«Where is Lleida?», preguntó Wim Wenders cuando le propusieron hacer su primera exposición de fotos en España. Ni Madrid ni Barcelona, ni Málaga ni Bilbao: para un alemán no es fácil pronunciar Lleida y menos ubicarla en el mapa. Pero en esta capital de provincia, rodeada de campos y a casi dos horas de los Pirineos (por mucho que la estación de AVE se llame Lleida-Pirineus), el director de cine expondría, como en Londres o Berlín, sus espectaculares panorámicas de gran formato, paisajes de hasta cuatro metros que desplegó en la sede de la Fundación Sorigué: los desiertos de Arizona, la devastada Zona Zero de Nueva York, la radiación de Fukushima… Corría el año 2013 y la Fundación Sorigué empezaba a despuntar en el panorama internacional del arte con un proyecto tan colosal que parecía surrealista. Entonces PLANTA apenas era una idea, la de mostrar grandes instalaciones artísticas -hablamos de un tamaño digno de la Sala de Turbinas de la Tate- en el polígono industrial de la Plana del Corb, una fábrica en activo de extracción y procesamiento de áridos, de construcción de tubos de hormigón o dovelas para túneles.. Entre excavadoras, camiones y silos de betún, hoy PLANTA ya es una realidad, un exquisito secreto para connaisseurs (y leridanos) que causa impacto a todo visitante. Incluido Wim Wenders. Primero Wenders expuso en Lleida capital, en las oficinas de Sorigué, pero cuando viajó al polígono, a 20 kilómetros de la ciudad por una carretera comarcal, quedó fascinado por la estética posindustrial: la maquinaria pesada, el vapor, los minerales de aspecto lunar, la aridez de los campos… Casi una mezcla de sus fotogramas del Oeste americano en su mítica París-Texas con la secuencia final de su laureado documental Pina, cuando la coreógrafa baila en una gravera.. El polígono industrial de Sorigué bajo la niebla típica de Lleida.. «Hubo una fuerte conexión entre el lugar y su obra», admite Ana Vallés, presidenta del Grupo Sorigué y osada impulsora de PLANTA. Tanto que Wenders quiso rodar un film ahí, en esa cantera tan cinematográfica. «Ya ha venido dos veces y ha pasado varios días grabando. Pero tiene muchos proyectos y sus propios tempos…», cuenta Vallés.. La futura película de Wenders formará parte de una de las colecciones de arte más sorprendentes de nuestro país, dividida entre la sede de Sorigué en Lleida capital y su polígono industrial. Y el próximo 4 de marzo la Fundación ARCO la distingue en el Círculo de Bellas Artes de Madrid con el Premio «A» a la Colección Corporativa. Un premio que coincide con los 25 años del inicio de la colección.. «Es una ilusión enorme para todo el equipo», reconoce Ana Vallés en las oficinas de Lleida. «Cuando empezamos a coleccionar arte contemporáneo nuestro primer gran teatro fue ARCO. En 2001 compramos un lienzo de Darío Urzay y el año pasado una instalación de Olafur Eliasson». Este 2025 se dejará la elección de la obra de ARCO a los trabajadores de la compañía, cerca de 4.000 en toda España: sobre una selección previa de una decena de piezas, los empleados votarán a través de la intranet cuál es su preferida. «Queremos que nuestros trabajadores también sientan suya la colección, que sea corporativa en su sentido más amplio. Eso implica una óptica diferente: nos obliga a acercarla y explicarla mejor», reivindica Vallés de una colección que supera las 450 obras y ya se erige como una de las más radicales de España, muy alejada de los despachos y la encorsetada estética corporativa.. Hasta en su sede se muestra de forma atípica :en el sótano -habilitado como una sala de exposición al uso- y en el parking, reconvertido en un almacén algo surrealista, con piezas como un laberinto casi alienígena de Cristina Iglesias (Habitación Vegetal XII), la anilla roja de dos metros Blood Cinema de Anish Kapoor, uno de los artistas más cotizados del mundo, o un armario y una silla cubiertos de cemento de la colombiana Doris Salcedo. «Son objetos personales de víctimas asesinadas por las FARC y remite a su ausencia: bajo el hormigón ya no hay ni oxígeno, nadie puede sustituir el vacío que han dejado», cuenta Vallés de una obra que la emociona especialmente. Todo es muy moderno y algo oscuro en este subsuelo de atmósfera ciberpunk, la de un aparcamiento que podría ser la nueva galería de moda de Los Ángeles.. Detrás de las obras, dispuestas como en el atelier-garaje de un artista, se esconde un depósito con las pinturas clásicas, que fueron el germen de la colección. «Mis tíos, Julio Sorigué y Josefina Blasco, coleccionaban cuadros novecentistas, muy centrados en el siglo XIX. Tenían obras maravillosas de Ramón Casas [un delicado desnudo en el baño] o Isidre Nonell [una de sus poderosas gitanas], incluso un dibujo de Picasso. Donaran su colección personal, una treintena de obras, a la