Siempre me han encandilado las novelas buenas cuyo protagonista radical es el verano, y más, si se me perdonan esas ensoñaciones, cuando se trata, como en las cincuenta primeras páginas de esta Brujería, de un verano privilegiado en la costa catalana, con ese ocio feroz que permite el dinero, y en el que los personajes, de apellidos híper-pijos, andan en principio despreocupados de cualquier cosa que no sea no mancharse con el vino.. En esos casos no me sobra ni siquiera la profusión de detalles indumentarios y gastronómicos, que hacen que las tramas y los diálogos puedan tener algo de estratégica levedad alvaropombiana (de un personaje se dice que es «pavisosa», alguien teme «que se le pase el arroz»…), pero que, por la ambición literaria y psicológica secreta, así como por la alta calidad de la prosa, evocan más bien a los libros magistrales de Llorenç Villalonga o Julián Ayesta.. Anagrama. 400 páginas. 19,90 € Ebook: 11,99 €Puedes comprarlo aquí.. Pero, con el inmediato regreso a Barcelona, el argumento queda enseguida enfilado hacia un asunto sentimental privado que me interesaría muy poco, por no decir que me aburriría aplastantemente, si no fuese porque quien escribe esta novela es Gonzalo Torné (Barcelona, 1976), con su celebrado buen estilo, su perspicacia ante detalles microscópicos y su pequeña malicia social, que, como por otra parte se preveía en el preludio veraniego, hacen que todo pase pronto de la indolencia y el tercer martini a lo sibilino y a las intrigas, de la amabilidad al interés, de las invitaciones a los sablazos o las puñaladas.. No puedo revelar nada, pero lo que aquí se da, al menos en un primer nivel de lectura y de interpretación, es una reflexión sobre las ceremonias conyugales, y sobre cómo terminar con esas convenciones tradicionales sin terminar con el propio matrimonio. En ese sentido (y también por las largas e inverosímiles parrafadas con las que Julio Pons propone al narrador algo que tendrá que ver con el libre albedrío sexual y afectivo de su mujer, pero que va más allá no sólo de las infidelidades comunes sino de esa nueva costumbre tan ingenua de «abrir» la pareja), me he acordado leyendo Brujería de Así empieza lo malo, de Javier Marías, donde también, como aquí, se lograba ser deliciosamente retorcido en la supuesta generosidad con aquella a quien se ama, o reprobablemente refinado en los rencores y las venganzas.. Las palabras de esta nueva novela de Gonzalo Torné saben tener esa pulpa casi material que logra que una novela sea hogareña, el cuerpo textual que ayuda a sentirse en casa, pero si me ha gustado es sobre todo porque no se queda en lo que parece ofrecer: no es una narración simplemente atractiva pero intrascendente, no es una buena idea para una trama sentimental con la que reflexionar en general sobre el amor o las nuevas relaciones (como han hecho sus compañeros de sello Luisgé Martín y Patricio Pron, por citar dos ejemplos que, respectivamente, irían de lo inmundo a lo estupendo).. Por el contrario, en Brujeríala cavilación, sin moralismo ni escándalos, pasa por levantar una alegoría perceptible sobre la confusión o la corrupción de nuestros comportamientos y nuestros actos, sobre las consecuencias de lo que hacemos o de lo que no, pues, como se insiste mucho en las páginas, ¿qué es lo que nos retiene en nuestras vidas?, ¿por qué no las cambiamos en más ocasiones y sin tantos traumas?. Mucho más que el deseo o que cualquier forma de depravación, es la codicia, la necesidad de controlar o el afán de acumulación de poder simbólico lo que protagoniza esta versión postcontemporánea y mediterránea del «curioso impertinente», con la que Torné nos da una novela conflictiva pero apacible, de personajes cívicos pero, como todos, secretamente salvajes.
La Lectura // elmundo
El escritor firma en ‘Brujería’ una novela brillante, conflictiva pero apacible, de personajes cívicos pero, como todos, secretamente salvajes Leer
El escritor firma en ‘Brujería’ una novela brillante, conflictiva pero apacible, de personajes cívicos pero, como todos, secretamente salvajes Leer