En noviembre, Cigarettes After Sex llenó el WiZink Center madrileño de jóvenes a los que se les caían las lágrimas cantando temas como, precisamente, Cry. Mañana el mismo recinto acogerá a The Lumineers, muy seguidos por la generación Z. Previsiblemente uno de los momentos álgidos de la noche, que algunos esperamos casi con ansia, será cuando podamos gritar «It’s better to feel pain,/ than nothing at all» («Es mejor sentir dolor que no sentir nada») en uno de sus temas más míticos, Stubborn Love.. Ni falta hace recordar la locura desatada por los dos conciertos que dio Taylor Swift el pasado mayo en Madrid. O los lazos en el pelo que inundaron el Metro cuando Gracie Abrams visitó España hace solo tres meses. La lista de canciones más escuchadas de 2024 en Spotify la encabezan artistas como Billie Eilish con Birds of a Feather o Djo con End of Beginning. Y lo que comparten todos ellos es, precisamente, ese aire triste, melancólico, en su música, que parece la droga de las nuevas generaciones.. Precisamente Spotify desvelaba a finales de agosto un informe que mostraba que el término «triste» era el más buscado globalmente por sus usuarios de la generación Z. En comparación, los milenials lo situaban en el decimotercer puesto. Los Z incluyen a nacidos desde mediados o finales de los 90 hasta finales de los 2000, con ahora entre 15 y 30 años, aproximadamente, mientras que los milenials, algo mayores, son los nacidos entre principios de los 80 y mediados de los 90.. La plataforma verde sabe aprovechar ese tirón y por eso ya crea listas -estáticas o que el algoritmo crea especialmente para los gustos del usuario- con estas emociones: Sad girl starter pack o My life is a movie son algunos ejemplos que acumulan ya millones de seguidores.. Mientras las adolescencias y juventudes de los milenials estuvieron marcadas por temas más animados como Mr. Brightside de The Killers, los GenZ recordarán sin duda ese All Too Well de Taylor Swift, la artista más escuchada en 2024 en Spotify. En nuestro país, el furor de ayer cuando sonaba Zapatillas de El Canto del Loco, hoy podría cambiarse por sentidas manos en el corazón cuando ponen Guantanamera, de Guitarricadelafuente.. «La música es el único estímulo que activa prácticamente todas las zonas cerebrales, sobre todo las relacionadas con lo emocional», nos recuerda en primer lugar Celia Garrido Solé, psicóloga y musicoterapeuta. «Esto la diferencia mucho de otras formas de arte a la hora de acompañar», comenta.. Cabe mencionar aquí que la vida de los miembros de la generación Z ha estado marcada por crisis económicas, guerras o precariedad generalizada. Inevitablemente, esas circunstancias les han afectado en lo emocional, terreno en el que se caracterizan por ser más conscientes de los problemas sociales, hablar -como apunta Garrido- con más naturalidad de salud mental y emociones, rechazar el «positivismo tóxico» y conectar más con quienes hablan de sus inseguridades o bajones, además de usar una especie de ironía existencial.. Sam Richards, premiado sociólogo de Penn State University, piensa que otro factor podría ser el Covid, «que traumatizó a la generación Z y su comprensión de su futuro». Richards explica que, en edades tan formativas, esto fue «absolutamente desestabilizador»: «En cambio, yo ya había vivido casi seis décadas, así que fue inquietante y aterrador, pero al final supe que ya había estado viviendo una gran vida».. «Transmitir nostalgia no es una decisión, es casi supervivencia. Es muy fácil vivir insatisfecho. La vida te da por todos lados todo el rato». Todo ello se traslada, cree Richards, a la música que escuchan. La cantante española Natalia Lacunza -también de la generación Z-, que se hizo grande con el tema nana triste, con Guitarricadelafuente, admite que su música siempre tiene ese factor más «nostálgico». Al ser preguntada por qué lo elige, zanja que «ojalá fuera una decisión propia» y que «transmitir nostalgia es una cosa casi de supervivencia» ante el contexto generacional que hace que sea «muy fácil vivir constantemente insatisfecho»: «La vida te da por todos lados todo el rato».. El grupo de los Z, comenta Lacunza, siente