Tal día como hoy, hace justo siete siglos, Ibn Battuta salió de su casa de Tánger. No regresó hasta 24 años después, tras completar un viaje por casi todo el mundo conocido que excedió en mucho el itinerario de otro viajero medieval mucho más ilustre: Marco Polo. Por si fuera poco, a los tres años de su vuelta emprendió un nuevo periplo que lo llevó por los casi desconocidos territorios de Mali, tras atravesar el norte de África y el desierto del Sáhara. En total, 120.000 kilómetros que componen una de las aventuras más increíbles de la época premoderna y de la que ahora se cumplen 700 años. En un época en la que el turista y sus masificaciones ha terminado expulsando al explorador viajero, las andanzas de Ibn Battuta se presentan a los ojos del lector moderno como uno de esos cuentos de ‘Las mil y una noches’ que incendian la imaginación con sus sultanes crueles, sus exóticos salvajes y su mirada sobre las distintas manifestaciones de la naturaleza humana, vistas con ojos nuevos.. Ibn Battuta dictó de memoria las maravillas que presenció durante su recorrido al estudioso granadino Ibn Yuzayy, que la transcribió como ‘rihla’ (relación de viajes que conforma un género propio en la literatura árabe) en un momento entre 1354 (cuando el trotamundos regresó de Mali) y 1357 (fecha del fallecimiento del escriba). El libro circuló ampliamente entre el mundo musulmán, pero apenas fue conocido en los reinos cristianos de la época, donde las descripciones de Marco Polo se convirtieron en el referente de la literatura de viajes.. Hoy, el único vestigio físico del ciudadano más ilustre de Tánger en su ciudad es un pequeño panteón en un rincón de la Casbah, alejado de las rutas turísticas. Su nombre sigue presente en el aeropuerto tangerino, así como en un campo de fútbol, un centro comercial y una fundación que intenta difundir su legado. «Es mucho más importante que Marco Polo», sentencia Serafín Fanjul, traductor junto a Federico Arbós de la ‘rihla’, en una cuidada edición en español que vio la luz en 1981 con el título de ‘A través del islam’. Es éste un aspecto importante, pues Ibn Battuta sale de Tánger para realizar el ‘hajj’ o peregrinación a La Meca, y si consigue sobrevivir es por la hospitalidad obligada de los musulmanes, que viene marcada en el versículo 215 de la Sura Baqara del Corán: «Te preguntan cómo deben dar las limosnas. Di: el bien que hagáis sea para los padres, los parientes, los huérfanos, los menesterosos y para el viajero». Una hermandad que le permitió fundar familias, tener hijos -muchos de ellos fallecidos o dejados atrás- y sobrevivir incluso en circunstancias tales como la Peste Negra, con la cual tuvo contacto durante su estancia en Siria, en 1348.. Pero volvamos a aquel mes de junio de 1325. Ibn Battuta lo recordaba del siguiente modo al inicio dela ‘rihla’: «Salí de Tánger, donde nací, el jueves 2 de Raab, mes del Señor, del año 725, con el objeto de peregrinar a la Santa Casa [La Meca] y de visitar el sepulcro del Enviado de Dios, solo, sin compañero con cuya amistad solazarme ni caravana a la que adherirme, pero movido por una firme decisión en el alma y porque el ansia de encaminarme a aquellos nobles santuarios anidaba en mi pecho. Me decidí, pues, en la resolución de abandonar a mis amigas y amigos y me alejé de la patria como los pájaros dejan el nido. Aún vivían mis padres y hube de soportar el dolor de tenerlos lejos, por lo cual todos tres caímos enfermos. A la sazón mi edad era de 22 años».. La ‘rihla’ de Ibn Battuta no es solo un relato de viajes, sino un testimonio único de la diversidad del mundo islámico en el siglo XIV, un período de profundas transformaciones políticas, sociales y culturales. Como señala Fanjul, «el sentido totalizador de la vida que el musulmán vive no permite aislar en su fuero íntimo una creencia más o menos acabada en una eventual trascendencia, sino que exige una visión global del Universo, en el cual el hombre está inserto, perfectamente inserto».. Esta visión integral del Islam, que abarca no sólo lo religioso sino también lo cultural, social y político, permitió a Ibn Battuta moverse con relativa facilidad por un vasto territorio que se extendía desde el Magreb hasta el Extremo Oriente. La cohesión