Los napolitanos ven Nápoles como un problema; los turistas, como una especie de misterio. Es un problema misterioso, no cabe duda. La ciudad, que cumplirá 2.500 años en 2025, ha visto dispararse el turismo masivo: un aumento del 33% desde 2021, con 14 millones de visitantes este año. Después de Roma, es donde más tiempo están los turistas en Italia, una media de tres días, síntoma de que se percibe que requiere tiempo. Como en otras ciudades italianas, el turismo está logrando desfigurar incluso Nápoles, que parecía inalterable. Pero la paradoja es que, cuanta más gente va a visitarla, más difícil es de conocer; se oculta cada vez más en sus estereotipos. Descifrar Nápoles es uno de esos retos recurrentes de la humanidad, un desafío literario de primer orden, como asomarse al propio Vesubio. Pero su encanto es eterno. La saga de cuatro libros de Elena Ferrante, que transcurre en la ciudad y tiene millones de lectores en todo el mundo, ha sido elegida este verano como la mejor novela del siglo por The New York Times. Es paradójico, porque Ferrante es otro enigma, es un seudónimo, el autor es un misterio.. Nápoles también recibirá esta semana a los Reyes de España, y la Universidad Federico II concede el jueves el doctorado honoris causa a Felipe VI, un gesto cargado de simbolismo para una ciudad que fue aragonesa en el siglo XV, luego española durante dos siglos y borbónica hasta el XIX. Tiene una profunda relación con España que, sin embargo, ha sido muy olvidada. Para el lector español, la ciudad es aún más enigmática porque algunos de los títulos esenciales para intentar comprenderla se conocen poco, o incluso no están traducidos.. En realidad, los propios napolitanos se sienten abrumados o desbordados por la ciudad. Sus contrastes la hacen inabarcable, de lo soleado a lo tenebroso, de la musicalidad a la brutalidad, de lo barroco a lo mísero. Y dominando todo, la presencia inquietante de un volcán. No son pocas las veces que ha sido un extraño, un viajero, un forastero, el que ha tenido la distancia para describirla. “Sí, hay cosas que nosotros ni siquiera vemos, ni entendemos, porque para nosotros son normales”, explica Antonio Ferrieri, de la histórica librería Colonnese, abierta desde 1965 en la calle San Pietro a Majella, en el centro. Muy cerca, en la plaza del Gesù Nuovo, está otra librería emblemática, Dante & Descartes: “Nos sentimos como en medio de un parque temático, la ciudad está perdiendo su alma”, lamenta Giancarlo di Maio. A ellos y a algunas personalidades de la ciudad hemos pedido consejo sobre qué libros recomendarían para conocer de verdad la ciudad.. La ciudad, que fue aragonesa en el siglo XV y borbónica hasta el XIX, tiene una profunda relación con España que ha sido muy olvidada. El primer referente suele ser Goethe, las páginas de Nápoles de su Viaje a Italia. Lo recomienda, por ejemplo, Eike Schmidt, alemán con nacionalidad italiana y director desde este año del Museo de Capodimonte. “Sigue diciendo cosas muy actuales”, apunta, y opina lo mismo de los textos del filósofo napolitano del siglo XVIII Giambattista Vico. La ciudad era la etapa más exótica y arrebatadora del grand tour, el viaje que desde el siglo XVIII toda persona culta debía hacer a Italia. La lista de personalidades que dejaron escritas sus impresiones es interminable, siempre una fascinación entre la seducción rendida y el horror visceral. El propio marqués de Sade (Viaje a Nápoles, Alhena) hablaba indignado de la depravación de la ciudad, y era el marqués de Sade. “Es la única ciudad de Oriente en la que no hay un barrio residencial para europeos”, ironizó el periodista y escritor Edoardo Scarfoglio. Walter Benjamin fue otro visitante perspicaz a quien la ciudad le marcó y que supo leerla. En Nápoles (Casimiro) acuñó un adjetivo, el de la ciudad “porosa”, que ha acabado