Hace poco más de una década, Kaveh Akbar nunca sabía bien qué se iba a encontrar al despertar. Un día intentó bajar de la cama y una puñalada de dolor le atravesó de lado a lado. Tenía la pelvis rota. Otras muchas mañanas, o tardes, abría los ojos entre las sábanas empapadas y pestilentes. Se había meado encima.. Para entender cómo aquel despojo humano de futuro incierto se ha convertido en el tipo encantador y sonriente que saluda con la mano desde el amplísimo, blanquísimo y luminosísimo salón de su casa en el corazón de EEUU, recién llegado de una gira en la que le han recibido como a una estrella del rock, para siquiera acercarse a comprender cómo un iraní ex alcohólico y un poco desastre -nuestro primer intento de entrevista se saldó con un ghosting, había apuntado mal la fecha- ha escrito la gran novela americana, al menos la de este año, hay que leer ¡Mártir!.. Cuenta la editora de Blackie BooksRebeca G. Izquierdo que el manuscrito le cayó en las manos como un día soleado en mitad de una etapa de grisura personal y profesional que la tenía más bien desanimada. «No es un bajón, sino todo lo contrario», escribió a sus compañeros. ¡Mártir! llama a engaño desde la portada. No es, ni mucho menos, una reflexión sobre el terrorismo. Tampoco una oda al suicidio, sino más bien a la vida, a las vidas, pese a todo. Por el camino, algo de historia, muchos sueños y algunos cameos imposibles, como el de Lisa Simpson. No, ¡Mártir! no es un bajón, sino más bien un dramón divertidísimo.. «Richard Howard dijo que ser un poeta famoso es como ser una seta famosa: los micólogos se emocionan mucho cuando encuentran una un poco especial, pero a la mayoría de la gente le dan completamente igual. Ni siquiera las distingue de la tierra. Así me siento yo», reconoce Akbar por videollamada. Ah, olvidamos decir que el autor de una de las novelas del año para los grandes medios estadounidenses, finalista además del National Book Award, no es novelista, sino poeta.. «En mi corazón siempre me he visto así», se encoge de hombros como si fuera evidente para cualquiera, como si de sus profundos ojos negros saltaran los versos como lo hacen de sus manos sobre el teclado. «La poesía fue mi primer amor, mis primeros libros fueron de poesía. Me veo a mí mismo como un tipo con cerebro de poeta que accidentalmente ha escrito una novela y que puede que escriba alguna más». Deja abierta la puerta, pero no del todo. «Me ha llevado 36 años terminar la primera. Me parece arrogante decir que habrá más como me parece arrogante afirmar tajantemente que estaré vivo mañana».. Han pasado 12 años desde la última vez que Kaveh Akbar se emborrachó o se colocó o ambas cosas, aunque se sigue definiendo como adicto, no se vaya a confiar. El tiempo libre que le dejó el alcohol lo llenó leyendo de forma compulsiva. Una vez había devorado todos los libros a su alcance empezó a escribir mucho, muchísimo, como para purgarse todas las letras que había ingerido. «Y empezaron a pasar cosas: escribí mi primer libro de poesía, conocí a mi esposa, empecé a dar clase en la universidad y eso me dejó tiempo libre para escribir. De repente, escribía con la misma obsesión y compulsión con la que antes bebía o me drogaba», relata, y concede un cierto agradecimiento a la naturaleza que antaño estuvo a punto de destruirlo: «Supongo que no sería el escritor que soy hoy si no fuera un adicto. A veces me pregunto si sería siquiera escritor».. Sin abandonar del todo al autor, vayamos a ¡Mártir!, porque en su primera novela ha volcado Kaveh Akbar tanto de sí que tuvo que poner el título entre signos de admiración para que nadie se asustara. O no se asustara tanto. «Es provocativo ser un autor iraní con un libro llamado ¡Mártir! Ese título no pasa desapercibido en un aeropuerto, menos con mi nombre tan étnico debajo, pero la provocación es deliberada. La novela habla de cómo un joven iraní en EEUU piensa que la gente pensará de un joven iraní en EEUU que reflexiona sobre los mártires. Y eso es muy meta, claro, porque literalmente estoy escribiendo un libro sobre los mártires como iraní en EEUU. A veces, Cyrus es para mí una especie de muñeco de ventrílocuo».. «No sería el escritor que soy hoy si no fuera un adicto. Quizá ni siquiera sería escritor». El protagonista de la novela