atlántida, en 1939». Muestras de todo ello pueden verse en la espléndida exposición que le ha organizado el Museo Abc de la calle Amaniel, comisariada por Felipe Hernández Cava, gran experto en la ilustración española. En una vida tan larga como la de Robledano se encuentra todo género de obra, mejor y peor, de este o del otro estilo, y hay que quedarse con lo primordial.. La vanguardia artística redujo a muchos de estos pintores e ilustradores a meros artesanos o artistas vicarios. Es muy injusto, porque algunos están a la altura de los mejores ilustradores europeos de ese momento. Para ellos el «laborare stanca» de Pavese se convirtió en un trabajar a salto de mata y en un «no sirve quejarse». Y aquí se quedaron ellos en la España invisible de los vencidos sin llevarse tampoco mal con aquellos vencedores que eran también un poco como ellos (buenas personas).. El gran Robledano, al que podríamos decir discípulo de Sancha, es el de los arrabales madrileños, el pintor de ambientes proletarios y menestrales, el de los tipos populares y escenas costumbristas. Robledano tiene mucho también de un Solana jovial y comparte con Ricardo Baroja su amor por los desmontes cruzados únicamente por vagabundos, arrieros y trashumantes. La aportación de Madrid a la pintura universal son sus arrabales, y lo mejor de todos estos pintores, la visión lírica de esos paisajes tan melancólicos donde acaban siempre plantándose los tiovivos, las barcas voladoras y las casetas del pim pam pum.. Y si deja uno para el final la mención a los ocho o diez dibujos expuestos, entre los cientos que hizo por los penales donde lo tuvieron (tan Toulouse Lautrec, tan Van Gogh), es porque son palabras mayores. Da reparo decir que son bellísimos, sabiéndolos arrancados a las circunstancias más tristes y angustiosas. Pero así es. Cuánta emoción en ellos, cuánta verdad y silencio en alguien que ha vuelto hoy a Madrid para dar fe de que la cuarta España, la invisible, existe.
La Lectura // elmundo
El pintor e ilustrador, represaliado durante la guerra y que viviría hasta los 90 años, es protagonista de la exposición ‘Madrid en su tinta’ del Museo Abc, que reivindica a toda una generación de artistas Leer
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