En Metafísica de los tubosAmélie Nothomb imaginaba a Dios como un ser atravesado por los líquidos del mundo. Ese flujo perfecto, suspendido entre la pasividad y el equilibrio, encuentra un reflejo poético en Lengua en coro, cuenta, la última instalación de Cristina Mejías (Jerez de la Frontera, 1986). Hay una importante salvedad en este paralelismo: la escritora relataba un escenario existencial apático en el que nada importa. Mejías, al contrario, activa un sistema que es dinámico porque encuentra dificultades. Una alegoría donde obstáculos, contrapesos y fricciones animan el flujo vital, convirtiendo esta frágil construcción de ingeniería poética en un precario esquema del universo.. El montaje de esta gran instalación es alambicado. Un bucle sin fin en el que el agua recorre un circuito impulsado por la gravedad. «Tomo como punto de partida unas canaletas de desagüe que ya existían en la sala de la Nave 0», explica Mejías sobre la manera en que concibió esta obra y aludiendo a la mítica sala. «Es un espacio que impone, pero disfruto mucho cuando puedo hacer una intervención específica». Tras un paréntesis de varios años Matadero Madrid decidió reactivar el curso pasado Abierto x Obras, el programa donde artistas de media carrera realizan piezas monumentales en la antigua sala frigorífica del complejo neomudéjar. Regresó con Eva Fábregas y ahora es el turno de Mejías, una artista sobre la que recae la atención desde varios frentes. Ha recibido dos premios consecutivos a la mejor obra en la feria ARCO, algo que ella vive con «responsabilidad, sabiendo que hay muchas compañeras que también trabajan muy duro», reconoce. Por otro lado, su obra ha podido ser vista en dos interesantes exposiciones individuales recientes: en el CAAC de Sevilla en 2023 y en el Patio Herreriano, de Valladolid, este mismo año.. Ahora transforma la Nave 0 con la gran Lengua en coro, cuenta. «Estas canaletas siempre han estado en desuso, pero cuando me invitaron a hacer la propuesta vi que estaban ocultas bajo unas placas de hierro. A partir de estas estructuras de desagüe he construido un circuito que fluye de manera longitudinal y transversal por toda la sala llevando un canal de agua», explica. El rudimentario acueducto lo conforman elementos escultóricos de diferente origen: objetos encontrados y piezas que ha usado en proyectos anteriores.. Acogedoras vasijas y bifurcaciones cerámicas que mantienen su identidad manual, piezas de hojalata que devienen gárgolas y bocas que hablan agua, tubos de bambú y botellas gordas de cristal conforman este laberinto que tiene mucho de sonoro, de lenguaje. De articulación visual de un mensaje que tiene en la artesanía y en la transmisión de los saberes tradicionales su base cultural.. «He trabajado a partir de las acequias. El acequiero tiene en cuenta la orografía de la sierra, de la montaña, y las construye con una pendiente de entre uno y tres grados máximo», explica Mejías, que antes del montaje hizo un ensayo general de la compleja instalación en un campo de fútbol. «El agua baja en un circuito muy serpenteante y llega un momento que se abre en dos y luego se abre otra vez… Hay distintas maneras de llegar a las canaletas del suelo que vuelven a recoger todo y lo remontan sin necesidad de una bomba que lo facilite. Esta circularidad es importante».. Las diferentes series que ha realizado Mejías en los últimos tiempos también se hablan entre sí, se recuperan y se dan continuidad. «Durante una residencia en las Azores me invitaron a realizar una instalación en la naturaleza, esta nueva pieza surge de aquella. Lo que hice entonces fue anudar elementos del bosque mientras que aquí el circuito también se va anudando de manera metafórica: para mí es casi como ir amarrando cuerpos», describe Mejías. «En este caso utilizo el agua, pero la transmisión sucede de igual forma con los relatos, con aquello que se cuenta y pasa de una persona a otra».. En otro de sus proyectos anteriores, Mejías se sumergió en el arte de los lutieres especializados en la guitarra flamenca, que su hermano recogió a su vez de un maestro. El popular instrumento surgió como acompañante de los trovadores antiguos, que narraban historias desde la oralidad. «Me interesa la construcción de saberes que ocurren en circuitos más pequeños, más ajenos a lo estandarizado», afirma Mejías.. La instalación madrileña, para la que ha contado con la colaboración de la ceramista Raquel Eiden, no es perfecta ni pretende serlo. El agua corre, se escapa, hay fugas y estancamientos. El montaje de la obra da cuenta de lo que Mejías llama «aprendizaje errante», un modo de conocimiento que se produce mientras las cosas suceden. «Me interesa que haya cosas que escapen al control».. Su método consiste en provocar una situación -un flujo de agua, una tensión escultórica, una estructura inestable- y observar cómo reacciona la materia por su cuenta, ya sea generando sonidos misteriosos o haces de luz sorprendentes, que encuentran en el agua un espejo dinámico. Lo llama «errante», insiste, porque avanza a tientas, como una investigación intuitiva donde, como dice, «el agua es un material sensible en cuya autonomía reside la posibilidad de que el universo siga girando».
La Lectura // elmundo
En su exposición en Matadero Madrid, la artista enlaza agua, esculturas precarias y memoria para hablar de los saberes que se transmiten entre generaciones Leer
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