Jackie Crespo y su socio Gabino Azuela tenían la inquietud de publicar libros tras terminar su preparación profesional. En 2017, Gabino, hoy de 28 años, y Azuela, de 31, decidieron lanzarse a las aguas de la edición independiente, conscientes del riesgo, aunque fracasar no era una opción. Fundaron Can Can Press, una editorial independiente para dedicarse a la pasión que los entusiasma, que es el arte, el diseño, la ilustración, la tipografía. Ocho años después, los jóvenes socios han consolidado un proyecto que se abre paso firme en el mercado editorial mexicano. “Nos impulsa el deseo de crear, imprimir y compartir”, dice Crespo.. Crespo, a cargo de la dirección creativa de Can Can Press, cuenta que la idea surgió como un proyecto colaborativo. Ella, diseñadora gráfica de profesión, y su socio, artista, querían tener un espacio para publicar su propio trabajo, pero también colaborar para la publicación de la producción de una “red muy amplia, muy chida de amigos” ilustradores, diseñadores, fotógrafos. Azuela encontró en internet una “ganga”: una impresora RISO, creada en Japón en la década de los ochenta, que combina las opciones de una fotocopiadora y la serigrafía, pero en alta calidad. Les costó 30.000 pesos del dinero que tenían ahorrado. “Es un precio bajísimo, porque en el mercado, esta máquina debe estar arriba de 100.000 pesos”, apunta Crespo. “Era usada, pero en muy buen estado. Empezamos a hacer libros, los vendíamos y el dinero que ganábamos lo reinvertíamos”, explica.. La producción original era de facsímil, algunos en formato de 12 páginas. Uno de los primeros trabajos fue el de un artista japonés que habían conocido, una publicación en dos colores, rojo y azul. También una obra de Gabino sobre la combustión, un ensayo visual experimental. Más tarde llegaron los cómics. “Publicamos dibujos acerca de ensayos o textos que nos parecían interesantes y ya luego fue tomando mucho rumbo a la ilustración. Buscábamos amigos, ilustradores que tuvieran estilos que nos parecían buenos en esta curaduría muy abierta que hacíamos, algún tema que nos parecía interesante para dialogar y darle una salida gráfica”, explica Crespo.. Aquellas eran obras de apenas 30 ejemplares, que vendían a 50 o 100 pesos. Ahora Can Can Press publica libros de fina edición en hasta 500 ejemplares que logran comercializar en un mercado adicto al arte en México, pero también en ciudades como Tokio o Nueva York. ”Ahora digo: ‘guau, no lo puedo creer’. Entre la comunidad local y la global, la que se encuentra en las ferias del libro de arte, es donde se ha creado un intercambio monetario, porque nos consumen, pero también ahí te inspiras, vas aprendiendo año con año qué es lo que necesita la gente o cómo les puedes ofrecer un producto que sea competitivo», resalta Crespo. “Vemos el acto de publicar como la manifestación de ideas en objetos tangibles, físicos, hermosos”, asegura.. Un riesgo similar asumieron los hermanos Lucía y Rodrigo Alarcón, quienes trabajaban bajo contrato para el diseño de portadas y producción de publicaciones impresas a gran escala. No les iba mal, pero ambos aseguran que estaban frustrados con ese trabajo. Contaban con su propio despacho y al trabajar con productos impresos empezaron a meterse mucho más al tema de la producción, “porque no había tantas imprentas o personas que estuvieran dando ese servicio”, cuenta Rodrigo. Decidieron entonces fundar SARA, Sociedad Anónima de Reproducción Autogestiva, con la idea de abrir un espacio también colaborativo para que los artistas que no encontraban una editorial pudieran imprimir sus obras.. “Nació con la idea de autopublicarse para saltar estructuras de poder, porque las grandes editoriales controlan el sector, la distribución, controlan quién es el autor que está de moda”, critica. “Esa frustración de no estar haciendo lo que nos encantaba, fue la que nos impulsó a hacer este proyecto de autopublicar y poder tener nuestras propias maneras de decidir el libro, el diseño, el estampado, los diferentes acabados. Podíamos darle a la sociedad las herramientas, que nos usaran a nosotros para hacer sus propios libros”, agrega.. Lucía explica que el proyecto nació con una idea fija: explorar la identidad mexicana, pero una “mexicanidad contemporánea”, aclara. Es