Para los astronautas a bordo de la Estación Espacial Internacional (ISS, según sus siglas en inglés), cada día contiene otros 16. Por las ventanillas el sol sale y se pone 16 veces, mientras la Tierra no deja de girar, 400 kilómetros más abajo. Lo suficientemente cerca como para recordar quién vive allí, lo suficientemente lejos como para sentir nostalgia. En ‘Orbital’ (Editorial Anagrama), la escritora Samantha Harvey nos hace pasar 24 horas en gravedad cero dentro de la Estación Espacial Internacional. Retazos de un día idéntico a los demás, fragmentos de historias, poco o nada, si no fuese porque Harvey encuentra la manera de conectar poéticamente con ese poco o nada, con la órbita estacionaria, con la perturbación que despierta observar nuestra Tierra desde la soledad del espacio interestelar.. Al describir el libro, Harvey habló de una «pastoral del espacio». Y así es: ‘Orbital’ es ante todo una voz, lírica pero seca, apasionada, dolorosa. Al leerlo pensé en lo difícil que debe haber sido lograr tal equilibrio (y mantenerlo intacto).. «En el primer borrador de ‘Orbital’ me equivoqué en todo lo que me podía equivocar», admite Harvey. «Había escrito las novelas anteriores desde el punto de vista de un personaje de la historia y probé ese camino. En un principio, escribí desde la perspectiva de Nell, una de las astronautas, pero no funcionó. Lo reescribí en tercera persona y tampoco funcionó. Entonces me di cuenta de que tenía que romper con mis costumbres. Adopté un punto de vista más elástico, lúdico y acrobático. Más pintoresco. Entrando y saliendo de personajes, de todos ellos. A menudo me preguntaba: ‘¿No será esto ridículo? ¿A quién podría interesarle?’ La visión de vivir en el espacio de un escritor que no ha estado allí y nunca irá allí. ¿Y qué dice esto de mí?».. – ¿Qué dice de usted?. – Que soy una exploradora de escritorio. Intrépida sólo en la imaginación. Esperaba que Orbital fuera una novela de nicho, con unos miles de lectores y eso es todo.. En cambio, ganó el premio Booker, el más prestigioso del Reino Unido. Tal vez consideramos a los lectores como más convencionales de lo que realmente son.. «En el Reino Unido tenemos esta distinción entre novelas literarias y novelas comerciales. Es una terminología interesante; presupone que la ficción literaria no puede ser también comercial. Y si lo literario reside sobre todo en la atención al lenguaje, se presupone que esta atención no es un aspecto vendible. Quizás sea cierto, al menos en parte. Pero creo que los lectores son más aventureros y están más dispuestos a seguirte de lo que los editores suponen. Y pienso al mismo tiempo que toda novela, incluso la más literaria, debe ser generosa. Aunque sea poco convencional, aunque casi no tenga historia, debe ser generosa, a su manera, con el lector, abrirle las puertas y darle la bienvenida».. Por muy inusual que parezca, los personajes aún existen en ‘Orbital’: los seis astronautas con sus vidas en suspenso en la Tierra. Chie recibe la noticia de la muerte de su madre, Anton tiene un matrimonio infeliz y Shaun, «la sensación constante de un sueño interrumpido». Luego Nell, Roman y, finalmente, Pietro, que vigila el tifón que se está formando en Filipinas, un tifón de proporciones sin precedentes. Allí conoce a alguien, la familia de un hombre que los llevó a él y a su esposa a bucear durante su luna de miel. Se pregunta qué será de esa familia.. Pero las visiones de la Tierra y del pasado son fugaces, porque todo a bordo de la ISS está en constante movimiento. Harvey habla de un paisaje onírico y es otra definición reconocible, aunque la Estación es auténtica. Pasó decenas de horas conectada a la ‘webcam’, estudiándola. Le pregunto qué otras investigaciones ha hecho, si ha entrevistado a astronautas. «Leí muchos libros, biografías y material ‘online’. Hay una enorme cantidad de información disponible sobre la ISS, incluidos los experimentos que los astronautas están llevando a cabo en estos momentos. Pero no entrevisté a nadie. En general, como novelista, entiendo que dejo de investigar cuando soy capaz de inventar. A partir de ese momento puedo desapegarme. Creé mi propia nave espacial, tan misteriosamente similar a la real. Me gusta este baile entre investigación e imaginación. Es un baile exuberante».. Incluso las mentes de los astronautas parecen bailar. Se encuentran «en una zona anómala, sin luz natural». Harvey escribe: «¿Qué es un día? Insisten en que son 24 horas y el personal de tierra sigue repitiéndolos, pero el espacio les quita las 24 horas y les ofrece 16 días y 16 noches a cambio».. «Cuando comencé a escribir me encontré ante una secuencia interminable de despertares, desayunos y ejercicios gimnásticos, toda la repetición de la vida en órbita. Obedecerla habría hecho que el libro se volviera monótono. Sólo cuando me di cuenta de que tendría que incorporar la distorsión del tiempo en la propia novela, el proyecto empezó a aclararse. Los 16 amaneceres dejaron de ser un problema y escribí rápido».. Las memorias de Harvey dedicadas al insomnio también trataban de cómo lidiar con una época alterada. El protagonista