Estar en contra de la polarización no implica dejar de tomar partido. Rechazar el maniqueísmo no excluye alinearse con el bien (o con el mal, por supuesto: “ha de haber gente pá tó”, le dijo el torero al filósofo cuando se lo presentaron). O, en fin, estar en contra del dogmatismo no equivale a abrazar un relativismo banal o, menos aún, a carecer de una perspectiva teórica propia, y así casi hasta el infinito. Pues bien, del lado correcto de todas estas opciones tiende a situarse Antonio Gómez Villar, quien ya nos presentara en 2022 un estimable libro (Los olvidados, Bellaterra), en cierto modo precedente de este Transformar no es cancelar.. En efecto, una de las primeras cosas que hay que agradecer al autor es que reconstruya verazmente las posiciones de sus adversarios ideológicos, a diferencia de tantos otros textos de su misma sintonía política, que con demasiada frecuencia incurren en el trazo grueso del juicio de intenciones, tan aparatoso como poco explicativo. No otra cosa sucede cuando algunos defensores de la cultura de la cancelación subsumen todas las críticas a los universalistas ilustrados en el argumento, casi psicologista, de que lo que les pasa a estos últimos es que ven amenazada la hegemonía de sus posiciones culturales, económicas e identitarias por las nuevas subjetividades emergentes, lo que les lleva a la añoranza de unos presuntos buenos tiempos perdidos donde todos sus antagonistas (feministas, globalistas, ecologistas, sujetos LGTBI+, etc.) vivían arrinconados en los márgenes del sistema.. En vez de incurrir en este trazo grueso, Gómez Villar pone el foco de la atención sobre el lugar teórico a partir del cual se puede seguir pensando (cosa de todo punto imposible desde el psicologismo de lo intencional). Porque no se trata tanto de que el sector liberal conservador del universalismo tenga nostalgia del poder perdido como de que ve en la cultura de la cancelación una amenaza a la certeza ontológica de su identidad, y esto es lo que le perturba profundamente. Obviamente, también a propósito de esta reformulación cabe incurrir en el trazo grueso, contra el que también nos previene el autor. Porque en ello incurren quienes, por ejemplo, atribuyen la menor crítica a determinadas políticas trans (por ejemplo, las que denuncian las consecuencias indeseadas a que está dando lugar) a un rígido binarismo que no aceptaría el cuestionamiento de la prístina dualidad hombre/mujer y masculino/femenino.. A este respecto, una observación en la frontera de lo obvio resulta poco menos que ineludible. El hecho de que algunas de las posiciones teórico-políticas provenientes del pasado se hayan podido hacer merecedoras de una severa crítica por parte de sectores emergentes no hace buena cualquier respuesta a las mismas. Para resultar aceptable, la que se proponga debe mostrar que, además de ser humanamente comprensible (y lo reactivo lo es, desde luego), soluciona los problemas heredados. Y no lo hacen todas aquellas respuestas que generan unos nuevos o se limitan a reproducir los que rechazan, solo que invirtiendo su signo. La razón de fondo viene acertadamente señalada en el libro: la cultura de la cancelación bebe de las mismas fuentes filosóficas, ontológicas y políticas que han propiciado el agravio que se persigue cancelar.. De ahí que para Gómez Villar lo rigurosamente necesario en estos momentos sea “problematizar las consecuencias de la cultura de la cancelación” en la perspectiva de “habilitar otro espacio para la crítica”, radical y radicalmente nuevo. Nos encontramos, sin duda, ante una propuesta de una incuestionable oportunidad política. Si a ello le unimos la consistencia discursiva con la que se desarrolla, el resultado es un libro decididamente recomendable.. Seguir leyendo
Estar en contra de la polarización no implica dejar de tomar partido. Rechazar el maniqueísmo no excluye alinearse con el bien (o con el mal, por supuesto: “ha de haber gente pá tó”, le dijo el torero al filósofo cuando se lo presentaron). O, en fin, estar en contra del dogmatismo no equivale a abrazar un relativismo banal o, menos aún, a carecer de una perspectiva teórica propia, y así casi hasta el infinito. Pues bien, del lado correcto de todas estas opciones tiende a situarse Antonio Gómez Villar, quien ya nos presentara en 2022 un estimable libro (Los olvidados, Bellaterra), en cierto modo precedente de este Transformar no es cancelar.En efecto, una de las primeras cosas que hay que agradecer al autor es que reconstruya verazmente las posiciones de sus adversarios ideológicos, a diferencia de tantos otros textos de su misma sintonía política, que con demasiada frecuencia incurren en el trazo grueso del juicio de intenciones, tan aparatoso como poco explicativo. No otra cosa sucede cuando algunos defensores de la cultura de la cancelación subsumen todas las críticas a los universalistas ilustrados en el argumento, casi psicologista, de que lo que les pasa a estos últimos es que ven amenazada la hegemonía de sus posiciones culturales, económicas e identitarias por las nuevas subjetividades emergentes, lo que les lleva a la añoranza de unos presuntos buenos tiempos perdidos donde todos sus antagonistas (feministas, globalistas, ecologistas, sujetos LGTBI+, etc.) vivían arrinconados en los márgenes del sistema.En vez de incurrir en este trazo grueso, Gómez Villar pone el foco de la atención sobre el lugar teórico a partir del cual se puede seguir pensando (cosa de todo punto imposible desde el psicologismo de lo intencional). Porque no se trata tanto de que el sector liberal conservador del universalismo tenga nostalgia del poder perdido como de que ve en la cultura de la cancelación una amenaza a la certeza ontológica de su identidad, y esto es lo que le perturba profundamente. Obviamente, también a propósito de esta reformulación cabe incurrir en el trazo grueso, contra el que también nos previene el autor. Porque en ello incurren quienes, por ejemplo, atribuyen la menor crítica a determinadas políticas trans (por ejemplo, las que denuncian las consecuencias