Emma Stone es de las pocas actrices que merece que su nombre figure siempre (o casi) en cursiva. O entre comillas. O escoltada por unos redundantes signos de exclamación. O incluso de interrogación. ¿Pero quién es esta extraña actriz con dos Oscar a los 35 años, voz ligeramente cavernosa (o solo ronca) y un pelo rojo en llamas empeñada en refutarse con cada papel siempre al límite de lo que el tiempo y la ortodoxia beata ha dado en llamar estrella de Hollywood? «¡¿Peligro?! ¿¡Qué peligro!?», dice apenas toma asiento al lado del otro marciano favorito, Jesse Plemons, con el que comparte su último trabajo. No queda muy claro en qué lugar preciso de sus ojos desmesurados coloca las interrogaciones o las exclamaciones la actriz Emma Stone cuando se le pregunta por su vocación por el riesgo, por su afición a, en efecto, el peligro. «Vamos a ver», dice mientras ordena cursivas, comillas e interjecciones. «Prefiero pensar que es una cuestión de creatividad y sí, la creatividad implica asumir riesgos. Pero claro, ahora habría que preguntarse qué es eso del riesgo. Hay gente en el mundo real que se juega la vida por lo que cree y eso sí se puede considerar arriesgado. En mi caso, es más bien un lujo. Solo hago cine. Me limito más bien a hacer lo que creo que es lo correcto y es entonces cuando te das cuenta de que el riesgo está del otro lado. El riesgo es que la gente vea lo que has hecho y salga del cine pensando: ‘Vaya, menuda estupidez que acabo de ver’. Es decir, quizá malinterpretamos las palabras cuando decimos que el trabajo de una actriz que gana mucho dinero por lo que hace entraña algún peligro o tiene algo de riesgo». Queda claro y, a partir de ahora, ‘Emma Stone’ o ¡Emma Stone! O, por qué no, ¿Emma Stone? Como se quiera.. Sea como sea, Bugonia, el cuarto trabajo de la actriz con el director y aficionado al cine de, en efecto, riesgo Yorgos Lanthimos está ahí para demostrar que hay maneras y maneras de dedicarse a la interpretación en particular y a eso del cine en general. La de Stone, desde luego, no es la convencional. De entrada, y por empezar por lo más llamativo, la actriz no tuvo empacho en raparse la cabeza para dar vida a su personaje. Ni prótesis que disimularan su melena ni efectos digitales por aquello de no arruinar la próxima campaña publicitaria de champú. No, en este remake de la película de culto coreana Salvar el planeta Tierra de Jang Joon-hwan, Emma Stone no duda en exhibir su cráneo completamente desnudo en el más riguroso de los sentidos. «Lo recomiendo. Es una sensación de liberación increíble. Lo mejor fue la sensación de la primera ducha recién rapada. Fue indescriptible», afirma y rompe a reír. Acto seguido cambia el semblante, recompone el gesto y añade: «Es una consecuencia de la confianza. El hecho de haber trabajado con anterioridad tanto con el director como con Jesse [Jesse, con el que rodó Kinds of Kindness en 2024, asiente] hace que te sientas cómoda y con el deseo de explorar nuevos caminos en tu carrera. Así que incluso cuando estoy literalmente encadenada a una camilla cubierta de crema antihistamínica, calva y con un frío que pela [lo que sucede en Bugonia] soy más feliz que en ningún otro lugar del mundo». Y vuelve a reír.. Stefania D’Alessandro. Para situarnos, la actriz (o ¡actriz!, ya que estamos) que ya enseñara la patita muy pronto en Rumores y mentiras allá en 2010 (película que vendría después de sus hazañas hormonales en Supersalidos y Bienvenidos a Zombieland) como adolescente capaz de todo por lograr sus deseos es ahora, en su último trabajo, la CEO de una empresa tecnológica que, quién sabe, quizá también es capaz de cualquier cosa por conseguir su mayor ambición. Pero, en verdad, Bugonia es, como la propia actriz, otra cosa y, a su modo, muy peligrosa. La película cuenta la historia de un presunto loco (genial Jesse Plemons) convencido de que el mundo está a punto de ser colonizado, tras el correspondiente exterminio del género humano, por los habitantes de la lejana galaxia Andrómeda. No sería la primera vez. La CEO, en la elucubración paranoica del tarado, sería la alienígena y primera emisaria de esta nueva versión del gran reemplazo. Así que, manos a la obra, el primero secuestra a la segunda en un feliz reencuentro tras la citada Kind of Kindness. Lo que sigue es una cruel y despiadada pelea tanto física como mental a puerta cerrada. Él quiere que ella confiese. Y ella lucha por sobrevivir. Y así hasta el más alucinógeno de los finales imaginables.. «Quiero pensar que la película trata sobre la humanidad, sobre nosotros. El mundo es definitivamente un lugar muy aterrador e incomprensible. La mayoría de nosotros se las apaña para vivir con la contradicción del desastre que resulta todo a nuestro alrededor y el día a día de la vida más común. Fuera hay guerras, pero yo estoy aquí hablando de mi película. Pero entiendo que haya gente a la que le cueste seguir con su vida cotidiana y poner buena cara a todos sus miedos y preocupaciones. Imagino que ése