Estoy leyendo Oposición de Sara Mesa mientras intento completar el tortuoso proceso burocrático que exige mi participación en una actividad organizada por un organismo público. Todo cobra sentido, lo que significa que nada tiene sentido, pero al menos alguien me está tendiendo la mano. La cantidad de documentos requeridos y la dificultad para rellenarlos me abruma. Para uno hace falta la firma electrónica, para otros el certificado digital, otros al parecer necesitan que me instale una versión concreta del paquete Adobe. Falta mucho para que la actividad tenga lugar pero me azuzan desde el primer momento. Algunos implicados se ríen a modo de consuelo, no queda otra, es lo que hay, pero antes de recibir esos chistes cómplices y esa pereza compartida me sentí extremadamente torpe.. Los papeles, es curioso, no son lo mío y nunca han sido lo mío. No ese tipo de papeles. No esperaba que fuesen así ni que se me dieran tan mal porque, antes de enfrentarme a ellos, trabajaba con lo verosímil. Lo que necesita Oposición para ser fiel a las circunstancias reales que rodean la burocracia es justo ser inverosímil. La gente se queja de los procesos de esta calaña porque son incómodos, porque producen un enorme desperdicio de tiempo y energía, porque dan problemas, y a nivel mental además generan la sensación de estar viviendo un mal sueño en el que no sólo impera el absurdo sino que los personajes insisten con vehemencia en que todo tiene sentido. La pieza que falla si no lo entiendes, si señalas el despropósito, eres tú. Hay que seguir la corriente. Participar de esas situaciones como si nada, grácilmente, porque a quienes echan las horas alternando el desayuno con esos protocolos no les suele gustar que alguien insulte su estilo de vida.. Intentando cobrar una factura el año pasado a través de una interfaz infernal que daba fallos constantes me comuniqué con una administrativa por diferentes vías a lo largo de varias lunas. Cuando me lamentaba ante ella del funcionamiento de esa interfaz suplicando soluciones me contestaba en un bucle infinito que yo tenía que usarla y que ella era la única persona indicada para acompañarme en la gestión pero que no sabía nada de la interfaz porque nunca la había usado. Éramos varias personas intentando cobrar a través del mismo sistema y sabíamos que recibíamos los mismos argumentos por su parte. Ella no la había usado porque ella no había tenido que entregar ninguna factura, ella cobraba de otra manera. De su lado no venían risas cómplices ni compasión. Metía prisa, repetía las instrucciones tortuosas como si la cuestión fuera que yo era corta y no procesaba la información cuando la cuestión era que la información era ininteligible, que los enlaces estaban rotos, que entregabas los documentos pero siempre algo faltaba, algo fallaba, y había que volver a empezar.. «Oposición me ha recordado que la inverosímil no soy yo. Lo recomiendo quien vaya a ser abducido por un trámite: el 100% de las personas». A veces te descubres contando con los dedos si el dinero que intentas cobrar paga de verdad las horas basureadas que requiere el proceso. La actividad dura dos, por ejemplo, y cobrarla puede llevar días. Días perdidos en los que cosas más importantes se ponen en cola, en los que quizá una funcionaria es impertinente contigo al teléfono cuando le expones tus dudas, días de rabia y desesperación. Ahora mismo, además de leer Oposición, me enfrento de nuevo a la temida situación. La actividad que trato de poner en regla no está mal pagada pero si cuento las horas que me cuesta la burocracia que la acompaña de repente sí está mal pagada. No hay forma de acostumbrarse a estos galimatías que además cambian con frecuencia. Me pregunto quién diseña esos sistemas, quién los programa, quién los prueba.. La primera vez que se trabaja para un organismo público no se olvida. Yo acabé firmando y entregando los documentos a mano, infinitamente más sencillo, y recuerdo respirar con alivio y asombro tras poner mi garabato en aquellos papeles. ¿Cómo podía equivaler algo tan fácil como una firma a todo lo que me habían estado solicitando online y que no había sido capaz de llevar a cabo? Tampoco me encantaban aquellos papeles, claro, pero los digitales directamente me habían resultado imposibles y con ello me había sobrevenido un tremendo autodesprecio, un complejo de inútil vergonzoso.. Tras cierto camino en esta andadura e incluso habiendo sido capaz de completar con éxito las siete pruebas varias veces ahora sé que, por muy mal que se me den a mí estos papeles, el problema no soy yo. No soy la única que tarda días, la única que se enfada, la única a la que tratan de tonta, la única que necesita ayuda, la única que ha preferido tener que desplazarse físicamente para llevar a cabo una gestión habiendo tirado la toalla en el plano digital, que cuenta a cuánto le salen las horas de desquicie. Lo que más me ha gustado de Oposición, libro que recomiendo a todo aquel que tarde o temprano vaya a ser abducido por algún trámite (el 100% de las personas), es que me ha recordado que la inverosímil no soy yo.
La Lectura // elmundo
El papeleo genera la sensación de vivir un mal sueño en el que no sólo impera el absurdo sino que los personajes insisten con vehemencia en que todo tiene sentido Leer
El papeleo genera la sensación de vivir un mal sueño en el que no sólo impera el absurdo sino que los personajes insisten con vehemencia en que todo tiene sentido Leer