Cuando en el verano de 2012 millones de personas se pusieron a bailar -o lo que sea que aquello fuese- el Gangnam Style, no sabían que estaban asistiendo al inicio de una ola bajo la que iban a acabar enterrados. Aquella coreografía de un señor con esmoquin, piernas locas y gestos de rodeo texano sobre una base endiabladamente rápida era el caballo de Troya que Corea del Sur enviaba a las pistas de Occidente para introducirle en el K-pop. Luego vendrían BTS, Blackpink, Twice… y, ya 13 años después, el dominio de las listas de éxitos y el monopolio audiovisual infantil de KPop Demon Hunters.. Empecemos por los datos. Golden, la canción principal de la película coreana de Netflix, ha sido número 1 en todas las listas de éxito mundiales hasta la irrupción de Taylor Swift -76 días seguidos al frente de la lista global de Spotify- y en apenas cuatro meses supera los 850 millones de escuchas. Además, la de las guerreras es la cinta más vista en la historia de Netflix. De las seis canciones que más rápido han superado los 100 millones de streams en Spotify, tres implican a cantantes de K-pop: APT, de Rosé con Bruno Mars; Seven, de JungKook con Latto, y Butter, de BTS. En la última década solo cuatro mujeres han conseguido vender un millón de discos en una semana: Taylor Swift, Adele, Jisoo y Jennie, las dos últimas integrantes de Blackpink pero con carreras en solitario.. El K-pop, especialmente durante el último año, ha sido una máquina de romper récords, de atrapar oyentes y de conquistar a niños y adolescentes. ¿Cómo un género que, a excepción de sus devotos fans, mucha gente no comprendía, ha conseguido conquistar el mundo? La explicación, en parte, es geográfica y tiene su inicio en 2021. HYBE, la gran discográfica de K-pop, firma ese año un acuerdo estratégico global con Universal, el gran gigante de la industria musical, para la distribución y promoción de sus artistas fuera de Asia -ampliado para 10 años más en 2024-. Ese año la coreana crea su división en Estados Unidos y adquiere Ithaca Holdings, la empresa de Scooter Braun, mánager de Justin Bieber o Ariana Grande. Un año después abrió sede en Los Ángeles SM Entertainment, otra de las compañías del género, y JYP Entertainment reforzó la que tenía en el país americano desde hacía años.. La música ha pasado de producirse en Corea a hacerlo en Estados Unidos, aunque la sigan haciendo músicos con raíces coreanas. El idioma que predomina en las canciones ya no es el coreano sino el inglés. Y los nuevos grupos ya no están compuestos exclusivamente por asiáticos: Katseye, la última creación de HYBE con el reality The Debut, tiene entre sus seis integrantes a dos mujeres -Meret Manon y Daniela Avanzini- sin relación con Asia. La discográfica acaba de construir ahora con el mismo método otro grupo, Los Santos Bravos, que mezcla el K-pop con la música latina sin rastro de coreanos. Y aún prepara otro femenino que tampoco apunta a tener miembros de esa nacionalidad.. «El movimiento para internacionalizar el género está siendo fantástico. El K-pop siempre había tenido que venir de Corea y tenían que respaldarlo allí. Lo que pasa es que los productos que se están produciendo en Estados Unidos son tan perfectos, han estudiado tanto el género y tienen a personas con raíces coreanas implicadas, que incluso allí se siente como auténtica», detalla Ray Seol, profesor asociado al departamento de Música Profesional del Berklee College of Music de Boston. Este estudioso del K-pop, de origen coreano, relata cómo este pasado verano volvió a su tierra natal y se encontró a varios grupos de niños cantando las canciones de Demon Hunters. Todas en inglés. «Que esa música se produzca fuera de Corea le da un aspecto de fenómeno duradero en lugar de parecer un acontecimiento instantáneo», agrega este profesor.. Ese era el peligro que planeaba sobre el fenómeno en sus inicios, que fuera una moda y acabara enterrado en el baúl del olvido como tantas otras tendencias. Pero el entramado empresarial y mediático que se está creando apunta en dirección contraria. Al margen de ese desembarco de compañías coreanas en Estados Unidos, está también la irrupción de las Demon Hunters con la implantación que supone para el K-pop entre los más pequeños y que plataformas como Apple TV ya han empezado a introducir el género en sus programas. Este agosto ha estrenado un talent de música, Universo K-pop, que integra a grupos de pop coreano con estrellas occidentales de pop como Kylie Minogue, Megan Thee Stallion, J Balvin o Boy George para versionar sus temas icónicos. «Que en los grupos de K-pop empiece a no haber perfiles coreanos ya quiere decir que el propósito claramente no es llegar a Corea del Sur, es conquistar el mundo entero», expone la musicóloga y periodista musical Marta España, experta también en el género.. España fija el inicio del cambio en la irrupción de Blackpink en 2018, con su primera gira mundial. La banda que conforman Rosé, Jisoo, Jennie y Lisa rompió esa imagen de chicas infantilizadas