No cuesta visualizar a Colita, probablemente con una copa en la mano, de sobremesa con sus amigas, diciendo: «Cuando eres culto comes mejor, bebes mejor y follas mejor. Rompamos una lanza por la cultura, que no tiene más que ventajas». Daría un trago a su vaso y seguiría citando a Bertold Brecht o comentando lo mucho que le había gustado la última foto de Emilio Morenatti en la portada del New York Times o recordando alguna anécdota de esas manis que acababan con los grises persiguiendo a los manifestantes por La Rambla. Esa frase es una de sus muchas sentencias brillantes, casi aforismos de sabiduría popular cargados de mordacidad (a menudo con tacos de por medio) y cierra la magna exposición Colita. Arte y parte, la apuesta del año del centro Niemeyer, con más de 100 imágenes de la fotógrafa que construyó parte de la historia visual de España.. Colita falleció un fin de año, el 31 de diciembre de 2023 antes de las campanadas, como si quisiera celebrar la fiesta en otro lugar. Tenía 83 años. Pero sus fotografías son memoria viva, la de los años 60 y 70, muchas ya convertidas en iconos: la mítica portada del Mediterráneo de Joan Manuel Serrat, la divertida imagen de Gabriel García Márquez con Cien años de soledad en la cabeza cual sombrero, el retrato de Orson Welles guiñando un ojo (que consiguió en menos de media hora), el poderoso rostro de Carmen Amaya… En 2014 le concedieron el Premio Nacional de Fotografía, que rechazó por venir de manos del ministro Wert. Así era ella, rebelde por sus causas.. Colita nació como Isabel Steva Hernández en el verano de 1940 pero su padre le contó eso de que los niños salían de debajo de una col -versión alternativa de la cigüeña-y se quedó con el apodo de Colita. Poco después de terminar el colegio entró en el estudio de Xavier Miserachs, donde trabajó un año, aprendió la técnica y se rodeó de los mejores fotógrafos de la época: Oriol Maspons,Leopoldo Pomés, el gran Francesc Català-Roca, con el que solía almorzar o cenar casi a diario… «La primera fui yo, eso es indudable», solía decir ella, que quiso hacer lo mismo que ellos. Solo Joana Biarnés (1935-2018) se le adelantó unos años, aunque su excelente trabajo no haya sido reivindicado hasta hace poco.. Carmen Amaya con abrigo en el rodaje de ‘Los Tarantos’, en 1963.ARCHIVO COLITA. Con solo 22 años, Colita experimentó su epifanía, su momento Stendhal, viendo bailar a Carmen Amaya. En 1962, le encargaron fotografiar el rodaje de la película Los Tarantos, de Francesc Rovira Beleta, un drama gitano a medio camino entre Romeo y Julieta y Bodas de sangre: el clan de los Tarantos contra sus rivales los Zorongos. Amaya ya era una estrella internacional, había actuado varias veces en la Casa Blanca ante un admirado Franklin Roosevelt y volvía de una gira por México. Colita fue a recibirla al aeropuerto y la retrató bajando del avión cual diva de la ópera, con un aura a lo María Callas flamenca.. Con ella se introdujo en el Somorrostro, la mísera playa de gitanos y pescadores donde nacieron los Amaya, y en las barracas de Montjuïc, entonces una favela de chabolas de los inmigrantes que huían de la miseria del campo. La joven Colita lo captó todo: la poderosa mirada de fuego de Carmen, su baile de pies descalzos (incluso en la imagen congelada se percibe esa furia visceral), los niños andrajosos, las abuelas gitanas… Durante un descanso, Carmen se arrancó a bailar porque sí, porque le salía de las entrañas y Colita siempre recordaría esa «emoción hasta el llanto», ese «deslumbramiento».. Los Tarantos fue un éxito, llegó a ser nominada a los Oscar y se convirtió en el testamento de Amaya. Gravemente enferma por una insuficiencia renal, falleció poco después de su