Va ser difícil demostrarlo, pero cualquier espectador un poco atento intuirá que hay un hilo secreto que lleva desde Oppenheimer (2023) hasta The Brutalist. Las dos películas son miradas atormentadas y, cómo decirlo, wagnerianas hacia el gran trauma del siglo XX, y están expresadas a través de una metáfora matérica. En la película de Christopher Nolan, los núcleos atómicos fusionados eran el sueño de la razón que se convertía en monstruo ante los ojos de los espectadores. En el nuevo filme de Brady Corbet, el presumible triunfador de los próximos Oscar, el hormigón tiene ese mismo rol. The Brutalist es, en resumen, el equivalente para la arquitectura de lo que Oppenheimer fue a la física y sugiere la hipótesis de que todo el hormigón visto que llenó el mundo de los años 50, 60 y 70 fue una forma de duelo después del Holocausto, una parte de un todo en el que también estaban los cuadros de Mark Rothko, los fieltros de Joseph Beuys y la música atonal.. Es un poco rara la relación de la humanidad con el hormigón y el cemento, ¿verdad? Porque al hormigón le debe el mundo casi todo lo bueno que le ha pasado en los últimos dos siglos, desde la revolución higienista y la idea de salud pública hasta la cultura del bienestar doméstico en las clases medias. Pero las palabras hormigón y cemento tienen connotaciones sombrías que evocan a ese mundo alienado y claustrofóbico de la guerra atómica. Un ejemplo: el cemento del desvío del Turia salvó la ciudad de Valencia de la dana de octubre, pero el «mal del hormigón» fue inmediatamente culpado del desastre de sus afueras en mil artículos que denunciaron que las ciudades al sur del desvío, mal urbanizadas, impidieron que las antiguas marismas de la Huerta absorbieran la riada del barranco del Poyo, como habría ocurrido hace 150 años.. Y sí, algo hay: en la última década de alarma medioambiental, el hormigón ha sido identificado como una gran fuente de problemas. El 8% de las emisiones de CO2 que provocó el hombre en 2024 vinieron de la industria cementera, la que surte de su principal materia prima al hormigón. «Es mucho CO2 pero tengamos en cuenta que el cemento es el segundo producto más consumido del mundo después del agua. Y que una de las características del hormigón hecho con el cemento es que es duradero. Hay muchos casos en los que el impacto medioambiental del hormigón se reparte entre 60 años de vida, mientras que otros materiales aguantan 10 años y tienen que ser sustituidos; así que podríamos preguntarnos qué genera más gasto energético», explica el ingeniero de caminos Aniceto Zaragoza, presidente de la asociación sectorial Oficemen, la Agrupación de Fabricantes de Cemento de España.. Los atenuantes existen, sí, pero la discusión por la huella del hormigón es irreversible. Desde hace años, existe un goteo constante de noticias que anuncian desarrollos milagrosos dirigidos a descarbonizar el cemento. El año pasado, el campeón en la carrera del cemento verde fue un producto llamado Cambridge Electric Cement, elaborado en la Universidad de Cambridge y presentado como un material reciclado y potencialmente capaz de proveer al Reino Unido de un 33% de su demanda de cemento.. Casa Tuia en Bueu (Pontevedra), obra del estudio Castroferro Arquitectos de Vigo.HÉCTOR SANTOS-DÍEZ. «Si es cierto, lo verdaderamente importante es el volumen porque muchas de esas investigaciones académicas suenan rompedoras, plantean cosas como ‘el hormigón verde hecho con posos de café’, y están muy bien, sólo que es evidente que su alcance es limitado. El café no va a solucionar los problemas de la edificación en el mundo», dice Carlos Peraíta, economista y representante del sector del hormigón a través de Anefhop. «Las tecnologías existen. Lo que hace falta es que sean aplicables y, sobre todo, que sus productos tengan demanda». ¿Alguien que haya comprado un piso nuevo en los últimos años ha preguntado por el hormigón empleado? ¿Alguien ha asumido un sobrecoste a cambio de una construcción libre de emisiones? Tampoco lo hacen las Administraciones Públicas, las grandes consumidoras del material a través de sus políticas de infraestructuras y vivienda.. El arquitecto Martín Amado, representante de la comisión técnica de la Plataforma Passivhaus, cuenta que todos sus clientes tienen conciencia de que habrán de habitar con eficiencia las casas que quieren construir. El interés por la eficiencia en la construcción, en cambio, es un asunto que está por descubrir. «La directiva europea dice que, en 2030, todos los edificios que se construyan tendrán que declarar su huella en la construcción y cumplir con unos mínimos. Los proyectistas tendrán que trabajar con ese criterio y los fabricantes, incluidos los de hormigón, tendrán que atender a esa demanda obligatoria».. Siguiente pregunta: ¿por qué, desde el punto de vista del bien común, sigue mereciendo la pena trabajar en el hormigón si sus cifras de emisiones parecen abrumadoras en vez de sustituir el material por otra tecnología menos problemática? «Antes del hormigón estaban el barro, el adobe y la piedra. Y sólo los muy ricos se podían permitir una casa de piedra», dice Carlos Peraita. «Pongo otro ejemplo: el hormigón cambió la gestión de las aguas fecales y acabó con el cólera. El hormigón fue solución, no fue problema y lo sigue siendo, porque aún es un material relativamente barato y es de cercania, se puede desarrollar en cualquier parte del mundo y favorece las industrias locales. Y, sobre todo, es extraordinariamente duradero. Hay un problema con el hormigón que es la emision de CO2 pero no hay alternativas reales para sus beneficios».. Fernando Higueras, asomado al Centro de Restauraciones de la Ciudad Universitaria de Madrid (1965).FUND. FERNANDO HIGUERAS. Si acaso existe esa alternativa, es la madera