«El rápido zorro marrón saltó sobre la espalda del perro perezoso 123456789». ¿Les suena de algo? Pista: no es un trabalenguas. Ese, en inglés, fue el primer mensaje que envió el famoso Teléfono Rojo, ese icono que conectó directamente a Estados Unidos con la URSS, y viceversa, en la Guerra Fría e impidió que esta se tornase un enfrentamiento nuclear, y que se acerca a la edad de jubilación. Cumple hoy 62 años en medio de una leyenda que sigue aún muy viva, quizá más que el propio artilugio.. José María Faraldo, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y experto en Cultura e Historia del siglo XX de Europa del Este, explica: «Era una especie de aparato de telegrama en el que se mandaban textos, y se creó después del problema de los misiles de Cuba del año 62, cuando estuvo a punto de estallar la guerra nuclear cuando la Unión Soviética empezó a instalar misiles de largo alcance en la isla y fue descubierto por los americanos», que ordenaron un bloqueo a la isla.. El episodio al que se refiere Faraldo fue uno de los más tensos de la Guerra Fría, cuando a punto estuvo de estallar la guerra nuclear fue en 1962, dentro de la crisis de los misiles de Cuba, cuando los estadounidenses tardaron casi 12 horas en descifrar 3.000 palabras que contenía el texto de Kruschev, el dirigente soviético. Cuando EEUU respondió, la URSS ya había endurecido su postura y había enviado ya un segundo mensaje que también exigía la retirada de los misiles que Estados Unidos mantenía en Turquía, cerca del territorio soviético.. Pocos años antes, ajeno a la geopolítica, en 1958 el autor británico Peter George publicó una novela de ficción sobre la guerra nuclear llamada Red Alert (alerta roja). George decía en el prólogo que la que inventaba era «una historia que podría suceder. Podría estar sucediendo mientras lees estas líneas». Y el verdadero éxito de este thriller fue hacer que ganase peso en la opinión pública la creencia de que la colisión nuclear estaba cerca y hacía falta comunicación directa. De hecho, a raíz del libro, el editor de la revista Parade llegó a reclamar poco después un canal de comunicación inmediato y sin intermediarios entre los líderes de ambas potencias. «¿Podemos perder el mundo por no hacer una llamada telefónica?», escribió entonces, aunque no fue hasta la crisis de los misiles cuando se produjo el punto de inflexión.. «De un modo terriblemente parecido al recreado en la película ¿Teléfono rojo?, los aviones y las tripulaciones del SAC se prepararon para la guerra, lo que elevaba el riesgo de que el Armagedón se produjera como consecuencia de un accidente o la imprudencia de un subordinado», comenta el divulgador histórico británico Max Hastings en su libro La crisis de los misiles de Cuba 1962 (Crítica), sobre el extremo al que se llegó.. Y es que también Stanley Kubrick usó el tema en su citada película de 1964 ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú. El cine, la literatura y la cultura popular en general han estado plagados del misterio y del mito del Teléfono Rojo, con hechos reales y otros que no lo son tanto. Videojuegos o anuncios también lo reviven, como uno destinado a impulsar la campaña de Hilary Clinton en 2008. Son solo algunos de los ejemplos contemporáneos que explican ese aura que envuelve al teléfono más famoso.. Volviendo a los momentos post crisis de los misiles, el caso es que, finalmente, representantes de las dos potencias -en aquel entonces entonces por Kennedy yKruschev- firmaron un memorando de entendimiento el 20 de junio de 1963 en Ginebra, momento tras el cual se establecía la línea directa entre las dos capitales. Por eso el «teléfono» recibe este adjetivo, rojo, no porque ese fuera su color real -ya sabemos que físicamente jamás existió- sino por la idea de urgencia y emergencia que evoca este tono, tan adecuado para la ocasión. Además, según Faraldo, aquí influía también la estética del comunismo.. «El mito del teléfono hizo que fuera la moda de esos años: si no tenías un teléfono rojo sobre tu mesa, no eras nadie». José Cuenca Anaya, último embajador de España en la Unión