Ruperta Bautista Vázquez (San Cristóbal de las Casas, 49 años) tenía nueve años cuando comenzó a escribir en español, y en trozos de papel que encontraba por su casa. Escribía en español porque el tsotsil, su lengua materna, aquella que le dio las palabras para nombrar el mundo y todas las cosas que en él conocía, no tenía letras para ser escrita, es decir, no existía en el papel. “Y entonces yo dije, si no existe, yo lo voy a hacer”, recuerda. Tenía solo nueve años y en ese momento comenzó a construir ella misma su propia lengua, empujada por dos realidades que se rebelaban ante sus ojos y que la hacían sentir confusión todo el tiempo. Mientras que en su casa, sus padres insistían en que mantuviera su lengua y sus valores, fuera de su comunidad, las personas ejercían sobre ella y sobre quienes eran como ella, una violencia que aún ahora, después de tantos años, hace que la mirada se le apague. “La violencia hacia los pueblos originarios es una violencia estructural. Yo con la literatura intento mostrar lo que pasa. Si alguien lo quiere ver, adelante, aquí está. Pero va mucho más allá, en mi opinión, [la violencia] está organizada, planeada metodológicamente y sistemáticamente para mantener a los pueblos originarios así [oprimidos]”.. Entonces, una vez convencida de que ella cambiaría las cosas, inició con la transcripción de la biografía de Benito Juárez, del que había escuchado hablar en la escuela: un indígena como ella, que había logrado tanto y que había llegado tan lejos. Pero aquel intento fracasó: “No se entendía absolutamente nada porque era con las letras que yo conocía en español”, dice, entre risas. El trabajo para darle grafías al tsotsil se fue institucionalizando hasta que, durante la primera década de los años 2000, el Gobierno mexicano, de la mano de hablantes de las lenguas indígenas, traductores y académicos, emitió la norma de escritura de la lengua tsotsil —y las de 11 familias lingüísticas con sus 68 agrupaciones—. “Lo empezamos gente que queríamos entender nuestra historia, que queríamos saber qué pasó”, recuerda Bautista, solo unas horas antes de recibir el Premio de Literaturas Indígenas de América, PLIA, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, en la Feria Internacional del Libro.. La escritora es muy cuidadosa al elegir las palabras que va a usar para referirse a algunos temas, y asegura que pone el mismo cuidado en respetar su propia historia, sus tradiciones, sus valores más profundos y enraizados que su madre, sobre todo, le inculcó desde pequeña. No está acostumbrada a enviar sus textos a premios como este, pero esta vez pensó que no tenía nada que perder. “Trato de respetar mi pueblo, la cultura. Cuando empezamos a lo de las letras [la creación de la norma], yo tenía mucho miedo, porque respeto mucho a los ancianos y tenía miedo de qué iban a decir. Afortunadamente no, fue lo contrario y eso me dejó muy tranquila”, cuenta.. Bautista estudió antropología social, y después una maestría en educación. Dice que algunos la han calificado como “educadora popular” y acepta ese término y se siente cómoda si se refieren a ella de esa manera. Es precisa y segura cuando se trata de defender lo que ha defendido durante toda su vida, y que ha demostrado con disciplina, esfuerzo y trabajo, en su poemario Ik’al labtavanej (Presagio lóbrego): el valor de las palabras —las suyas— para retratar la forma en la que mira y explica el mundo. Además, precisa: “Yo no participo en ninguna institución de Gobierno por una cuestión que tiene que ver con mis principios personales y mi historia, y también un poco de la historia de mi pueblo, que viene tratando de construir un mundo diferente”.. ‘Ik’al labtavanej ‘. En español, su poemario se llama Presagio lóbrego. Y cada vez que se refiere a él, Ruperta Bautista lo nombra, primero en tsotsil y después en español. Con ese ritmo y esa cadencia que hacen que las ideas o las intenciones se parezcan poco en uno y otro idioma. Al recibir el premio, la tarde de este viernes, en un auditorio lleno de personas que se acercaban a saludarla y a tomarse con ella fotografías, le han reconocido “su capacidad para existir en dos mundos”. Que, a veces, parecen confrontarse y dialogar poco. “Yo en ese poemario escribo de la muerte de mujeres que, en mi opinión, no les tocaba aún morir. Se lo dedico a mujeres que han dejado un conocimiento en las comunidades, algo que me parece muy doloroso, porque esas muertes no son muertes naturales. Son muertes inesperadas, porque hubo un desplazamiento, o