convirtiéndose en otro estereotipo. Schmidt también señala un libro reciente, aún sin traducción en España, sobre la estancia de Adorno en Nápoles, de Martin Mittelmeier.. Scarfoglio fundó en 1892 Il Mattino, que sigue siendo el periódico de Nápoles. Lo hizo con su esposa, Matilde Serao, una de las primeras autoras modernas obligadas para entender Nápoles. Publicó en 1884 El vientre de Nápoles (Gallo Negro), desolada por una epidemia de cólera. Es una investigación de denuncia sobre la miseria de la ciudad, la vida de los más pobres en barrios de condiciones inhumanas, y los posteriores intentos de cubrirla con operaciones urbanísticas de fachada. Es el paradigma inicial del relato sobre la verdad oscura de la ciudad, por debajo de los colores de la postal, y de la existencia de una Nápoles de los de arriba, la alta burguesía, y otra de los de abajo, el popolino. Con el mismo trasfondo de la epidemia un médico sueco que fue a ayudar, Axel Munthe, resumió sus vivencias en La città dolente (la ciudad doliente), sin traducir en España, aunque es más conocido por La historia de San Michele, los recuerdos de su vida en Capri.. Prueba de la dificultad de contar Nápoles desde la ficción, es que abundan las obras de referencia que son de corte periodístico, documental o autobiográfico. La ciudad ha sido más abordable desde la poesía y el teatro que en la novela, como si fuera una empresa imposible encerrarla en un relato, o inventar algo que no se quedara corto. Además, no solo es una ciudad difícil de comprender, sino que a menudo convierte a los escritores que lo intentan en autores incomprendidos en la ciudad, rechazados.. En los años veinte apareció por allí el escritor español más inclasificable, quizá el más idóneo para la ciudad: Ramón Gómez de la Serna, que se instaló en 1926 en el número 185 de Riviera de Chiaia. Se entendió inmediatamente con Nápoles, dijo que quería quedarse a vivir allí para siempre. Publicó al año siguiente una novela, La mujer de ámbar, ambientada en la ciudad, pero José Vicente Quirante Rives, director del Instituto Cervantes en Nápoles entre 2005 y 2010, prefiere un relato corto, El hombre de la galería, que publicó en italiano con la editorial de la librería Dante & Descartes. “Se fijó en una galería que no es la famosa, la del centro, sino en otra más pequeña frente al museo arqueológico, que nunca despegó, más solitaria, y él supo captar esa melancolía y se inventó un relato precioso”, explica Quirante Rives. Cree que, entre los escritores españoles, “es sin duda el que más interés puso en entender la ciudad”.. Siempre ha persistido esta tensión entre contar la belleza de la ciudad y sus desgracias: la riqueza popular, la magia de su gente y la miseria secular. Entre los autores españoles, Ignacio Peyró, director del Instituto Cervantes en Roma desde hace dos años, también destaca la visión de Leandro Fernández de Moratín en Nápoles (Casimiro) y los escritos del duque de Rivas, que fue embajador en la ciudad de 1844 a 1851, con otro escritor, el joven Juan Valera, de agregado y discípulo durante dos años.. La Segunda Guerra Mundial es un momento clave que marca dramáticamente la historia de la ciudad, y de nuevo aparecen dos forasteros para contarla. Ambos fueron parte de las tropas aliadas y describen un paisaje humano devastado por el hambre y la pobreza: el británico Norman Lewis, en su ya clásico Nápoles 1944, y el toscano Curzio Malaparte, una especie de Céline italiano, en La piel (Galaxia Gutenberg), un relato brutal publicado en 1949 que le hizo ser odiado por toda la ciudad. Es uno de los imprescindibles que recomienda Roberto Saviano, por ejemplo.. Siempre ha persistido esta tensión entre contar la belleza de la ciudad y sus desgracias. Por un lado, la riqueza popular, la sabiduría de las calles, la magia de su gente. Por