Existe una tensión insalvable entre pueblo y ciudad que reconocen y sienten especialmente quienes cambian el uno por la otra, y viceversa. Mira, protagonista de Mujeres en la noche, es de las primeras. Hace más de treinta años que vive sola en Viena, como una mujer libre, culta, independiente, pero nació en Jaundorf, un pueblo del sur de Austria, en la región de Carintia, donde persiste una minoría eslovena cuya lengua y cultura generan fricciones y desencuentros.. Su vida en la ciudad está marcada por la «imperiosa necesidad de distanciarse de Jaundorf», pues su lugar natal «nunca la soltaba, se aferraba a ella con empeño». A ojos de sus parientes, Mira es una desertora: alguien que ha querido ser otra cosa, «una persona desarraigada, con pretensiones de ser algo mejor». El que se va queda señalado. En palabras de su madre, Anni: «¿Qué tiene de bonito marcharse? Cualquiera puede hacerlo. Lo difícil es quedarse».. Traducción de José Aníbal Campos. Periférica. 280 páginas. 21 € Ebook: 13,99 €. Puedes comprarlo aquí.. Será precisamente Anni la razón por la que Mira vuelve a Jaundorf: cuidar de ella, decidir qué hacer con la casa familiar y, sin quererlo, reencontrarse con una lengua que ya no le pertenece del todo. El esloveno, que en su infancia era lengua materna, se convierte ahora en umbral y frontera, en acceso a un mundo cerrado y a la vez en distancia. En su retorno hay menos nostalgia que extrañeza. Lo que Mira descubre no es el lugar donde fue feliz, sino una identidad en ruinas.. Pero Mujeres en la noche no es solo una novela sobre el desarraigo o el conflicto entre modernidad y tradición. Maja Haderlap, también nacida en Carintia, construye con delicadeza una constelación femenina que atraviesa generaciones. La nieta, la madre, la abuela Agnes: tres vidas marcadas por el sacrificio y el silencio, entre cuerpos que envejecen y palabras que no consuelan. «Sus palabras eran como suspiros que se silenciaban incluso mientras eran pronunciadas», se dice de la abuela, cuya figura parece flotar en el recuerdo como una presencia espectral.. Frente a esa herencia, las mujeres buscan refugios distintos. Anni en la religión; Mira en el análisis intelectual. Pero ninguna consigue dar nombre pleno al dolor. Como si las palabras fueran siempre menos de lo que se necesita. Haderlap, sin embargo, consigue lo contrario: con una prosa lírica pero contenida, convierte el lenguaje en espacio habitable, en cartografía emocional. El pasado no se cura, pero se escucha. Y en ese murmullo, tan leve como constante, se reconocen los lazos que siguen doliendo.
La Lectura // elmundo
El pasado no se cura, pero se escucha. Y en ese murmullo, tan leve como constante, se reconocen los lazos que siguen doliendo Leer
El pasado no se cura, pero se escucha. Y en ese murmullo, tan leve como constante, se reconocen los lazos que siguen doliendo Leer