también presiones como tener que aspirar a una perfección que «ya incluso no es lo suficientemente buena», dice Garrido. Vemos algunas canciones que exploran este tema, como making the bed de Olivia Rodrigo, que quiere transmitir esa desazón de pensar que, consiga lo que consiga, nunca es suficiente. Ya lo dijo también Lana del Rey, una de las mejores encarnaciones del fenómeno, con unas letras esencialmente tristísimas: «¿Me seguirás queriendo cuando ya no sea joven ni guapa?», se preguntaba.. Betsy Tontiplaphol, profesora de poesía del siglo XIX en la Trinity University de San Antonio (EEUU) e investigadora de música popular, cree que eso es lo que atrae a la generación Z: «La introspección es calmada, y parece que ellos, que pasan mucho tiempo en el jaleo del mundo online, recurren a canciones introspectivas para esta calma, incluso si son tristes».. «La música triste juega un rol de catarsis similar para los oyentes contemporáneos que el de las tragedias en tiempos de Aristóteles». Ella cree que se trata de una cuestión muy antigua: «Ya Aristóteles vio que las obras de teatro trágicas daban a la gente una manera de procesar lo que más temían. Sospecho que la música triste juega un rol similar en cuanto a la catarsis para los oyentes contemporáneos», asegura Tontiplaphol.. Garrido cree que «hay un cambio generacional muy grande: los milenials buscaban más controlar las emociones y la generación Z entiende que no hay que controlarlas, pero sí aprender a gestionarlas». Nos encontramos ante una nueva generación que tiene más conciencia social, que cuestiona más su existencia en el mundo -«nos revisamos mucho más», dice Natalia Lacunza-, y que para canalizar esto ve una herramienta ideal en las canciones.. A Garrido, de hecho, esta profundidad emocional «que antes no había» le recuerda, sin embargo -con claras diferencias-, a la época emo, en que también se hablaba mucho y se romantizaba en cierta manera el sufrimiento, la tristeza… aunque con una estética más oscura. Ni Garrido ni Lacunza creen que sea una cuestión de romantizar la tristeza, sino que simplemente está ahí. «Me gustaría sentirme una vacilona, pero es que no me siento de esa forma. Yo siento que no es una elección, ojalá lo fuera», cierra la cantante.. Un ejemplo redondo del fenómeno es Billie Eilish, de 23 años, también Z. Hace un par de veranos, con el bum de la película Barbie, lanzó What Was I Made For? («¿Para qué fui creada?»). En sí mismo el título lo dice todo, pero refuerzan la idea partes como el final, donde la californiana canta que cree haber olvidado cómo ser feliz, algo que no es aún pero que cree poder llegar a ser.. Sonia Fraile, joven oyente de este estilo, razona: «Lo mismo que cuando estás contenta te apetece escuchar música alegre, me parece lógico que cuando estés triste te pongas canciones tristes». Pero, ¿quiere decir entonces esto que la generación Z está permanentemente triste?. La terapeuta Garrido considera que es una cuestión de identificación con las historias y de pertenencia, más que de si la música es o no triste. En momentos menos alegres buscamos más el consuelo: «Mi cuerpo me está avisando de que estoy triste para que yo recurra al consuelo de otras personas. Y ahí entra la música: no me está consolando nadie directamente, pero me está consolando el saber que hay otras personas que pasan por lo mismo». La música triste sirve a la generación Z también para entender qué es lo que están sintiendo.. Garrido sostiene la tesis de que no es que seamos una generación más triste, sino que somos menos ignorantes emocionalmente, y el hecho de haber perdido esa ingenuidad nos acerca a estos estilos, especialmente a las mujeres, donde el fenómeno se ve más marcado.. Así ocurre con otro de los exponentes de la nueva música triste, Gracie Abrams, que por ejemplo en Gave You I Gave You I dice básicamente que no se puede hacer la sorprendida cuando sabe con exactitud qué ha pasado con su relación: la otra persona se cansó y ella se sintió usada, y ahora está triste. Y nos toca porque, aunque no tengamos la fortuna de su padre, J. J. Abrams, en realidad todos hemos sido Gracie alguna vez.. Y es