así que su taller es un lugar de puertas abiertas para artistas que tienen lo que ellos consideran “contenido con mucha profundidad” y potencial para ser divulgado, que guste al público y lo consuma de forma más directa, sin los grandes intermediarios que monopolizan el mercado. A través de redes sociales e internet se han topado con creadores fuera del círculo tan reducido de Ciudad de México y han publicado a autores de otros Estados. “Las ferias son la mejor salida para nosotros, aunque tenemos también nuestro propio espacio, y esto implica un trabajo autogestivo, porque no dependemos ni del Gobierno ni de nadie”, afirman.. Estos hermanos invitan a los artistas mexicanos a imprimir y compartir su trabajo. Son libros de poesías, cómics, dibujos, fotografías, novelas gráficas para “promover el talento local”. Ellos escuchan sus propuestas, las discuten con los creadores y las traducen al papel para llevarlas luego a ferias de libro. Son producciones pequeñas, con tirajes de entre 100 y 200 ejemplares, pero creadas con originalidad, colores y diseños atractivos. Tras seis años de trabajo con SARA, se sienten satisfechos por la respuesta de los lectores. “Nos gusta hacer comunidad, o sea, conocer a gente, a los artistas que hacen cosas novedosas y conectar con ellos para producir cosas nuevas”, asegura Lucía.. Si estos jóvenes han apostado al libro impreso, Santiago Martínez lo ha hecho por un producto que pareciera en extinción: las revistas. Martínez lanzó en 2019 su propia publicación, Suave, un magacín independiente de publicación anual que se distribuye en México y en tiendas de publicaciones especializadas de Londres, Tokio, París y Nueva York. La publicación la ha definido como “una revista sobre el presente” y gestiona todo gracias a su estudio de diseño gráfico, porque se trata de una publicación muy visual, de 400 páginas y con textos de decenas de colaboradores. A todos les paga, acota el editor. La revista aborda temas de moda, diseño, arte, actualidad, fotografía y cuenta con ensayos y artículos que ahondan en la cultura contemporánea, con textos en inglés y español.. La revista, dice Martínez, ya es un objeto de culto. Las pasadas ediciones logró imprimir 2.500 ejemplares, pero este año ha tomado un mayor riesgo y ha apostado por un ejemplar singular: en lugar de una revista tradicional, se ha impreso en formato sábana, en papel de prensa, con fotografías enormes que ocupan hasta doble página. Es un trabajo hermoso, que encantará a los nostálgicos del papel. “Para este número queríamos hablar de la libertad de expresión y de cómo las personas podrían acercarse de forma diferente al objeto que ya habíamos hecho durante tanto tiempo, pero queríamos cambiar de formato, uno que le exigiera un poco más al lector, que necesitara un espacio eh físico, pero también tiempo para girar las páginas, para leerlas. Un producto de colección”, explica. Martínez sacó una tirada de 10.000 ejemplares a un precio de 10 pesos (o un dólar, un euro, una libra, 100 yenes) y asegura que está casi agotada.. Él mismo financia su proyecto, pero también, dice, ha logrado que marcas de lujo se anuncien en la revista. “Hay marcas que están en Francia que nos apoyan y algunas en México, no tantas, porque es un proyecto un poco difícil de entender comercialmente para algunas de ellas. Se gestiona con algunos anuncios que están al final de la revista”, explica. En Ciudad de México, la revista se halla en la cadena de restaurantes Sanborns, en museos y galerías. El problema, dice, es que las tiendas se quedan con un porcentaje de la venta. “Hemos tenido que pagar por la distribución”, afirma. ¿Hay ganancias? “No existen”, responde. “La ganancia es personal, cultural, la de cumplir una necesidad de estar haciendo algo”, afirma el joven nostálgico que apuesta por un medio impreso. “A más y más gente le interesa. Existía esta fantasía de que las revistas iban a desaparecer, pero ya vimos que no es cierto. Desaparecen las cosas que son más inmediatas, pero creo que hay algo muy especial en un producto que solo puedas obtener impreso”, dice Martínez.. Seguir leyendo
Proyectos editoriales avanzan en la industria con la idea de publicación autogestionada para hacer frente a los gigantes del sector
