«El escritor Manuel Vilas se encontraba en la ciudad rumana de Bistrita una mañana a finales del mes de julio. Acababa de cumplir sesenta y un años y subió a la torre de la iglesia evangélica, una imponente atalaya de más de setenta metros. Estuvo haciendo varias fotos, se hizo también algún selfi donde se le veía sonriente y dichoso. Y contradiciendo de manera radical dichas fotos se arrojó al vacío. Murió en el instante mismo en el que su cuerpo tocó la milenaria piedra del suelo».. Con este perturbador y maravilloso prólogo arranca El mejor libro del mundo (Destino), una brillante y adictiva mezcla de diario y novela confesional que su autor define como «un libro muy salvaje».. Destino. 592 páginas. 22,90 € Ebook: 10,99 €Puedes comprarlo aquí.. «Hay intuiciones literarias que no sabes de dónde vienen», explica a La Lectura, entre risas y felizmente vivo, Manuel Vilas (Barbastro, 1962). «Pensé que era como una especie de parapeto para que lo que se dijera dentro del libro se le pudiera endilgar a un muerto, una especie de protección. Si el escritor que ha escrito este libro en realidad se ha suicidado, evidentemente eso aleja el material autobiográfico de mi persona. Y yo quedo como ciudadano, Manuel Vilas, libre de todo pecado y de toda culpabilidad», razona.. Pueden parecer precauciones excesivas, pero quizá no lo sean a tenor del explosivo material de su nuevo libro. En un desfile de reflexiones vitales, ora melancólicas y humanas ora cáusticas y políticas, Vilas compone un texto cuajado de anécdotas, hilarante y descarnado, sabio y rotundo, lleno de chispazos de humor y de sentencias casi filosóficas. La espoleta que arranca la trama, por supuesto el deseo de todo escritor de escribir el mejor libro del mundo -«la búsqueda de una excelencia abocada inevitablemente al fracaso»-, fue según explica, cumplir 60 años.. «Todos los escritores mueren humillados cuando no consiguen la universalidad de su literatura, pasar a la posteridad». «Sufrí una crisis de carácter matemático, una certeza de que ya había vivido mi vida, que lo que me quedaba era mucho menos. Podría engañarme y decirme que aún soy joven como hace nuestra sociedad, que pierde las objetividades en aras de una fantasía ilusoria, pero no. Y esa verdad para un vitalista como yo, para un ferviente enamorado de la vida, es un problema», reconoce el escritor, que afirma que lo que le interesa de la literatura es «la capacidad que tiene de representar la vida. Sin eso, no la querría para nada».. En este sentido, si uno de los grandes temas de este libro es la muerte, y la vejez que la precede, Vilas afirma que «la muerte de un escritor, que es especial, porque tiene una humillación. Los escritores mueren humillados, sobre todo cuando no han conseguido la universalidad de su literatura, pasar a la posteridad», explica.. Ante él, como ejemplos españoles, están Cervantes y Lorca. «Ellos sí son literatura, porque se siguen leyendo después de mucho tiempo. En el fondo la literatura es eso. Tú hablas con cualquier escritor y te dicen que el rollo de la posteridad es una chorrada, una cosa del idealismo romántico del XIX. Pero cualquiera querría ser Cervantes, de quien todavía hoy seguimos comiendo muchos en España, y gracias al cual todas las universidades de Francia, Alemania o Estados Unidos tienen un departamento de español».. Como se ve, la vulnerabilidad, humana y literaria, es otro gran leitmotiv de estas páginas. Vilas explora toda esa cara B del mundo literario y de la propia escritura, rompiendo multitud de tabúes en los que muy pocos compañeros de profesión se atreven a ahondar: envidias y egos, zozobras, síndrome del impostor, soledad… «Nos ha hecho mucho daño esa visión decimonónica de creador genial, brillante privilegiado, inteligentísimo… Antes que nada, el escritor es un ser hipervulnerable. Y como ocurre con cualquier otra profesión el escritor también hace muchas cosas patéticas por la supervivencia».. «Nos ha hecho mucho daño esa visión decimonónica de creador genial, brillante privilegiado, inteligentísimo… Antes que nada, el escritor es un ser hipervulnerable». Por ejemplo cuando visita compulsivamente las librerías para ver si están y cómo están colocados sus libros. «Eso lo hacemos el 95%, pero nunca lo dice nadie. Yo me acuerdo de una conversación, que la cuento en el libro, con Jesús Trueba, el librero de La Buena Vida, que me contó que Javier Marías le apareció un día en la librería y fue a ver si estaban sus libros. Y cuando vio que le faltaban dos o tres títulos y se lo hizo saber al librero. Javier Marías, nada menos», cuenta Vilas. «O, también cuando vas a la Feria del Libro o a cualquier firma, y de repente hay 10 minutos en que no viene ni Dios. Ahí piensas, hostias, me mato ya», se carcajea.. Manuel Vilas la semana pasada en su casa de Madrid.SERGIO GONZÁLEZ VALERO. Y así, el escritor desgrana las miserias de la