¿Perdimos algo los seres humanos en el camino hasta hoy? ¿Podríamos ralentizar nuestro progreso e incluso limitar nuestro uso de una tecnología que parece llevarnos al abismo? ¿Podríamos, como se dice en inglés, volver a meter al genio en la botella? Estas preguntas son la chispa que prendió la nueva novela de Rachel Kushner (Eugene, Oregón 1968), El lago de la creación (AdN), un áspero thriller metafísico que explora con ácido humor las grandes angustias humanas y que el año pasado se convirtió simultáneamente en finalista del National Book Award y del Premio Booker.. «Tenía muchas ideas diferentes en la cabeza que quería unir: temas de antropología y primitivismo, ese gran misterio de la época anterior al lenguaje, y también la genealogía de las protestas políticas unidas a la naturaleza, al mundo rural, así como la forma en que todo esto nos puede ayudar en un presente cínico e hipertecnológico. Por eso me llevó un tiempo encontrarle la forma a la novela», confiesa la escritora, famosa por obras como Télex desde Cuba, Los lanzallamas o La habitación de Marte, historias escritas con estilo innovador, tono cáustico y hondura filosófica y ambientadas en mundos como el del arte, la política antisistema, o el crimen, que exploran la rebeldía, la identidad y el choque entre el pasado y el presente.. Traducción de Javier Calvo. AdN. 448 páginas. 21,95 € Ebook: 10,99 €. Puedes comprarlo aquí.. Mezcla de todos esos temas dispares, El lago de la creación es una compleja amalgama de trepidante novela de espías, tratado histórico filosófico y ácida comedia social que, ambientada en el sur de Francia, explora la vida de una comuna rural llamada Le Moulin, donde jóvenes idealistas buscan reconectar con la naturaleza y replantearse la civilización. «Sé que hay mucho escepticismo con este tipo de comunidades, pero el suyo no me parece un deseo tan extraño. Los jóvenes de hoy están criados en un consumismo voraz y un sentido de la propiedad muy pasajero», reflexiona Kushner. «Vemos películas en streaming, no las compramos, o pagamos mensualidades por ciertos servicios… Es decir, todo está destinado a caducar y a ser recomprado una y otra vez. Por eso creo que el actual deseo de abandonar ese abismo tecnológico y restablecer un contacto sano con la naturaleza es increíblemente genuino».. «El actual deseo de abandonar el abismo tecnológico y volver a la naturaleza es profundamente genuino». Sin embargo, pese a admirarlo, la escritora tampoco idealiza este estilo de vida. La encargada de poner voz a esta otra cara de la moneda es Sadie Smith, el alias de una ex agente del FBI que ahora trabaja para oscuros empleadores privados y que llega a Le Moulin con el encargo de radicalizar a la comuna e implicarla en una lucha más violenta contra el Estado. «Ella es sarcástica, manipuladora e individualista, una provocadora que desafía la idea de utopía y que tensa los límites entre ingenuidad, idealismo y cinismo», explica Kushner. Su ácida voz, que es la que narra la novela, logra hilarantes momentos de humor al decir cosas que la conducta social y la cortesía nos impiden decir, como: «la Europa real son campos despoblados, rutas de camioneros y almacenes sin ventanas» o «la gastronomía italiana es una farsa construida con vino de tetrabrik y diversas formas de una masa que sólo es harina y agua».. El humor también nace de la crítica radical que plantea Kushner, siempre por boca de Sadie, a toda una clase alta francesa que destaca por su narcisismo, pretenciosidad e hipocresía y en la que destacan espectaculares cameos como del de Bernard-Henri Lévy, un político hispanofrancés que será clave en la trama o un Michel Thomas que es un trasunto de Michel Houellebecq y al que adjudica «la misma energía sexual que una abuela con problemas de densidad ósea», amén de hacerle decir cosas como que aspira «a ser vulgar y omnipresente». También se esconden para el lector otros parecidos razonables menos obvios.. Para crear a Sadie la escritora se inspiró en varios agentes reales del FBI y del MI5 que se infiltraron en grupos similares ecoactivistas para empujarlos a la violencia. Uno acabó expulsado del FBI cuando se demostró su coacción y el británico fue acusado por varias mujeres de la comuna de propasarse sexualmente, lo que tuvo graves consecuencias para Reino Unido. «Estos escándalos demuestran que la mayoría de las veces son los Gobiernos quienes promueven la violencia política de estos grupos para justificar su control», defiende Kushner. «Se acusa a grupos de este estilo de radicales y conspiranoicos, pero para creer de verdad en conspiraciones hay que tener mucha fe y esa gente lo único que busca es sobrevivir, no cambiar nada. Los moulinards de mi novela no pasaron de destruir algunas máquinas, y destruir una máquina que arruina la vida de la gente no es violencia, es resistencia».. «Destruir