«La primera frase de una novela debe contener algo de la energía de un grito inconsciente que provoca una avalancha». Desde su apertura, esta ficción caleidoscópica (roman caleidoscop, reza el subtítulo: su mejor definición) del dramaturgo francorumano Matei Visniec (Radauti, 1956) muestra sus cartas como juego (meta)literario -como si Italo Calvino y Mijaíl Bulgákov escribieran bajo la carpa circense de Amarcord-, arrancando precisamente con la descripción de la mística del incipit: promesa, zarpazo, conjuro.. Un comienzo no solo introduce la historia: la desencadena. He ahí su codiciado valor. Toda narración nace de una sacudida. O, en sus propias palabras, «un buen comienzo de novela o es un clic metafísico o no es nada», dicta el resto «mediante un mecanismo que ni siquiera nosotros sabemos bien explicar».. Traducción de Corina Oproae y Evelio Miñano. Galaxia Gutenberg. 394 páginas. 21 € Ebook: 13,99 €. Puedes comprarlo aquí.. Un tal Guy Courtois, el último de una estirpe secreta de facilitadores de gloria literaria -dedicada a suministrar una primera frase mágica hecha a medida de su selecta clientela: nada más y nada menos que Kafka, Melville, Canetti, Mann, Sabato o Wells-, se le aparece a un escritor emigrado en crisis durante la garden party de unos premios menores parisinos, y le ofrece sus servicios, como quien vende fuego a un pirómano. Y acabará pensando: ¿cómo resistirse en un mercado editorial tan competitivo, saturado y esclavo de las modas, en el que además «han aparecido esos malditos softwares que escriben novelas combinatorias»?. Es el momento de despedirse del mundo de ayer -el de las novelas «artesanales»-, le escribirá Courtois en sus deliciosas cartas desde algún histórico café literario -el Florian, el Odéon, el Louvre o el Greco-, haciendo un último servicio a nuestro escritor, quien se entregará a la tarea de producir relatos para que el primero afine al máximo.. El libro es todo un festín para el lector, una invitación al vértigo literario: con inteligencia desbordante y riqueza estilística, Visniec aúna la crítica literaria (bajo la forma de intercambio epistolar), la memoir (emotiva descripción de la Casa Monteoru de Bucarest, sede de la Unión de Escritores en la época de Ceaucescu), la distopía, el surrealismo, la exploración onírica, la poesía (en las composiciones eróticas y lúdicas de nuestro letraherido innominado a la señorita Ri, a quien conoce en la librería donde Courtois recibe su correspondencia), la fabulación tecnofuturista (no desentonaría en un capítulo de Black Mirror), el análisis de la sociedad del espectáculo (sobre todo el consumo de cultura made in USA), la sátira, la road movie, el ensayo, o el realismo mágico.. El hombre que vendía comienzos de novela es, simplificándola injustamente, una novela-mundo en la que no dejan de abrirse ventanas y provocar asombro -en gran medida por la pericia de sus traductores-, una constelación textual que parpadea entre la diversión, el enigma y la nostalgia.. «Los escritores son, por lo general -explica Courtois desde el café Hawelka, en Viena, a propósito del ‘Hoy ha muerto mamá’ (obra suya) de El extranjero- personas complicadas, desgarradas por dentro, retorcidas, llenas de contradicciones, corroídas por la ambición, muy poco generosas en sociedad, aunque se apasionen por la idea de humanidad». Cierto es que Vinsiec ilustra con humor y autocrítica las obsesiones del oficio -un Bernhard después de una sobremesa con Pessoa-, y que mediante las historias paralelas que brotan de su imaginación borgiana, rozándose unas con otras en busca de un comienzo sublime, demuestra que la imaginación es nuestro séptimo continente.. Pero hay algo que, por encima de todo, encumbra esta novela singular: el placer de la lectura, que surge del pacto según el cual quien sostiene un libro se abandona a lo imprevisto, atrapado en la red del autor, como quien sueña dentro del sueño de otro. La lectura, en suma, como una ciudadanía transfronteriza.
La Lectura // elmundo
‘El hombre que vendía comienzos de novela’ es, simplificándola injustamente, una novela-mundo en la que no dejan de abrirse ventanas y provocar asombro, una constelación textual que parpadea entre la diversión, el enigma y la nostalgia Leer
‘El hombre que vendía comienzos de novela’ es, simplificándola injustamente, una novela-mundo en la que no dejan de abrirse ventanas y provocar asombro, una constelación textual que parpadea entre la diversión, el enigma y la nostalgia Leer