indeseadas a que está dando lugar) a un rígido binarismo que no aceptaría el cuestionamiento de la prístina dualidad hombre/mujer y masculino/femenino.A este respecto, una observación en la frontera de lo obvio resulta poco menos que ineludible. El hecho de que algunas de las posiciones teórico-políticas provenientes del pasado se hayan podido hacer merecedoras de una severa crítica por parte de sectores emergentes no hace buena cualquier respuesta a las mismas. Para resultar aceptable, la que se proponga debe mostrar que, además de ser humanamente comprensible (y lo reactivo lo es, desde luego), soluciona los problemas heredados. Y no lo hacen todas aquellas respuestas que generan unos nuevos o se limitan a reproducir los que rechazan, solo que invirtiendo su signo. La razón de fondo viene acertadamente señalada en el libro: la cultura de la cancelación bebe de las mismas fuentes filosóficas, ontológicas y políticas que han propiciado el agravio que se persigue cancelar.De ahí que para Gómez Villar lo rigurosamente necesario en estos momentos sea “problematizar las consecuencias de la cultura de la cancelación” en la perspectiva de “habilitar otro espacio para la crítica”, radical y radicalmente nuevo. Nos encontramos, sin duda, ante una propuesta de una incuestionable oportunidad política. Si a ello le unimos la consistencia discursiva con la que se desarrolla, el resultado es un libro decididamente recomendable. Seguir leyendo
Crítica literaria. Crítica. Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia. Antonio Gómez Villar reconstruye en el ensayo ‘Transformar no es cancelar’ las posiciones de los adversarios ideológicos sin recurrir al trazo grueso. Vista de una pancarta en la manifestación celebrada en Saettle en enero de 2018.Ted S. Warren (AP / LAPRESSE). Estar en contra de la polarización no implica dejar de tomar partido. Rechazar el maniqueísmo no excluye alinearse con el bien (o con el mal, por supuesto: “ha de haber gente pá tó”, le dijo el torero al filósofo cuando se lo presentaron). O, en fin, estar en contra del dogmatismo no equivale a abrazar un relativismo banal o, menos aún, a carecer de una perspectiva teórica propia, y así casi hasta el infinito. Pues bien, del lado correcto de todas estas opciones tiende a situarse Antonio Gómez Villar, quien ya nos presentara en 2022 un estimable libro (Los olvidados, Bellaterra), en cierto modo precedente de este Transformar no es cancelar.. En efecto, una de las primeras cosas que hay que agradecer al autor es que reconstruya verazmente las posiciones de sus adversarios ideológicos, a diferencia de tantos otros textos de su misma sintonía política, que con demasiada frecuencia incurren en el trazo grueso del juicio de intenciones, tan aparatoso como poco explicativo. No otra cosa sucede cuando algunos defensores de la cultura de la cancelación subsumen todas las críticas a los universalistas ilustrados en el argumento, casi psicologista, de que lo que les pasa a estos últimos es que ven amenazada la hegemonía de sus posiciones culturales, económicas e identitarias por las nuevas subjetividades emergentes, lo que les lleva a la añoranza de unos presuntos buenos tiempos perdidos donde todos sus antagonistas (feministas, globalistas, ecologistas, sujetos LGTBI+, etc.) vivían arrinconados en los márgenes del sistema.. En vez de incurrir en este trazo grueso, Gómez Villar pone el foco de la atención sobre el lugar teórico a partir del cual se puede seguir pensando (cosa de todo punto imposible desde el psicologismo de lo intencional). Porque no se trata tanto de que el sector liberal conservador del universalismo tenga nostalgia del poder perdido como de que ve en la cultura de la cancelación una amenaza a la certeza ontológica de su identidad, y esto es lo que le perturba profundamente. Obviamente, también a propósito de esta reformulación cabe incurrir en el trazo grueso, contra el que también nos previene el autor. Porque en ello incurren quienes, por ejemplo, atribuyen la menor crítica a determinadas políticas trans (por ejemplo, las que denuncian las consecuencias indeseadas a que está dando lugar) a un rígido binarismo que no aceptaría el cuestionamiento de la prístina dualidad hombre/mujer y masculino/femenino.. A este respecto, una observación en la frontera de lo obvio resulta poco menos que ineludible. El hecho de que algunas de las posiciones teórico-políticas provenientes del pasado se hayan podido hacer merecedoras de una severa crítica por parte de sectores emergentes no hace buena cualquier respuesta a las mismas. Para resultar aceptable, la que se proponga debe mostrar que, además de ser humanamente comprensible (y lo reactivo lo es, desde luego), soluciona los problemas heredados. Y no lo hacen todas aquellas respuestas que generan unos nuevos o se limitan a reproducir los que rechazan, solo que invirtiendo su signo. La razón de fondo viene acertadamente señalada en el libro: la cultura de la cancelación bebe de las mismas fuentes filosóficas, ontológicas y políticas que han propiciado el agravio que se persigue cancelar.. De ahí que para Gómez Villar lo rigurosamente necesario en estos momentos sea “problematizar las consecuencias de la cultura de la cancelación” en la perspectiva de “habilitar otro espacio para la crítica”, radical y radicalmente nuevo. Nos encontramos, sin duda, ante una propuesta de una incuestionable oportunidad política. Si a ello le unimos la consistencia discursiva con la que se desarrolla, el resultado es un libro decididamente recomendable.. Tu suscripción se está usando en otro dispositivo. ¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?. Añadir usuarioContinuar leyendo aquí. Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.. ¿Por qué estás viendo esto?. Flecha. Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.. Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.. ¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.. En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.. 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