Las catedrales, subraya Ken Follett (Cardiff, 74 años), cuentan muchas cosas. La de Notre Dame, icono de la cultura europea, aún más. No solo por el contexto histórico en que se erigió, sino por su impresionante restauración tras el devastador incendio de 2019. El escritor británico no se ha querido perder la ceremonia de reapertura del monumento parisino este sábado. Tal vez le dé ideas para un próximo libro. Desde la capital francesa, recuerda el esfuerzo colectivo que supuso la construcción de estos imponentes edificios. Como la creación de una película o el lanzamiento de un cohete a la Luna. “Lo hacen cientos de personas”, recalca en una entrevista con EL PAÍS antes de la reinauguración. “El otro aspecto en el que se parecen un lanzamiento a la Luna y una catedral es que ambos son tecnología punta”, añade.. La pasión del autor británico por estos templos inspiró su novela más famosa, Los pilares de la tierra, con cerca de 200 millones de ejemplares vendidos. La trama, ambientada en el siglo XII, gira justamente alrededor de la construcción de una catedral medieval ficticia. Para escribirla, estudió todo lo que pudo sobre estas edificaciones góticas. Su estructura, la manera en que se construyeron, su uso y hasta su lugar en el imaginario colectivo. “En la Edad Media, una catedral era como un centro de reuniones. La gente venía para recibir buenos servicios. La ciudad ganaba dinero porque los peregrinos venían y compraban por ejemplo cerveza. También tenían que dormir en algún lugar y compraban recuerdos. Igual que los turistas de hoy”, explica el escritor.. A unos metros de la entrevista se alza Notre Dame. Los policías instalan vallas metálicas que servirán para delimitar el espacio de seguridad. Los turistas, numerosos, se paran para admirar la catedral desde uno de los puentes del Sena y sacan una última foto antes de su reapertura. Cerca de 40 jefes de Estado y de Gobierno se han desplazado a París para asistir a la ceremonia, además de figuras de otros ámbitos de la sociedad y de la cultura como Follett. Como buen novelista, imagina el momento. “Me gusta la idea de tener al presidente de la República afuera, dando el discurso, y luego teniendo que tocar la puerta. Creo que es lo que pasará. Tocará la puerta, y las puertas se abrirán para que entre. Y entraremos todos detrás de él, espero. Eso estaría bien en un libro. Sería una gran escena dramática. Así que sí, ¡puede que me lo robe!”. Las catedrales, señala, siempre han tenido un aspecto político. “En el periodo medieval había tensiones entre la Iglesia y el Rey, en Francia y en Inglaterra. Porque ambos eran muy ricos y muy poderosos. El Rey tenía un palacio, pero el obispo tenía una catedral. Además, los únicos que podían limitar el poder del Rey eran los sacerdotes. Nadie más. Los obispos o abades podían decirle no, lo que a veces generaba conflictos”, detalla. En diciembre de 1804, Napoleón se coronó como emperador de los franceses en Notre Dame. Más de un siglo después, durante la liberación de París en agosto de 1944, el general Charles de Gaulle acudió a la catedral junto a otros líderes de la resistencia para asistir a un Te Deum. Las crónicas de la época describen un tiroteo que apuntó a su figura, pero finalmente fue aplacado por las fuerzas de seguridad.. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha hecho de la reconstrucción de Notre Dame su gran obra. Pero su reapertura se produce en plena crisis política, tras la caída del Gobierno en una moción de censura. El día del incendio, el 15 de abril de 2019, el mandatario se presentó en el lugar y prometió reconstruirla en apenas cinco años. Follett siguió las noticias en televisión. “Creo que pensé que si quedaba totalmente destruida iba a ser el fin”, recuerda el escritor galés. “El fin de algo que ha perdurado desde hace 800 años. De algo que pensábamos que era eterno”, ahonda.. Tras la catástrofe, Follett escribió Notre Dame (Plaza & Janés, 2019), un libro que recoge la historia y la importancia de la catedral. Los derechos de autor han sido donados a la Fondation du Patrimoine, una organización que trabaja para salvaguardar el patrimonio local. En la obra, el autor dedica una parte al esfuerzo colectivo que supuso la construcción de las catedrales. “Es como una