Es innegable que en el mundo actual el fracaso de cualquier tipo -y como veremos, hay varios- no goza de buena fama. Es más, se considera uno de los pecados más intolerables. Por eso suena extraño que alguien nos diga sin tapujos que debemos tomarnos el fracaso en serio, abrazar la humildad que produce vivirlo y renegar de la adoración al éxito contemporánea. Quizá suene a cháchara de gurús y emprendedores de medio pelo, de esos que intentan rebautizar el fracaso como «un trampolín hacia el éxito».. Pero nada más lejos de esa autoayuda gaseosa que nos rodea que lo que invoca el filósofo y profesor de Humanidades de la Universidad de Texas, Costica Bradatan (Dragoiesti, 1971), en Elogio del fracaso, un estimulante y perturbador ensayo, escrito con inteligencia y elegancia, que aboga por hacer buena la máxima real del dramaturgo Samuel Beckett.. «Todo el mundo repite aquello de ‘Fracasa otra vez. Fracasa mejor’, sin tener siquiera idea de lo que habla. Sin saber que es una tergiversación absoluta», explica el pensador. «La frase real de Beckett, de un pesimismo existencialista desolador, dice: ‘Fracasa otra vez. Fracasa mejor. O mejor, peor. Fracasa peor otra vez. Aún peor. Hasta enfermar del todo. Vomita del todo’. Es decir, empápate de fracaso hasta el límite, hasta llegar, con humildad, a lo que Iris Murdoch llamó un ‘respeto desinteresado por la realidad'», sostiene Bradatan.. Y es que para el pensador estadounidense de origen rumano el fracaso real y doloroso, ese que es inherente a una existencia humana abocada a la finitud, es no sólo un medio inmejorable de tener una vida y una sociedad mejores -el fin último de toda filosofía-, sino nuestra única salvación como especie.. Pero antes de profundizar en esta idea, ¿de qué hablamos cuando hablamos de fracaso? «Es un concepto muy complejo de definir, por supuesto, porque no sólo ha ido cambiando históricamente, sino que incluso es distinto hoy en día según la sociedad a la que mires y dentro de cada una. Pensando en Occidente, según tu clase social, el éxito, lo contrario del fracaso, puede ser ganar mucho dinero e influencia, si perteneces a una clase acomodada, pero si eres muy pobre el éxito, como fue para muchos a lo largo de los siglos, es simplemente sobrevivir», plantea el pensador.. «Yo me apoyo en la etimología. La palabra éxito en inglés, success, viene del latín succedere, que remite a algo secuencial, a que tras un hecho llega otro. Por tanto, el fracaso sería interrumpir esta cadena, que un logro no lleve a otro, por ejemplo. Y a mí me interesa reflexionar en qué sucede con el sujeto que sufre ese fracaso, cuyas expectativas no se ven cumplidas», explica.. Especialmente, apunta Bradatan en el contexto de nuestras actuales sociedades capitalistas, basadas, de modo incuestionable, sobre un éxito voraz y delirante. «Justamente hoy se hace más acuciante que nunca reflexionar sobre el fracaso, el reverso de esa idea de éxito que marca nuestra vida. Pensar en el fracaso a nivel social es importante, para empezar, porque sucede y siempre sucederá. Si algo nos enseña la historia es que todo pasa y se termina. Los grandes imperios y sistemas socioeconómicos han ido colapsado al correr de los siglos, y eso le pasará al capitalismo sin lugar a dudas», razona el pensador. «Pero además, el fracaso puede ser una forma de resistencia ante los peores vicios de este sistema. Obviamente el capitalismo ofrece confort, y eso es importante, pero hay un límite donde es nocivo».. Traducción de Antonio-Prometeo Moya. Anagrama. 336 páginas. 22,90 € Ebook: 11,99 €. Puedes comprarlo aquí.. Por ejemplo, apunta, tal vez necesitemos un coche para desplazarnos de un lugar a otro, pero ¿necesitamos dos o tres? ¿O coches absurdamente caros? ¿O un jet privado? «El capitalismo contemporáneo está basado sobre un consumo masivo y superfluo, lo que, además de un desperdicio de energía es también una manera de mantener a las personas en la esclavitud. Si las personas, los consumidores, piensan que necesitan lo que les ofrecen, serán esclavos que siempre necesitarán algo más», opina el autor. «Necesitamos recordar que existen muchos estímulos y cosas positivas que ofrece la vida fuera de este juego capitalista que está destruyendo a muchas personas y al propio planeta».. La radicalidad de ciertas opiniones de Bradatan no sorprenderá a quienes recuerden su anterior libro, Morir por las ideas. La peligrosa vida de los filósofos (Anagrama), un vigoroso ensayo en el que defendía, a través de la vida de varios pensadores históricos como Hipatia, Giordano Bruno, Sócrates o el checo Jan Patocka, que hay personas extraordinarias cuya forma de morir justifica la unión de su vida y su obra y que la filosofía no va de palabras, sino de jugarse la piel por ella. De hecho, de este otro trabajo surgió el germen para Elogio del fracaso.. «Un buen filósofo debería ser un fracasado y vivir como tal, pues no quiere riqueza, gloria, poder ni influencia, simplemente siente una vocación». «Cuando estaba investigando para este libro