André Breton fue al principio partidario de acabar con la gente sin dejar rastro. Subtituló su primer Manifiesto del surrealismo de 1924 «Veneno soluble». En el segundo, de 1930, quiso ir más lejos: «El acto surrealista más puro consiste en bajar a la calle, revólver en mano y disparar al azar contra la multitud tantas veces como sea posible». Naturalmente esta bobada no hay que tomársela al pie de la letra, fueron solo ganas de hablar y una estrategia publicitaria para hacerse con el mercado y entrar en los museos. ¿Lo consiguió? Vaya que sí, si bien sus dos principales aportaciones al mundo moderno fueron involuntarias: la entronización de la palabra «surrealista» en el idioma común y en el Drae (en este a partir de 1984) y una nueva manera de mirar la realidad (cualquiera reconoce hoy una situación surrealista, incluso en épocas anteriores a la invención del surrealismo, como Archimboldo). También cambió el humor.. En La edad de oro (creo) un niño de corta edad desbarata a un guarda jurado, por broma, el cigarro que este está liando, y sale corriendo. El guarda, muy enfadado, se echa la escopeta a la cara, apunta y le suelta un tiro. El niño cae abatido. La parte graciosa viene con el segundo disparo, sobre el cuerpo ya sin vida del angelito, que rebota sobre la tierra con el nuevo impacto. Buñuel y Dalí buscaban incomodar, pero la película hoy causa sobre todo risa.. La exposición Otros surrealismos de Mapfre hubiera podido subtitularse también «Surrealistas del mundo entero, uníos». Recoge el surrealismo de un montón de países. La quitan hoy o mañana, me parece. No importa si no la ha visto, porque hay un gran catálogo. Casi mejor. El surrealismo gana mucho en foto. No quiero decir que las obras den igual. Pero en libro también se ven bien, o sea, deprisa (al contrario de lo que le pasa a la pintura buena, que reproducida en papel pierde). El surrealismo ni siquiera tiene que ver con la literatura, el cine o el arte. El surrealismo solo tiene que ver con el surrealismo, es un mundo autorreferencial.. El día que yo vi la expo, había un grupo de niños de seis años sentados en el suelo, con sus uniformes escolares. Enternecía verlos tan seriecitos. La profe trataba de explicarles con harta dificultad qué es el surrealismo (estuvo uno a punto de sentarse en el corro), y les propuso jugar a decir cosas maravillosas y fantásticas. Todos gritaron a la vez entusiasmados. Un guirigay. Entre sus muchas divertidas ocurrencias, esta sublime: «Un libro que vuela».. «Al final el surrealismo murió de éxito y refritos: demostró que si todo niño lleva dentro y gratis un genio, cualquier adulto es un surrealista a poco se aplique». A esa edad todos los niños son genios surrealistas. Juan Marqués acaba de titular un libro suyo, que también vuela, con algo que le oyó a su hijo: Creo que el sol nos sigue. Luego crecen y se estropean. Breton (muy aburrido: se pasó la vida pensando en André Breton) creía que lo «bello [era] como el encuentro de una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección». A partir de ahí abrió la espita de las paridas, dando pie a que la palabra «surrealista» quedara principalmente como sinónimo de disparate y cosa absurda.. Lo extraño es que los surrealistas profesionales (más que una religión con sus dogmas, como se ha dicho, el surrealismo fue una profesión sujeta a ordenanzas) acabaron soñando de la misma manera en materias fofas, paredes con agujeros y toda clase de trabajos manuales, y compitiendo entre sí para ver a quién se le ocurrían, en plan Freud, las asociaciones más fuera de lo común y originales.. ¿Qué sucedió? Que al final el surrealismo murió de éxito y refritos: fue la demostración de que si todo niño lleva dentro de sí y gratis un genio, cualquier adulto es un surrealista a poco se aplique, quiero decir que si a los verdaderos creadores hay que buscarlos en cualquier época con el candil de Diógenes (y no los encuentras), hoy le pegas una patada a un museo, a una subasta, a una galería de arte, y te sale un surrealista (y además muerto, como los que le gustaban a Breton), a precio de oro. Y que en el mundo de la publicidad y las llamadas artes aplicadas el surrealismo sea hoy por hoy insustituible, tampoco quiere decir nada.
La Lectura // elmundo
La exposición ‘Otros surrealismos’ de Mapfre recoge obras de este movimiento que ni siquiera tiene que ver con la literatura, el cine o el arte y que ha quedado como sinónimo de disparate y absurdo Leer
La exposición ‘Otros surrealismos’ de Mapfre recoge obras de este movimiento que ni siquiera tiene que ver con la literatura, el cine o el arte y que ha quedado como sinónimo de disparate y absurdo Leer