laminada, una tecnología inventada hace 25 años y aplicada en la construcción de viviendas, escuelas y oficinas (no de infraestructuras) en la última década. Su potencial es muy alto pero su desarrollo depende de una materia prima finita que, por ahora, le impide competir en el precio con el hormigón. La capacidad mundial de producción de CLT ronda los siete millones de metros cúbicos, de los que España genera el 2,5%. La demanda mundial de hormigón, en cambio, es de 41.000 millones de toneladas cúbicas. En un nivel menos desarrollado, aparecen los ladrillos de cáñamo y, más allá, los de algas y los de otra mezcla natural que ha sido bautizada como cob. También hay investigaciones en plásticos endurecidos y hasta un «cemento bio» hecho con serrín y polímeros. Cualquiera de estos últimos productos (a excepción del cáñamo) aparecieron un día en un artículo en alguna revista de diseño y después desaparecieron del mapa.. Entonces, ¿qué hacer para proveer al mundo de casas, embalses y plantas de energía? ¿Cómo construirlas? Descartados los desarrollos milagrosos del estilo «el cemento zero hecho con posos de café», Calos Peraíta y Aniceto Zaragoza describen una realidad apoyada en decenas de líneas de investigación que desarrollan, sobre todo, las empresas del sector más que el mundo académico y que están coordinadas por la Unión Europea con una serie de directivas.. Zaragoza habla de varios campos de trabajo. El primero tiene que ver con el núcleo de la fabricación del cemento: la combustión de las calizas y la arcilla que se convierten en clínker, el componente clave del cemento. Esa combustión se hace mediante los hornos más calientes que emplea ninguna industria y es también el momento más contaminante de todo el proceso. ¿Se puede mejorar la práctica? Sí, sustituyendo los combustibles fósiles por biomasa. «Esa materia prima existe, es abundante y la tecnología está avanzada. Falta que existan proveedores de suficiente biomasa», explica Zaragoza, que considera que su mercado no es aún suficientemente seguro.. ‘Healing Kharkhi’ (Reparar Jarkov), un programa de regeneración en la ciudad de Járkov, una de las capitales cementeras de la Unión Soviética, afectada por la guerra de Ucrania.. En ese mismo fuego, ¿es posibe sustituir las calizas y las arcillas del clínker por otros materiales menos emisores? Sí, de nuevo: las puzolanas y las escorias de fundición son las alternativas y Zaragoza considera que pueden tener un efecto positivo, aunque su alcance potencial es limitado. Más interesantes son, en su opinión, los desarrollos que atrapan las emisiones de CO2 y las convierten en un gel que se puede almacenar y emplear como combustible en la navegación marina. Aunque suene complejo, ese es el salto tecnológico inminente.. Las siguientes líneas de trabajo tienen que ver con todo aquello que rodea al clínker, con los otros componentes del cemento y del hormigón que pueden aumentar su peso relativo en el cemento y «diluir» su núcleo contaminate. Zaragoza dice que los modelos también existen y que falta desarrollarlos para que sean tan resilentes como el hormigón tradicional.. «Hay un reto más que tiene que ver con la manera en que se construye. Como el hormigón es barato, siempre ha sido mas sencillo y económico construir con mucho hormigón por defecto, en vez de proyectar más minuciosamente», cuenta el representante de Oficemen. El hormigón es la principal materia prima de la construcción pero su coste representa no más del 6% del presupuesto de cualquier construcción de viviendas. Una ventana de aluminio es muchísimo más cara.. La última línea de trabajo dispuesta por la Unión Europea tiene que ver con la recarbonización del hormigón. Aunque veamos en el hormigón un material monolítico, sin grietas, la realidad es que respira y absorbe CO2. «Esa respiración siempre se vio como un defecto porque erosionaba los hierros de las estructuras. Ahora lo vemos como una ventaja pero tenemos que estar seguros de en qué usos del hormigón podemos fomentar esa transpiración», explica Aniceto Zaragoza. «De momento, ya hay estadísticas oficiales que dicen que el hormigón absorbe 80.000 toneladas de CO2 al año».. El hormigón cero emisiones, por tanto, no aparecerá en forma de una noticia milagrosa, igual que quizá no haya nunca una información que diga que el cáncer no volverá a matar porque la vacuna definitiva existe. Es más probable que, algún día, el mundo llegue a ese lugar poco a poco, casi sin darse cuenta. ¿De qué dependerá que ese cambio ocurra más o menos deprisa? Primero, de que exista una demanda que permita mejorar los costes y acelerar el cambio, para lo que el papel de la obra pública será fundamental. Y segundo, de que los fabricantes de cemento, un mercado centralizado en unos pocos actores muy porfesionalizados, con capacidad de investigación, unan sus intereses y su trabajo al del mundo académico. «De momento, ya sabemos que el hormigón va a ser pronto un 40% menos emisor de lo que era en 1990», cuenta Carlos Peraíta.. Es un poco rara la relación de la humanidad con el hormigón y el cemento, ¿verdad? También porque su uso ha sido mil veces estetizado y poetizado, como si las paredes de hormigón visto fueran el gran lienzo del dolor del último siglo. Y por eso, al lado de The Brutalist aparecerá Architekton, el documental contra el hormigón de Victor Kossakovsky (2024). «El hormigón, en su esencia, no debe cambiar. El propósito no es sustituirlo por un material eco que dure 10 años, porque eso no tendría sentido», termina Aniceto Zaragoza.
La Lectura // elmundo
El 8% de las emisiones de CO2 son a causa del producto que ha construido nuestra vida. No hay alternativa que lo sustituya. ¿Cómo hacerlo menos problemático? Leer
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