me di cuenta de una conexión sutil, una profunda continuidad basada en que los filósofos que murieron por sus ideas fueron perdedores, fracasados. Nunca tuvieron peso económico, político ni social. Y, sin embargo, son ganadores históricamente sobre aquellos que los persiguieron y ejecutaron. Desde el fracaso lograron una victoria, un éxito duradero, casi inmortal», explica Bradatan antes de afirmar contundente: «Un buen filósofo debería ser un fracasado y vivir como tal, pues no quiere riqueza, gloria, poder ni influencia. Simplemente siente una vocación, que tiene algo que decir, muchas veces poco agradable o negativo, lo que viene acompañado derrota, represión, resistencia y odio…», argumenta.. En este volumen, cuatro son los modelos que toma Bradatan para vehicular los cuatro tipos de fracasos que disecciona con maestría: el físico, el político, el social y el biológico. «Establezco estos cuatro tipos de fracaso que todos experimentamos en las diferentes esferas de la vida. El primero, el físico, es el más distante, y tiene que ver con el mundo que nos rodea, con la técnica, con las máquinas. Un fallo informático, la explosión del motor de un avión… son cosas incontrolables que nos afectan», explica. «El político, aunque es también externo, nos apela porque somos agentes políticos, ciudadanos. Incluso si no votamos, incluso si no nos importa la política, estamos políticamente involucrados».. Varias personas rodeando el cadáver de Mahatma Gandhi tras su asesinato.. Algo que se revela cierto en estas páginas donde reflexiona sobre el fracaso de la democracia, de Atenas al mundo populista actual, pasado por dictaduras como los sistemas totalitarios, la Rusia de Stalin o la Alemania de Hitler, e incluso la Revolución francesa. «Un tipo de fracaso más cercano es el social, que tiene que ver con cómo nos perciben los demás y con el precio a pagar por involucrarnos o no en las demandas socioeconómicas y en el estilo de vida considerado habitual en nuestra época y lugar», prosigue Bradatan. «Por último, el más rotundo fracaso, el inherente a nuestra condición y el más íntimo, es el biológico, es decir, el fallo del cuerpo, o sea, la muerte».. Cada una de estas cuatro tipologías está encarnada en un pensador o escritor: Simone Weil, Gandhi, Emil Cioran y Yukio Mishima, respectivamente. Aunque barajó «otros muchos excelentes candidatos», por ejemplo San Agustín, el pensador confiesa que se circunscribió al siglo XX porque cree que «todos tendemos a reconocernos más fácilmente en historias de gente que vive más cerca de nosotros. Podrían haber sido otras, pero estas cuatro vidas son extraordinarias». De la filósofa Simone Weil, el profesor destaca su profunda humanidad, esa que le hizo, como relata, trabajar durante un año en una fábrica para conocer la vida real de los obreros o viajar a España en plena Guerra Civil para luchar como miliciana.. «Lo interesante es el contraste de sus ideales y de una persona que era extremadamente enfermiza, débil, torpe. En la fábrica sufrió mucho por lo que llamaba su inutilidad para hacer nada práctico y cuando llegó al frente en España, donde no podría haber combatido por ser miope en grado sumo, sufrió graves quemaduras tras pisar aceite hirviendo y tuvo que irse», destaca el autor, que relaciona la reacción al fracaso de la francesa con su acercamiento al misticismo y la corriente gnóstica milenaria, precristiana y católica, en la que el fracaso tenía un importante papel.. El filósofo Emil Cioran fotografiado en su estudio de París en los años 90.. Otro santo en vida fue Gandhi, cuyos notorios fracasos políticos, que costaron millones de vidas, le mortificaron siempre. «En su autobiografía, él mismo narra su íntima relación con el fracaso. Era un líder político problemático que causaba confusión y cuyas grandes ambiciones naufragaron ya en vida y más en la actualidad, como estamos viendo con la tensión entre India y Pakistán. Incluso en el día de su muerte, en una entrevista con un periodista, él dijo algo como: ‘He hecho tanto en esta vida, tantos esfuerzos y proyectos y aun así, cuando todo está dicho y hecho, creo que voy a morir de fracaso'», recuerda Bradatan. «De hecho, no murió por causas naturales. Fue asesinado y ese asesinato político es el epitafio perfecto al fracaso de su labor política».. «La democracia muere cuando no hay suficientes personas críticas. Rousseau tenía razón al decir que era un sistema pensado para los dioses». El fracaso social lo centra su compatriota Emil Cioran, de quien afirma que era un enamorado de España. «Él amaba ese país, que era muy conocido en Rumanía en su época a través del pensamiento de Unamuno y Ortega y Gasset, pero debido a la guerra tuvo que ir a Francia», apunta. «Cioran es un caso espectacular de fracaso y no sólo porque le obsesionara y escribiera recurrentemente sobre él afirmando que el mundo, la humanidad y el cosmos eran fallidos, sino porque lo practicó en su vida», sostiene el pensador. «Se fue a París y decidió vivir la vida de un parásito. Nunca