que muchas veces, también, ese espíritu triste parte del concepto del desamor. Algunos artistas españoles también le cantan a esta nostalgia: «No hace falta/ que me enseñes los dientes/ si ya no te hace gracia y no quieres más de mi corazón», canta Sen Senra en Ya no te hago falta. Son innumerables las canciones de Taylor Swift, Phoebe Bridgers o Noah Kahan, entre muchos más, que abordan estos temas ya universales. Es por este mismo motivo que «ves a Taylor Swift y dices: ‘Esta persona está a años luz en muchísimos aspectos’. Pero resulta que escribe canciones que podrías perfectamente haber escrito tú en cuanto a temática». Garrido cree que eso nos hace también conectar más con el artista que en otros estilos musicales.. Esta identificación, además, explicaría la amplísima diversidad de perfiles socioeconómicos, ideológicos o de origen que existe dentro de los fans de grandes estrellas como puede ser Swift. La música triste no se adscribe únicamente a un grupo social sino que aglutina, porque el sentimiento de pertenencia, según apunta Garrido, hace que se unan en torno a esa emocionalidad: «es como si hablara para todas», dice.. Natalia Lacunza: «Tengo una máquina de nostalgia en la garganta». Esta conexión la siente también Lacunza: «Cuando necesito expresar algo, lo expreso. La gente se identifica con ello y realmente creo que nos hacemos un poco más felices los unos a los otros», asegura, añadiendo que ve una respuesta mayor en sus fans «cuando es un tema más emocional, que te saca la lágrima».. La artista ha tenido una lucha consigo misma por intentar hacer canciones más alegres, pero dice tener «una máquina de nostalgia en la garganta» y ha aprendido a abrazarla: «Llevo mucho tiempo diciendo: ‘Me doy una pereza que te cagas’, porque parece que solo puedo hacer música para gente deprimida. Pero es que quizás es mi rol en el mundo», dice. «Yo igual no puedo hacer el reguetón más guarro del mundo ni el dembow más sinvergüenza, pero puedo acompañar a la gente».. El proyecto que prepara también va muy en esta línea de «desencanto», y lo siente como una deuda con su yo del pasado: «Yo escuchaba a Billie Eilish con 17 años y decía: ‘Yo necesitaba que existiera esta tía’. He recibido por parte de la música un alivio, un lugar en el que sentirme comprendida, y quiero hacer una música que signifique lo mismo para la gente». También Lorde acaba de publicar What Was That, un adelanto de su próximo álbum que, con un ritmo urbano, presenta una letra solitaria.. Alyse Lancaster, Vicedecana de Asuntos Académicos y profesora asociada de la Universidad de Miami, ha basado parte de su trabajo en estudiar las letras de Taylor Swift. Lancaster cree que el asunto radica en que los GenZ están procesando sus emociones a través de otros, porque así se sienten más seguros: «De esa manera no tienen que avergonzarse de ello».. La presentadora del programa Na Na Na de la cadena musical Radio 3, que es milenial, Leyre Guerrero, asegura que explota mucho esa idea de «club de las chicas tristes» porque se siente cómoda en el estilo. Considera que esta búsqueda de emoción va más allá del ámbito musical y se extiende a otras artes: «Tiene que ver con el escapismo de nuestra propia realidad».. Recordemos que, en la generación Z, algunos de los libros que más éxito han tenido en los últimos años son Gente normal, de Sally Rooney, o el clásico La campana de cristal, de Sylvia Plath. Ambos abordan temas como la salud mental o las relaciones contemporáneas desde una voz claramente introspectiva.. Como serie, Euphoria también sería un buen ejemplo, puesto que envuelve en un ambiente de excesos el reflejo de una generación que se siente perdida y drenada. En cine, la taquilla de Vidas pasadas (Celine Song, 2023) o La peor persona del mundo (Joachim Trier, 2021) refleja una tendencia clara que va más allá de los auriculares. Otras, como Call Me By Your Name (Luca Guadagnino, 2017) son un arma de doble filo: acompañaron una historia de descubrimiento personal con el altamente melancólico Sufjan Stevens en su banda sonora.. Leyre Guerrero entiende este fenómeno desde el plano musical porque «al final la música es un