Jackie Crespo y su socio Gabino Azuela tenían la inquietud de publicar libros tras terminar su preparación profesional. En 2017, Gabino, hoy de 28 años, y Azuela, de 31, decidieron lanzarse a las aguas de la edición independiente, conscientes del riesgo, aunque fracasar no era una opción. Fundaron Can Can Press, una editorial independiente para dedicarse a la pasión que los entusiasma, que es el arte, el diseño, la ilustración, la tipografía. Ocho años después, los jóvenes socios han consolidado un proyecto que se abre paso firme en el mercado editorial mexicano. “Nos impulsa el deseo de crear, imprimir y compartir”, dice Crespo.. Crespo, a cargo de la dirección creativa de Can Can Press, cuenta que la idea surgió como un proyecto colaborativo. Ella, diseñadora gráfica de profesión, y su socio, artista, querían tener un espacio para publicar su propio trabajo, pero también colaborar para la publicación de la producción de una “red muy amplia, muy chida de amigos” ilustradores, diseñadores, fotógrafos. Azuela encontró en internet una “ganga”: una impresora RISO, creada en Japón en la década de los ochenta, que combina las opciones de una fotocopiadora y la serigrafía, pero en alta calidad. Les costó 30.000 pesos del dinero que tenían ahorrado. “Es un precio bajísimo, porque en el mercado, esta máquina debe estar arriba de 100.000 pesos”, apunta Crespo. “Era usada, pero en muy buen estado. Empezamos a hacer libros, los vendíamos y el dinero que ganábamos lo reinvertíamos”, explica.. La producción original era de facsímil, algunos en formato de 12 páginas. Uno de los primeros trabajos fue el de un artista japonés que habían conocido, una publicación en dos colores, rojo y azul. También una obra de Gabino sobre la combustión, un ensayo visual experimental. Más tarde llegaron los cómics. “Publicamos dibujos acerca de ensayos o textos que nos parecían interesantes y ya luego fue tomando mucho rumbo a la ilustración. Buscábamos amigos, ilustradores que tuvieran estilos que nos parecían buenos en esta curaduría muy abierta que hacíamos, algún tema que nos parecía interesante para dialogar y darle una salida gráfica”, explica Crespo.. La revista ‘Suave’ en Ciudad de México, el 1 de julio del 2025.Aggi Garduño. Aquellas eran obras de apenas 30 ejemplares, que vendían a 50 o 100 pesos. Ahora Can Can Press publica libros de fina edición en hasta 500 ejemplares que logran comercializar en un mercado adicto al arte en México, pero también en ciudades como Tokio o Nueva York. ”Ahora digo: ‘guau, no lo puedo creer’. Entre la comunidad local y la global, la que se encuentra en las ferias del libro de arte, es donde se ha creado un intercambio monetario, porque nos consumen, pero también ahí te inspiras, vas aprendiendo año con año qué es lo que necesita la gente o cómo les puedes ofrecer un producto que sea competitivo», resalta Crespo. “Vemos el acto de publicar como la manifestación de ideas en objetos tangibles, físicos, hermosos”, asegura.. Un riesgo similar asumieron los hermanos Lucía y Rodrigo Alarcón, quienes trabajaban bajo contrato para el diseño de portadas y producción de publicaciones impresas a gran escala. No les iba mal, pero ambos aseguran que estaban frustrados con ese trabajo. Contaban con su propio despacho y al trabajar con productos impresos empezaron a meterse mucho más al tema de la producción, “porque no había tantas imprentas o personas que estuvieran dando ese servicio”, cuenta Rodrigo. Decidieron entonces fundar SARA, Sociedad Anónima de Reproducción Autogestiva, con la idea de abrir un espacio también colaborativo para que los artistas que no encontraban una editorial pudieran imprimir sus obras.. “Nació con la idea de autopublicarse para saltar estructuras de poder, porque las grandes editoriales controlan el sector, la distribución, controlan quién es el autor que está de moda”, critica. “Esa frustración de no estar haciendo lo que nos encantaba, fue la que nos impulsó a hacer este proyecto de autopublicar y poder tener nuestras propias maneras de decidir el libro, el diseño, el estampado, los diferentes acabados. Podíamos darle a la sociedad las herramientas, que nos usaran a nosotros para hacer sus propios libros”, agrega.. Jackie Crespo y Gabino Azuela en Laguna, Ciudad de México.Aggi Garduño. Lucía explica