Un reaccionario tan original como el historiador John Lukacs sostuvo que debemos tener cuidado con lo que pensamos porque, al final, nuestras ideas se convierten en realidad. En el otro extremo del arco ideológico, la escritora Rebecca Solnit (Bridgeport, Connecticut, 1961) arranca su último libro -El camino inesperado- con las siguientes palabras: «Cómo vemos el mundo condiciona absolutamente qué podemos hacer en el mundo. Nuestras acciones están determinadas por nuestra visión -los marcos a través de los cuales entendemos el mundo-, o eso me parece a mí desde hace tiempo».. Se trata básicamente de una idea compartida que pondera la calidad de nuestras creencias y el peso que le concedemos a la memoria -como criterio de justicia y de esperanza- y, a su opuesto, el olvido. «La memoria nos da poder -concluye Solnit-, igual que el olvido y la amnesia nos hacen vulnerables». Se trata de una verdad imperecedera, que se actualiza cada siglo. Y hoy quizás más que nunca.. Traducción de Clara Ministral. Lumen. 224 páginas. 19,90 € Ebook: 8,99 €. Puedes comprarlo aquí.. Solnit no es, desde luego, una escritora cualquiera. Hay quienes escriben desde el centro de un sistema ideológico: se dirigen a él, lo embellecen o lo refutan, pero aceptan sus coordenadas como inevitables. Otros, en cambio -sería el caso de nuestra autora- lo rodean por fuera. Su obra no se deja clasificar fácilmente en un género y su escritura -documentada pero poética; militante pero melancólica; exacta y, al mismo tiempo, reverberante- parece estar siempre en busca de algo más que un argumento: un lugar desde el que pensar; o, incluso, desde el que mirar. Leerla es entrar en una conversación con el mundo, partiendo del misterio. Su mirada se despliega sobre lo político -porque Solnit es, en primer lugar y ante todo, una pensadora política-, pero también sobre lo íntimo, lo geográfico y lo simbólico, tejiendo así un tapiz que convierte lo personal en histórico y lo histórico en un relato ético.. Hay, por tanto, algo profundamente americano -a la manera de Thoreau- en la autora de San Francisco; quizás por la relación que mantiene con la naturaleza o por su desconfianza hacia el poder institucionalizado, lo cual nos habla de una cierta concreción de la libertad. Porque, seguramente, su mayor don reside en su capacidad para pensar la realidad usando metáforas vivas. En una época obsesionada con el control y el poder, Solnit nos sugiere una cartografía alternativa. Y es que las ideas rechazadas y los caminos descartados conducen a lugares insospechados. «Creo que existe belleza en la complejidad -leemos en El camino inesperado-. En rastrear los largos caminos por los que unas cosas influyen en otras. En contemplar las intrincadas redes de relaciones y de causalidad. En presenciar el poder que tienen la paciencia obstinada y la visión a largo plazo. En reconocer lo frecuente que es que el cambio comience en la periferia, con movimientos y pensadores a los que se había considerado irrelevantes, aunque después, a medida que va avanzando, muchas veces, se desplace hacia el centro y concluya su recorrido bajo los focos que alumbran los centros de poder».. Solnit escribe desde California, pero su territorio intelectual resulta mucho más amplio. Los breves ensayos recogidos en este libro así lo demuestran. Constituyen un elogio de «lo indirecto, lo impredecible, lo inmensurable, lo lento y lo imperceptible», como señala la autora en el prólogo. Yo añadiría que también de lo ambiguo y misterioso, de la vida misma. Nos muestra la influencia -insospechada- del cambio climático sobre el sonido de los violines o nos recuerda que el feminismo acaba de empezar (no olvidemos que Solnit fue la primera en acuñar el concepto de mansplaining), elogia el deambular -ese arte de perderse-, cifra la esperanza del hombre en los horizontes lejanos y, sobre todo, nos habla de la importancia del tiempo profundo frente al corto plazo.. Esta esperanza sin garantías que echa raíces en la temporalidad y representa una apertura a lo imprevisible quizás sea el auténtico núcleo de su ética ensayística. Solnit escribe desde la perspectiva de los que no tienen poder; pero no para idealizarlos, sino para ampliar su campo de visión. De este modo la paciencia nos redime, mientras que la feroz impaciencia nos condena. Saber esperar y confiar en el hombre hace de su escritura un ejercicio de hospitalidad: hacia los fantasmas del pasado en primer lugar. También hacia los que no son escuchados, vidas y los relatos que no se ajustan a los cánones establecidos.. Por supuesto, leer a Rebecca Solnit exige una disposición interior. Nos enseña a pensar, a cuestionar, a preguntar; a la vez que nos invita a desafiar sus ideas. Porque es muy posible que no estemos de acuerdo con todos y cada uno de los postulados que defiende, pero al mismo tiempo resulta muy difícil no reconocer la brillantez poética, la sensibilidad y la alta cultura -en última instancia, la honestidad- que translucen sus textos. Su invitación a perdernos para encontrar un sentido nos recuerda el mandato de los clásicos, ya sea Ulises en la Odisea, Eneas en la Eneida o el Dante de la Divina comedia. Viajamos buscando un hogar que hemos perdido y, a lo largo del camino, vamos descubriendo que ese hogar se encuentra en los demás y con los demás. No nos ofrece consignas fáciles ni discursos demagógicos. Los libros de Solnit hablan sobre un presente que no se agota en sí mismo sino, que atraviesa el devenir humano. Nos enseña que la esperanza madura despacio y que el tiempo habitado por la palabra puede convertirse en un lugar de resistencia.. Esta es una fe literaria que no ignora la injusticia, pero que se niega a aceptar que sea el único relato posible. Leerla -pienso en Una guía sobre el arte de perderse, en Wanderlust o en Las rosas de Orwell, por citar sólo unos pocos títulos- es un placer que únicamente podemos calificar de necesario. Y El camino inesperado supone una magnífica puerta de entrada a su obra y también un magnífico compendio de su pensamiento y de su sensibilidad. Una autora imprescindible.
La Lectura // elmundo
Los ensayos de El camino inesperado, escritos con su habitual prosa documentada pero poética, militante pero melancólica, exacta y a la vez reverberante; son un magnífico compendio del pensamiento y la sensibilidad de la pensadora Leer
Los ensayos de El camino inesperado, escritos con su habitual prosa documentada pero poética, militante pero melancólica, exacta y a la vez reverberante; son un magnífico compendio del pensamiento y la sensibilidad de la pensadora Leer