violencia en tal lugar y se mueren”, explica.. Bautista sabe de violencia y habla de ella como un mal omnipresente porque la visto y la ha vivido desde que tiene memoria. Fue por eso que empezó a escribir literatura que, en un principio, solo era el registro de todas las violencias que vivía o que veía que se ejercía sobre personas de su comunidad. Dice que, aunque pudo mantener su lengua materna, no sucedió lo mismo, por ejemplo, con su vestimenta tradicional: “Pasa por discriminación, no por gusto. A mí me tocó vivir una infancia muy violenta, pero de parte de los que no son de pueblos originarios. En las escuelas, en las calles, en el mercado, en todas partes, porque no somos bien vistos. Somos… quién sabe qué, quién sabe cómo nos ven. Y eso fue lo que me llevó a escribir, porque no entendía lo que pasaba”.. Cuando es cuestionada sobre por qué cree ella que sucede este trato discriminatorio y constante en México hacia los pueblos originarios como el suyo, en estados tan históricamente olvidados como Chiapas, ella responde: “Por el poder. Y porque saben que en los pueblos originarios está también la riqueza. ¿Quién cuida los ríos? ¿Quién cuida las montañas? Los pueblos originarios. Es eso lo que yo considero. Porque, ¿por qué están las empresas transnacionales en los territorios de pueblos originarios? ¿Por qué expulsan? ¿Por qué hay desplazamientos forzados?”, cuestiona.. La convocatoria para el PILA, de acuerdo con cifras de los organizadores, recibió 47 trabajos de siete países: Bolivia, Argentina, Ecuador, Perú, Guatemala, Colombia y México. Del total de trabajos, 17 fueron presentados por mujeres y 30 por hombres. Bautista Vázquez recibe el galardón este viernes, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Presagio Lóbrego “sostiene la atención poética de principio a fin y utiliza recursos literarios vinculados a las deidades de los cerros sagrados. Expresa, además, la sabiduría milenaria de su pueblo, que ha aprendido a convivir con los seres visibles e invisibles y da cuenta de la vitalidad de ese idioma”, puntualizan.. Seguir leyendo
La escritora chiapaneca recibe en la FIL Guadalajara el Premio de Literaturas Indígenas de América, por su poemario ‘Ik’al labtavanej’, ‘Presagio lóbrego’, sobre la memoria de mujeres y el luto de sus ausencias
Ruperta Bautista Vázquez (San Cristóbal de las Casas, 49 años) tenía nueve años cuando comenzó a escribir en español, y en trozos de papel que encontraba por su casa. Escribía en español porque el tsotsil, su lengua materna, aquella que le dio las palabras para nombrar el mundo y todas las cosas que en él conocía, no tenía letras para ser escrita, es decir, no existía en el papel. “Y entonces yo dije, si no existe, yo lo voy a hacer”, recuerda. Tenía solo nueve años y en ese momento comenzó a construir ella misma su propia lengua, empujada por dos realidades que se rebelaban ante sus ojos y que la hacían sentir confusión todo el tiempo. Mientras que en su casa, sus padres insistían en que mantuviera su lengua y sus valores, fuera de su comunidad, las personas ejercían sobre ella y sobre quienes eran como ella, una violencia que aún ahora, después de tantos años, hace que la mirada se le apague. “La violencia hacia los pueblos originarios es una violencia estructural. Yo con la literatura intento mostrar lo que pasa. Si alguien lo quiere ver, adelante, aquí está. Pero va mucho más allá, en mi opinión, [la violencia] está organizada, planeada metodológicamente y sistemáticamente para mantener a los pueblos originarios así [oprimidos]”.. Ruperta Bautista lee un poema de Lorca en lengua tsotsil en la FIL de Guadalajara. Roberto Antillón. Entonces, una vez convencida de que ella cambiaría las cosas, inició con la transcripción de la biografía de Benito Juárez, del que había escuchado hablar en la escuela: un indígena como ella, que había logrado tanto y que había llegado tan lejos. Pero aquel intento fracasó: “No se entendía absolutamente nada porque era con las letras que yo conocía en español”, dice, entre risas. El trabajo para darle grafías al tsotsil se fue institucionalizando hasta que, durante la primera década de los años 2000, el Gobierno mexicano, de la mano de hablantes de las lenguas indígenas, traductores y académicos, emitió la norma de escritura de la lengua tsotsil —y las de 11 familias lingüísticas con sus 68 agrupaciones—. “Lo empezamos gente que queríamos entender nuestra historia, que queríamos saber qué pasó”, recuerda Bautista, solo unas horas antes de recibir el Premio