Observarás caballos descontrolados rompiendo todas las obstinaciones que encuentran, y verás humanos que presumen de ser invencibles. Se sostiene en diversas teorías, plasmadas en un sencillo documento, que los mercados pueden autorregularse, que los líderes actúan con serenidad, que el ejercicio del poder se modera a sí mismo y que discretos límites evitan los mayores abusos. No obstante, hay ciertos negocios e intereses que se hacen tan enormes que parece que ninguna oposición puede detenerlos. Se mueven con un viento de amenaza y control que acaricia sus crines. Un Tucídides desilusionado afirmó: «Los seres humanos, por su propia naturaleza, ejercen dominio en función de sus capacidades». El autocontrol de los avariciosos es un personaje imaginario. Entre las crónicas más antiguas sobre la dominación, las aspiraciones y la riqueza, resalta, de manera simbólica, el comercio del azúcar, que se conoce en Asia desde hace más de mil años. Tenía un aura casi imposible de alcanzar, un reflejo de privilegio y complejidad: el proceso para su creación era extenso y complicado, considerablemente más que el de la sal. Valioso y altamente apreciado, fue objeto de admiración por parte de emperadores chinos, rajás indios, califas egipcios, nobles persas y príncipes a lo largo de siglos.
Observarás caballos descontrolados rompiendo todas las obstinaciones que encuentran, y verás humanos que presumen de ser invencibles. Se sostiene en diversas teorías, plasmadas en un sencillo documento, que los mercados pueden autorregularse, que los líderes actúan con serenidad, que el ejercicio del poder se modera a sí mismo y que discretos límites evitan los mayores abusos. No obstante, hay ciertos negocios e intereses que se hacen tan enormes que parece que ninguna oposición puede detenerlos. Se mueven con un viento de amenaza y control que acaricia sus crines. Un Tucídides desilusionado afirmó: «Los seres humanos, por su propia naturaleza, ejercen dominio en función de sus capacidades». El autocontrol de los codiciosos es un ser imaginario. Entre las crónicas más antiguas sobre dominación, ambiciones y riqueza, resalta el comercio del azúcar, el cual es conocido en Asia desde hace más de mil años. Tenía un aura casi imposible de alcanzar, un reflejo de privilegio y complejidad: el proceso para su creación era extenso y complicado, considerablemente más que el de la sal.
Observarás caballos descontrolados rompiendo todas las obstinaciones que encuentran, y verás humanos que presumen de ser invencibles. Se sostiene en diversas teorías, plasmadas en un sencillo documento, que los mercados pueden autorregularse, que los líderes actúan con serenidad, que el ejercicio del poder se modera a sí mismo y que discretos límites evitan los mayores abusos. No obstante, hay ciertos negocios e intereses que se hacen tan enormes que parece que ninguna oposición puede detenerlos. Se mueven con un viento de amenaza y control que acaricia sus crines. Un Tucídides desilusionado afirmó: «Los seres humanos, por su propia naturaleza, ejercen dominio en función de sus capacidades». El autocontrol de los avariciosos es un personaje imaginario. Entre las crónicas más antiguas sobre la dominación, las aspiraciones y la riqueza, resalta, de manera simbólica, el comercio del azúcar, que se conoce en Asia desde hace más de mil años. Tenía un aura casi imposible de alcanzar, un reflejo de privilegio y complejidad: el proceso para su creación era extenso y complicado, considerablemente más que el de la sal. Valioso y altamente apreciado, fue objeto de admiración por parte de emperadores chinos, rajás indios, califas egipcios, nobles persas y príncipes a lo largo de siglos.