Cuando me proponen este artículo me digo que no pienso escribir una sola línea sobre tamaña bazofia. ¿Qué se puede añadir, a estas alturas, sobre las princesas Disney? Es bien sabido que son las protagonistas de inolvidables historias machistas, racistas, capacitistas y profundamente elitistas, llenas de canciones que todavía hoy, a mis 39 años, gracias al método pedagógico de la Naranja Mecánica, podría cantarle de cabo a rabo a mi sobrina, de 5, si no fuera porque ella prefiere a Missex y su hit de «baila la almeja, mueve la almeja». Fábulas mojigatas cuajadas de referencias prostitucionales en su versión subliminal burguesa (¿quién es más meretriz: la que se hace Las Ramblas o la esposa bien casada?), adaptadas para el infantil visionado.. El solo pensamiento de ponerme a escribir cualquier cosa sobre las realezas Disney me quita las ganas de vivir. ¿Por qué no me piden artículos sobre las verdaderas princesas Made in USA de los últimos 75 años? Divine (la que comía caca en Pink Flamingos), Coffy (la justiciera afro en la película homónima), o el trío formado por Varla, Rosie y Billie, las heroínas estrípers de Faster, Pussycat! Kill! Kill!. Me olvido del tema y salgo de fiesta al Candy Darling, que esa noche había burlesque.. El primer número es de La Capulla, performer juncal en elegante vestido rojo art-déco. Me suena su cara pero no sé de qué. Terminado su show y solo ataviada con dos pezoneras, presenta a la siguiente artista: Chantal Instinto Animal. ¿Será posible? Esta me suena también. En fin, es muy chica Barcelona. Leva un microvestido verde de estampado de serpiente y una boa esmeralda con la que se roza, frota y cosquillea todo el cuerpo. La última en actuar es Primalorza, ¡y a esta también creo haberla visto antes! Veterana y oronda cabaretera, termina el show en tanga y batín transparente, ambos azules, y se marca un twerk de cuatro minutos de reloj sin pausa, dando espalda y culo al público.. Las tres artistas bajan del escenario y se mezclan entre la gente. Consigo alcanzar a Primalorza. Le engancho un billete en el tanga y le doy la enhorabuena. «¡Hola, Cristina!», me dice. En efecto, nos hemos visto antes. Sin rodeos pero con una gracia y dulzura fuera de lo común, me confía su verdadera identidad y la de las otras burlesqueras. La Capulla, Chantal Instinto Animal y Primalorza son, en realidad, Flora, Fauna y Primavera, las tres hadas de La Bella Durmiente del Bosque. ¡Por eso las conocía!. Parece ser que Aurora la narcoléptica nunca les pasó ni un céntimo de los royalties. Goza de la fama y la riqueza que le proporciona el estatus oficial de Princesa Disney, con marca registrada desde los años 90. Vive en el palacio del príncipe Felipe, pero a base de caballo (el mejor del mercado) porque, si no, 75 años de icono de sumisión no hay quien los aguante.. Intento corresponder a Primalorza con un salseo a la altura y resulta que hace unos días, el 5 de mayo, estaba, como cada mañana, escuchando el programa de Josep Cuní de Radio Nacional. Entrevistaba a Susana Gisbert, fiscal especializada en violencia de género. Aquel día se reunía eso que llaman «el primer comité de crisis de 2025» del Ministerio de Igualdad. El presentador, inocente como los jilgueros que cantan en los dedos de Blancanieves, gorjeó la siguiente pregunta:. -… ¿qué está fallando? (…) los sondeos demoscópicos que dicen que son precisamente los jóvenes los que cada vez creen menos en esa igualdad y se sienten más machistas…. Y responde la fiscal, afligida como los cocheros de Cenicienta cuando vuelven a convertirse en ratoncitos:. -(…) nos han ganado la partida pues determinados movimientos negacionistas que se han movido muy bien en redes sociales y en los entornos que utiliza la juventud en contra de quienes teníamos que haberles seguido, eeeh…, informando, y no hemos sabido llegar a ellos (…). Luego, aparte, pues están las canciones, el reguetón, lo que ven, el porno y todas estas cosas…. ¿Por qué la fiscal no acusa a las princesas Disney de ser las más poderosas difusoras de los mensajes machistas, no ya desde el instituto, sino desde el tierno parvulario? Ignorante como sólo una charlatana a sueldo del Estado puede serlo, pasa por alto que el reguetón no es una cosa de «los jóvenes», como le gusta repetir con su autoritaria retórica adultista, sino transgeneracional. Además, ¿de qué reguetón habla? ¿De Tu sicaria de Ms Nina, que dice: «me guardo la pistola / debajo de la falda»? ¿O del Bien Bow de Chocolate Remix que dice: «Somos bien bow sí, homosexuales, / putos, tortas, travas, tal vez bisexuales, / intersex, o transexuales, / de todo lo que quieras menos neoliberales»? ¿Y de qué porno habla? ¿Cuán machista puede llegar a ser la película porno más fálica de la deepweb al lado de la película de Disney que los altos funcionarios les ponen a sus hijos mientras ellos ven con auriculares la película porno más fálica de la deepweb?. Antes de despedirnos, Primalorza, agradecida por la complicidad, me promete que el artículo sobre las princesas Disney lo encontraré ya terminado en el escritorio de mi ordenador, listo para enviarlo al periódico. Y efectivamente: con toda la resaca de los cuarenta margaritas me lo he encontrado. ¡Qué importante es creer en la magia!. Cristina Morales es escritora y ganadora del Premio Nacional de Narrativa 2019.
La Lectura // elmundo
¿Cuán machista puede llegar a ser la película porno más fálica de la ‘deepweb’ al lado de la película de Disney que los altos funcionarios les ponen a sus hijos? Leer
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