de su primera novela padecía Alzheimer y vivía en un tiempo fragmentado. «En este sentido, ‘Orbital’ no es tan diferente de lo que siempre he intentado hacer: contar la experiencia subjetiva del tiempo y el medio tan extraño que es. El tiempo del reloj, marcado periódicamente, es diferente del tiempo vivido, que es una sustancia maleable y a menudo incomprensible».. En un ensayo escrito para la revista ‘Literary Hub’, Harvey definió la Estación Espacial Internacional como «un testimonio elocuente de la colaboración entre seres humanos» y «un depósito de sueños diplomáticos desintegrados». De hecho, cuando fue puesta en órbita, a partir de 1998, el mundo era diferente al de hoy, parecía progresar hacia la armonía. Sus módulos se denominaron Dawn (Alba), Destiny (Destino), Harmony (Harmonía) y Unity (Unidad).. «Quizás la mía sea una visión romántica. Pero me parece que durante los últimos 25 años hemos vivido en una era de cooperación pacífica en materia espacial. Lo cual reflejaba, al menos en parte, un deseo de cooperación pacífica en la Tierra. Hay algo simbólico en el hecho de que la ISS orbite nuestro planeta y no intente escapar de él. Está ahí para cuidarlo, para velar por él».. Pero hay signos de perturbación en ‘Orbital’. Al mundo ya no le interesa la armonía. Una ley terrenal establecía que los baños de los módulos rusos no debían ser utilizados por el resto de la tripulación. A los astronautas no les importa, pero tarde o temprano la división también prevalecerá allí. En las últimas semanas hemos sido testigos de cómo el espacio ya no se utiliza para unir sino para desunir. Para su red de satélites Starlink, Elon Musk busca acuerdos con países de manera individual, sin pasar por la Europa unida. Le pregunto a Harvey si también hemos conseguimos que el espacio sea vulgar. «La idea de pastoral recuerda la tristeza que siento, la nostalgia de una época diferente y mejor. Las proclamas de Trump sobre los programas espaciales tienen que ver exclusivamente con una idea de la grandeza de Estados Unidos. Gente como Trump, como Musk…. Detrás de lo que pasa ahora en el espacio hay una mayoría de autócratas, hombres blancos y extremadamente ricos. Hay, sí, algo muy vulgar en su aspiración al espacio. Mientras tanto, hemos llenado órbitas inferiores con escombros y basura, hemos cambiado el aspecto del cielo nocturno con proyectos como Starlink, todo ello en ausencia de un tratado que regule lo que está sucediendo. ¿Y cuándo volveremos a la Luna? ¿Hasta dónde llegaremos realmente en Marte? ¿A quién pertenecerán esas entidades? Estoy segura de que muchos científicos no estarían de acuerdo, pero por el momento me parece que las ambiciones obedecen al antiguo paradigma de la expansión colonial. Privilegiados que quieren apoderarse de todo lo que puedan para ellos mismos, incluso ahí fuera, en el cosmos, sin buscar un beneficio colectivo para la humanidad. Podríamos hacer las cosas de manera muy diferente. Adoptar nuevos paradigmas».. De hecho, junto con la satisfacción de la ambición de testosterona, los viajes al cosmos siempre han suscitado nuevas perspectivas morales sobre la Tierra, porque nos la han mostrado solitaria y perdida. En ‘Orbital’ persisten algunos destellos de conciencia, especialmente de carácter ecológico. Harvey llega incluso a afirmar que la distinción entre la Tierra y su clima no tiene sentido, porque la Tierra es su clima. «Después de muchas horas de observar la Tierra a partir de las imágenes de la Estación Espacial, algo me pasó. La vi como un objeto que se esculpe continuamente, sobre todo por su sistema atmosférico. Pero también por lo que le hacemos, por la industrialización, por la política. Todo deja una marca en su faz».. Auden escribió un poema sobre el alunizaje en el que se burlaba de la hazaña espacial: «¿Valió la pena ir a verlo? Definitivamente/ ¿Valió la pena verlo? ¡Bah! Una vez crucé un desierto y me decepcionó». Incluso los seis astronautas de ‘Orbital’ se preguntan por qué. Por qué aceptaron un encargo tan arriesgado, por qué someterse al aburrimiento, por qué poner en riesgo a sus familias, por qué transformarse voluntariamente en conejillos de indias. La novela ofrece una variedad de respuestas. Pero ahora le pregunto a Samantha Harvey por qué siempre volvemos a este punto, a hablar de viajes espaciales.. «Para mí los libros son proyectos emocionales. No busco análisis, respuestas, nada cerebral. Sólo busco un sentimiento expansivo, diferente a cualquier otro, que quizás se asemeje al enamoramiento. Quería que ‘Orbital’ fuera una celebración de la belleza, de la alegría, del éxtasis. Si seguimos añorando el espacio es para mirar la Tierra desde lejos. Por eso en el futuro no podremos conformarnos con poner robots en órbita. No es suficiente. Necesitamos una conciencia humana que nos observe desde arriba, que nos haga volver a ser conscientes de nosotros mismos».
La Lectura // elmundo
Samantha Harvey mira la Tierra desde la Estación Espacial Internacional en ‘Orbital’, novela ganadora del premio literario más importante del Reino Unido Leer
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