película. Nunca lo hace una sola persona, y las catedrales igual”, apunta. También lo compara con el lanzamiento de un cohete a la Luna, que tiene cientos de personas atrás. Ambas, recalca, son también “tecnología punta”. “Los masones hacían cosas nuevas, inventaban nuevas formas de construir que nunca se habían hecho antes, así que en realidad era alta tecnología. Las catedrales son high tech”, se ríe.. Recuerda que los constructores eran trabajadores nómadas que viajaban de ciudad en ciudad por todo el continente en busca de trabajo. De esa manera se difundían innovaciones técnicas y de estilo, como el cambio de arcos de medio punto a arcos apuntados. También participaron mujeres, escribe Follett, citando el trabajo del historiador francés Jean Gimpel, quien para su obra Les bâtisseurs de cathédrales [Los constructores de catedrales, en español] consultó el registro fiscal de la municipalidad de París del siglo XIII y encontró muchos nombres de mujeres en la lista de artesanos que pagaban impuestos.. Al autor le impresiona el hecho de que se construyeran tales proezas cuando aún se carecía de conocimientos matemáticos para calcular el estado tensional de tales estructuras. “Lo hacían siempre al azar. Algunas catedrales se cayeron, por supuesto. Beauvais se cayó dos veces, así que cometieron muchos errores, pero la mayoría de las veces acertaron. Es asombroso cuántas veces acertaron”, indica.. Pero también le emociona pensar que cuando uno entra en una catedral, se sienta, escucha la música o simplemente contempla la arquitectura, lo hace igual que hicieron muchos otros a lo largo de 800 años. “Es como una continuidad en la carrera humana”, reflexiona. Y añade: “Es importante parar. Incluso si amas tu trabajo. Es importante estarse quieto y no hacer nada. Ni siquiera ver la televisión ni escuchar música. En realidad es meditación”.. —¿Y las catedrales pueden ayudar?. —Absolutamente. Es el lugar perfecto.. Seguir leyendo
El autor británico, que noveló la construcción de un gran templo medieval en ‘Los pilares de la tierra’, asiste en París a la ceremonia de reapertura de Notre Dame
Las catedrales, subraya Ken Follett (Cardiff, 74 años), cuentan muchas cosas. La de Notre Dame, icono de la cultura europea, aún más. No solo por el contexto histórico en que se erigió, sino por su impresionante restauración tras el devastador incendio de 2019. El escritor británico no se ha querido perder la ceremonia de reapertura del monumento parisino este sábado. Tal vez le dé ideas para un próximo libro. Desde la capital francesa, recuerda el esfuerzo colectivo que supuso la construcción de estos imponentes edificios. Como la creación de una película o el lanzamiento de un cohete a la Luna. “Lo hacen cientos de personas”, recalca en una entrevista con EL PAÍS antes de la reinauguración. “El otro aspecto en el que se parecen un lanzamiento a la Luna y una catedral es que ambos son tecnología punta”, añade.. La pasión del autor británico por estos templos inspiró su novela más famosa, Los pilares de la tierra, con cerca de 200 millones de ejemplares vendidos. La trama, ambientada en el siglo XII, gira justamente alrededor de la construcción de una catedral medieval ficticia. Para escribirla, estudió todo lo que pudo sobre estas edificaciones góticas. Su estructura, la manera en que se construyeron, su uso y hasta su lugar en el imaginario colectivo. “En la Edad Media, una catedral era como un centro de reuniones. La gente venía para recibir buenos servicios. La ciudad ganaba dinero porque los peregrinos venían y compraban por ejemplo cerveza. También tenían que dormir en algún lugar y compraban recuerdos. Igual que los turistas de hoy”, explica el escritor.. Más información. El interior de la catedral de Notre Dame tras su restauración, en imágenes. A unos metros de la entrevista se alza Notre Dame. Los policías instalan vallas metálicas que servirán para delimitar el espacio de seguridad. Los turistas, numerosos, se paran para admirar la catedral desde uno de los puentes del Sena y sacan una última foto antes de su reapertura. Cerca de 40 jefes de Estado y de Gobierno se han desplazado a París para asistir a la ceremonia, además de figuras de otros ámbitos de la sociedad y de la cultura como Follett. Como buen novelista, imagina el momento. “Me gusta la idea de tener al presidente de la República afuera, dando el discurso, y luego teniendo que tocar la puerta. Creo que es lo que pasará. Tocará la puerta, y las puertas se abrirán para que entre. Y entraremos todos detrás de él, espero. Eso estaría bien en un libro. Sería una gran escena dramática. Así que sí, ¡puede que me lo robe!”