Jorge Velasco pausa un momento su audiolibro para atender la llamada telefónica. «Ahora mismo estoy con Siete breve lecciones de física (Anagrama). Lo empecé esta mañana y voy por la mitad, así que creo que lo terminaré hoy mismo», dice con la naturalidad de quien se sienta cada tarde en un banco a comer pipas. «Al año puedo consumir entre 30 y 40 audiolibros, dependiendo de lo voluminosos que sean: los de cinco horas [la hora y no la página es la unidad de reproducción en este formato] los puedo llegar a terminar en dos o tres días. Incluso los acelero, porque a la velocidad estándar me parecen un poco lentos», añade este poeta cartagenero y profesor de Historia del Arte en el IES Lope de Vega (Madrid).. Velasco responde al perfil de heavy user del libro contado o escuchado, de acuerdo con el último barómetro de Hábitos de lectura y compra de libros elaborado por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE): varón, de entre 25 y 34 años y con estudios universitarios. El docente simultanea las lecciones magistrales de Carlo Rovelli sobre mecánica cuántica en el móvil con los cuentos espeluznantes de H.P. Lovecraft en el portátil. Todo ello mientras pasa la bayeta a la encimera, da un paseo… o agarra un libro por las solapas. No todo es una elección entre Jesucristo o Barrabás. «Me gusta empezar en físico y luego pasar al audio porque así ya tengo una arquitectura de la trama y de los personajes y lo sigo mucho mejor», explica.. Casos como el suyo empiezan a dejar de ser excepcionales. El consumo de audiolibros en España está a punto de coronar un Everest simbólico: el de los 10 millones de oyentes, según un informe elaborado por NielsenIQ para Audible. La tendencia no ha dejado de escalar desde el minuto uno del confinamiento y a partir de la llegada a nuestro país de la plataforma de Amazon. Cinco años después, se ha convertido en una opción cultural y de entretenimiento tan familiar para todo tipo de públicos como devorar una serie, ir a un concierto o ver una exposición. El audiolibro en castellano resulta cada vez más accesible -gracias a los catálogos de multinacionales como Storytel o Podimo y conglomerados editoriales como Penguin Random House o Grupo Planeta- y apetecible -el señuelo suele ser la voz del propio autor del ejemplar físico- para todo aquel al que la historia en palabras le sabe ya a poco. O para quien pretende estirar dalinianamente el reloj y hacer varias cosas al mismo tiempo.. Semejante grado de penetración y el impacto de los últimos avances tecnológicos hacen urgente el debate: ¿es lo mismo leer con los ojos que leer con los oídos a efectos de atención? ¿Y de disfrute? ¿La multitarea y, en general, las inercias de la sociedad del scroll pueden acabar con la lectura profunda? ¿Es una buena o una mala noticia semejante bum en un país cuyos jóvenes encallan desde hace años en las pruebas internacionales de comprensión lectora?. «Para mí, la cuestión clave es actividad versus pasividad», apunta el profesor Velasco. «El libro implica un esfuerzo de acción y de imaginación que tal vez el audiolibro no. Dicho esto, hay audiolibros que son verdaderanente desafiantes y que exigen una gran concentración. Por ejemplo, con Los hermanos Karamázov tienes que estar atento para seguir qué pasa con Dmitri o Aliosha y cuáles son sus traumas…».. Por supuesto, hay muchos más matices. En el último lustro, dos ensayos en cierto modo antagónicos han escarbado en el ejercicio de leer y en la propia materia gris que lo hace posible para intentar explicar qué estamos perdiendo y/o ganando en este tiempo-bisagra cuando elegimos ponernos los auriculares o mojarnos el índice con saliva (aclaremos por si acaso que esto es innecesario con un ebook). Los dos ensayos en cuestión son Lector, vuelve a casa: cómo afecta a nuestro cerebro la lectura en pantallas (Deusto, 2020) y La voz de los libros. Una historia de la lectura, desde los escribas hasta los audiolibros (Aguilar, 2024).. El primero lo firma la neurocientífica Maryanne Wolf, la mayor experta mundial en lectoescritura y alguien especialmente interesada en estudiar el deterioro de los procesos cognitivos, lingüísticos y afectivos asociados al pensamiento crítico en el contexto de la transición tecnológica. El segundo plantea un viaje desde el origen de la