Fundación. Ahí empezó todo», explica Vallés, que en el año 2000 dirigía la Fundación Sorigué (no sería hasta 2011 cuando tomaría las riendas de todo el grupo, fundado en 1954 por su tío).. Entrada al Pabellón de Anselm Kiefer, kilómetro cero de PLANTA, con la montaña de grava detrás.. De esa tradición la colección pronto saltó a los nombres más rompedores del arte actual, con asesores de lujo como el exquisito pintor barcelonés Julio Vaquero («fue el primero en acompañarnos a galerías, ha tenido un papel importantísimo», destaca Vallés), el querido y desaparecido José Guirao (ex director del Reina Sofía) o el entonces director del Prado, Miguel Zugaza, entre otros. Hasta Chris Dercon, director de la Tate de Londres, aportó sus consejos y visión a la hora de pensar PLANTA como una arquitectura artística-industrial en un polígono en activo.. Si Casas o Nonell fueron el punto de partida de la colección, Anselm Kiefer es el kilómetro cero de PLANTA: uno de los artistas vivos más importantes, el único que ha intervenido en el Louvre con una de sus monumentales obras, instalada en las escaleras que flanquean la sección de antigüedades egipcias. «Teníamos tres lienzos de Kiefer depositados en distintos almacenes: eran tan grandes que no había espacio para guardarlos. En 2008 atravesamos un momento complicado por la crisis, muchos de nuestros equipos estaban parados. Aprovechamos esa pausa para construir un edificio en nuestras instalaciones, planteado para guardar la obra de Kiefer», cuenta Vallés.. Tras conducir media hora entre campos de cereales, un desvío lleva al polígono Sorigué. Pasando la fábrica de productos de asfalto, frente a las montañas de áridos y las cintas que los transportan, aparece un bloque de hormigón de un brutalismo minimalista, con un olivo a la entrada y un caminito de piedras, a modo de jardín zen. Al franquear una doble puerta bajo una luz rojiza, el visitante emerge estupefacto en una sala blanquísima, un white cube diseñado a medida para un tríptico cabalístico y espiritual: el imponente zigurat Shevirat Hakelim (3,3 por 7,6 metros), los siete palacios celestiales Die 7 Himmels Paläste (4,7 por 5,6 metros) y la constelación Fur Velimir Chlebnikov (3,3 por 5,6 metros) con estrellas pintadas sobre las planchas de plomo de la cubierta original de la catedral de Colonia. Este es el Pabellón Kiefer. «Aquí nos dimos cuenta de que el arte contemporáneo en este entorno funciona muy bien. Unimos paisaje, arquitectura, arte, industria… E impulsamos los site specific», resalta Vallés.. Interior del Pabellón Kiefer.. Cruzando la carretera y un aparcamiento al aire libre, más allá del laboratorio de innovación (donde se diseñan nuevos tipos de asfalto u hormigón), se llega a un edificio bastante anodino. No destaca por nada pero al abrir la puerta… ¡explota el Big Bang! Y nos sumergimos en el negro total de In the beginning was…, una envolvente instalación de hilos de lana y piedras suspendidas cual estrellas o planetas (que pesan 1,5 toneladas). Estamos en el Pabellón Chiharu Shiota, la nueva reina japonesa, con permiso de la totémica Yayoi Kusama.. Actualmente, Shiota protagoniza una mediática retrospectiva en París, con las kilométricas instalaciones de sus hilos que transforman la majestuosa arquitectura del Grand Palais, además de sendas exposiciones en Corea, México o Turquía. Pero hace diez años aún estaba lejos de esta proyección internacional y se presentó en Lleida con una antológica que sería el germen de su pabellón en PLANTA, convirtiendo el sótano de la sede Sorigué en un laberinto cósmico de hilos negros y piedras.. «Es una instalación sobre el origen del mundo, del ser humano, del planeta… Todo está conectado en el continuo espacio temporal que es el universo», contó entonces Shiota, vestida siempre de negro, confundiéndose entre sus hilos.. Interior del Pabellón de Chiharu Shiota.. La de Lleida es una de sus pocas instalaciones permanentes: tiene dos su Japón natal (en los centros de arte de Aomori y Fukuoka), otra en el museo de Adelaide (Australia) y unos barcos en el vestíbulo de la Winx Tower de Frankfurt. Pero nada se parece a lo de PLANTA, a esa sensación de transitar por galaxias lejanas.. «El caso de Shiota ejemplifica la esencia de PLANTA: establecer una relación con el artista, que venga a conocer el entorno y se inspire en él para crear una obra específica. Esta es la única vez que Shiota ha trabajado con piedras, por ejemplo», explica Vallés. Y adelanta el que será un nuevo y aún más inverosímil espacio de exposición: un silo de hormigón que se utiliza como secadero de maíz (el grupo Sorigué también tiene una división agrícola). Allí se colocará His chair. Window tower, una obra de Shiota que pertenece a la colección y que ya expuso en Lleida: un centenar de desvencijadas