. Las catedrales, señala, siempre han tenido un aspecto político. “En el periodo medieval había tensiones entre la Iglesia y el Rey, en Francia y en Inglaterra. Porque ambos eran muy ricos y muy poderosos. El Rey tenía un palacio, pero el obispo tenía una catedral. Además, los únicos que podían limitar el poder del Rey eran los sacerdotes. Nadie más. Los obispos o abades podían decirle no, lo que a veces generaba conflictos”, detalla. En diciembre de 1804, Napoleón se coronó como emperador de los franceses en Notre Dame. Más de un siglo después, durante la liberación de París en agosto de 1944, el general Charles de Gaulle acudió a la catedral junto a otros líderes de la resistencia para asistir a un Te Deum. Las crónicas de la época describen un tiroteo que apuntó a su figura, pero finalmente fue aplacado por las fuerzas de seguridad.. Ken Follett, en el jardin René Viviani de París, el jueves.Louisa Ben. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha hecho de la reconstrucción de Notre Dame su gran obra. Pero su reapertura se produce en plena crisis política, tras la caída del Gobierno en una moción de censura. El día del incendio, el 15 de abril de 2019, el mandatario se presentó en el lugar y prometió reconstruirla en apenas cinco años. Follett siguió las noticias en televisión. “Creo que pensé que si quedaba totalmente destruida iba a ser el fin”, recuerda el escritor galés. “El fin de algo que ha perdurado desde hace 800 años. De algo que pensábamos que era eterno”, ahonda.. Tras la catástrofe, Follett escribió Notre Dame (Plaza & Janés, 2019), un libro que recoge la historia y la importancia de la catedral. Los derechos de autor han sido donados a la Fondation du Patrimoine, una organización que trabaja para salvaguardar el patrimonio local. En la obra, el autor dedica una parte al esfuerzo colectivo que supuso la construcción de las catedrales. “Es como una película. Nunca lo hace una sola persona, y las catedrales igual”, apunta. También lo compara con el lanzamiento de un cohete a la Luna, que tiene cientos de personas atrás. Ambas, recalca, son también “tecnología punta”. “Los masones hacían cosas nuevas, inventaban nuevas formas de construir que nunca se habían hecho antes, así que en realidad era alta tecnología. Las catedrales son high tech”, se ríe.. Recuerda que los constructores eran trabajadores nómadas que viajaban de ciudad en ciudad por todo el continente en busca de trabajo. De esa manera se difundían innovaciones técnicas y de estilo, como el cambio de arcos de medio punto a arcos apuntados. También participaron mujeres, escribe Follett, citando el trabajo del historiador francés Jean Gimpel, quien para su obra Les bâtisseurs de cathédrales [Los constructores de catedrales, en español] consultó el registro fiscal de la municipalidad de París del siglo XIII y encontró muchos nombres de mujeres en la lista de artesanos que pagaban impuestos.. Al autor le impresiona el hecho de que se construyeran tales proezas cuando aún se carecía de conocimientos matemáticos para calcular el estado tensional de tales estructuras. “Lo hacían siempre al azar. Algunas catedrales se cayeron, por supuesto. Beauvais se cayó dos veces, así que cometieron muchos errores, pero la mayoría de las veces acertaron. Es asombroso cuántas veces acertaron”, indica.. Pero también le emociona pensar que cuando uno entra en una catedral, se sienta, escucha la música o simplemente contempla la arquitectura, lo hace igual que hicieron muchos otros a lo largo de 800 años. “Es como una continuidad en la carrera humana”, reflexiona. Y añade: “Es importante parar. Incluso si amas tu trabajo. Es importante estarse quieto y no hacer nada. Ni siquiera ver la televisión ni escuchar música. En realidad es meditación”.. —¿Y las catedrales pueden ayudar?. —Absolutamente. Es el lugar perfecto.. Babelia. 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