estreno, a los 45 años. «Amaya fue una de las mujeres más importantes de su vida, fueron amigas, le compró su primera serie de fotos y le abrió el alma al flamenco y a su mundo», destaca Francesc Polop, comisario de la exposición, heredero y gestor del legaddo de Colita tras ser su íntimo colaborador durante los últimos lustros.. Gabriel García Márquez con ‘Cien años de soledad’ en la cabeza, en 1969.ARCHIVO COLITA. Tocada por el duende de Amaya, Colita recorrería tablaos y patios, de Madrid a Utrera, capturando con la misma dignidad a un pobre chiquillo con un pan bajo el brazo como a Paco de Lucía con foulard y cadena de oro al cuello. Pero Colita tocó todos los palos. Y esa es la idea de la exposición que, sin ser una retrospectiva canónica, sintetiza a la fotógrafa desde la mirada de sus retratados.«La idea era abordar a Colita desde el arte, así que escogí seis momentos con seis personajes clave que explican su relación con la literatura, la música, el cine…», cuenta Polop.. Lo primero que ve el espectador al entrar en el Niemeyer es el rostro de la gran Amaya en un vinilo de casi cinco metros, que abre la sección flamenca. Después viene Gabriel García Márquez y una impresionante galería de escritores, tanto los del Boom latinoamericano (ahí está un atractivo Mario Vargas Llosa o José Donoso) como los de la Gauche Divine: Juan Marsé sin camiseta exhalando humo, un principesco Jaime Gil de Biedma, un sensual Terenci Moix descamisado con un pañuelo de leopardo cual corbata… Y se percibe un amor especial al retratar a las escritoras, como la instantánea maravillosa de Ana María Matute en una comida en su casa de Sitges, entre botellas medio vacías (aquí podría haber dicho Colita lo de que los cultos beben y follan mejor, llevándose Matute la mano a la frente), o un primerísimo primer plano de Ana María Moix a los 25 años, que desde la inocencia y tan solo entreabiendo ligeramente los labios resulta más sensual que su hermano Terenci…. Ana María Matute en Sitges, en 1974.ARCHIVO COLITA. «Para Colita la cultura tenía que ser sexy, divertida, interesante y sin llegar a pontificar. Establecía una relación especial con la gente a la que fotografiaba:se divertían, se entregaban a ella», añade Polop. Basta ver el álbum de Serrat, uno de sus grandes amigos al que llamaba tete:tirado en la playa, jugando con el perro, un día de verano con los niños, coqueteando con una estatua de mármol… «Hay muchas más… Solo los retratos de Serrat darían para una exposición entera», señala Polop.. La muestra sigue con Joan Miró en plena performance, un anciano Salvador Dalí con un retrato del flamante rey Juan Carlos detrás, Montserrat Caballé en el Liceu antes del incendio del 94, Víctor Manuel y Ana Belén cuando se conocieron en la película Morbo (1972) de Gonzalo Suárez…. Ana María Moix, a los 25 años.ARCHIVO COLITA. Através de Ocaña, el artista-travesti más transgresor de la Barcelona canalla (la de abajo, no la del Bocaccio), se despliegan las fotos políticas: el funeral de Franco, la concentración del 76 contra la Ley de Adulterio que sólo castigaba a las mujeres (fantástica Maruja Torres con su traje de rayas y un cartel de Yo también soy adúltera junto a Montserrat Roig, pitillo en mano), la primera mani gay del 77, la movilización del 79 por el derecho al aborto (que se obtendría en 1985)… Colita siempre estuvo en primera línea. E incluso en sus imágenes más políticas late ese duende, esa pasión tan Carmen Amaya.
La Lectura // elmundo
Sus fotos ya son iconos, del ‘Mediterráneo’ de Serrat a los retratos de Carmen Amaya. El Centro Niemeyer celebra su legado con una gran exposición con más de 100 imágenes Leer
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