Playas de arena negra, dragos milenarios, mares de nubes, volcanes… El salvaje paisaje de Tenerife no se puede desligar de la obra de Óscar Domínguez (1906-1957), uno de los grandes referentes del surrealismo en España, aunque su nombre haya caído en cierto olvido tras su trágica y prematura muerte. Fue un 31 de diciembre en París, cuando él mismo decidió poner fin a su vida. Ahora, el Museo Picasso de Málaga resucita el legado de Domínguez con una amplia retrospectiva que incluye más de un centenar de obras de distintos formatos y técnicas procedentes en su mayor parte de la colección del Tenerife Espacio de las Artes (TEA). Porque el suyo es un surrealismo irremisiblemente canario.. Domínguez nació en San Cristóbal de la Laguna en 1906, donde vivió hasta su primer traslado a París, en 1925.No se marchó como un joven artista en busca de la bohemia francesa, sino que su padre, propietario de una plantación de plátanos, le envió en una misión comercial. Pero pronto se convirtió en un creador aclamado, innovador y provocador, que se ganó la admiración de Salvador Dalí y André Breton, el pope del movimiento surrealista que, encandilado por sus paisajes y naturalezas muertas, le incluyó en su círculo en 1934. «La pintura de Óscar Domínguez nos ofrece una maquinaria onírica capaz de dinamitar la realidad inmediata a través de metáforas desviadas y desafiantes, pues sus creaciones constituyen una de las más altas manifestaciones del impulso del juego, libre e imprevisible», destaca el comisario de la exposición, Isidro Hernández Gutiérrez.. Instalado definitivamente en París en 1927, Domínguez celebró su primera exposición individual en el Círculo de Bellas Artes de Tenerife en 1933. En plena Guerra Civil se mudó a Montparnasse y entabló amistad con artistas como el mismo Picasso y con escritores como Ernesto Sábato. Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la caída de París a manos de los nazis, se exilió en un primer momento en Marsella, pero volvió al París ocupado en 1940 para trabajar en la clandestinidad.. De paso, Domínguez certificó su ruptura con lo que quedaba del surrealismo por influencia de Picasso. Antes, había introducido en el movimiento técnicas como la decalcomanía, que consiste en aplicar pintura sobre una superficie y luego presionarla contra otra para generar formas impredecibles, y de la que se pueden ver varios ejemplos muestras en la exposición malagueña.. Aunque a partir de 1945 la paz de la posguerra y su matrimonio con la artista Maud Bonneaud le hicieron abrazar un periodo fructífero de claro optimismo, Domínguez comenzó a experimentar una trágica decadencia a partir de 1950, cuando se manifestaron los primeros síntomas de una enfermedad degenerativa que le afectó en el rostro y las manos.. Aunque siguió protagonizando exposiciones en París y Bruselas, las dificultades para trabajar se llevaron por delante su matrimonio (compartió un escandaloso romance con la vizcondesa Marie-Laure de Noailles) y su existencia derivó a un infierno de alcohol y residencias cada vez más prolongadas en hospitales psiquiátricos. Tras un coma etílico de varios días, se quitó la vida el 31 de diciembre de 1957. Fue enterrado en el panteón de los Noailles del cementerio de Montparnasse. Pero los paisajes de su infancia, intervenidos de manera perturbadora y libres, continúan intactos en su obra.
La Lectura // elmundo
El Museo Picasso de Málaga reivindica al olvidado artista canario, uno de los más audaces de su tiempo, que se suicidó a los 51 años en París Leer
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