No me gusta la gente que anda obsesionada consigo misma y, como consecuencia, me repatea la literatura que nace de ese narcisismo, tanto si es en su variante presumida como si es en la terapéutica por traumatizada. Pero no hay que confundir esos libros sin alma, comparables a selfis en las redes, que el legítimo impulso de utilizar la propia experiencia directa para tratar de entender algo sobre el mundo, sobre la vida o sobre la psicología social.. Lo cierto es que vivimos en un contexto en el que incluso los autohomenajes más planos dicen, oblicuamente, como síntoma, mucho sobre nuestro presente, pero son mucho mejores esos libros que, para entendernos, tienen menos de espejo que zoom, menos de autorretrato hueco que de necesidad de pensar a los otros y de comprenderles para comprender de paso todo un tiempo, todo un sitio, todo un proceso.. Sexto Piso. 264 páginas. 19,90 €. Puedes comprarlo aquí.. La nueva novela de Guillermo Aguirre (Bilbao, 1984) no sólo es desde ya un ejemplo destacable de esta última forma de entender lo autobiográfico, sino que es un caso admirable de un tipo de novela que ya apenas se hace. La autoexigencia cercana se nota desde la dedicatoria, y aunque a lo largo del libro (más largo de lo que parece, pues todos los capítulos constan de un solo párrafo que no se entrecorta ni para introducir los diálogos) hay, sin llegar al estilismo, un prurito de escribir muy bien (tal vez se pierde algo en ese alarde), la calidad del planteamiento, la potencia de la mirada y el virtuosísimo de los detalles hacen que Estival alcance el sobresaliente.. Yo creo que este libro no es la historia de un regreso, sino la crónica de una inmersión que nunca se interrumpió. Un hombre que cuenta ya «con una edad» regresa al pueblo donde creció y pasó veranos y, desde un presente en el que anda aturdido por cierto suceso, se va haciendo en segunda persona un repaso cronológico de su paulatina incorporación al mundo, desde la inconsciencia del «Año uno» en el que era un bebé, al descubrimiento de todo, a la fantasía, al estupor, a la rebeldía y, al fin, a la realidad, en un proceso universal y eterno que en Estival, sin embargo, se hace nuevo por bueno.. Con bromas a veces arriesgadas (que en todo caso no sobran, porque algo dicen también del clima y del ambiente de ese pueblo, de su forma de ser, de su modo de hablar, de cierta elementalidad honrada…), Aguirre se proyecta en ese narrador, un tal Jonás que va viviendo lo que todos los de su generación, tanto lo social como lo doméstico, desde los micromachines al terrorismo, desde Bob Esponja al covid que llega a mediados de la vida que aquí se despliega (y que se desarrolla hasta el futuro, es decir, hacia una plena ficción que ha ido dejando rastros y prolepsis a lo largo de las páginas).. Lamento tener que reconocer que nunca había leído hasta ahora una novela de Guillermo Aguirre, pero me alegra constatar que me ha dado lo que, sin haber entrado en ello, traía intuido, y que es, en general, un aire por encima de la media, un esfuerzo superior al de la mayor parte de la narrativa española actual a la hora de escarbar no sólo con el instinto y el corazón, sino con la estrategia y el trabajo. Se insiste mucho en él de la «documentación» que hay que abordar para saber qué ocurrió realmente y qué se está deformando sin saberlo, pero ésa es sólo la investigación privada interna. La que ha levantado desde fuera la novela está hecha de disciplina, buena cabeza y habilidad.
La Lectura // elmundo
Hecha de disciplina, buena cabeza y habilidad, ‘Estival’ es una crónica generacional que llega hasta el futuro y destaca por un esfuerzo superior al de la mayor parte de la narrativa española actual Leer
Hecha de disciplina, buena cabeza y habilidad, ‘Estival’ es una crónica generacional que llega hasta el futuro y destaca por un esfuerzo superior al de la mayor parte de la narrativa española actual Leer