otro, males endémicos, miseria secular, corrupción, anarquía y violencia. Para acercarse al carácter único y profundo de la ciudad están, por ejemplo, Leyendas napolitanas, de Serao (Universidad de Salamanca), o Storie e leggende napoletane, del filósofo Benedetto Croce, sin traducción.. En oposición a La piel, por las mismas fechas apareció El oro de Nápoles, de 1947 (Caro Raggio), de Giuseppe Marotta, historias con una visión amable de la dura vida de la posguerra, exaltando la humanidad y el ingenio en la supervivencia del pueblo napolitano. Fue llevado al cine en 1954 por Vittorio De Sica, que adoraba Nápoles e intentó en varias películas atrapar el espíritu de la ciudad. Por ejemplo, en El juicio universal (1961), que cuenta cómo se toma la ciudad la noticia del fin del mundo anunciado para las seis de la tarde; el inolvidable primer episodio de Ayer, hoy y mañana (1963), y Matrimonio a la italiana (1964), basado en una obra de Eduardo De Filippo, el Shakespeare napolitano.. El actor Toni Servillo, conocido por su papel protagonista en La gran belleza, recomienda, directamente, “todo el teatro de Eduardo De Filippo y de Raffaele Viviani”. De Filippo, también un actor inmenso, despliega en sus obras toda la sutileza y hondura de la comedia y el drama que se mezclan en la vida en esta ciudad. Otro icono similar de Nápoles —su foto está en todas partes— es Totò, la máscara total, poco conocido en España, de nuevo, por ser intraducible, moverse en un código inaprensible para alguien de fuera. E igual sucede con un actor más moderno emblemático de la ciudad, Massimo Troisi, que internacionalmente se hizo conocido con El cartero y Pablo Neruda (1994).. En el otro lado, que se asoma a lo indecible, en 1953 causó escándalo en la ciudad El mar no baña Nápoles (Minúscula), de Anna Maria Ortese, relatos chejovianos de los barrios bajos, crónicas de la pobreza, y en su segunda parte, un retrato despiadado de la intelectualidad local. La polémica hizo que la escritora nunca más volviera a Nápoles, pero hoy se reivindica como otro de esos libros necesarios para comprender la ciudad.. No son pocas las veces que ha sido un extraño, un viajero, un forastero, el que ha tenido la distancia para describirla. Uno de esos intelectuales que aparecía en el libro era Raffaele La Capria, que en 1961 ganó el Premio Strega, el más prestigioso de Italia, con Herido de muerte (Parténope). Es otro título señalado de forma unánime. Lo ha traducido la pequeña editorial de Quirante Rives, enamorado de la ciudad y que ha publicado en España algunos títulos esenciales sobre Nápoles, pues está de acuerdo en que hay un gran desconocimiento sobre la ciudad. En su opinión, Herido de muerte es una obra maestra, “el gran libro para tener una mirada real de lo que es Nápoles, con una construcción prodigiosa”. También cita En el cuerpo de Nápoles, de Giuseppe Montesano, muy poco conocido en España. Toni Servillo también cree que es uno de los grandes escritores italianos y en enero estrena en el Teatro de la Comedia de Madrid una obra escrita por él, Tre modi per non morire. Servillo cita otro título suyo, En este mundo mentiroso. Las dos están editadas en Parténope.. El que fuera alcalde de Nápoles en los noventa, Antonio Bassolino, también señala L’armonia perduta (la armonía perdida), de La Capria, que “explica la fractura entre el pueblo y la burguesía”. La Capria es también una de las fuentes declaradas de inspiración del director de cine Paolo Sorrentino, que intentó llevar al cine Herido de muerte, pero abandonó el proyecto. Este mes estrena en España Parthenope, su película sobre su ciudad. Sorrentino es uno de esos napolitanos que se han ido de Nápoles, otro personaje napolitano en sí mismo, con una relación difícil con la ciudad, que la ama, pero no puede vivir allí. Tras retratar magistralmente