La recreación casi exacta del restaurante McDonald’s que SUPERFLEX levantó en la ciudad de Bangkok va llenándose poco a poco de agua en el vídeo titulado Flooded McDonald’s (2009). A medida que el nivel sube, los objetos que componen la escena van tomando vida, flotando en un espacio que deja de ser idílico, familiar y seductor. Los vasitos de papel, los envases, papeleras y otros elementos habituales en las cocinas de estos icónicos establecimientos, se convierten en basura al contacto con el agua.
«Es terrible lo ocurrido en Valencia, terrible», señala Jakob Fenger, uno de los miembros de SUPERFLEX, colectivo danés que expone por primera vez en España, en la galería Albarrán Bourdais. Su tono transmite la devastación de quien ha señalado en numerosas ocasiones las posibles consecuencias del cambio climático. Pero no reivindica haber tenido razón, más bien se muestra confundido. «Parece que no aprendemos la lección. Los humanos somos criaturas extrañas, no cambiamos a menos que nos veamos forzados a ello. Es curioso que para nosotros sea más sencillo imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo».
El vídeo del McDonald’s no deja de ser simbólico, pero el trío danés se hizo conocido por sus propuestas artísticas prácticas, subversivas y algo gamberras. La primera obra que SUPERFLEX realizó en 1997 fue un prototipo que producía biogás a partir de heces humanas. Para desarrollar este generador, y el resto de proyectos que le seguirían, consolidaron una empresa. «Fue una toma de posición, un statement», continúa Jakob. «Por un lado, siendo estudiantes de arte sentimos que la idea del artista individual no conectaba con la forma en que veíamos el mundo ni la manera en que opera el mundo». Y añade: «Crear una corporación era la forma más dinámica para trabajar, contratar ingenieros o negociar con empresas».
Aquel prototipo de biogás ha sido instalado con éxito en diversos puntos de África y Asia durante 20 años, además de expuesto como proyecto artístico en museos y centros de arte. El por qué un artilugio industrial puede considerarse obra artística se debe a un movimiento llamado «arte relacional». En los años 90, una serie de artistas coincidieron en crear instalaciones que servían de vínculo entre los propios creadores, los espectadores y otros agentes, quienes pasaban a formar parte activa de la obra de arte, a darle sentido.
SUPERFLEX, al tiempo que reflexionaba sobre cómo funcionan los sistemas de comunicación y producción en la sociedad contemporánea, activaban proyectos que resolvían necesidades particulares o evidenciaban disfunciones. Por ejemplo, la creación de una cadena de televisión por internet -se adelantaron cuatro años a YouTube-, para democratizar la libertad de expresión, o el desarrollo de herramientas creativas que pudieran ser utilizadas por cualquiera, gracias al registro de código abierto de todas ellas.
En 2010, el colectivo -del que forman parte también Bjørnstjerne Christiansen y Rasmus Rosengren, aunque en su estudio trabajan 12 personas- inicia una serie de obras en las que de nuevo juegan con la idea de réplica y función. Y en los que igualmente señalan las fallas del sistema sociopolítico actual. Los Power Toilets, cuya última versión titulada Power Toilet Death Mask (2024) podrá ser vista en Madrid, son copias de los retretes que usan quienes aparentemente ostentan el poder: funcionarios de las Naciones Unidas, del banco JP Morgan Chase o, en el caso de Death Mask, la UNFCCC, el organismo de la ONU encargado de hacer un seguimiento a las decisiones que se toman en las cumbres internacionales contra el clima.
«Son espacios de poder, pero también son ordinarios. En los baños todo se vuelve muy democrático: después de tirar de la cadena, todo va al mismo sitio», afirma Jakob, para quienes el humor «es algo muy serio», además de parte fundamental de su obra, al igual que el lenguaje publicitario y corporativo. «La gente que trabaja en estos organismos son personas como tú y como yo a las que se les da un poder muy grande. Se tienen que hacer responsables de lo que sucede. No es una forma de señalarles, sino más bien de cuestionar cuál es nuestra capacidad para cambiar las cosas que nos rodean».
En la exposición The Fly -la mosca-, que presenta en la galería Albarrán Bourdais, se muestra la escultura abstracta As close as it can get (2021), una de esas piezas que trata de cambiar las cosas. Para los humanos, representa un objeto artístico. Para los peces, será un hogar cuando los océanos suban de nivel: está diseñada para convertirse en un arrecife. Entre el drama, el sentido del humor y la poesía, esta pieza conecta con la que presentaron en la sala de turbinas de la Tate Modern de Londres, en 2017. Si entonces hicieron muy felices a las visitantes con sus columpios en el museo, ahora serán los animales marinos quienes puedan disfrutar en un futuro distópico.
La Lectura // elmundo
La galería Albarrán Bourdais expone al trío de Dinamarca con su obra subversiva que denuncia las disfunciones de la sociedad contemporánea. «Es más fácil imaginar el fin del mundo que del capitalismo», lamentan Leer
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