Ni los escritores en la onda de Arthur Cravan superaron en peripecias surrealistas la vida de Álvaro Cunqueiro. Él mismo la improvisó a cada paso, como es propio del pícaro, sin respetar siquiera el pasado: se presentó en la Pamplona de la Guerra Civil vestido con un impecable uniforme de alférez y con supuestas heridas en combate (no pisó un frente en su vida), y ya en la posguerra trató de vender (estafa mediante) las máquinas de escribir de la redacción del Abc, donde trabajaba, la reja del Retiro y un tiovivo.. De sus muchos golpes, mi preferido, por literario, es el más artísticamente planeado. Había llegado a sus oídos la presencia en Vigo de un rico industrial yanqui, e hizo que su periódico, El Progreso de Lugo (otros hablan de Abc), publicara la noticia del Premio Mark Twain de novela, concedido en Estados Unidos a El carro de heno, de Cunqueiro. Naturalmente se trataba de un premio apócrifo, pero en lo que todos coinciden es en la cuantía: mil dólares.. El escritor, con el recorte en la mano, se presentó al «primo» y a cuenta de los mil dólares (que este cobraría de regreso a su país), le sopló mil pesetas. De este timo salió indemne, pero la estafa de las máquinas de escribir le valió la expulsión del Abc, y la de la verja, la de la Asociación de la Prensa y el destierro de Madrid.. Cunqueiro se replegó entonces a sus cuarteles de invierno (Galicia en general y Mondoñedo en particular), y tras pasar por tres o cuatro juzgados y unos meses en la cárcel, ordenó su vida no sin pesares: se separó de su mujer (que no aguantaba ya más) y se resignó a tener que vivir escribiendo tanto como el Tostado, obispo de Ávila, sin desmerecer de Antonio de Guevara, también obispo (de Mondoñedo concretamente). De este último glosó en cien ocasiones su célebre Menosprecio de corte y alabanza de aldea, tan concernido se veía en él.. «Vidas de pícaro como la de Cunqueiro hay muchas. Ahora, además, hay que escribir lo que él, fino siempre, hablara de Joyce, de la lamprea o de los milagreros». Todas estas formidables vicisitudes las hallarás en Álvaro Cunqueiro. Sueño y Leyenda (Renacimiento), la monumental biografía de Antonio Rivero Taravillo. Añorado amigo, no llegaste a ver impresos los primeros ejemplares de este libro póstumo en el que tanto habías trabajado. Cumplidas han quedado, Antonio, tus ilusiones: tu Cunqueiro no puede dejarse de leer hasta culminar sus más de quinientas páginas. Y no solo por las pillerías o gatazos que en él pormenorizas.. Vidas como la de Cunqueiro hay muchas. Ahora, además hay que escribir lo que él, fino siempre, hablara de Yeats, Joyce o Hopkins antes que nadie, o de la lamprea o los milagreros y curadores mejor que ninguno. En uno de sus deslumbrantes artículos del periódico lucense La noche escribió esto que podría valer como su autorretrato: «Lord Dunsany nos enseñó a soñar a muchos. Su lema fue: ‘Lo inverosímil es verdad, la verdad es inverosímil’. Enseñó a ver la realidad como un sueño maravilloso. Hizo resplandeciente lo más cotidiano (…) Fue uno de esos pocos que cada siglo o diez sueñan el corazón del mundo, los tesoros imposibles, los paraísos secretos, e iluminan todo lo que sueñan».. El franquismo acabó con el periodismo (que sin libertad no existe), pero dio paso a obras como la de Cunqueiro, sin la cual el franquismo y la literatura de aquel tiempo dominado por la poesía y la novela social (corriente literaria conocida como «la berza») habría sido muchísimo más coñazo.. Lo resumió como nadie Carlos Pujol: «Lo más delicioso suyo, lo más liberador, es que no acepta dar ninguna explicación seria de nada; su erudición es solo una manera de espolear la fantasía, los hechos comprobados un punto de arranque para el ensueño, la historia un esbozo torpe y prosaico que solo encuentra su verdad en el mito. Lo que importa es la ficción, que deja muy atrás los pálidos simulacros de la realidad».. Esta es la fascinante vida de ese escritor que, como bien dice Rivero Taravillo, siendo «de raíz reaccionaria más que conservadora, acabó siendo conservador y poco o nada reaccionario», alguien que hubiera merecido no ya el Premio Mark Twain, sino el de Sherezade, pues nadie en España ensartó jamás las historias fabulosas como él lo hizo.
La Lectura // elmundo
La editorial Renacimiento publica ‘Álvaro Cunqueiro.Sueño y Leyenda’, la biografía póstuma escrita por Rivero Taravillo sobre un autor que ensartó las historias fabulosas como nadie jamás lo hizo en España Leer
La editorial Renacimiento publica ‘Álvaro Cunqueiro.Sueño y Leyenda’, la biografía póstuma escrita por Rivero Taravillo sobre un autor que ensartó las historias fabulosas como nadie jamás lo hizo en España Leer