profesión, desde comparar cuánta gente asiste a los actos propios y de otros o leer los comentarios de Amazon, «que pueden llevarte directamente a la depresión. Los lectores no tiene filtro y una crítica, incluso inocente, es un fracaso brutal. No de la novela, sino tuyo, porque no hay distancia entre la novela y tú, sois la misma cosa», apunta. Es por eso que Vilas considera que el de escritor «es un oficio de riesgo y debería tener un plus de peligrosidad. Por eso es una profesión llena de suicidas. No creo que los médicos, los fontaneros o los abogados se suiciden tanto, y eso es algo que tampoco se dice».. Como tampoco se habla, aduce, de la capital importancia del dinero, un tema omnipresente en el libro y muy caro al autor. «Ni siquiera quienes escriben autoficción, o autobiografía como yo, hablan de los actos, charlas, entrevistas y todo es que tienes que hacer para vender tus libros, de la presión de las listas de los más vendidos», critica. «Un escritor se pone a hablar siempre del gran tema de la novela, de la trama, de la literatura, de grandes cosas. Pero, en realidad, con lo que está obsesionado es con si todo eso que ha empaquetado en un libro lo va a vender o no lo va a vender. Porque como no lo venda, probablemente le entrarán ganas de suicidarse», prosigue,. «Es verdad que hay dos esferas, la comercial y la literaria: puedes tener prestigio y no vender un solo libro y puedes vender un montón y no ser bien considerado. Pero la gente lo quiere todo, vender millones de libros y que le den el Premio Nobel de Literatura. Esta es la obsesión de un escritor, pero nunca lo confesará nadie porque es algo inconfesable», sostiene.. «Los escritores quieren todo: vender millones de libros y que les den el Nobel de Literatura. Es nuestra obsesión, pero nunca lo confesará nadie». Eso sí, él se lo toma con el humor que destila en todos los ámbitos de su vida. «Te puedes rasgar las vestiduras y decir que este mundo es una mierda porque al final todo es una factura, o puedes verlo como yo propongo al lector, que es como una gran comedia, como la gran comedia de la vida. Al estilo de Buñuel, le digo al lector: protégete a través de la comedia».. Pero no todo es literatura. Además de brillantes incursiones del cine y la música, de la poderosa presencia de sus padres y otros fantasmas con los que charla -como el de su adorado Lou Reed o el de Aldous Huxley- y de un ácido retrato de la política global actual, Vilas aborda también temas como el paso del tiempo y la brevedad de la vida, las grandes asimetrías y obsesiones de nuestra sociedad o «el espectáculo de poder y jerarquías que es la vida».. «Tengo la obsesión de convertirme en centenario, como Ernst Jünger. Me apasiona la idea de longevidad y cómo este señor pudo contemplar el mayor prodigio del mundo, el cambio de los valores de cada época», explica. «Jünger habló con Hitler, vio a los Beatles en la tele y vio la caída del Muro, todo en una sola vida. A mí me encantaría ver cómo es la sociedad de 2074, de 2200, de más allá, y ver cómo nos ven a nosotros», elucubra Vilas, para quien los agoreros que anuncian el fin del mundo «son gente envidiosa que quiere que todo reviente ya porque se van a perder un futuro que seguro que es mucho mejor».. La obsesión por el éxito -«el mayor y más triste legado del capitalismo»-, los grandes miedos atávicos del español medio -«el hambre, entendida como metáfora del fracaso, laboral, económico, social… y el ser el último mono, el no pintar nada»- o la imposibilidad de gozar del privilegio -«un enorme menoscabo de la democracia, pues todos deberíamos ser reyes o presidente una semana»-, son algunos de los muchos temas de El mejor libro del mundo.. «Don Quijote es un triunfo de la literatura sobre la vida, y eso es maravilloso. Pero para lograr algo así exige el escritor tiene que dejarse las tripas». Ese que su propio autor, «un yonqui de las palabras y la belleza, la única superstición que me parece aceptable», define como imposible de escribir. «La literatura siempre es un fracaso porque compite con la vida y esta es siempre más grande que un libro, más infinita, hermosa y poderosa».. Entonces, ¿por qué dedicarle una vida? «Porque a veces, con Cervantes, Kafka, Flaubert y unos pocos más parece que sí, que la literatura triunfa. Don Quijote es un triunfo de la literatura sobre la vida, y eso es maravilloso. Pero lograr algo así exige esfuerzo. El escritor tiene que dejarse las tripas y, además, tener algo de suerte». Lo primero, Vilas lo cumple a rajatabla. Esperemos que también lo segundo.
La Lectura // elmundo
El escritor regresa a su versión más auténtica en ‘El mejor libro del mundo’, una brillante novela autobiográfica llena de cáusticas reflexiones sobre la vida y la industria del libro. «El 95% vamos a librerías a ver si están nuestras obras, pero nadie lo admite» Leer
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