para mostrar una mujer empoderada en los cánones occidentales. «Abre una vía al resto de grupos para recrear sus mismos códigos. Corea vio el filón para lo que siempre había sido su idea: expandirse», apunta la musicóloga, que ahonda en un punto importante, el origen del género. El K-pop nace en Corea, efectivamente, pero lo hace tomando como base el hip-hop americano y el R&B, a los que se incorpora una base más rápida, un idioma distinto y unas coreografías marcadísimas. Es decir, un sello coreano para mandarlo de vuelta tuneado hacia el otro lado del mundo. Ahora ese mismo sello se pone en estudios en Estados Unidos. «Algo está cambiando en el momento en que sus canciones no van anexionadas a una coreografía, eso era impensable en el K-pop. Además Blackpink son las primeras que se rebelan contra las restricciones de la industria del K-pop. Publican si tienen novio, vapean en público… y, en parte, es porque son de origen coreano, pero criadas en países occidentales», concluye España.. «El K-pop siempre ha tenido un poco de imitación de géneros americanos como el hip-hop. Mucha gente atribuye su éxito a esa cercanía con la hegemonía cultural de Estados Unidos. Si ya estaban imitando la cultura hegemónica, ahora que tienen lazos comerciales con América pues es lógico que empiecen a producir allí y se cierre el círculo», señala Alicia Navarro, estudiante de un doctorado en Comunicación en la Vrije Universiteit Brussel y autora del estudio El fenómeno K-pop: claves del impacto global del pop coreano. Ese círculo se completa también con estrellas del pop que han colaborado con artistas de K-pop. Bruno Mars hizo detonar el pasado verano APT junto a Rosé liderando todas las listas de éxitos. En 2024, Rosalía colaboró con Lisa en New Woman. En 2020, Lady Gaga ya lo había hecho con Blackpink en Candy Sour. Y, un año más tarde, Coldplay se unió a BTS para crear My universe. «El K-pop en Corea es una industria sobresaturada, un hecho que empezó en la tercera generación de 2018. En su mercado local debutan tantos grupos que, o empiezan a mirar a Occidente y buscar audiencia internacional, o desaparecen por completo», completa Navarro, que atribuye también al pop coreano una tendencia que ha ido creciendo en Occidente en los últimos años. «Se están empezando a adoptar sus prácticas de venta. Por ejemplo, Taylor Swift con sus carátulas múltiples de sus discos. Esa es una estrategia que en K-pop llevan décadas haciendo. Las películas de conciertos, otra cosa del K-pop. Tener goodies extra con los lanzamientos, también del K-pop».. Mathieu Berbiguier es profesor asistente de Estudios Coreanos en la Carnegie Mellon University de Pittsburgh y atribuye estos nuevos productos a «la diáspora coreana». Ya en sus inicios, los creadores de la industria habían sido estudiantes de intercambio, habían viajado o habían vivido en Estados Unidos. Ahora directamente son ciudadanos de países occidentales con raíces asiáticas. Maggie Kang, creadora de las Demon Hunters, nació en Seúl, pero desde los cinco años vive en Toronto. EJAE, compositora de buena parte de los temas de la película, se mudó a Nueva York a los 20 años para acabar sus estudios de arte en la escuela Tisch, adscrita a la Universidad de Nueva York. Kenzie, productora de éxito de K-pop, cursó sus estudios en Berklee. Y lo mismo con muchas de las que hoy son estrellas del género: se han criado fuera de Corea o ni han nacido allí.. «Lo que está pasando con el K-pop es que se está dando un movimiento y se está integrando en las corrientes principales. Yo diría que suena menos alejado de lo que es la corriente principal de la música pop actual. Muchos fans discuten sobre si realmente se puede decir que algo es K-pop sin miembros coreanos. Este es un debate continuo sin respuesta. Hace 10 años, si le decías a alguien que habría K-pop sin ningún coreano te hubieran dicho que era una locura. Ahora, como tiene un estatus mainstream, es perfectamente comprensible», apunta Berbiguier.. ¿Y para el futuro? «Hace un año nadie hubiera imaginado que cualquier niña cantaría una canción coreana. Es difícil decir lo que vendrá ahora. Este proceso de ser una corriente principal seguirá hasta el punto de que algún día recordaremos lo populares que eran Blackpink o BTS como ahora hacemos con Michael Jackson o Madonna en los 90», indica Berbiguier. Y concluye Ray Seol: «Son productos de márketing, pero los asiáticos hemos luchado toda la vida contra los prejuicios que se tenía de nosotros aquí. La gente ve a Rosé, a Jennie o a Jungkook bailando como Michael Jackson y ya no son unos chicos asiáticos, son celebridades globales. Han creado un modelo de ser una estrella pop, impulsados por esa generación que ha nacido con las redes sociales y que se entiende en cualquier país».
La Lectura // elmundo
El pop coreano ha arrasado en las listas de éxitos del país norteamericano durante el último verano. Porque ahora ya se produce en su territorio Leer
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