Soviética, asistiendo a su fin, y es autor de libros como De Suárez a Gorbachov cuenta que, sin embargo, tras la caída «el mito prosperó entre las gentes de entonces, y los vistosos aparatos de baquelita roja se apoderaron de las oficinas y despachos oficiales de medio mundo. Fue la moda de aquellos años: o tenías un teléfono rojo sobre tu mesa de trabajo o no eras nadie», asegura.. Sin embargo, la línea tuvo que soportar desde el principio críticas, principalmente desde el Partido Republicano, que ya en 1964 -un año después del memorando- dijo que la administración Kennedy había «buscado acomodos con el comunismo sin las salvaguardas adecuadas». Denunciaba, asimismo, que abriese esa línea directa «con un enemigo jurado en lugar de con un amigo probado, siguiendo un camino arriesgado como el que comenzó en Múnich hace un cuarto de siglo», en mención a los Acuerdos de Múnich, que intentaron frenar sin éxito el estallido de la Segunda Guerra Mundial.. Contrariamente a lo que pueda pensarse, en el Teléfono Rojo nunca ha estado ni en el Despacho Oval ni en la Casa Blanca, sino en el Pentágono, mientras que en la URSS se emplazó inicialmente en la sede del Partido Comunista, algo que contó en su día Kruschev a periodistas estadounidenses. Como primer uso, los estadounidenses enviaron una mera prueba para maximizar el uso de caracteres -en inglés usaba todas las letras del abecedario y todos los números-, que traducido diría, como ya se ha mencionado, «el rápido zorro marrón saltó sobre la espalda del perro perezoso 123456789».. El primer mensaje real se produjo en 1963 para comunicar el asesinato del presidente Kennedy, pero la primera conversación directa fue en 1967, durante la guerra de los Seis Días, a iniciativa del entonces presidente estadounidense, Lyndon B. Johnson. Tras esto, la línea se ha usado en 1969 para indicar el progreso de la misión del Apolo 8, en 1982 por la invasión israelí del Líbano o en 1991 durante la guerra del Golfo, entre otros momentos. Ya en el siglo XXI, en 2001 tras los ataques terroristas del 11 de septiembre y en 2003 por las repercusiones de la guerra de Irak.. En octubre de 2016 el entonces presidente Barack Obama lo utilizó para advertir a Moscú de que no se atreviera a interferir en las elecciones presidenciales, ya que desde EEUU se consideraría un asunto grave. Además, como curiosidad, para asegurarse de que el canal seguía funcionando, ambas partes intercambiaron mensajes con pasajes literarios durante los años: los estadounidenses enviaban a veces fragmentos de Shakespeare y los rusos de Chéjov.. El aparato era un telégrafo-teletipo que enviaba mensajes encriptados por un dispositivo japonés con un algoritmo único. Para su creación hubo que tender un cable submarino especial a través del Atlántico, pero las comunicaciones físicas se cortaron varias veces, como cuando un operador de excavadora danés dañó el cable.. Posteriormente, ese teletipo se sustituyó por la comunicación por satélite (1971), el fax (1983), y el correo electrónico (2007). A pesar de todas estas actualizaciones que recibió a lo largo de su historia, y a diferencia de lo que dicen las leyendas y la cultura cinematográfica, la línea nunca involucró llamadas telefónicas entre los mandatarios, sino solo texto. De hecho, es así porque consideraban que el discurso hablado podía ser malinterpretado. Los líderes escribían en su lengua y los mensajes eran traducidos en el otro extremo.. Sin embargo, como cuenta Hastings en su libro: «persistía otro obstáculo comunicativo que la mera tecnología no podía eliminar». Contrapone la «franqueza» de Kennedy con el Kremlin con la actitud de Kruschev, que seguía «prisionero de la mendacidad de toda una vida al servicio del bolchevismo, y le resultaba imposible admitir con comodidad cuáles eran o no sus intenciones».. Javier Rupérezfue embajador de España en EEUU entre los años 2000 y 2004, viviendo en su etapa los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y del 11 de marzo en Madrid. Él explica que a día de hoy, y aún en sus años como embajador, no se trataba ya el tema del