una máquina que arruina la vida de la gente no es violencia, es resistencia». En este sentido, Kushner insiste en que a veces usamos con ligereza palabras como «terrorismo» y «violencia», y «somos incapaces de advertir qué papel juegan en estas luchas la ética y la justicia». En su novela, por ejemplo, los activistas luchan contra un plan estatal para extraer toda el agua del nivel freático de una zona rural y almacenarla en una enorme bahía revestida de plástico. Algo que, curiosamente, comenzó a suceder justo cuando publicó el libro. «Fue como si la realidad replicara a la ficción. Podía conectarme a YouTube y ver cómo agricultores y anarquistas luchaban contra la policía. Eran manifestaciones muy violentas, pero la violencia provenía de la policía, que sacaba todo su equipo paramilitar y disparaba balas de pimienta y gas lacrimógeno a los agricultores que simplemente pedían acceso al agua», relata Kushner. «La idea de sabotear o destruir esta maquinaria no me parecen actos violentos o terroristas, sino gente tratando de resistir la violencia del Estado y la destrucción de su forma de vida».. Rachel Kushner en su casa.. Pese a lo dicho, la escritora tampoco pretende idealizar y romantizar estos movimientos que, a su juicio, viven momentos complicados en el presente. «Estos días todos hablan de la nueva película de Paul Thomas Anderson, inspirada en Vineland de Pynchon. Un amigo me dijo que le había gustado mucho ‘a pesar de ser nostálgica’, pero para mí es un cine muy contemporáneo sobre cómo trata la policía a quienes viven de forma independiente», explica la escritora. «Quizás ni siquiera noté la nostalgia porque yo misma soy hija del siglo XX, moldeada por una generación marcada por las esperanzas de Mayo del 68 o del Otoño caliente italiano. Lo que sé es que vivimos en un mundo fracturado, atomizado. En Estados Unidos ya no hay sindicatos ni grandes organizaciones que trabajen juntas por intereses comunes».. «Vivimos en un mundo fracturado, atomizado, en el que ya no hay organizaciones que luchen por lo común». «Sin embargo, no pierdo la esperanza. No sé si esos ideales de antaño siguen funcionando, pero tampoco estoy dispuesta a descartarlos. A veces ocurre algo, como en Los Ángeles en julio de 2020, tras la muerte de George Floyd, y parece que se pulsa un interruptor. La gente estalla, y eso nos recuerda que lo que creemos sobre la realidad puede cambiar de golpe», reflexiona Kushner, antes de asegurar: «No obstante, no es mi trabajo predecir el futuro. La novela es un espacio para dejar que la duda, las preguntas, el optimismo y hasta las esperanzas más vergonzosas salgan a jugar. Ese es mi trabajo».. Un trabajo que en la novela corre a cargo de Bruno Latour, padre espiritual de la comuna, un filósofo y pensador izquierdista paulatinamente retirado a vivir a una cueva cuya filosofía conocemos por los extensos correos electrónicos que envía a los moulinards y quie Sadie intercepta y lee. «Bruno es el alma del libro, quien aporta serenidad, reflexión y un humor suave en su crítica al presente. Es quien dice que el mundo actual es como un coche sin conductor que avanza hacia la extinción, pero plantea soluciones, ofrece un contrapunto que humaniza y da profundidad al relato: su filosofía sobre la vida, la naturaleza y el pasado se despliega como un hilo conductor que conecta generaciones y épocas», explica la escritora.. La conjunción de ambos personajes encierra la moraleja de la novela, que se separa de la trama de espionaje -humorísticamente resuelta-, para llegar a una verdad filosófica relacionada con los límites del ser humano y su relación con la sociedad y la naturaleza y con un futuro posible en el que conviven la duda, la reflexión y la esperanza. Así, Kushner destaca cómo la narradora se transforma a lo largo de la novela: «Al inicio Sadie está hastiada, de vuelta de todo, es una nihilista, pero poco a poco tiene que cuestionar sus certezas y su cinismo se resquebraja», explica la autora. «Gracias a Bruno descubre que la única salida filosófica que nos queda es recordar la dignidad del proyecto humano, la idea de comunidad. Sentí lógico que Sadie encontrara una forma de cambio. Es un mensaje optimista, un buen final».
La Lectura // elmundo
La heterodoxa e incisiva escritora estadounidense, finalista del Booker y del National Book Award, publica ‘El lago de la creación’, un áspero ‘thriller’ metafísico que explora con ácido humor las grandes angustias humanas. «El mundo actual es como un coche sin conductor que avanza hacia la extinción» Leer
La heterodoxa e incisiva escritora estadounidense, finalista del Booker y del National Book Award, publica ‘El lago de la creación’, un áspero ‘thriller’ metafísico que explora con ácido humor las grandes angustias humanas. «El mundo actual es como un coche sin conductor que avanza hacia la extinción» Leer