es el éxito de las teorías de la conspiración». Pausa. «Es más, la propia expresión ‘teoría de la conspiración’ es confusa. Todos nos esforzamos por encontrar sentido a lo que ocurre en el mundo. Es algo muy humano aferrarse a una apariencia de esperanza ante la única evidencia del ser humano que es la muerte. Y sí, lo que para unos es una locura para otros es completamente cierto. Pero el impulso por entender es el mismo para todos». Otra pausa. «Lo único cierto es que todos estamos perdidos y hay motivos para ello».. La que habla, a su modo, hace suyo el más brillante monólogo de Bugonia que sin rubor condensa la historia de la humanidad detrás del sentido de la vida en apenas uno minuto. Y se diría que la que habla lleva años repitiéndose a sí misma si no éste exactamente otro monólogo parecido. «He tenido ansiedad toda mi vida. Y en cierto modo, actuar se convirtió en mi terapia. Mi trabajo me obliga a dejar de pensar en mí misma y a concentrarte en otra persona que no soy yo. Actuar, de algún modo, me obliga a pensar en los demás», le gusta declarar ante la prensa justo antes o poco después, según el momento, de que la dos veces ganadora del Oscar por La La Land, de Damien Chazelle, y Pobres criaturas, de Lanthimos, confiese cómo se protege de todo eso que conlleva el éxito para una actriz internacional: «Todos lidiamos con la forma en que te perciben los demás. Y más con la explosión de las redes sociales. Todos podemos identificarnos con esa sensación de que alguien crea conocerte. Para mí es como tener un avatar exterior. Estoy yo, la persona que conocen mis amigos y los familiares, y luego está ese personaje que aparece en los medios, en las redes y todo eso. No sé si esto tiene sentido, pero es la forma que tengo de protegerme. Separo las dos cosas mentalmente, algo que quizá debería hacer menos. Algo hay que hacer para mantener la cordura». Y ríe.. Emma Stone no es solo protagonista de las películas en las que, en efecto, es protagonista, también es productora de algunas de ellas, las más peligrosas de todas. Si el lugar común hace que de tanto en tanto su nombre aparezca al lado de Katharine Hepburn por la carrera por el cuarto Oscar que solo tiene hasta la fecha la protagonista de Historias de Filadelfia, ya es junto a Frances McDormand la única cineasta con la estatuilla de Hollywood como responsable (es decir, productora) de la película que interpreta. Pobres criaturas entró en los apartados de mejor película y mejor actriz igual que Nomadland, de Chloé Zhao. En los dos casos, la protagonista (Stone y McDormand) es la productora. «Ahora busco el desconcierto. Si leo un guión y me da miedo, si no sé muy bien cómo abordarlo, es probable que sea el siguiente. Esa sensación de ‘no sé si puedo hacer esto’ es la que me guía», dice para justificar el hecho que Fruit Tree, su compañía, esté detrás de series tan desconcertantes como The Curse, de película tan radiantes y oscuras a la vez como El brillo de la televisión y se haya convertido en el mecenas de la escritura siempre transversal y siempre en cursiva del griego Lanthimos.. Probablemente detrás de tanto peligro, de tanto riesgo, se encuentre la misma tensión que soporta Bugonia y que, de paso, hace temblar el mundo, nuestro mundo: los límites, caso de haberlos, de la libertad de expresión. ¿Cómo ha visto todo lo ocurrido alrededor del caso del presentador Jimmy Kimmel, primero despedido y luego vuelto a admitir por no ser del agrado del actual presidente Donald Trump? ¿Está en peligro el mismo cine como medio libre? «La libertad de expresión es un valor central ya sea en el arte o la expresión personal. Y sí que creo que es una lucha que vale asumir independientemente si estás o no de acuerdo con lo que dice el otro. La respuesta a una crítica nunca puede ser la censura. Es un error esa manía tan actual de excomulgar a los que no comparten tu punto de vista. Sin embargo, lo complicado hoy es cómo respetar la libertad de expresión sin dar vía libre a las mentiras o las noticias falsas. Eso es lo aterrador y no lo hemos resuelto. Pero sé que la respuesta no es silenciar a la gente. Ese es el reto de los tiempos modernos que con la llegada de la Inteligencia Artificial se han vuelto aún más confusos», dice y abre los ojos. Mucho.. Decía Susan Sontag que el camp (o lo camp o la sensibilidad camp) ve todo entre comillas. O en cursiva. El motivo es que sólo entiende el mundo como representación. Todo es teatro o, incluso, cine. El camp entiende la naturalidad como una pose. El camp es alocado, estridente, lúdico, provocativo y, sobre todo, peligroso. El camp pone en cuestión lo que entendemos por normalidad y, quizá, ninguna otra estrella más irresistible, fuera de norma y furiosamente camp como la siempre en cursiva Emma Stone.
La Lectura // elmundo
La actriz convierte Bugonia, su cuarta colaboración con Yorgos Lanthimos, en una nueva exhibición interpretativa ajena al sentido del límite Leer
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