Cuidado ahora, peligro, quizá el jardín más espinoso en el que me he adentrado jamás porque en los otros jardines, pese a sus complicaciones, yo estaba muy segura de lo que decía, de que no eran cuestiones de opinión. La opinión es traicionera, hay cosas que están objetivamente bien y otras que están mal y eso no es tu opinión contra la mía, es tú equivocándote y yo no. Pero hoy me voy a aventurar a dar unaopinión por primera vezen esta columna de opinión.. Lo hago con toda la humildad del mundo, sabiendo que no tengo razón, que es una cuestión de gustos, de impresiones, de trayectoria, y que a quien esté en mi contra hoy le voy a decir que comprendo su perspectiva, que la respeto, que quizá me falten lecturas, referencias, horas de pensamiento, que acepto sus argumentos, que me recomiende documentales, entrevistas, que me explique cómo lo ve. Pero bueno, ya está bien de tanta cobardía, de tanto marear, traigamos el asunto, lo de los labios gordos, los labios rellenos, el furor de pincharse para aumentar grosor, perfilar forma, difuminar arrugas, aportar hidratación. He investigado y es frecuente que se inyecte ácido hialurónico pero no es la única sustancia posible. Me siento como un señor de cincuenta y cinco años con un traje dos tallas por encima o por debajo y las hombreras salpicadas de unas pequeñas escamas que se me desprenden de las orejas y el cuero cabelludo. Llegando tarde al tema, enterándome por encima, dando prioridad mundial a mi propio parecer, superfluo, descuidado, imprudente.. Estaba harta de verlos en fotos, en vídeos, en películas, pero en mi casa nadie los lleva y como de la casa salgo poco no sabía que era tan popular. Ahora vengo de atravesar grandes masas y a veces me encuentro cambios abruptos. Cosas que llevaban ya un tiempo pasando, que me llegaban a través de otros canales más sutiles, y que se consolidan cuando por fin me expongo a ellas en plenitud. No siempre me afectan como esperaba. En este caso estoy sorprendida. Hay muchísimos labios rellenos, no tenía idea de que habría tantos, y mucho menos me iba a esperar que me importara. Tampoco es que me importe, es otra cosa.. «Nada tengo contra la cirugía estética, pero la abundancia de labios inyectados me ha llevado a fetichizar los finos. Cuanto más, mucho mejor». Nada tuve jamás y nada tendré contra las intervenciones estéticas, cada persona sigue su camino dependiendo de sus circunstancias. Lo que me parece curioso es observar que la abundancia de labios inyectados me haya llevado de repente a fetichizar los labios sin inyectar. Los labios finos. Cuanto más finos mejor. En los montajes de antes y después prefiero el antes. No por principios, es estética pura nomás. Ha llegado un momento en que los labios finos me parecen más voluptuosos que los gruesos. Y no lo son, no están mejor ni peor, todos los labios son igual de correctos. Aquí, como a ese hombre al que la chaqueta le huele a armario mohoso, aprovecho el espacio que el mundo me ofrece para lanzar una idea innecesaria, una preferencia irrelevante, que es peor todavía. Por lo menos yo soy consciente. Si lo menciono es porque me ha llamado la atención hasta el punto de considerarlo un fenómeno social como pudieron ser la laca y el cardado hace unas décadas y tras darme cuenta de que me ha afectado a un nivel ridículo, el nivel de hacerme rechazar un canon de belleza, abrazar otro distinto.. Tampoco es que sea la primera vez. Me gustaban las pecas cuando las pecas se señalaban como un atributo indeseable y me gustaban las pieles pálidas cuando lo suyo eran los polvos tostados. Pero aquello, el tener opiniones de tal calaña, pensaba que era una fase superada. Qué más me da a mí. Por qué lo quiero decir. Creo que atisbo en mi interior un afán de entendimiento. Comprendía mejor aquellos conceptos de belleza sobre los que me pronunciaba con tan poco tacto. Me había vuelto más abierta, más flexible. El perfilado de labios por fuera del labio, la técnica del overlip, no me costó apenas trabajo. Lo asumí, lo normalicé, incluso lo apliqué en varias ocasiones sobre mi propia cara y sobre caras ajenas. Chocante en principio pero pronto divertidísimo. Ningún problema. Quisiera ser capaz también de adaptarme ahora. No inyectándome pero dejando de darle relevancia. ¿Se marchará esta estética, irá a más, me acostumbraré?. Ante las grandes modas, las de esta magnitud, me pregunto qué pasara en el futuro. ¿Quedarán afianzadas como un básico y yo misma me acabaré inyectando en algún momento o dentro de quince años la gente mirará las fotos actuales y se reirá al detectar las tendencias extremas y pasajeras que han caracterizado la época? Entonces tendré la edad del señor que soy hoy, cincuenta y cinco años. ¿Cuánto me habré señoreado entonces? ¿Seguirán ofreciéndome espacios o habré vuelto a ser camarera? ¿Me seguiré poniendo las chaquetas de 2023, me quedarán pequeñas o grandes, tendrán pelotillas que me pasarán desapercibidas, olerán a humedad? ¿Me miraré yo en las fotos de ahora y me dará vergüenza? ¿Leeré esta columna y me querré morir de algo equivalente a la cringe que ya no se llamará cringe? No puedo esperar.
La Lectura // elmundo
Hay muchísimos labios rellenos, no tenía idea de que habría tantos, y menos me iba a esperar que me importara. ¿Se marchará esta estética, irá a más, me acostumbraré? Leer
Hay muchísimos labios rellenos, no tenía idea de que habría tantos, y menos me iba a esperar que me importara. ¿Se marchará esta estética, irá a más, me acostumbraré? Leer