proporcionada por la lengua árabe, aunque en declive frente al persa en algunas regiones, más la hospitalidad islámica, institucionalizada en albergues como las zagüías y los conventos, fueron pilares fundamentales para sus desplazamientos. «Battuta no era un intelectual que supiera escribir bien», apunta Fanjul. «Él va a hacer la peregrinación. Y después se aprovecha la situación que se va encontrando, que le permite seguir viviendo de un sitio a otro. No era rico en absoluto, pero en unos sitios le ayudaban y en otros no. En algunos, incluso, llega a tener cierta importancia, como es el caso de la India». Jurista de profesión, por tradición familiar, llegó a ejercer esta profesión durante siete años en el subcontinente, una hazaña inimaginable para alguien llegado de Marruecos.. La Casa Árabe de Madrid ha dedicado ciclos, conferencias y exposiciones para tratar de acercar al otro lado del Mediterráneo el legado de una figura trascendental. Aquí historiadores como Javier Leralta han seguido difundiendo su obra y contagiándose por las maravillas de su relato: «En la isla de Ceilán le aseguraron que la huella del pie de Adán se encontraba allí, en el monte Sarandib, y le contaron extrañas historias sobre sanguijuelas voladoras, cuyas picaduras se curaban con limones, o sobre monos con bastones que dialogaban entre sí. Le llamaron la atención las plantas del alcanfor y el clavo, mientras que en la isla de Java le sorprendió la costumbre de los siervos que se dejaban decapitar por amor a su rey».. El viaje de Ibn Battuta comenzó con la intención de cumplir la peregrinación preceptiva a La Meca, pero su curiosidad y su capacidad de adaptación lo llevaron mucho más allá. Desde el norte de África, pasando por Egipto, Siria, Iraq, Persia, la India, las Maldivas, y llegando incluso a China, su itinerario cubrió una extensión geográfica y cultural sin precedentes. Abdelaziz Benami, de la Asociación Marroquí Ibn Battuta y director del Museo de Tánger que lleva el nombre del viajero, destaca la relevancia de su semblanza: «Es una figura histórica importante para Tánger y para todo Marruecos, porque representa los valores de paz, tolerancia y descubrimiento que queremos promover».. Este espíritu de apertura se refleja en la forma en que Ibn Battuta se relacionó con las diversas culturas y comunidades que encontró, desde los sultanes de Delhi hasta los comerciantes de las Maldivas, pasando por los místicos sufíes y las cofradías turcas. Sin embargo, no todos los lugares fueron de su agrado. Como señala Fanjul, «hay sitios en los que no se encontró a gusto, como Cerdeña, que entonces estaba en manos de los catalanes. O Bizancio, que no le gustaba nada porque le parecía llena de iglesias descuidadas y también por los rituales cristianos que allí tenían lugar».. La ‘rihla’ no solo es un compendio de observaciones geográficas, sino también un retrato sociológico y económico del mundo islámico. Ibn Battuta describe con detalle los precios de las mercancías, los sistemas de tributación, las rutas comerciales y las prácticas agrícolas, desde los melones de Juwrizm hasta las pesquerías de perlas en el Golfo. Fanjul subraya este aspecto: «La preocupación por los precios y su minuciosa relación es continua en toda la obra, ya se trate de China, Egipto, Siria, India, Turkestán o Anatolia».. Esta atención al detalle económico refleja la utilidad práctica de la ‘rihla’ para el sultán meriní Ab Inan, quien le encargó la redacción del texto para obtener información sobre tierras lejanas. Además, la obra incluye descripciones de prácticas religiosas, costumbres sociales y conflictos doctrinales, como la aversión de Ibn Battuta hacia los chiíes, cuya base social y prácticas litúrgicas critica con vehemencia. «El contacto con ellos actúa en él como un revulsivo no ocultándoles su antipatía en ningún momento», observa Fanjul en su introducción a ‘A través del islam’.. La veracidad de algunos relatos de Ibn Battuta ha sido objeto de debate. Fanjul apunta que «algunas partes de la relación pueden ser falsas, como es el caso de Rusia; está claro que allí no llegó a estar. Y de China, incluso, habría que pensárselo. Porque parece que llegó hasta sus puertos, pero no que se llegó a introducir en el