Roma en La gran belleza (2013), tenía pendiente una película similar sobre Nápoles, un retrato definitivo de la ciudad. Parthenope, un éxito de taquilla, ha dividido Nápoles.. Otra novela que se repite en las recomendaciones es una recreación histórica de la ciudad a finales del XVIII, Il resto di niente, de Enzo Striano, de 1986, traducida en España como Nada de nada (Parténope). Roberto Saviano habla de ella con entusiasmo: “Es el gran relato de la única revolución italiana, en 1799, un libro fenomenal para comprender la Nápoles plebeya, el sueño revolucionario… Los intelectuales napolitanos inspiraron la Revolución Francesa, y como retorno, en Nápoles hubo la única revolución jacobina. Es el relato de una ciudad rebelde e indómita, siempre dividida entre revolución y contrarreforma”.. Entre los libros de las últimas décadas despunta otro extranjero, Thomas Belmonte, de nuevo con un libro casi documental, The Broken Fountain (la fontana rota), publicado en 1979, candidato al Pulitzer, traducido en Italia solo en 1997 y sin editar en España. Belmonte es un antropólogo estadounidense que llegó a Nápoles en 1974 y vivió un año en un barrio de la ciudad, sumergiéndose en la vida cotidiana de sus vecinos, en la obsesión por la supervivencia, entre la violencia y la ilegalidad. También hay un libro extraño, de culto, porque desapareció de la circulación por deseo de su autor. No se reeditó hasta su muerte, en 2013: Aguamala (1977), publicado en España por Acantilado, única novela del periodista Nicola Pugliese. Fue un hallazgo de Italo Calvino en Einaudi, a quien impresionó el texto, escrito en mes y medio.. La ciudad ha sido más abordable desde la poesía y el teatro que en la novela, como si fuera imposible encerrarla en un relato. En las últimas décadas han sobresalido Domenico Starnone y Erri De Luca, otros dos napolitanos que se han ido de allí. La obra de Starnone, a quien periódicamente se señala como el escritor que está detrás de Ferrante, junto a su esposa, Anita Raja, cosa que él niega, ha sido publicada por Lumen y ahora Altamarea edita una de sus novelas más aclamadas, Via Gemito, de 2001. Starnone, otro de los consultados, recomienda tres libros que tampoco se encuentran en castellano: Mistero napoletano (1995), de Ermanno Rea, y L’ abusivo (2001), de Antonio Franchini, junto a otro del mismo autor publicado este año, Il fuoco che ti porti dentro. De Luca, por su parte, ha explorado su infancia en la ciudad en Aquí no, ahora no (1989); Montedidio (2002), y Napòlide (2014) traducido en España en 2023 como Napátrida: volver a Nápoles (Periférica). Se fue de la ciudad con 18 años, pero cuenta en este último libro que según se alejaba el tren “la ciudad se me iba metiendo bajo la piel como un anzuelo de pesca”.. En este siglo aún resuena el aldabonazo que supuso Gomorra (2006), de Saviano, otra denuncia contra corriente de lo que se movía en el mundo subterráneo, y de nuevo criticado y perseguido por ello. Entre los autores más recientes están Gianni Solla, de quien Tusquets acaba de publicar El ladrón de cuadernos, y dos escritores muy populares en Italia, porque además sus sagas se han convertido en serie televisiva: Maurizio De Giovanni y su comisario Ricciardi; y Diego De Silva y su abogado Vincenzo Malinconico. Otros dos personajes moviéndose en el caos, intentando comprenderlo.. Seguir leyendo
La ciudad italiana, excesiva y abrumadora, sigue siendo un misterio más allá de los estereotipos. Retratarla bien es el gran reto de los escritores. De Roberto Saviano a Toni Servillo, grandes nombres de la cultura napolitana recomiendan sus libros favoritos sobre su lugar de nacimiento
