En la sagrada Tebas del 1155 a.C. el último gran faraón de Egipto fue traicionado y asesinado en el más sórdido de los complots: la conocida como conspiración del harén. Un puñal en la garganta de Ramsés III segó su vida después de 32 años de reinado. Con decenas de descendientes postulándose al trono, una de sus esposas secundarias, Tiy, urdió una compleja trama para que su propio hijo, el príncipe Pentauret, fuera el próximo faraón. Hasta 40 funcionarios de la corte y miembros del harén real participaron en una conspiración digna de la más cruel venganza de Shakespeare o del capítulo más gore de Juego de Tronos. La mayoría de conspiradores acabaron condenados a pena de muerte, otros fueron obligados a suicidarse en pleno juicio.. Ocurrió hace 3.000 años. Y, aunque Egipto continuaría siendo una potencia importante, la gloria de la época de los grandes faraones terminó con Ramsés III: los ocho que le sucedieron (de Ramsés IV a Ramsés XI) fueron testigos del agónico declive del reino. No fue el único. Casi como un efecto dominó, en torno al año 1177 a.C. sucumbieron las grandes civilizaciones de la Edad del Bronce, algunas de ellas perdiéndose en las sombras de la Historia como un lejano eco (¿qué fue de los hititas de Anatolia?).. El final de la Edad del Bronce supuso el gran cataclismo para los minoicos, los micénicos, los asirios, los babilonios… Así lo documentó el arqueólogo norteamericano y doctor en Historia Antigua Eric H. Cline en 1177 a.C. El año en que la civilización se derrumbó (2016), un insospechado best seller que casi gana el Premio Pulitzer. En él, Cline analizaba la «tormenta perfecta» que condujo al fin de ciertas culturas: una combinación de desastres naturales, hambrunas, rebeliones internas, invasiones externas, enfermedades… «Es como si los países del G-8 actual se desmoronaran», compara el historiador de la Universidad George Washington.. El 5 de febrero llega a las librerías españolas la esperada segunda parte de aquel ensayo que arrojaba una nueva luz a la historia más lejana: Después de 1177 a.C. La supervivencia de las civilizaciones (Crítica, como todos sus libros). Esta vez Cline analiza cómo las distintas sociedades del Egeo y del Mediterráneo Oriental, de Egipto a Babilonia, respondieron al colapso, cómo se adaptaron o sencillamente perecieron.. Desde los mayas hasta el Imperio romano, toda civilización está destinada a desaparecer en el ciclo natural de la historia: auge y caída, colapso, renacimiento y reconstrucción… «La pregunta no es si nos va a pasar a nosotros, sino cuándo nos va a pasar», lanza Cline poniendo énfasis en el cuándo. «No soy futurólogo ni la Casandra de la Guerra de Troya, no puedo hacer predicciones… Pero cada sociedad en la historia humana ha colapsado o se ha transformado lo suficiente como para que no se la reconozca. Resulta arrogante creer que a nosotros no nos sucederá», expone con el temple y la tranquilidad del historiador que se asoma al pasado para leer el presente.. ¿Quién es ese nosotros? ¿Cuáles son las sociedades contemporáneas más amenazadas por un colapso mundial? «Obviamente, serán las naciones y sociedades interconectadas, empezando por Estados Unidos y Europa. En una economía tan globalizada bien podría ser que todos los que están conectados con nosotros caigan como fichas una detrás de otra: Rusia, China…».. Si a veces los episodios del siglo XX parecen lejanos, incluso olvidados, ¿cómo un pasado tan remoto, de hace tres milenios, puede ser un espejo y dar respuestas a nuestros tiempos modernos? «En este caso particular, no sólo es relevante, sino que puede enseñarnos algunas lecciones sobre nuestro presente y para que estemos preparados para un futuro. Muchos de los problemas del final del II milenio a.C. que condujeron al colapso de la Edad del Bronce Tardía están sucediendo hoy. Los conflictos en Oriente Medio, las migraciones por todos lados, los efectos del cambio climático… Acabamos de ver unos fuegos devastadores en California. Y volverá a pasar. O las inundaciones de Valencia… Y habrá más en Europa…», compara Cline.. Al final del libro, después de repasar el fatal destino de varias civilizaciones, el arqueólogo propone una lista de conclusiones, las lecciones aprendidas del mundo antiguo. Entre ellas: estar preparados para condiciones climáticas extremas, disponer de recursos hídricos, mantener felices a las clases trabajadoras… «Son medidas muy simples y de sentido común. Pero me temo que prácticamente ningún país se lo toma muy en serio… Hay senadores que llevan bolas de nieve al Congreso para negar el cambio climático [el republicano James Inhofe en 2015] y lo primero que ha hecho Trump es sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París, como en su primer mandato… El cambio climático existe y necesitamos hacer algo al respecto. Meter la cabeza en la arena y negarlo es ridículo», suspira Cline.. En 2021, dos reporteros del Washington Post enviados al sur de Irak escribieron una crónica titulada Ya nadie vive aquí, que podría haber sido una descripción de Asiria hace 3.000 años. «El cambio climático produce un calentamiento extremo y el agua escasea en Oriente Medio, aquí la tierra se está secando». ¿Qué ocurrió en Asiria, que había sido una de las grandes potencias de la Edad de Bronce? Las terribles sequías, la pérdida de las cosechas, la