Ana Esmith estudió Periodismo -no era vocacional, solo quería saber de todo- y fue ahí, al toparse con un profesor que cada viernes pedía una pieza sobre conceptos como los triángulos o el color azul, cuando se despertó su verdadera vocación: la artística.. Tras 15 años recorriendo el mundo, formándose y trabajando, regresó a España. Y entonces nació su alter ego: Miss Beige. Fue un domingo, en un puesto de El Rastro de Madrid, cuando vio ese vestido «tan feo, tan abandonado, tan trapo», dice ella, que pensó «mira, llévatelo como actividad de tarde de domingo».. En esa misma tarde tomó todas las decisiones que conforman hoy, diez años después, a uno de los personajes más disruptivos del panorama artístico español. Decisiones tan icónicas como el hecho de que Miss Beige no hablase -«la imagen imponía demasiado como para añadir una palabra»-, no sonriese -«en plan: no te acerques, por lo que pueda pasar»- o que siempre llevase un martillo que sale de su bolso: por supuesto, de color beige. Eligió entonces que su relato no pasaría por escribir un libro, por ejemplo, sino por contar lo que quería transmitir desde el silencio. Desde imágenes donde Miss Beige puebla lugares inesperados con su característico ceño fruncido: la Feria de ARCO con una mochila de Glovo, o emulando a una Duquesa de Alba que mira la Reina Letizia, entre otros.. Ahora, el siguiente escalón es celebrar los 100 años del Museo Cerralbo y los 10 de Miss Beige con la exposición Hay que saber estar, en el marco de PHotoESPAÑA. El Cerralbo supone, además, varias primeras veces para la artista: la primera fotografiando en interiores, el primer museo estatal en que expone… y el primer choque con un espacio con el que no tiene «nada que ver». «Es lo opuesto a mi personaje», dictamina, lo que convierte esta casa-palacio del siglo XIX en un espacio de reivindicaciones contemporáneas.. Miss Beigenació con el objetivo de incomodar y de posicionarse. Esto, el posicionamiento, es el eje que vertebra su obra: «Si tú has decidido ser artista, viene con una responsabilidad, al igual que el funcionario o la persona que entra a trabajar a las 6 de la mañana no puede decir ‘hoy me voy a levantar a las 7′».. La vuelta a España, recuerda, fue «complicada de gestionar». Necesitaba un cometido artístico urgentemente: «Si no, hubiera caído en una depresión en dos días», admite. «Es esta cosa del inmigrante, de poder dar algo al país. Contribuir a la cultura, en mi caso». Aunque nada de esto pasa por la practicidad, asegura, sino más bien nace del ciclo ensayo-error.. ‘Al fresco’Marisa Gallego. Ella viene de una familia de clase obrera y lo recalca en repetidas ocasiones. La conciencia de clase sienta los cimientos de su obra y de su vida. Por eso quiere que todo el mundo sea bienvenido en su arte: «Si yo hago algo, aquí cabemos todos, no voy a hacer una performance que algunos no puedan entender». Reflexiona mucho sobre el elitismo en el mundo del arte -«excluye muchísimo», asegura- y se pregunta también por qué no existían aún otros proyectos como el suyo.. Al principio creía que no habían calado aún, que «a Madrid todavía le faltaban unos años». Pero al ver que a la gente le interesaba Miss Beige empezó a asumir que quienes lo habían intentado en el pasado no habían prosperado porque se les había cerrado la puerta. Por eso, interpela a todos los jóvenes a que no les siga fallando su pensamiento crítico, porque si el arte sigue convirtiéndose en «una cuestión de dinero», el discurso será único, y «el capitalismo se frota las manos»: «¿No puedes hacer un corto porque no tienes una cámara? ¡Perfecto! Pues tú me vas a limpiar el bar».. «La mujer es un cuerpo sobre el que hablar. Con mi personaje me doy el lujo de no sonreír o dar dos besos». Como mujer, Miss Beige fue literalmente su terapia: «De repente, podía darme ese lujo de no tener que sonreír, dar dos besos… La mujer siempre es un cuerpo sobre el que hablar, sobre el que tomar partido. Pues aquí, no os voy a dejar, va a ser siempre igual. Miss Beige no está para tonterías. Ella es educada. Tú la tratas bien, ella te va a tratar bien. Pero no invadas su espacio», sentencia sobre su personaje. «Que se pueda colar en un montón de sitios sin que nadie la pueda echar, porque no va con su pancarta, no va con sangre, no se desnuda… Es como el caballo de Troya. Me meto y desde dentro ya explosiono», dice, mezclando la primera y la tercera persona… ¿adrede?. En su regreso a España, Miss Beige la ayudó a poder analizar las virtudes y defectos del país con perspectiva. Ana es como el enfurecido Capitán Haddock de Tintín y Miss Beige depura esta faceta explosiva: «Yo soy de ir a las manifestaciones, a gritar, a cagarme en todo. Y de repente dices: ‘Vamos a probar cómo se hace en silencio’. Ya que así mucho no hemos avanzado, vamos a intentar encontrar otras formas de que nos escuchen».. Eso es Miss Beige: «La revolución desde una cosa que nadie espera», dice. Y lo que tampoco nadie espera es ver esa España que a nadie le interesa. Aunque suele estar en Madrid porque es su ciudad, también ironiza con otros iconos de la españolidad: el toro de Osborne, los rascacielos de Benidorm… Y siempre desde el humor.. Con un outfit de segunda mano -el martillo también-, Miss Beige no busca enriquecerse con su trabajo: «Me parece un logro vivir de mi profesión, mi profesión artística. Es que me arranco el pelo de la emoción…», celebra. Sigue constantemente publicando en redes sociales instantáneas cotidianas, aunque no le convencen demasiado estas dinámicas de los algoritmos: «La tecnología es como el fuego. Cuando se inventó el fuego lo utilizabas para calentar, pero luego dices: ‘Ah, pues voy a quemar un bosque'».. Ella elige crear su pequeño imaginario, sin etiquetados, sin menciones: «Porque también te pueden utilizar, y ante eso es como si fuese mi hijo, saco las uñas, es como demasiado puro». No quería hacer algo disruptivo solo por decir «mira, yo soy diferente». «Es que es genuino. Literalmente lo soy», comenta Ana, quien asegura que queda Miss Beige para rato: «Me ha puesto en tantas tesituras este trabajo que por ahora no he saciado las formas de experimentar con él».
La Lectura // elmundo
La artista madrileña, con su personaje silencioso, ceñudo y, sobre todo, beige, incomoda a su público con un objetivo: «Hacer la revolución desde donde nadie la espera» Leer
La artista madrileña, con su personaje silencioso, ceñudo y, sobre todo, beige, incomoda a su público con un objetivo: «Hacer la revolución desde donde nadie la espera» Leer