Teléfono Rojo sino que, si había un problema, «los máximos responsables, cogen el teléfono y hablan». Rupérez se refiere al teléfono de verdad. «En este momento, el teléfono rojo real es el teléfono que utilizan los dos presidentes para hablar uno con otro», bromea.. Recuerda que, cuando desapareció la URSS en 1991, «las relaciones entre los Estados Unidos y la Federación Rusa volvieron a una cierta normalidad. Había un entendimiento casi como si Rusia ‘hubiera vuelto al buen redil’. Desgraciadamente no ha sido así», lamenta. Fue en torno a los 2000, con la llegada de Putin al poder, cuando terminaron esos «años de esperanza» que describe el ex embajador. «Cuando Putin dice aquello tan famoso de que la desaparición de la Unión Soviética ha sido una de las grandes catástrofes que ha vivido la humanidad. Y va volviendo para atrás, va volviendo a lo que era la Unión Soviética, y es a lo que está volviendo ahora», asegura.. «Hoy Trump y Putin están horas al teléfono, cosa que antes no existía. Nadie llamaba por teléfono a Putin». Por esto, según él, se estaba viviendo una segunda Guerra Fría, en cierto modo, ya que «Putin estaba internacionalmente muy aislado». Hasta la llegada de Donald Trump, por supuesto: «Él saca a Putin de la oscuridad». «Cuando hay un problema se llaman por teléfono, están hasta dos horas hablando, cosa que antes no existía. Nadie llamaba por teléfono a Putin», dice. Cabe recordar también las acusaciones de interferencia rusa en las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2016, que dieron a Trump su primera victoria.. Y, aunque considera que más que los mandatarios, quienes verdaderamente tejieron los hilos de la historia fueron los servicios de inteligencia -«los que realmente examinan y comunican… los que sientan las bases para la toma de decisiones»-, Rupérez sí concede un par de victorias al Teléfono. Por un lado, tras la crisis de los misiles de Cuba y, por otro, con la caída de la URSS.. «En el año 89 cae el muro de Berlín, que es el antecedente. No es únicamente la caída del muro físico, sino la catástrofe del sistema. Eso llamó la atención a unos y a otros. Gorbachev va anunciando el final de la Unión Soviética porque se da cuenta que el sistema no tenía viabilidad. Y los occidentales, fundamentalmente los americanos, van tomando nota», dice Rupérez.. De esto da fe Cuenca, que vivió esos momentos: «Con Bush, los contactos se estrecharon. El presidente americano y Gorbachev se reunieron en varias ocasiones, hasta que lograron crear y robustecer una confianza mutua que acabó por poner fin a la llamada Guerra Fría. Antes y después de esas reuniones, funcionó profusamente la comunicación directa a través de ese Teléfono Rojo».. «Todavía tenemos miedo de una guerra nuclear por la desinformación, muchas veces iniciada por las potencias». Pero Yeltsin -que presidía Rusia, una de las repúblicas de la URSS- trasladó a Bush el consenso al que había llegado «tras una noche de vodka y voces altas», dice Cuenca, con sus homólogos de Ucrania y Bielorrusia: el fin de la URSS. «Y lo hizo usando un teléfono convencional, como es lógico, no con el sistema directo que seguía teniendo en exclusiva el todavía presidente de la URSS».. Hoy, con o sin Teléfono Rojo, asegura el historiador Faraldo, «todavía todos tenemos miedo de que pueda estallar una guerra nuclear, porque hay una enorme cantidad de bulos, de mentiras y desinformación que circula por las redes, mucha de ella iniciada por las propias potencias».. El Teléfono Rojo nació de la desesperación, y por décadas fue símbolo de esa Guerra Fría que, aunque nunca llegó a arder, sí se calentó peligrosamente. Hoy aquel canal de letras cifradas nos recuerda la fragilidad de un mundo amenazado. Quizá lo que hace falta no es un nuevo teléfono, sino la voluntad de descolgarlo.
La Lectura // elmundo
Línea directa entre Washington y Moscú, ideada tras la crisis de los misiles de Cuba para evitar una guerra nuclear, se convirtió en símbolo de las dinámicas de la Guerra Fría y de la urgencia de entenderse a tiempo Leer
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