Los napolitanos ven Nápoles como un problema; los turistas, como una especie de misterio. Es un problema misterioso, no cabe duda. La ciudad, que cumplirá 2.500 años en 2025, ha visto dispararse el turismo masivo: un aumento del 33% desde 2021, con 14 millones de visitantes este año. Después de Roma, es donde más tiempo están los turistas en Italia, una media de tres días, síntoma de que se percibe que requiere tiempo. Como en otras ciudades italianas, el turismo está logrando desfigurar incluso Nápoles, que parecía inalterable. Pero la paradoja es que, cuanta más gente va a visitarla, más difícil es de conocer; se oculta cada vez más en sus estereotipos. Descifrar Nápoles es uno de esos retos recurrentes de la humanidad, un desafío literario de primer orden, como asomarse al propio Vesubio. Pero su encanto es eterno. La saga de cuatro libros de Elena Ferrante, que transcurre en la ciudad y tiene millones de lectores en todo el mundo, ha sido elegida este verano como la mejor novela del siglo por The New York Times. Es paradójico, porque Ferrante es otro enigma, es un seudónimo, el autor es un misterio.
Nápoles también recibirá esta semana a los Reyes de España, y la Universidad Federico II concede el jueves el doctorado honoris causa a Felipe VI, un gesto cargado de simbolismo para una ciudad que fue aragonesa en el siglo XV, luego española durante dos siglos y borbónica hasta el XIX. Tiene una profunda relación con España que, sin embargo, ha sido muy olvidada. Para el lector español, la ciudad es aún más enigmática porque algunos de los títulos esenciales para intentar comprenderla se conocen poco, o incluso no están traducidos.
En realidad, los propios napolitanos se sienten abrumados o desbordados por la ciudad. Sus contrastes la hacen inabarcable, de lo soleado a lo tenebroso, de la musicalidad a la brutalidad, de lo barroco a lo mísero. Y dominando todo, la presencia inquietante de un volcán. No son pocas las veces que ha sido un extraño, un viajero, un forastero, el que ha tenido la distancia para describirla. “Sí, hay cosas que nosotros ni siquiera vemos, ni entendemos, porque para nosotros son normales”, explica Antonio Ferrieri, de la histórica librería Colonnese, abierta desde 1965 en la calle San Pietro a Majella, en el centro. Muy cerca, en la plaza del Gesù Nuovo, está otra librería emblemática, Dante & Descartes: “Nos sentimos como en medio de un parque temático, la ciudad está perdiendo su alma”, lamenta Giancarlo di Maio. A ellos y a algunas personalidades de la ciudad hemos pedido consejo sobre qué libros recomendarían para conocer de verdad la ciudad.
La ciudad, que fue aragonesa en el siglo XV y borbónica hasta el XIX, tiene una profunda relación con España que ha sido muy olvidada
El primer referente suele ser Goethe, las páginas de Nápoles de su Viaje a Italia. Lo recomienda, por ejemplo, Eike Schmidt, alemán con nacionalidad italiana y director desde este año del Museo de Capodimonte. “Sigue diciendo cosas muy actuales”, apunta, y opina lo mismo de los textos del filósofo napolitano del siglo XVIII Giambattista Vico. La ciudad era la etapa más exótica y arrebatadora del grand tour, el viaje que desde el siglo XVIII toda persona culta debía hacer a Italia. La lista de personalidades que dejaron escritas sus impresiones es interminable, siempre una fascinación entre la seducción rendida y el horror visceral. El propio marqués de Sade (Viaje a Nápoles, Alhena) hablaba indignado de la depravación de la ciudad, y era el marqués de Sade. “Es la única ciudad de Oriente en la que no hay un barrio residencial para europeos”, ironizó el periodista y escritor Edoardo Scarfoglio. Walter Benjamin fue otro visitante perspicaz a quien la ciudad le marcó y que supo leerla. En Nápoles (Casimiro) acuñó un adjetivo, el de la ciudad “porosa”, que ha acabado convirtiéndose en otro estereotipo. Schmidt también señala un libro reciente, aún sin traducción en España, sobre la estancia de Adorno en Nápoles, de Martin Mittelmeier.
