Tiflis en San Bernardo. Si usted se envalentona y quiere desafiar a Vladimir Putin con el estómago, dé un castizo paseo madrileño entre la Glorieta de Quevedo y la Gran Vía. Allí se erigen Tiflis (San Bernardo, 97) y Kinza (San Bernardo, 22), los dos exponentes del alumbramiento de la contundente cocina georgiana en Madrid. Vaya con hambre y con las manos limpias: cualquier camarero le mirará caucásicamente ofendido si se come con cuchillo y tenedor un khachapuri adjaruli -una masa de pan y queso con un huevo horneado en el centro- o un peligroso khinkali -un ravioli gigante relleno de carne y caldo-. Vaya con sed. Y sin demasiado orgullo nacionalista: la cultura gastronómica del país se basa en buena parte en reivindicar su vino como el mejor y más antiguo del mundo. Si Moscú no lo impide, la cena puede servir de inspiración para un viaje fabuloso en el futuro. Si no, siempre quedará San Bernardo como un rincón exiliado de la Avenida Rustaveli que la juventud proeuropea de Tiflis inunda con su revuelta.. Del cantábrico al títere de Hitler. La museización de los cementerios ya es parte de la promoción turística de muchos municipios. Y sirva la resaca del Puente de Todos Los Santos para ir a contracorriente y revindicarlos cuando hasta los familiares los olvidan. Toparse en solitario con el rugido atlántico del fin del mundo en Finisterre. Con el espectáculo cantábrico de La Ballena (Castro Urdiales) Ciriego (Santander) o la embajada catalana postmortem de Comillas. Hacer piernas en las colinas de Montjuic. O echarle horas a la diversidad fúnebre de la capital: en un día se puede hacer el recorrido desde los moros de la Guerra Civil, agolpados en una fosa del cementerio musulmán de Griñón, hasta los féretros republicanos del Cementerio Civil de Madrid. En La Almudena, la muerte iguala las artes: en unos pasos se va de la tumba de El Fary a la de Benito Pérez Galdós. A veces más olvidado, en el Sacramental de San Isidro también hay contrastes: entre Castelar y el Nobel José Echegaray está la tumba del genocida croata Ante Pavelic. Títere de Hitler en la II Guerra Mundial, los ustachas cantaban que descansaba en Madrid «en una tumba de oro», pero su sepultura, que ha escapado durante décadas de la memoria histórica, es de las más básicas del camposanto. Aunque también de las más adornadas… y a veces vandalizada.. Con los himnos aprendidos. Madrid, en su vorágine de asimilados, diluye y oculta habitualmente sus símbolos. Pero no debería. Igual que el 1 de enero un hogar debe sonar a la Marcha Radetzky en TVE, los 9 de noviembre tienen el soniquete de La Almudena, Telemadrid y ese himno tan cantable sobre la «virgen sencilla» y «oculta en los muros» de la ciudad, que los tuvo y los tiene. Si sale buen día y se puede escuchar en directo, mejor. Y de un templo a otro: con entrada o sin ella, toca peregrinar al Bernabéu para uno de esos partidos de dos de la tarde que reconfortan al espectador siguiendo el balón entre soles y sombras. Un rival, Osasuna, a caballo entre lo propiciatorio y lo visceral. Estómagos llenos de cortos y gildas. Hambre para después. Y calentón reivindicativo de ese renacido batallón mourinhista tras el asuntillo del Balón de Oro. «Cuando voy al Bernabéu, lorololó, en el ambiente se nota…».. Vive El Reno Renardo. Hace un mes, Niña Polaca consiguió durante tres días seguidos que La Riviera se convirtiese en un pogo con La muerte de Mufasa y ese arranque contra una «operación blanqueo» personal, «digna del Gobierno del PSOE con los GAL». Es una temática más recurrente de lo que parece en los estribillos. Y tendrá eco este sábado en la sala Mon Madrid (Hilarión Eslava, 36), donde actúa esa mitológica banda de frikirock humorístico millennial, El Reno Renardo, que obviamente saca su nombre de un personaje de las profundidades de Los Simpson. Cantan en Crecí en los 90, también muy pogueable, que quieren «comprar un DeLorean para viajar años atrás, cuando los chistes de Chiquito tenían más poder que el PSOE de los GAL». Aunque su gran hit ha sido, es y será Crecí en los 80, para alimentar la guerra generacional y política entre la masa: «Quiero comprarme un DeLorean para viajar años atrás, cuando las trufas de Sabrina tenían más escaños que Alianza Popular».
La Lectura // elmundo
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