quiso tener un trabajo ni un sueldo, fue un gran ejemplo de cómo vivir de espaldas al sistema capitalista. Hizo de su vida una demostración de cómo salirse del juego de la sociedad».. En cuanto a la muerte, Bradatan asegura haber elegido al excelso escritor japonés Yukio Mishima, cuyo conocido suicidio por seppuku tras protagonizar una fallida revuelta reaccionaria en Japón, «porque la manera en que eligió morir, como justificación de su vida, obra y pensamiento, es perfecta para ejemplificar cómo enfrentarse a un fracaso que todos viviremos con seguridad absoluta».. Trufado junto a las historias de estos modelos, y a muchos otros ejemplos históricos y contemporáneos, Bradatan desliza su pensamiento sobre los grandes males que azotan nuestra época y sobre las posibles alternativas para lograr una buena vida y una mejor sociedad. Su gran hallazgo es la puesta en valor de la consecuencia directa de asumir y abrazar el fracaso, que no es otra que conseguir una mayor humildad.. «Sé que no es algo que esté de moda, que es una virtud moral y religiosa, una de las virtudes cardinales, de hecho. Pero sin ser creyente tengo que reconocer que la religión no es sino una forma de filosofía para las masas, así que aquí concuerdo con ella», reconoce. «Más allá de la moralidad y la ética, la humildad es importante porque es un modo de comprender y de ver el mundo. De no dejarnos persuadir por esa visión deformada de él que alimentan nuestras ambiciones, fantasías, esperanzas y sueños y acceder a la comprensión real de las cosas», aduce.. El escritor Yukio Mishima en el edificio de en la sede de las Fuerzas de Autodefensa antes de suicidarse tras fracasar su golpe de Estado.. En este sentido, el pensador apela a una humildad lograda por el individuo pues descree, según explica, «tanto de las utopías, peligros modelos porque que establecen estándares sociales imposibles, como de las revoluciones mesiánicas y toda la sangre y represión que arrastran». En su caso, aboga por un individualismo que, dada la connotación negativa con que el capitalismo ha bañado a esa palabra, él llama autonomía. «La autonomía cívica y educativa consiste en cultivarnos, en tomar conciencia de quiénes somos, comprendernos, conocernos y conocer nuestros límites, saber qué podemos hacer y, sobre todo, qué no».. «Sé que no está de moda, pero la humildad es un modo de no dejarnos persuadir por el mundo distorsionado de las ambiciones y fantasías». E introduce otro concepto que tampoco está muy de moda, el de responsabilidad. «Si no nos arreglamos como individuos, nunca lograremos arreglar nuestras sociedades. Antes de la responsabilidad colectiva, tenemos a los individuos. Un grupo de individuos que viven vidas precarias, que no tienen una vida moralmente aceptable, que tienen problemas de todo tipo, mentales, personales, etcétera, nunca formará una buena sociedad».. Y es que una de las lecturas más dramáticas que arroja Elogio del fracaso es del agónico grito de una democracia que se descompone. «Rousseau tenía razón al decir que la democracia era un sistema pensado para los dioses, que los hombres no estamos preparados para ella. Actualmente, la democracia se encuentra en una posición claramente minoritaria, cada vez hay más autocracias y la gran mayoría del mundo, en términos de población y de áreas geográficas, son dictaduras, sistemas totalitarios o algún tipo de maquinaria autocrática, lo que me hace muy pesimista», confiesa. Incluso va más allá argumentando que hasta la propia democracia puede esconder trampas, como demostró el juicio de Sócrates que «desde un punto de vista legal, fue un ejemplo de democracia perfecto».. Por ahí van los tiros del siguiente ensayo que prepara Bradatan, The Herd in Our Head, que versará sobre los peligros del pensamiento político de masas. «Como trato de mostrar en el libro, la personalidad humana, esa autonomía que comentaba, es fundamental para la democracia. La democracia muere cuando ya no hay una cantidad suficiente de personas críticas. Cuando los votantes individuales son adulados por el populismo, la democracia se pervierte y puede destruirse a sí misma», lamenta. «Y eso nace del miedo que impera en una época donde, de nuevo, el fracaso se trata de evitar a toda costa, lo que conduce a un pensamiento de masas superficial», concluye.
La Lectura // elmundo
¿Puede el tan denostado fracaso tener repercusiones positivas en nuestra vida y en la sociedad? En su ensayo ‘Elogio del fracaso’, el filósofo Costica Bradatan explica cómo abrazar esta experiencia es nuestra oportunidad para mejorar el mundo. «Desterrar la idea de fracaso de nuestras vidas nos ha convertido en esclavos del capitalismo» Leer
¿Puede el tan denostado fracaso tener repercusiones positivas en nuestra vida y en la sociedad? En su ensayo ‘Elogio del fracaso’, el filósofo Costica Bradatan explica cómo abrazar esta experiencia es nuestra oportunidad para mejorar el mundo. «Desterrar la idea de fracaso de nuestras vidas nos ha convertido en esclavos del capitalismo» Leer