Scarfoglio fundó en 1892 Il Mattino, que sigue siendo el periódico de Nápoles. Lo hizo con su esposa, Matilde Serao, una de las primeras autoras modernas obligadas para entender Nápoles. Publicó en 1884 El vientre de Nápoles (Gallo Negro), desolada por una epidemia de cólera. Es una investigación de denuncia sobre la miseria de la ciudad, la vida de los más pobres en barrios de condiciones inhumanas, y los posteriores intentos de cubrirla con operaciones urbanísticas de fachada. Es el paradigma inicial del relato sobre la verdad oscura de la ciudad, por debajo de los colores de la postal, y de la existencia de una Nápoles de los de arriba, la alta burguesía, y otra de los de abajo, el popolino. Con el mismo trasfondo de la epidemia un médico sueco que fue a ayudar, Axel Munthe, resumió sus vivencias en La città dolente (la ciudad doliente), sin traducir en España, aunque es más conocido por La historia de San Michele, los recuerdos de su vida en Capri.
Prueba de la dificultad de contar Nápoles desde la ficción, es que abundan las obras de referencia que son de corte periodístico, documental o autobiográfico. La ciudad ha sido más abordable desde la poesía y el teatro que en la novela, como si fuera una empresa imposible encerrarla en un relato, o inventar algo que no se quedara corto. Además, no solo es una ciudad difícil de comprender, sino que a menudo convierte a los escritores que lo intentan en autores incomprendidos en la ciudad, rechazados.
En los años veinte apareció por allí el escritor español más inclasificable, quizá el más idóneo para la ciudad: Ramón Gómez de la Serna, que se instaló en 1926 en el número 185 de Riviera de Chiaia. Se entendió inmediatamente con Nápoles, dijo que quería quedarse a vivir allí para siempre. Publicó al año siguiente una novela, La mujer de ámbar, ambientada en la ciudad, pero José Vicente Quirante Rives, director del Instituto Cervantes en Nápoles entre 2005 y 2010, prefiere un relato corto, El hombre de la galería, que publicó en italiano con la editorial de la librería Dante & Descartes. “Se fijó en una galería que no es la famosa, la del centro, sino en otra más pequeña frente al museo arqueológico, que nunca despegó, más solitaria, y él supo captar esa melancolía y se inventó un relato precioso”, explica Quirante Rives. Cree que, entre los escritores españoles, “es sin duda el que más interés puso en entender la ciudad”.
Siempre ha persistido esta tensión entre contar la belleza de la ciudad y sus desgracias: la riqueza popular, la magia de su gente y la miseria secular
Entre los autores españoles, Ignacio Peyró, director del Instituto Cervantes en Roma desde hace dos años, también destaca la visión de Leandro Fernández de Moratín en Nápoles (Casimiro) y los escritos del duque de Rivas, que fue embajador en la ciudad de 1844 a 1851, con otro escritor, el joven Juan Valera, de agregado y discípulo durante dos años.
La Segunda Guerra Mundial es un momento clave que marca dramáticamente la historia de la ciudad, y de nuevo aparecen dos forasteros para contarla. Ambos fueron parte de las tropas aliadas y describen un paisaje humano devastado por el hambre y la pobreza: el británico Norman Lewis, en su ya clásico Nápoles 1944, y el toscano Curzio Malaparte, una especie de Céline italiano, en La piel (Galaxia Gutenberg), un relato brutal publicado en 1949 que le hizo ser odiado por toda la ciudad. Es uno de los imprescindibles que recomienda Roberto Saviano, por ejemplo.