de Literaturas Indígenas de América, PLIA, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, en la Feria Internacional del Libro.. La escritora es muy cuidadosa al elegir las palabras que va a usar para referirse a algunos temas, y asegura que pone el mismo cuidado en respetar su propia historia, sus tradiciones, sus valores más profundos y enraizados que su madre, sobre todo, le inculcó desde pequeña. No está acostumbrada a enviar sus textos a premios como este, pero esta vez pensó que no tenía nada que perder. “Trato de respetar mi pueblo, la cultura. Cuando empezamos a lo de las letras [la creación de la norma], yo tenía mucho miedo, porque respeto mucho a los ancianos y tenía miedo de qué iban a decir. Afortunadamente no, fue lo contrario y eso me dejó muy tranquila”, cuenta.. Bautista estudió antropología social, y después una maestría en educación. Dice que algunos la han calificado como “educadora popular” y acepta ese término y se siente cómoda si se refieren a ella de esa manera. Es precisa y segura cuando se trata de defender lo que ha defendido durante toda su vida, y que ha demostrado con disciplina, esfuerzo y trabajo, en su poemario Ik’al labtavanej (Presagio lóbrego): el valor de las palabras —las suyas— para retratar la forma en la que mira y explica el mundo. Además, precisa: “Yo no participo en ninguna institución de Gobierno por una cuestión que tiene que ver con mis principios personales y mi historia, y también un poco de la historia de mi pueblo, que viene tratando de construir un mundo diferente”.. ‘Ik’al labtavanej ‘. En español, su poemario se llama Presagio lóbrego. Y cada vez que se refiere a él, Ruperta Bautista lo nombra, primero en tsotsil y después en español. Con ese ritmo y esa cadencia que hacen que las ideas o las intenciones se parezcan poco en uno y otro idioma. Al recibir el premio, la tarde de este viernes, en un auditorio lleno de personas que se acercaban a saludarla y a tomarse con ella fotografías, le han reconocido “su capacidad para existir en dos mundos”. Que, a veces, parecen confrontarse y dialogar poco. “Yo en ese poemario escribo de la muerte de mujeres que, en mi opinión, no les tocaba aún morir. Se lo dedico a mujeres que han dejado un conocimiento en las comunidades, algo que me parece muy doloroso, porque esas muertes no son muertes naturales. Son muertes inesperadas, porque hubo un desplazamiento, o violencia en tal lugar y se mueren”, explica.. Bautista sabe de violencia y habla de ella como un mal omnipresente porque la visto y la ha vivido desde que tiene memoria. Fue por eso que empezó a escribir literatura que, en un principio, solo era el registro de todas las violencias que vivía o que veía que se ejercía sobre personas de su comunidad. Dice que, aunque pudo mantener su lengua materna, no sucedió lo mismo, por ejemplo, con su vestimenta tradicional: “Pasa por discriminación, no por gusto. A mí me tocó vivir una infancia muy violenta, pero de parte de los que no son de pueblos originarios. En las escuelas, en las calles, en el mercado, en todas partes, porque no somos bien vistos. Somos… quién sabe qué, quién sabe cómo nos ven. Y eso fue lo que me llevó a escribir, porque no entendía lo que pasaba”.. Cuando es cuestionada sobre por qué cree ella que sucede este trato discriminatorio y constante en México hacia los pueblos originarios como el suyo, en estados tan históricamente olvidados como Chiapas, ella responde: “Por el poder. Y porque saben que en los pueblos originarios está también la riqueza. ¿Quién cuida los ríos? ¿Quién cuida las montañas? Los pueblos originarios. Es eso lo que yo considero. Porque, ¿por qué están las empresas transnacionales en los territorios de pueblos originarios? ¿Por qué expulsan? ¿Por qué hay desplazamientos forzados?”, cuestiona.. La convocatoria para el PILA, de acuerdo con cifras de los organizadores, recibió 47 trabajos de siete países: Bolivia, Argentina, Ecuador, Perú, Guatemala, Colombia y México. Del total de trabajos, 17 fueron presentados por mujeres y 30 por hombres. Bautista Vázquez recibe el galardón este viernes, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Presagio Lóbrego “sostiene la atención poética de principio a fin y utiliza recursos literarios vinculados a las deidades de los cerros sagrados. Expresa, además, la sabiduría milenaria de su pueblo, que ha aprendido a convivir con los seres visibles e invisibles y da cuenta de la vitalidad de ese idioma”, puntualizan.
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