lectura como exclusivísimo acto social (celebrado en voz alta) hasta su estandarización como ocupación individual y silenciosa a partir de la Edad Media. Un recorrido que incluye, por supuesto, una coda prospectiva sobre la lectura en el contexto de la IA y el metaverso. Su autora es Maribel Riaza, experta en innovación cultural y ex directora de la mayor red privada de bibliotecas de España: la perteneciente a la Obra Social de Caja Madrid.. Entonces, ¿comprendemos y memorizamos mejor algo que se lee o todo lo contrario? Y de paso, ¿qué formato nos proporciona más placer? Desde un punto de vista «pragmático», aclara Javier Quintero, la clave «no está ni en la comprensión ni en la emoción, sino en la puerta de entrada, porque en lo que tiene que ver con la producción de lenguaje ofrecen lo mismo», explica el profesor de Psiquiatría y Psicología Médica en la Universidad Complutense y jefe de Psiquiatría del Hospital Universitario Infanta Leonor (Madrid), pionero en su especialidad en la atención infantojuvenil.. Kristen Willeumier precisa aun más en su libro Biohack Your Brian. How to Boost Cognitive Health, Performance and Power (Biohackea tu cerebro: cómo mejorar la salud cognitiva, el rendimiento y la potencia. 2020, sin traducción al castellano). La diferencia está en cómo se activan los hemisferios cerebrales, apunta. Cuando leemos trabaja el izquierdo, vinculado al procesamiento del lenguaje; en cambio, cuando escuchamos ambos hemisferios están activos para procesar el habla y la escucha. Eso quiere decir que la información se procesa en las mismas áreas corticales, aunque la información provenga de la lectura o de un audio.. Javier Celaya recuerda un poco al Señor Lobo de Pulp Fiction. Como a éste, suelen llamarle cuando hay que encontrar soluciones. En su caso, de estrategia digital. Hace más de dos décadas fundó la consultora Dosdoce. En la última década, fue el responsable del lanzamiento en España y América Latina de las plataformas Bookwire, Podimo y Storytel, donde precisamente contrató a Riaza . Pocas personas en este país, por tanto, tienen una visión más precisa, cercana y fundada que él de esta pata de la industria editorial.. «Existe una corriente de opinión que defiende que leer es únicamente hacerlo con texto corrido. En cambio, la RAE ha dicho que debe hablarse con propiedad de audiolectores…», contrapone. «Yo diría que leer no es ni mejor ni peor que escuchar. Por suerte, a diferencia de lo que pasó hace 15 años con el libro electrónico, donde sí se produjo un bloqueo mental en el sector entre lo que se veía como una experiencia suprema -leer en papel- y otra de segundo grado -hacerlo en una pantalla-, con este formato no ha habido debate. En el entorno académico sí, pero en el sector se ha entendido que puede ayudar a recuperar lectores o a crear nuevas audiencias».. Hay alguien que se opone a rebajar una cuestión de orden casi filosófico a lo fisiológico. Y también a dar por bueno que el audiolibro sea a la cultura lo que la bicicleta eléctrica al deporte: una alternativa facilona o una especie de remedo conformista. Ese alguien es Michel Desmurget, neurocientífico y director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud de Francia. Pronunciar su nombre en cualquier foro tecnológico equivale casi a invocar a Nosferatu, y no precisamente por su testa alopécica. Al contrario, es él quien con sus dos últimos ensayos -La fábrica de cretinos digitales (2020) y Más libros y menos pantallas (2024, ambos en Península)-, a lo Van Helsing, ha clavado sendas estacas en el corazón del relato de Silicon Valley. Sus reflexiones siempre son afiladas.. «Leemos con los ojos. Escuchamos con los oídos. Para el cerebro no es lo mismo en absoluto. Numerosos estudios han comparado el grado de comprensión y memorización de un enunciado presentado por escrito o en audio. Los resultados muestran dos cosas. Primero, que cuando el enunciado es simple, no hay diferencia entre los formatos. Y segundo, que cuanto más complejo y exigente se vuelve el enunciado, mayor es la superioridad del papel», se arranca a través del correo electrónico.. «Las razones de esta superioridad son bastante claras», prosigue el azote galo en su cruzada contra la cretinización colectiva y «la sociedad mercantil GAFAM» [siglas de Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft]. «Por un lado, la escritura permite regular la velocidad de procesamiento de la información -leemos los pasajes difíciles más lentamente- y rebobinar instantáneamente para aclarar cualquier malentendido o retomar el hilo de una oración larga con varias subordinadas. Por otro, la escritura favorece una mejor concentración que el audio. Con este último formato, la inmersión en el texto es más superficial. Nos distraemos más fácilmente con el ruido externo y los episodios internos de divagación mental son más largos y frecuentes. A esto se suma la propensión del cerebro a procesar los enunciados en audio de forma más básica. Por lo tanto, la probabilidad de detectar un error factual es significativamente menor en el lenguaje hablado que en el escrito. Finalmente, se ha comprobado que la unidad física del libro de papel permite al cerebro navegar más fácilmente por el texto y, por tanto, construir una representación mental más refinada de su contenido».. Pese a su fama, Desmurget rechaza el perfil de inquisidor o de tecnófobo. «Por supuesto, todo esto no significa que los audiolibros deban prohibirse indiscriminadamente», aclara. «Pueden ser una verdadera fuente de placer y seguir siendo interesantes para transmitir contenido sencillo. Además, es preferible que nuestros hijos escuchen audiolibros a que desperdicien los años más cruciales de su desarrollo en Netflix, TikTok o Roblox. Sin embargo, cuando se trata de transmitir contenido complejo y exigente, la escritura sigue siendo, con diferencia, el medio más eficaz. Como escribió Umberto Eco: ‘El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez que se han inventado, no se puede hacer nada mejor'».. A favor de la argumentación de Eco estaría, por ejemplo, la mejor orientación que el texto brinda respecto al audio gracias a referencias físicas como la puntuación, el espacio entre párrafos o el grosor del ejemplar. Y también gracias a un factor contraintuitivo que suele pasarse por alto: la lectura interior es una actividad más rápida que la lectura en voz alta (de media, 300-400 palabras por minuto frente a 150-160).. «La lectura está muy romantizada, tal vez estemos regresando a la oralidad». Jorge Velasco, profesor y audiolector. Sugiere Riaza en La voz de los libros que «nuestra visión escrito-céntrica» nos hace pensar que lo normal es disponer de una escritura y que gran parte de la población sea capaz de leer y escribir. «Pero esto podría no ser así, o al menos no ha sido así siempre ni en todos los lugares», tercia. Y desliza un dato: de las más de 3.000 lenguas diferentes que se han podido identificar en el mundo, algo menos de 100 disponen de una literatura escrita. En cambio, todas las culturas han desarrollado una literatura oral.. La oralidad como compañera de viaje en la evolución del ser humano es importante en este asunto. No en vano, a la hora de identificar las principales diferencias entre el libro de-toda-la-vida y su nieto siempre se suele destacar la capacidad de éste para enriquecer la experiencia narrativa -con entonaciones y efectos que dejan a los de la radionovela en una broma- e intensificar la respuesta emocional. Sin duda la oralidad, incrustada en el ADN de la especie desde las fabulaciones a la luz de la hoguera, es todavía hoy un activador antropológico y no mero un residuo prehistórico.. «La lectura está muy romantizada», atiza Velasco en sintonía con Riaza. «La transmisión cultural lectoescritocéntrica no ha sido la predominante en la Historia y no tiene por qué seguir siéndolo. En realidad, desde la invención de la imprenta no ha pasado tanto tiempo… Tal vez con la tecnología estamos regresando a una experiencia anterior».. Vayamos con los papers a los que se refería Desmurget. «Tienes estudios de todos los colores», avisa Celaya. La primera aproximación comparativa que suele citarse es They Hear, but Do Not Listen: Retention for Podcasted Material in a Classroom Context, publicado por los investigadores David B. Daniel y William Douglas Woody en 2010. Se basó en un experimento: a un grupo de estudiantes le pusieron un pódcast sobre Historia de la Psicología y a otro le colocaron delante ese mismo contenido por escrito durante el mismo tiempo. Después sometieron a los dos grupos a