inestabilidad interna y los ataques de los arameos, que saqueaban sus urbes fortificadas, condujeron a una hambruna sin precedentes. Tal como cuentan las milenarias Crónicas asirias, en un texto fechado en 1082 a.C., ante la brutal carestía los ciudadanos acabaron recurriendo al canibalismo: «Las personas se comían unas a otras».. Después de casi dos siglos de penurias y declive los asirios resurgieron de sus cenizas con el Imperio neoasirio, que dominaría Oriente Próximo durante casi 300 años. «Lo que resulta sumamente interesante del momento en que comenzó el resurgimiento es que aparentemente encaja a la perfección con la nueva constatación de que el clima cambió para bien justo en esa época, una era mucho más húmeda en la que desaparecen las menciones de hambruna y sequía. El clima siempre ha tenido un gran impacto en la raza humana», incide Cline.. Igual que el agua. Las civilizaciones que disponían de recursos fluviales resistieron mejor los efectos del colapso y sobrevivieron más siglos: Egipto vivía del Nilo, los asirios y babilonios tenían el Tigris y el Éufrates… «Los hititas, que no controlaba ningún recurso fluvial importante, desaparecieron», apunta el historiador.. Para abrir su ensayo, Cline ha escogido una significativa cita de Julian Barnes en su novela El sentido de un final (2011): «Alguien dijo alguna vez que sus períodos favoritos de la historia eran aquellos en los que las cosas se desmoronaban, porque eso significaba que algo nuevo estaba naciendo». Porque del derrumbe de unos pueblos otros florecen, como los fenicios, que aprovecharon el caos de los imperios para adueñarse de casi todas las rutas marítimas del Mediterráneo, sobre todo tras la destrucción y el saqueo de la mítica Ugarit, en el norte de Siria.. «Ellos no se llamaban fenicios a sí mismos», cuenta Cline. «La etiqueta se la pusieron los griegos para referirse a las gentes que hablaban dialectos similares en una lengua muy distinta de la suya. Básicamente, los fenicios eran marineros y comerciantes de antiguas ciudades-Estado como Beirut, Tiro, Sidón, Arwad, Biblos [lo que hoy sería Siria y el norte de Israel]. No sólo exportaron su alfabeto a Grecia, sino que intercambiaron el preciado tinte púrpura de la época por plata y otros metales procedentes de Sicilia, Cerdeña e Iberia».. Chipre fue también otra excepción, recogiendo el vacío que dejaban los minoicos. Durante el colapso global, los chipriotas supieron extender sus productos por todo el Mediterráneo, con la nueva tecnología del hierro que acabaría sustituyendo al bronce. En su ensayo, Cline desmonta el mito de que la Edad de Hierro fuera la primera edad oscura del mundo, como se la conoce popularmente: «Hubo avances cruciales como la estandarización del alfabeto o la invención del hierro como una nueva tecnología. ¡No pudo ser una edad oscura con tales adelantos!».. En los campos de la antigua Tebas (la griega, del siglo VIII a.C.), el poeta Hesíodo ya lloraba por la desaparición de los tiempos homéricos de héroes y dioses, lamentándose de vivir entre «una raza de hierro», en la que «los hombres nunca descansan del trabajo, sufren durante el día y perecen por las noches mientras los dioses les causan graves infortunios». Pero esa raza de hierro resurgiría de sus cenizas.. «Los grandes imperios se transformarían en ciudades y reinos más pequeños. La vida se hace más local que global. Pero al cabo de los siglos algunos volverán a tener un papel internacional, como ocurrió en la Grecia clásica», destaca Cline, que ya está inmerso en la secuela del libro, que abarcará desde principios del siglo VIII a.C., con los primeros Juegos Olímpicos, hasta la muerte de Alejandro Magno al final del siglo IV. a.C. «Tratará sobre los siguientes 400 años y lo que sucede después de que todos vuelvan», adelanta Cline de esta trilogía de los tiempos antiguos en la que desmonta mitos como el citado de la edad oscura o la invasión dórica que «dio paso a un período de declive en Grecia», tal como reza una reciente edición de la Columbia Electronic Encyclopedia (y muchos libros escolares).. «La invasión de los dorios se ha calificado de espejismo académico. No hay huellas arqueológicas que la sostengan y ha sido cuestionada desde los años 60. A pesar del consenso académico de que no hubo tal invasión, esta teoría aún no ha llegado al público general, ni siquiera a los libros de texto escolares. La razón es que muy pocos eruditos escriben sobre ese período de tiempo de una forma divulgativa. El conocimiento se queda en entre los muros de la universidad», lamenta Cline, que revisitará la forja del Imperio persa o la Grecia de Pericles, Fidias y Sócrates para seguir arrojando luz a nuestro presente.
La Lectura // elmundo
En ‘Después de 1177 a.C’, el historiador analiza por qué unos imperios colapsaron al final de la Edad de Bronce y otros lograron sobrevivir. «Muchos de los problemas de la época están volviendo a ocurrir: la violencia en Oriente Medio, la migración masiva, los efectos del cambio climático…», alerta Leer
En ‘Después de 1177 a.C’, el historiador analiza por qué unos imperios colapsaron al final de la Edad de Bronce y otros lograron sobrevivir. «Muchos de los problemas de la época están volviendo a ocurrir: la violencia en Oriente Medio, la migración masiva, los efectos del cambio climático…», alerta Leer