que el proyecto nació con una idea fija: explorar la identidad mexicana, pero una “mexicanidad contemporánea”, aclara. Es así que su taller es un lugar de puertas abiertas para artistas que tienen lo que ellos consideran “contenido con mucha profundidad” y potencial para ser divulgado, que guste al público y lo consuma de forma más directa, sin los grandes intermediarios que monopolizan el mercado. A través de redes sociales e internet se han topado con creadores fuera del círculo tan reducido de Ciudad de México y han publicado a autores de otros Estados. “Las ferias son la mejor salida para nosotros, aunque tenemos también nuestro propio espacio, y esto implica un trabajo autogestivo, porque no dependemos ni del Gobierno ni de nadie”, afirman.. Estos hermanos invitan a los artistas mexicanos a imprimir y compartir su trabajo. Son libros de poesías, cómics, dibujos, fotografías, novelas gráficas para “promover el talento local”. Ellos escuchan sus propuestas, las discuten con los creadores y las traducen al papel para llevarlas luego a ferias de libro. Son producciones pequeñas, con tirajes de entre 100 y 200 ejemplares, pero creadas con originalidad, colores y diseños atractivos. Tras seis años de trabajo con SARA, se sienten satisfechos por la respuesta de los lectores. “Nos gusta hacer comunidad, o sea, conocer a gente, a los artistas que hacen cosas novedosas y conectar con ellos para producir cosas nuevas”, asegura Lucía.. Si estos jóvenes han apostado al libro impreso, Santiago Martínez lo ha hecho por un producto que pareciera en extinción: las revistas. Martínez lanzó en 2019 su propia publicación, Suave, un magacín independiente de publicación anual que se distribuye en México y en tiendas de publicaciones especializadas de Londres, Tokio, París y Nueva York. La publicación la ha definido como “una revista sobre el presente” y gestiona todo gracias a su estudio de diseño gráfico, porque se trata de una publicación muy visual, de 400 páginas y con textos de decenas de colaboradores. A todos les paga, acota el editor. La revista aborda temas de moda, diseño, arte, actualidad, fotografía y cuenta con ensayos y artículos que ahondan en la cultura contemporánea, con textos en inglés y español.. Lucía y Rodrigo Alarcón en Ciudad de México.Aggi Garduño. La revista, dice Martínez, ya es un objeto de culto. Las pasadas ediciones logró imprimir 2.500 ejemplares, pero este año ha tomado un mayor riesgo y ha apostado por un ejemplar singular: en lugar de una revista tradicional, se ha impreso en formato sábana, en papel de prensa, con fotografías enormes que ocupan hasta doble página. Es un trabajo hermoso, que encantará a los nostálgicos del papel. “Para este número queríamos hablar de la libertad de expresión y de cómo las personas podrían acercarse de forma diferente al objeto que ya habíamos hecho durante tanto tiempo, pero queríamos cambiar de formato, uno que le exigiera un poco más al lector, que necesitara un espacio eh físico, pero también tiempo para girar las páginas, para leerlas. Un producto de colección”, explica. Martínez sacó una tirada de 10.000 ejemplares a un precio de 10 pesos (o un dólar, un euro, una libra, 100 yenes) y asegura que está casi agotada.. Él mismo financia su proyecto, pero también, dice, ha logrado que marcas de lujo se anuncien en la revista. “Hay marcas que están en Francia que nos apoyan y algunas en México, no tantas, porque es un proyecto un poco difícil de entender comercialmente para algunas de ellas. Se gestiona con algunos anuncios que están al final de la revista”, explica. En Ciudad de México, la revista se halla en la cadena de restaurantes Sanborns, en museos y galerías. El problema, dice, es que las tiendas se quedan con un porcentaje de la venta. “Hemos tenido que pagar por la distribución”, afirma. ¿Hay ganancias? “No existen”, responde. “La ganancia es personal, cultural, la de cumplir una necesidad de estar haciendo algo”, afirma el joven nostálgico que apuesta por un medio impreso. “A más y más gente le interesa. Existía esta fantasía de que las revistas iban a desaparecer, pero ya vimos que no es cierto. Desaparecen las cosas que son más inmediatas, pero creo que hay algo muy especial en un producto que solo puedas obtener impreso”, dice Martínez.