La cigarra y la hormiga de la fábula ya un tanto manida de Esopo resucitan para pasear por un rato por un escenario de la capital en su versión más dura en la obra El Dragón de Oro, que se estrena el 11 de septiembre en el Teatro de La Abadía. «La fábula parece sencilla pero tiene algo ingenuamente protestante, ese ora et labora, algo incómodo. Nunca me gustó, solo que no sabía bien por qué. Aquí la endurecí un poco más», comenta el autor de la obra, Roland Schimmelpfennig.. El espectáculo está repleto de hitos: traído por la compañía más longeva de Galicia -Sarabela Teatro-, con texto del autor alemán vivo más representado y traducido a nivel internacional -Schimmelpfennig- y con dirección de Ánxeles Bóveda, «una de las directoras más experimentadas y arriesgadas, curiosas y concentradas en su trabajo», en palabras del propio dramaturgo.. Comenta Schimmelpfennig que, para él, esta representación de El Dragón de Oro es relevante porque, además de cumplir pronto veinte años la obra, es la primera vez que una obra completa suya se presenta en un gran teatro de Madrid, porque, «a pesar de haber tenido cierto éxito internacional, en España apenas se me representa». Y a pesar de ser una obra que le valió a Schimmelpfennig el Premio Mülheim Dramatikerpreis en 2010. Estrenada en 2009 en Viena, la obra incluso inspiró poco después una adaptación operística, prueba de su potencia dramática y simbólica.. Schimmelpfennig también se ha aventurado en la narrativa: su primera novela, Una clara y gélida mañana de enero a principios del siglo XXI (Periférica, 2016), fue finalista del Premio de la Feria del Libro de Leipzig, y confirmó que su mirada crítica y social trasciende géneros. También, el pasado año, el autor fue galardonado como mejor autor del año en Alemania en el Festival Mülheimer Theatertage por su obra Laios. La editorial Punto de Vista publica en unos días Las voces del dragón, un volumen que recoge esta pieza junto con otras cinco del autor, permitiendo que el público pueda también acercarse al texto más allá del escenario.. Volviendo a la obra, esta sigue una noche cualquiera, cuando, en algún lugar de Europa, un joven chino se aqueja de un intenso dolor de muelas en un restaurante de comida rápida tailandés-chino-vietnamita llamado El Dragón de Oro. Solo hay un problema: nuestro protagonista no tiene permiso de residencia ni dinero, y por eso no puede acudir al médico. «La historia surgió después de conversar con un abogado de inmigrantes sin papeles que me abordó por la calle en Berlín», recuerda Schimmelpfennig.. Sobra apuntar por qué esta historia tiene relevancia en el tiempo presente. Preguntado por si, con estas circunstancias, ha pensado en añadir otras subtramas o críticas a su pieza, Schimmelpfennig apunta que la representación «tiene que defenderse en el presente, aunque el tiempo haya pasado. Si es buena, lo consigue».. La obra usa una estética casi grotesca para escenificar de forma peculiar la problemática de la que habla. Pero su autor la prefiere al naturalismo, con el que quizá podría caer en sensacionalismos. «Prefiero la exageración, la intensificación, la ‘concentración'», apunta. Y añade que de este modo «uno se acerca más a la verdad que si intentara mostrar la miseria de manera simplemente realista».. «El dolor es uno de los motores de la obra. Si no tienes papeles, un problema aparentemente banal se convierte rápido en una amenaza existencial». Y así lo hace: ese simple dolor de muelas del protagonista podría parecer anecdótico, pero no lo es para Schimmelpfennig. «El dolor es uno de los motores de la obra. Si no tienes papeles, seguro médico ni derechos, un problema aparentemente banal se convierte rápido en una amenaza existencial». Por eso usa un tono tan crudo: «mi enfoque teatral es siempre muy claro, muy directo, intenso, honesto. También, a veces, duro. No me gusta el teatro decorativo» pronuncia sin rodeos .. La ansiedad crónica que provoca esta situación en los inmigrantes sin papeles la muestra Schimmelpfennig a través de un ritmo frenético llevado por solo cinco actores que representan a 17 personajes en 48 escenas. Muchas historias donde viejos interpretan a jóvenes, mujeres hacen de hombres, y viceversa. Todo en poco más de una hora. Un planteamiento dramatúrgico que él mismo es consciente de que no es fácil de llevar a escena: «pero no podía hacerlo de otra manera», asegura.. «Se trata del ritmo, del cambio, de la fragilidad de la identidad. ¿Quién es quién? ¿Quién cuenta la historia de quién?», explica el alemán sobre esta elección. «La condensación genera una energía que se transmite al público. El Dragón de Oro es imposible de representar en un sentido naturalista. Es un teatro de la sobrecarga. En el mejor, en el más teatral de los sentidos», zanja.. ¿Y qué pretende que obtenga el espectador como mensaje al salir de la obra? «Una noche de teatro no es una clase», sentencia el autor. Pero lo decisivo que considera que El Dragón de Oro suscita es «la irritación, la duda. También, ¿por qué no?, la sobrecarga, la sorpresa. La risa, el espanto».. Mientras tanto, Schimmelpfennig sigue en movimiento: «Estoy escribiendo dos nuevas obra, una para un teatro en Alemania y otra para Suecia, y hay varias colaboraciones intercontinentales, entre ellas en Canadá y en América Latina. Todo sigue adelante: siempre nuevos comienzos».. Al final, en El Dragón de Oro y en la creación en general, «nada es más aburrido que el mero ‘entretenimiento'». Tan simple y tan complicado como eso.
La Lectura // elmundo
La compañía más veterana de Galicia, Sarabela Teatro, lleva al Teatro de La Abadía ‘El Dragón de Oro’, una tragedia contemporánea en clave de sarcasmo del dramaturgo alemán vivo más representado del mundo Leer
La compañía más veterana de Galicia, Sarabela Teatro, lleva al Teatro de La Abadía ‘El Dragón de Oro’, una tragedia contemporánea en clave de sarcasmo del dramaturgo alemán vivo más representado del mundo Leer