momento de evasión también. Queremos que acompañe nuestros momentos y que nos acoja y que nos dé un abracito». Se vale de este estilo en su trabajo porque ella misma lo disfruta, y quiere que su programa sea ese «abrazo musical» para los oyentes.. Como ella, también la industria ha sabido explotar esta melancolía. Sin embargo, no queda claro qué fue primero: «No sé si fue antes el huevo o la gallina, porque nunca se sabe si es la gente directamente la que lo pide o la industria lo da y al final lo consumimos», dice Leyre.. Otro fenómeno que convive con el de la música triste es el de la nostalgia por canciones de épocas pasadas. «La nostalgia es un lugar que por propia definición siempre es mejor de lo que ha sido en el fondo. Es un punto de fuga al que acudir porque seguramente el mundo no es tan agradable como nos gustaría en el presente», explica.. Esto, hilado con la música melancólica, explicaría el resurgir de artistas también muy introspectivos como Robe Iniesta, el ex vocalista de Extremoduro. También han disfrutado una segunda juventud grupos como Fleetwood Mac, ayudados por TikTok, donde se viralizó una actuación en directo de Silver Springs de 1994 que le puso a los Z los ojos como platos por el cabreo de sus cantantes, que fueron pareja. De nuevo, el concepto termina siendo el mismo: esto evoca a los miembros de esta generación un sentimiento de: «¿Cómo puede ser? Si esto es lo que siento yo», incluso aunque fuera 30 años atrás.. Esa es otra de las características que fundamenta el auge de la música triste: tiene una conexión especial con los recuerdos del oyente y «acompaña». «Es una música que te deja ser dentro de tus pensamientos, te deja moverte por ello sin ningún tipo de problema, como que no te molesta», explica Jaime Rey, de la generación Z y amante de la música más melancólica, aunque dice no considerarse a sí mismo una persona triste.. Algunas veces es la misma melodía la que nos traslada esa especie de pesadumbre. Otras, son las letras: «Son súper confesionales», dice Leyre Guerrero. Ella considera que los GenZ dan más importancia a «lo que nos están contando» -es decir, a las letras- de la que dan o daban otras generaciones, y señala, de nuevo, a artistas como Lana del Rey: «Escribe poemas y luego los musicaliza».. La profesora Lancaster también les reconoce una cierta calidad literaria, y considera que es la generación Z la que más se ha apoyado, con diferencia, en el poder de la música para «sobrevivir» a su contexto y circunstancias.. En algunos casos, la mezcla es curiosa. Artistas que se acercan más al trap como Dellafuente o C. Tangana -en su etapa previa a El madrileño-, como exponentes del género en España, enmascaran con ritmos más propios de este estilo -y menos de la música triste- lamentos extremadamente profundos. En Estrecho / Alvarado, por ejemplo, Pucho reflexiona: «Prefiero un ataúd, cenizas en el mar,/ que correr mucho y olvidarme de los que vienen detrás». Una patente crítica social, introspección y búsqueda de identidad que no consiguen camuflar con la melodía.. Tal vez lo que define a esta generación no sea tanto la tristeza, sino la forma en que la enfrenta: sin miedo, sin prisa ni ganas por taparla. Los Z han entendido que los bajones forman parte del relato. Y la música triste les trae el consuelo de saber que alguien más ya estuvo ahí.. Tolstói dijo que las familias felices se parecen, mientras que cada familia infeliz lo es a su manera. Quizá es por eso que la tristeza nos resulta tan seductora: tiene matices, grietas, verdades que son únicas pero a la vez universales. La música triste ha encontrado hoy su lugar como refugio generacional. Lo dice la profesora Tontiplaphol, sobre la música que ponen sus hijos en el coche: «Yo prefiero canciones más positivas, pero ellos me recuerdan que la tristeza es una parte más de la vida, que es real y válida».
La Lectura // elmundo
Los jóvenes se aferran a la música melancólica para encontrar «un abracito» en un mundo hostil. «La vida nos da por todos lados». Leer
Los jóvenes se aferran a la música melancólica para encontrar «un abracito» en un mundo hostil. «La vida nos da por todos lados». Leer