Siempre ha persistido esta tensión entre contar la belleza de la ciudad y sus desgracias. Por un lado, la riqueza popular, la sabiduría de las calles, la magia de su gente. Por otro, males endémicos, miseria secular, corrupción, anarquía y violencia. Para acercarse al carácter único y profundo de la ciudad están, por ejemplo, Leyendas napolitanas, de Serao (Universidad de Salamanca), o Storie e leggende napoletane, del filósofo Benedetto Croce, sin traducción.
En oposición a La piel, por las mismas fechas apareció El oro de Nápoles, de 1947 (Caro Raggio), de Giuseppe Marotta, historias con una visión amable de la dura vida de la posguerra, exaltando la humanidad y el ingenio en la supervivencia del pueblo napolitano. Fue llevado al cine en 1954 por Vittorio De Sica, que adoraba Nápoles e intentó en varias películas atrapar el espíritu de la ciudad. Por ejemplo, en El juicio universal (1961), que cuenta cómo se toma la ciudad la noticia del fin del mundo anunciado para las seis de la tarde; el inolvidable primer episodio de Ayer, hoy y mañana (1963), y Matrimonio a la italiana (1964), basado en una obra de Eduardo De Filippo, el Shakespeare napolitano.
El actor Toni Servillo, conocido por su papel protagonista en La gran belleza, recomienda, directamente, “todo el teatro de Eduardo De Filippo y de Raffaele Viviani”. De Filippo, también un actor inmenso, despliega en sus obras toda la sutileza y hondura de la comedia y el drama que se mezclan en la vida en esta ciudad. Otro icono similar de Nápoles —su foto está en todas partes— es Totò, la máscara total, poco conocido en España, de nuevo, por ser intraducible, moverse en un código inaprensible para alguien de fuera. E igual sucede con un actor más moderno emblemático de la ciudad, Massimo Troisi, que internacionalmente se hizo conocido con El cartero y Pablo Neruda (1994).
En el otro lado, que se asoma a lo indecible, en 1953 causó escándalo en la ciudad El mar no baña Nápoles (Minúscula), de Anna Maria Ortese, relatos chejovianos de los barrios bajos, crónicas de la pobreza, y en su segunda parte, un retrato despiadado de la intelectualidad local. La polémica hizo que la escritora nunca más volviera a Nápoles, pero hoy se reivindica como otro de esos libros necesarios para comprender la ciudad.
No son pocas las veces que ha sido un extraño, un viajero, un forastero, el que ha tenido la distancia para describirla
Uno de esos intelectuales que aparecía en el libro era Raffaele La Capria, que en 1961 ganó el Premio Strega, el más prestigioso de Italia, con Herido de muerte (Parténope). Es otro título señalado de forma unánime. Lo ha traducido la pequeña editorial de Quirante Rives, enamorado de la ciudad y que ha publicado en España algunos títulos esenciales sobre Nápoles, pues está de acuerdo en que hay un gran desconocimiento sobre la ciudad. En su opinión, Herido de muerte es una obra maestra, “el gran libro para tener una mirada real de lo que es Nápoles, con una construcción prodigiosa”. También cita En el cuerpo de Nápoles, de Giuseppe Montesano, muy poco conocido en España. Toni Servillo también cree que es uno de los grandes escritores italianos y en enero estrena en el Teatro de la Comedia de Madrid una obra escrita por él, Tre modi per non morire. Servillo cita otro título suyo, En este mundo mentiroso. Las dos están editadas en Parténope.