un test de comprensión y retención. Dos días después del experimento, los lectores recordaban el 81% de la materia y los oyentes, el 59%.. El psiquiatra Quintero echa mano de una de las enseñanzas de Confucio: «Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí».. Otros sondeos interesantes y más recientes son el de Beth A. Rogowsky, Barbara M. Calhoun y Paula Tallal (Providing Instruction Based on Students’ Learning Style Preferences Does Not Improve Learning, 2016), que no halló diferencias significativas entre los tres grupos de estudio: lectores, audiolectores y anfibios; el de Gondy Leroy y David Kauchak (A comparison of text versus audio for information comprehension with future uses for smart speakers, 2019), que igualmente encontró una casi correspondencia entre comprensión y retención presentada en texto (53%) o audio (55%) de un fragmento de contenido informativo; y el de Abd. Rahman e Ibnu Hajar (The Effect of Audiobook on Reading Comprehension of the Eleventh Grade Students, 2020), que evaluó la eficacia del audiolibro frente a la metodología tradicional en estudiantes de 1º de Bachillerato y reveló que el grupo que usó el elemento sonoro para aprender obtuvo calificaciones más altas.. Resumiendo muchísimo, podría decirse que la superioridad del audiolibro reside en su flexibilidad, su rápido despliegue para atender al aprendizaje informal y su plus sensorial, mientras que el libro físico o electrónico se impone para el estudio profundo y fomenta la imaginación pura. Cada formato renta más según el tipo de contenido, el objetivo y las circunstancias del usuario. Aunque para el profesor Velasco resulte natural ponerse los cascos para oír una explicación cum laude sobre los agujeros negros o sobre las vicisitudes de una familia rusa del siglo XIX, la mayoría de los usuarios recurrirá al audio para la formación informal o lo preferirá para abordar géneros ligeros. Lo prueba el hecho, corroborado en el informe de NielsenIQ, de que lo más audioleído en España es la fantasía y la ciencia ficción (30%).. «Si escuchar desplaza a leer, el desastre de los estudiantes españoles en PISA sólo puede empeorar». Michel Desmurget, neurocientífico. Con todo, la expansión y popularización del audiolibro aquí ha sido singular. Mientras en el mundo anglosajón fue creciendo con dobles dígitos durante los últimos años, el mundo editorial autóctono observaba el fenómeno a distancia. Se creía prejuiciosamente que en nuestro país nunca tendría éxito tras varias experiencias fallidas. O se consideraba un negocio frustrado debido a la confluencia de hábitos culturales, costes de producción, distribución y derechos de autor.. Una de las precursoras en apostar por el formato libro + audio -en su caso, CD- fue la editorial Visor con la colección De viva voz. Brindaba justo eso: disfrutar de los mejores poetas latinoamericanos del siglo XX con grabaciones de sus propias lecturas. Algo difícilmente superable. El primer compacto, el correspondiente a Inventario Uno, de Mario Benedetti, llegó a las librerías en 2004. «Era una colección cojonuda. Estaban Juan Ramón, Cortázar, Onetti, Alberti, Lezama Lima, Vallejo… Pero de repente los reproductores dejaron de usarse y ya no se vendió ni un CD», confiesa Chus Visor, artífice de la idea.. Tampoco tuvo éxito en 2003 la adaptación sonora por parte de Salamandra de la saga de Harry Potter, igualmente en CD. J.K. Rowling prohibió añadir elementos musicales o efectos de sonido a la voz del narrador, en cuya elección participaba, y la cosa terminó en fiasco. Signo de los tiempos o justicia poética: Harry Potter: la colección completa, narrado ahora por Leonor Watling, es lo más escuchado en 2025 en Audible.. Álvaro Curiel, country manager de Storytel España, considera que «en tiempo de consumo, es posible que el audio supere a otros formatos, sobre todo por su facilidad para integrarse en la vida diaria. Pero en cuanto a centralidad cultural, el texto impreso y digital siguen teniendo un valor simbólico muy arraigado». Y matiza: «No creemos en un sorpasso, sino en una convivencia complementaria. El audio ya está ampliando el ecosistema narrativo y seguirá haciéndolo».. «El crecimiento del audiolibro es imparable, y aun así España todavía está en cuotas de mercado sensiblemente inferiores a las de países como Alemania, Reino Unido o Estados Unidos. Incluso por debajo de la de México», subraya el crítico literario, productor, escritor y guionista Antonio Martínez Asensio. Al mismo tiempo que se convertía en uno de los mayores prescriptores del país gracias a su programa Un libro, una hora y a la sección La biblioteca de Hoy por hoy (ambos en la Cadena Ser) ejerció de productor en Penguin Audio. 