ventanas rescatadas de los edificios abandonados del Berlín Este en los años 90, cuando la artista era una veinteañera recién llegada de Japón. La potencia de la obra en el interior de ese secadero cilíndrico, con una silla en medio del espacio, superará la de cualquier museo o galería (incluso la del Grand Palais, que muestra una instalación similar: Inside/outside). «Nuestro objetivo es crear algo memorable, que el público salga de aquí con un recuerdo que no olvide», señala Vallés. «Es lo que queremos transmitir con PLANTA. El ADN de nuestra compañía siempre ha sido buscar la excelencia. PLANTA no es solo nuestro retorno empresarial, es el símbolo de donde empezó Sorigué».. El pabellón dedicado a William Kentridge, con su obra en ocho pantallas, 45 metros en total.. A unos minutos en coche se abre una explanada flanqueada por varias naves. En una de ellas se fabrican las dovelas para la línea 9 del metro de Barcelona. En la adyacente, se celebra un desfile entre macabro y festivo: refugiados, esclavos y enfermos de ébola avanzan a lo largo de 45 metros al son de una fanfarria. Es el vídeo a ocho pantallas More sweetly play the dance (2015), que el sudafricano William Kentridge estrenó en el Eye Filmmuseum de Ámsterdam. De nuevo, la sensación en este hangar vacío resulta sobrecogedora.. Justo delante se alza un antiguo almacén de dovelas. «Lo reformamos para adecuarlo a las dimensiones de la Sala de Turbinas de la Tate», señala Vallés. Solo un espacio así puede acoger Double Bind de Juan Muñoz, su testamento artístico, diseñado en 2001 para la Tate: un laberinto de 100 metros de largo por 20 de ancho y 18 de alto, más dos ascensores que suben y bajan en un bucle infinito (no conducen a ningún lugar y no se puede entrar en ellos). Desde 2017 y gracias a un acuerdo con los herederos del artista, la obra se cede a PLANTA, donde incluso se ha recreado la rampa de acceso de la Tate, de más de 40 metros, para transmitir las mismas sensaciones que Muñoz había planeado milimétricamente en su recorrido.. Algo más lejos, sobre una pequeña colina se extienden las vistas a los campos de cultivo, la cantera y un mar de olivos. Pero en días invernales la niebla de Lleida apenas deja ver los olivos que coronan la colina y los dos cabezones enfrentados de Antonio López, que simbolizan el Día y la Noche. En las llanuras leridanas la variación del clima a lo largo del año puede superar los 50 grados: de los -10 en las madrugadas de invierno a los más de 40 en verano.. Entrada a la capilla con el tríptico de Bill Viola.. Aquí arriba se alza la capilla de Bill Viola, el pope del vídeoarte, tristemente fallecido en 2024 a causa del Alzheimer. Lo que fuera un antiguo caserón agrícola se remodeló para instalar el tríptico Ocean Without a Shore, una obra que Viola concibió para la iglesia de San Gallo, en el marco de la Bienal de Venecia de 2007. En una sala completamente oscura, tres pantallas cual altares se convierten en portales para el tránsito de los muertos hacia nuestro mundo: cuerpos fantasmagóricos que cruzan un umbral, una delicada cascada de agua, y renacen, en un ciclo infinito y algo turbador. «Pasamos 10 años detrás de esta obra», confiesa Vallés. Porque Viola dijo no varias veces: no estaba seguro de que la versión europea(recordemos que solo hay una por continente)acabara en algún lugar de la provincia de Lleida. Porque…Where is Lleida?. En una operación de auténtica diplomacia cultural que duró una década, Bill Viola vino aquí, a esta misma colina, para ver cómo se exponía una de sus piezas, The Return, un vídeo de apenas cinco minutos que forma parte de la colección Sorigué. No esperaba los cabezones de López custodiando una extraña entrada de hormigón, ni abrir la oxidada puerta que conduce a un búnker de la Guerra Civil, bajar unas estrechas escaleras y encontrarse en un húmedo y angosto refugio. Solo su vídeo espectral rompía la oscuridad en un ambiente denso, claustrofóbico, que erizaba la piel. Entonces dijo sí: la versión para Europa se quedaría en Lleida. En este no lugar entre campos áridos, olivos y pesada maquinaria industrial, que hace sentir el arte de una forma más intensa: entre el asombro y el escalofrío.
La Lectura // elmundo
Estrellas como Anselm Kiefer, Chiharu Shiota o Bill Viola forman parte de PLANTA, en Lleida. En pleno polígono industrial del grupo Sorigué, una fábrica de hormigón en activo, se muestra la colección de arte más alucinante del país, que será premiada en ARCO cuando cumple 25 años Leer
Estrellas como Anselm Kiefer, Chiharu Shiota o Bill Viola forman parte de PLANTA, en Lleida. En pleno polígono industrial del grupo Sorigué, una fábrica de hormigón en activo, se muestra la colección de arte más alucinante del país, que será premiada en ARCO cuando cumple 25 años Leer