Sale uno de este libro con el ánimo apocado. Ahora y en la hora trata de la fatalidad y del destino. Eso es la tragedia desde Sófocles. Y aunque tomar la decisión de Héctor Abad Fanciolince (viajar al Donetsk, el frente de guerra ucraniano) fuera excepcional, no por ello dejará el lector de sentirse concernido por esas dos aves, torcaz y halcón, valor y cobardía, que anidan a menudo y al mismo tiempo en el corazón humano.. Todo empezó cuando un amigo, fundador de la ong «Aguanta Ucrania», lo invitó a viajar hasta allí. «Un viaje libresco», poco expuesto en principio, nos dirá. Les acompañará una periodista colombiana amiga de ambos, la joven escritora ucraniana Victoria Amélina y un chófer y guía del país. Todo termina cuando estalla un misil ruso en el restaurante en el que se aprestan a cenar. Minutos antes Abad, que no oye de un oído, se cambia de sitio en la mesa con Amélina para facilitar la conversación. Les han instalado en la terraza. De haberles pasado al interior probablemente habrían muerto (trece murieron). De no haberse cambiado de silla, la esquirla de metal hubiera atravesado su nuca y no la de ella. De no haber…. De nuevo Héctor Abad se abisma en tristes y desasosegadas conjeturas. Lo hizo en El olvido que seremos, el memorable relato donde contó el asesinato de su padre a manos de «la contra» colombiana. «Si ese día, si a esa hora, si en vez de, si…».. ¿Qué convierte una crónica en literatura, aparte de la veracidad de los hechos? Es algo indecidible. Como trazar las fronteras del periodismo. Por acudir a un ejemplo clásico: la Historia de la conquista de Nueva España que hizo Bernal Díaz del Castillo es crónica, pero también uno de los textos fundacionales de la lengua y la literatura españolas. Y sin referirnos a quienes anunciando una crónica solo tenían en mente escribir literatura: Adiós a todo eso, de Robert Graves, París era una fiesta, de Hemingway, y Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez acuñaron además expresiones afortunadas que han pasado al habla popular en sus lenguas respectivas.. «De haberles pasado al interior probablemente habrían muerto. De no haberse cambiado de silla, la esquirla de metal hubiera atravesado su nuca y no la de ella». Este libro de Héctor Abad Faciolince es una crónica, ciertamente, pero se leerá como literatura. Es un gran libro, dificilísimo de escribir y tan fácil de leer que cuesta no acabarlo de un tirón. La anécdota (llamando anécdota a una muerte y a una guerra) se cuenta sola, pero no la confesión íntima, soslayando la famosa «falacia patética», que su autor reiterará: no es un hombre valiente. Es algo inexplicable para él, toda vez que en el fondo jamás quiso emprender el libresco viaje. «¿Qué se me había perdido en el frente?, ¿por qué desoí a mis hijos y a mi mujer, que me lo desaconsejaron?, ¿ha sido por vanidad?, ¿por quijotismo?, por ‘hacer literatura’?», inquiere vagamente atormentado.. Su lectura se ha hecho acompañar este agosto de los reiterados anuncios de una tregua, auspiciada por DTrump, de cuya estabilidad mental y moral cabe dudar, y VPutin, el criminal que ordenó la invasión de Ucrania. De modo que, en paralelo, el lector se preguntará también: ¿y para ese reparto obsceno de territorio y recursos naturales ha muerto Victoria Amélina y con ella los cerca de cincuenta mil compatriotas suyos que han dado su vida por la libertad?. Apenas unas horas después de la explosión HAbad envió una foto a su mujer, a sus hijos y a unos pocos amigos. Sabiendo que la noticia daría la vuelta al mundo, trató con ella de adelantarse y anunciarles que él seguía con vida. Lleva la camisa y la chaqueta blanca con manchas negras de sangre, y su rostro también. No sabe cómo han llegado ahí, pues él ha salido ileso.. Su expresión es de infinito abatimiento, y parece ido de este mundo, en realidad como si hubiera vuelto del otro por milagro. Esa foto no se publica sin embargo en un libro donde hay tantas de los protagonistas y de los escenarios de esos días. Por pudor, sin duda. Lo ha escrito alguien honesto y bueno. Consciente del alto precio que ha pagado por ello, implora al destino, en cuyas manos estamos todos «ahora y en la hora de nuestra muerte».
La Lectura // elmundo
¿Qué convierte una crónica en literatura? Es algo indecidible. ‘Ahora y en la hora’, de Abad Faciolince, es un libro dificilísimo de escribir y tan fácil de leer que cuesta no acabarlo de un tirón Leer
¿Qué convierte una crónica en literatura? Es algo indecidible. ‘Ahora y en la hora’, de Abad Faciolince, es un libro dificilísimo de escribir y tan fácil de leer que cuesta no acabarlo de un tirón Leer