2.000 títulos pasaron por sus manos entre 2019 y 2024.. Su voz es una de las más reputadas en el universo pódcast y en lo referente a divulgación. Acaba de recibir de manos de la FGEE el premio Liber al Fomento de la Lectura. Pero eso no quita para que Martínez Asensio admita que «la emoción de leer en silencio y de manejar físicamente un libro es muy difícil de reemplazar por un audiolibro». Y para que piense que la multitarea que tanto se cita como gran aliada «también se puede cargar el audio». «De hecho», añade, «está acabando con la lectura en profundidad no sólo de libros, sino de periódicos: muchas veces ya nos quedamos en el titular o nos cuesta leer el artículo entero, y eso es malo para la sociedad».. Celaya, que empezó a escuchar libros en casete cuando estudiaba en EEUU y reconoce que lo único que sigue leyendo en papel son las novelas gráficas, adelanta que en 2025 ya se superarán los 50.000 audiolibros en castellano (5.000 nuevos, frente a los 75.000 por temporada en inglés). Y los 30 minutos de escucha de media al año. Otro par de cumbres simbólicas. Cifras que, en cualquier caso, no ocultan la incertidumbre que provocan otros interrogantes sobre su industria/modelo de negocio: ¿los narradores que parecían haber encontrado una oportunidad profesional como cuentacuentos del siglo XXI serán barridos por la IA mañana mismo? (Celaya ha dedicado el verano a investigar para la Feria de Frankfurt las principales herramientas disponibles en el mercado -más de 160- para crear, distribuir, promocionar y comercializar audiolibros con voces sintéticas). ¿Las librerías de barrio se transformarán progresivamente en audiolibrerías o bajarán la persiana metálica al volverse obsoletas?. Avanza el profesor Velasco que el próximo título que escuchará será Maniac (Anagrama), la novela de Benjamin Labatut también con trasfondo científico. «A mis alumnos no les hablo de mi consumo de audiolibros, pero sí que he pensado en alguna ocasión recomendarles uno como tarea», comenta.. Desmurget seguramente se echaría las manos a la cabeza. «Lo preocupante no es tanto el mediocre rendimiento de los jóvenes españoles en PISA como el desplome observado en los últimos 10 años. Un desplome compartido por la mayoría de los países de la OCDE, como Francia, Alemania y Portugal. Desde 2015, el rendimiento lector de los estudiantes españoles ha disminuido 22 puntos, lo que equivale aproximadamente a un año de rendimiento académico. Si se reduce el tiempo de escucha de las actividades recreativas digitales más comunes y perjudiciales, el efecto general será sin duda positivo, pero sin un impacto significativo en la comprensión lectora. Si escuchar desplaza a leer, el desastre de PISA sólo puede empeorar», pronostica.. ¿Cree que la multitarea y otras inercias de la sociedad conectada podrían acabar con la lectura profunda y reflexiva?. Sí. Este proceso ya está en marcha. Entre las generaciones más jóvenes, el número de personas que afirma leer libros regularmente por placer sigue disminuyendo. Incluso en la universidad, la lectura de textos largos está en constante retroceso. Un estudio reciente indica que el profesorado tiende a exigir a los alumnos no solo menos lectura, sino también lecturas más sencillas y cortas, a la vez que prioriza los materiales audiovisuales y de audio. Esta tendencia es generalizada. Incluso las instituciones consideradas de élite se están viendo afectadas.. ¿Qué le diría a quien vea el audiolibros como un sustituto o atajo y tema el advenimiento de una sociedad distópica dividida entre quienes puedan leer tochos de mil y pico páginas y quienes no?. Probablemente le recomendaría esta cita de Ray Bradbury, autor del premonitorio Fahrenheit 451: ‘No hace falta quemar libros para destruir una cultura. Solo basta con que la gente deje de leerlos’.
La Lectura // elmundo
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