El que fuera alcalde de Nápoles en los noventa, Antonio Bassolino, también señala L’armonia perduta (la armonía perdida), de La Capria, que “explica la fractura entre el pueblo y la burguesía”. La Capria es también una de las fuentes declaradas de inspiración del director de cine Paolo Sorrentino, que intentó llevar al cine Herido de muerte, pero abandonó el proyecto. Este mes estrena en España Parthenope, su película sobre su ciudad. Sorrentino es uno de esos napolitanos que se han ido de Nápoles, otro personaje napolitano en sí mismo, con una relación difícil con la ciudad, que la ama, pero no puede vivir allí. Tras retratar magistralmente Roma en La gran belleza (2013), tenía pendiente una película similar sobre Nápoles, un retrato definitivo de la ciudad. Parthenope, un éxito de taquilla, ha dividido Nápoles.
Otra novela que se repite en las recomendaciones es una recreación histórica de la ciudad a finales del XVIII, Il resto di niente, de Enzo Striano, de 1986, traducida en España como Nada de nada (Parténope). Roberto Saviano habla de ella con entusiasmo: “Es el gran relato de la única revolución italiana, en 1799, un libro fenomenal para comprender la Nápoles plebeya, el sueño revolucionario… Los intelectuales napolitanos inspiraron la Revolución Francesa, y como retorno, en Nápoles hubo la única revolución jacobina. Es el relato de una ciudad rebelde e indómita, siempre dividida entre revolución y contrarreforma”.
Entre los libros de las últimas décadas despunta otro extranjero, Thomas Belmonte, de nuevo con un libro casi documental, The Broken Fountain (la fontana rota), publicado en 1979, candidato al Pulitzer, traducido en Italia solo en 1997 y sin editar en España. Belmonte es un antropólogo estadounidense que llegó a Nápoles en 1974 y vivió un año en un barrio de la ciudad, sumergiéndose en la vida cotidiana de sus vecinos, en la obsesión por la supervivencia, entre la violencia y la ilegalidad. También hay un libro extraño, de culto, porque desapareció de la circulación por deseo de su autor. No se reeditó hasta su muerte, en 2013: Aguamala (1977), publicado en España por Acantilado, única novela del periodista Nicola Pugliese. Fue un hallazgo de Italo Calvino en Einaudi, a quien impresionó el texto, escrito en mes y medio.
La ciudad ha sido más abordable desde la poesía y el teatro que en la novela, como si fuera imposible encerrarla en un relato
En las últimas décadas han sobresalido Domenico Starnone y Erri De Luca, otros dos napolitanos que se han ido de allí. La obra de Starnone, a quien periódicamente se señala como el escritor que está detrás de Ferrante, junto a su esposa, Anita Raja, cosa que él niega, ha sido publicada por Lumen y ahora Altamarea edita una de sus novelas más aclamadas, Via Gemito, de 2001. Starnone, otro de los consultados, recomienda tres libros que tampoco se encuentran en castellano: Mistero napoletano (1995), de Ermanno Rea, y L’ abusivo (2001), de Antonio Franchini, junto a otro del mismo autor publicado este año, Il fuoco che ti porti dentro. De Luca, por su parte, ha explorado su infancia en la ciudad en Aquí no, ahora no (1989); Montedidio (2002), y Napòlide (2014) traducido en España en 2023 como Napátrida: volver a Nápoles (Periférica). Se fue de la ciudad con 18 años, pero cuenta en este último libro que según se alejaba el tren “la ciudad se me iba metiendo bajo la piel como un anzuelo de pesca”.
En este siglo aún resuena el aldabonazo que supuso Gomorra (2006), de Saviano, otra denuncia contra corriente de lo que se movía en el mundo subterráneo, y de nuevo criticado y perseguido por ello. Entre los autores más recientes están Gianni Solla, de quien Tusquets acaba de publicar El ladrón de cuadernos, y dos escritores muy populares en Italia, porque además sus sagas se han convertido en serie televisiva: Maurizio De Giovanni y su comisario Ricciardi; y Diego De Silva y su abogado Vincenzo Malinconico. Otros dos personajes moviéndose en el caos, intentando comprenderlo.
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