país». Investigadores como Hamilton Gibb e Ivan Hrbek han señalado contradicciones cronológicas, como la imposibilidad de que Ibn Battuta estuviera en Asia Menor y el río Indo en septiembre de 1333, o la dudosa estancia en Pekín. Sin embargo, estas inconsistencias no restan valor al conjunto de la ‘rihla’, que, como dice Fanjul, «fue capaz de dictar de corrido la experiencia de más de 25 años transitando sin cesar por el diverso mundo islámico del siglo XIV». Benami refuerza esta idea: «El legado de Ibn Battuta trasciende las fronteras de Marruecos. Su relato es un puente entre culturas, un testimonio de la diversidad y la riqueza del mundo islámico, pero también de su capacidad para dialogar con otras civilizaciones». Porque, según él, «se trata de un observador, que describe antes de criticar».. La dimensión literaria de la ‘rihla’ merece igualmente atención. Aunque dictada por Ibn Battuta, la redacción final de Ibn Yuzayy incorpora elementos estilísticos que enriquecen el texto, combinando observaciones directas con relatos tradicionales y, en ocasiones, exageraciones destinadas a prestigiar al autor. Fanjul destaca esta dualidad: «El conjunto artístico de la obra viene dado tanto por el testimonio, la base documental y los párrafos que de memoria Ibn Battuta repitiese o recitara, como por la forma externa, la ordenación del material y los alardes estilísticos o embellecedores que Ibn Yuzayy introdujese». Esta mezcla de realidad y narrativa legendaria, como los relatos de augurios cumplidos o encuentros milagrosos, como la de la legendaria ave Roc que también aparece en ‘Simbad el marino’, confiere a la ‘rihla’ un carácter único, a medio camino entre el documento histórico y el cuento fantástico.. En Tánger, el interés por recuperar la memoria de Ibn Battuta ha crecido en los últimos años. Como indica Benami, «estamos trabajando para que su tumba se convierta en un lugar de referencia para los visitantes, un espacio que no sólo honre su memoria, sino que también inspire a las nuevas generaciones a explorar el mundo con la misma curiosidad y valentía». Este esfuerzo incluye proyectos para restaurar el mausoleo y convertirlo en un reclamo turístico, integrándolo en circuitos que resalten la riqueza cultural de la ciudad. La fundación que lleva su nombre organiza actos y exposiciones para difundir su legado, subrayando su papel como símbolo de intercambio cultural.. Ibn Battuta no fue solo un viajero, sino un testigo privilegiado de un mundo en transformación, desde el declive del califato abbasí hasta el auge de los mamelucos y los mongoles. Su capacidad para adaptarse a contextos diversos, desde las cortes de Delhi hasta los mercados de Malí, lo convierte en una figura singular. Como concluye Fanjul, «Ibn Battuta es, en definitiva, ‘el viajero de los árabes y los persas’. O como dice Ibn Yuzayy, ‘el viajero de la comunidad musulmana’: difícilmente podría expresarse mejor su asendereado paso por las tierras del Islam». Su ‘rihla’ no sólo documenta un viaje físico, sino también un viaje interior, marcado por la fe, la curiosidad y la búsqueda de prestigio, que lo llevó a recorrer un mundo que sigue fascinando a lectores y estudiosos por igual.. Más que un relato de viajes, la ‘rihla’ es un mosaico de la humanidad del siglo XIV, con sus contradicciones, sus maravillas y sus complejidades. Su legado perdura no solo en los anales de la literatura árabe, sino también en la imaginación de quienes ven en él un símbolo de exploración y encuentro entre culturas. Como afirma Benami, «Ibn Battuta nos enseña que viajar es mucho más que desplazarse: es comprender, aprender y construir puentes entre pueblos». Siete siglos después, su figura sigue siendo un faro para quienes buscan en los viajes no sólo aventura, sino también conocimiento y conexión con el otro.
La Lectura // elmundo
Hace justo 700 años salió de Tánger en peregrinaje a La Meca un hombre que acabó recorriendo casi todo el mundo conocido, de China al África negra. Su crónica resuena aún hoy con ecos fantásticos. Leer
Hace justo 700 años salió de Tánger en peregrinaje a La Meca un hombre que acabó recorriendo casi todo el mundo conocido, de China al África negra. Su crónica resuena aún hoy con ecos fantásticos. Leer