Hay palabras que mueren de éxito y que por culpa de su abuso acaban perdiendo su significado. Los términos “libertad” y “liberal” son un buen ejemplo de ello ya que, a fuerza de usarlos, casi nadie sabe ya qué significan. En el año 2021, Isabel Díaz Ayuso envió a todos los madrileños una carta en blanco en la que sólo se leía la palabra “libertad” y, hace apenas unas semanas, en su primer discurso tras conocerse su fracaso electoral, Kamala Harris afirmó que aunque asumía su derrota frente a Trump jamás admitiría su derrota en la lucha por la libertad. Que dos políticas de signo político antagónico puedan defender con ahínco un mismo valor solo es posible a partir de la polisemia que se ha impuesto sobre la palabra libertad. Del mismo modo, si podemos llamar “liberales” a autores tan dispares como Alexis de Tocqueville, John Rawls o Milton Friedman, es porque con una misma palabra estamos intentando señalar realidades tan distintas que en ocasiones pueden llegar a ser contradictorias.. La tradición liberal es esencialmente plural, y los conflictos semánticos en torno a la libertad no son nuevos. A lo largo del siglo XX han sido muchas las disputas internas en torno al liberalismo y, por fortuna, Página Indómita ha editado La definición liberal de la libertad, uno de los textos que mejor expresan esta tensión. En el año 1960, Friedrich Hayek publicó Los fundamentos de la libertad, y un año después Raymond Aron, el tercer miembro de la santísima trinidad del pensamiento francés de posguerra, junto con Camus y Sartre, publicó un texto en el que exponía su crítica con respecto al texto del pensador austríaco. El punto de partida del análisis no puede ser más elegante: Aron reconoce con sinceridad el valor intelectual de la publicación de Hayek para, acto seguido, proceder a desmontarla con rigurosos argumentos. La colisión entre la comprensión de la libertad que plantearon Aron y Hayek expresa de manera paradigmática las contradicciones que han definido a la tradición liberal hasta nuestros días.. Friedrich Hayek, apologeta del Estado mínimo, resumió la libertad como la ausencia de coerción, acogiendo el uso negativo del concepto que Isaiah Berlin había formulado apenas dos años antes. La libertad hayekiana asumía, además, la prioridad de la economía sobre la política, consolidando otra de las líneas divisorias que han servido para enfrentar a los propios liberales entre sí: la relación y jerarquía entre la defensa de los derechos civiles y la libertad económica ha sido, tradicionalmente, un motivo de disputa. El profesor Gwendal Châton, recuerda, en su magnífico prólogo, que esta premisa convertiría a Hayek en una suerte de marxista de signo contrario, mientras que Raymond Aron defendería la prioridad de las libertades políticas por encima del reduccionismo economicista. La tesis del que fuera columnista de Le Figaro siempre fue clara y resulta incompatible con la cosmovisión hayekiana. Una de las tesis más atinadas del pensador francés que se recoge en este texto es que “tal vez sea un error emplear la misma palabra en referencia a liberarse de la policía y a liberarse del hambre”. Es justo y hasta casi inevitable conceder que tan liberal es Hayek como Aron y, sin embargo, por pura lógica, es imposible que ambos puedan tener razón.. Seguir leyendo
El pensador francés respondió en 1961 a Friedrich Hayek con este texto en el que defiende la prioridad de las libertades políticas frente al reduccionismo economicista
Hay palabras que mueren de éxito y que por culpa de su abuso acaban perdiendo su significado. Los términos “libertad” y “liberal” son un buen ejemplo de ello ya que, a fuerza de usarlos, casi nadie sabe ya qué significan. En el año 2021, Isabel Díaz Ayuso envió a todos los madrileños una carta en blanco en la que sólo se leía la palabra “libertad” y, hace apenas unas semanas, en su primer discurso tras conocerse su fracaso electoral, Kamala Harris afirmó que aunque asumía su derrota frente a Trump jamás admitiría su derrota en la lucha por la libertad. Que dos políticas de signo político antagónico puedan defender con ahínco un mismo valor solo es posible a partir de la polisemia que se ha impuesto sobre la palabra libertad. Del mismo modo, si podemos llamar “liberales” a autores tan dispares como Alexis de Tocqueville, John Rawls o Milton Friedman, es porque con una misma palabra estamos intentando señalar realidades tan distintas que en ocasiones pueden llegar a ser contradictorias.. La tradición liberal es esencialmente plural, y los conflictos semánticos en torno a la libertad no son nuevos. A lo largo del siglo XX han sido muchas las disputas internas en torno al liberalismo y, por fortuna, Página Indómita ha editado La definición liberal de la libertad, uno de los textos que mejor expresan esta tensión. En el año 1960, Friedrich Hayek publicó Los fundamentos de la libertad, y un año después Raymond Aron, el tercer miembro de la santísima trinidad del pensamiento francés de posguerra, junto con Camus y Sartre, publicó un texto en el que exponía su crítica con respecto al texto del pensador austríaco. El punto de partida del análisis no puede ser más elegante: Aron reconoce con sinceridad el valor intelectual de la publicación de Hayek para, acto seguido, proceder a desmontarla con rigurosos argumentos. La colisión entre la comprensión de la libertad que plantearon Aron y Hayek expresa de manera paradigmática las contradicciones que han definido a la tradición liberal hasta nuestros días.. Friedrich Hayek, apologeta del Estado mínimo, resumió la libertad como la ausencia de coerción, acogiendo el uso negativo del concepto que Isaiah Berlin había formulado apenas dos años antes. La libertad hayekiana asumía, además, la prioridad de la economía sobre la política, consolidando otra de las líneas divisorias que han servido para enfrentar a los propios liberales entre sí: la relación y jerarquía entre la defensa de los derechos civiles y la libertad económica ha sido, tradicionalmente, un motivo de disputa. El profesor Gwendal Châton, recuerda, en su magnífico prólogo, que esta premisa convertiría a Hayek en una suerte de marxista de signo contrario, mientras que Raymond Aron defendería la prioridad de las libertades políticas por encima del reduccionismo economicista. La tesis del que fuera columnista de Le Figaro siempre fue clara y resulta incompatible con la cosmovisión hayekiana. Una de las tesis más atinadas del pensador francés que se recoge en este texto es que “tal vez sea un error emplear la misma palabra en referencia a liberarse de la policía y a liberarse del hambre”. Es justo y hasta casi inevitable conceder que tan liberal es Hayek como Aron y, sin embargo, por pura lógica, es imposible que ambos puedan tener razón.. Raymond Aron Traducción de Luis González CastroPágina indómita, 2024128 páginas. 14,90 euros. Búsquelo en su librería
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