Suena poético, pero es científico: las olas tienen identidad. Una personalidad construida a lo largo del tiempo que se forma en diálogo con la orografía de la costa. Y no sólo eso, también pueden desaparecer dejando tras de sí la memoria de quienes crecieron viéndolas. Llevándose consigo su poesía y dejando un vacío material, más que lírico. Hay ejemplos por todo el mundo de olas que ya no existen. La de Mundaka, en Vizcaya, atraía turistas y locales que surfeaban en ella y de repente se desvaneció, aunque no por arte de magia. «Siempre nos cautivó esa historia», recuerda Daniel Fernández Pascual, la mitad española del dúo artístico Cooking Sections, que completa Alon Schwabe.. «La decisión de dragar el puerto para que pudiesen acceder barcos más grandes hizo que la ola desapareciera», añade Fernández. La imagen de la ola fantasma llevó a los artistas a buscar por el mundo otras ausencias que dejaron cicatrices en el mar. «Empezamos a investigar y vimos que no era un fenómeno aislado. Hemos hecho un pequeño compendio de olas icónicas que han desaparecido por causas humanas, como la Ala Moana de Hawai. Ocurre desde Australia hasta Sudáfrica, pasando por California. Colaboramos con GeOcean, un departamento de estudio de la Universidad de Cantabria, para poder recrear estas olas en el Centro Botín», explica Fernández.. Dentro de la arquitectura espectacular del centro de arte santanderino, que se precipita sobre el Cantábrico, Cooking Sections despliega Las olas perdidas, una serie de instalaciones multimedia. Once muelles gigantes «como los que usábamos para jugar de niños», apunta Fernández, cuelgan a lo largo del techo y recrean el movimiento de esas olas perdidas gracias a la recreación digital de GeOcean realizada con datos científicos. Al balanceo lo acompaña la música de Duval Timoty creada ex profeso para la muestra. «Son un monumento, una especie de réquiem, pero mantienen esa capacidad hipnótica de las olas», añade.. En las propuestas artísticas de Cooking Sections confluyen las artes visuales, la investigación de campo, la tradición, la economía y la alimentación «como una herramienta para entender los paisajes y las ecologías en transformación», afirma Schwabe, el otro miembro del dúo. Para explicar su trabajo, usa la palabra metabolismo, que en fisiología implica la acción de transformar. «La propia ola se convierte casi en un mecanismo que demuestra cómo acciones muy pequeñas, como excavar un poco de arena para ampliar un puerto y aumentar la carga marítima, acaban generando una disrupción total», continúa.. El enfoque de Fernández y Schwabe -que trabajan en Londres desde 2013 y fueron nominados al prestigioso premio Turner en 2021- cristalizó en Climavore, un proyecto de largo recorrido iniciado en 2015 en la isla de Skye (Escocia). Allí trabajaron con chefs, restaurantes y activistas locales, reemplazando en sus menús el salmón de piscifactoría por alimentos regenerativos como mejillones, ostras o algas, que filtran el agua y favorecen la biodiversidad. De este proyecto son las esculturas realizadas con cáscaras de molusco que se transforman para crear un mosaico de terrazo en Bivalvo Murals (2024-25).. La misma lógica metabólica guio su trabajo en Italia, en el valle de Spoleto, donde se centraron en la desaparición de variedades agrícolas autóctonas. Expusieron varias semillas en 125 ánforas de barro en el Museo de la Civiltà de Roma. «Usamos el museo como plataforma de apoyo a los productores de cooperativas agroecológicas en una disputa legal, ya que la normativa les impide emplear las semillas que han cultivado durante generaciones si no están patentadas o certificadas», relata Fernández. «Lo interesante fue aplicar herramientas propias de la cultura. Igual que una obra de arte tiene un historial técnico, trasladamos ese mecanismo al ámbito agrícola. Su presencia en el museo otorgaba una procedencia cultural a las semillas, lo que permitió a los agricultores utilizar esas variedades sorteando la prohibición legal».. Algo similar van a hacer en Cantabria, donde han realizado retratos técnicos de las siete olas más icónicas de su costa -cómo son, a qué velocidad viajan, qué altura alcanzan- y solicitar su protección como monumentos inmateriales. «Es importante que el museo funcione como un altavoz de estas luchas ambientales y que ayude a generar una llamada a la acción», defiende Fernández. Y así proteger las olas del Cantábrico.
La Lectura // elmundo
El tándem Cooking Sections explora cómo pequeñas acciones humanas transforman los ecosistemas. El Centro Botín expone su obra por primera vez en España con una instalación para proteger las olas del Cantábrico Leer
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