se crio, como él, en EEUU. Como él, es adicto, musulmán y poeta queer. Dice su pareja, la del personaje, que es un cliché persa: un poeta obsesionado con la muerte. Y Kaveh se ve bastante ahí, pero remite a otra conversación en la ficción para quitarse importancia. El padrino de Cyrus en Alcohólicos Anónimos le pregunta, en un momento dado: «Has pasado más tiempo mirando el móvil hoy que pelando granadas en toda tu vida. ¿Y cuántas putas granadas hay en tus poemas? ¿Y cuántos iPhones?». Sí, también hay granadas en los poemas de Kaveh Akbar. «Esa tensión es mi día a día, la idea de no querer exotizar mi propia vida o mi propia identidad, pero también querer ser fiel a las partes de mí que están indeleblemente moldeadas por mi carácter iraní», explica el autor.. Es el sexto año que Kaveh Akbar ha guardado ayuno durante el Ramadán. Su familia lo crió como musulmán, pero de forma bastante secular. Fue cuando dejó de beber, ya adulto, cuando empezó a interesarle la religión, con un enfoque no tanto ortodoxo como más bien filosófico, una aproximación reflexiva a la vida y a la muerte.. Un poco como su alter ego en la ficción, que convierte su existencia en una búsqueda obsesiva de un sentido para su vida. O para su muerte. «Tú y yo estamos ahora hablando a través de un ordenador y nos parece muy importante, pero a la vez estamos en un cortísimo viaje en tren entre dos eternidades. Cuando colguemos yo iré a hacer la compra y eso también será importante para mí, pero en realidad toda nuestra existencia será sólo un pequeño tramo infinitamente pequeño de toda la eternidad, que por otro lado nadie puede probar que sea efectivamente eterna. ¿No te parece que es lo único de lo que vale la pena hablar a veces?».. De Irán sólo recuerda Kaveh Akbar el jardín de su abuelo, a sí mismo sentado a la sombra contemplando cómo regaba sus tomates, la calma que le transmitía. También la Nintendo System con la que jugaban su padre y su hermano, y cómo se enfadaron aquella vez que se enredó con los cables en mitad de una partida. «Podría haber sucedido en cualquier otro sitio», reconoce. Probablemente, nunca volverá a pisar Teherán, pero lo vive más como un enigma que como algo doloroso. «Mi primer idioma fue el farsi, mi cerebro se formó para hablar farsi, se creó con esos algoritmos», dice. «Tengo mucha curiosidad por saber qué haría ese niño si se hubiera quedado allí, si también le interesarían el arte y la literatura. Y por otro lado, tampoco me he sentido nunca especialmente estadounidense. No soy ni de un lado ni de otro».. «Soy un tipo con cerebro de poeta que accidentalmente ha escrito narrativa». Decíamos al principio de este texto que la escritura se convirtió en la nueva compulsión del adicto Kaveh, y en esa tónica estaba inmerso cuando llegó la pandemia y se multiplicaron las horas que llenar. Se impuso un estricto régimen cultural: leer dos novelas a la semana y ver una película al día. Quería aprender a narrar, hacerse con todos los trucos que pudiera de quienes, antes que él, se habían enfrentado a la hoja en blanco con éxito. «Fue una formación basada en la cleptomanía», resume. Intercambiaba diez páginas cada viernes con su amigo Tommy Orange y se corregían el uno al otro. De aquel experimento nació There, There, ópera prima de Tommy que llegó a la final del Pulitzer; y también nació ¡Mártir!. Una presencia sobrevuela sus páginas, tiene forma y fondo reconocibles pero nunca se le pone nombre, sólo un mote. Veamos si no nos hemos equivocado. ¿Qué pensará el Presidente Vituperio de que la gran novela americana la haya escrito un iraní? «No creo que lea mucho», suelta Akbar con resignación. «Si le preguntaran cuál es, para él, la gran novela americana, no sabría siquiera a qué demonios nos referimos».
La Lectura // elmundo
Nació como escritor para llenar las horas libres que le había dejado el alcohol, en la pandemia se impuso un estricto régimen cultural para coger soltura en la narrativa y el resultado es ‘¡Mártir!’, uno de los libros del año: «Soy un tipo con cerebro de poeta que accidentalmente ha escrito una novela» Leer
Nació como escritor para llenar las horas libres que le había dejado el alcohol, en la pandemia se impuso un estricto régimen cultural para coger soltura en la narrativa y el resultado es ‘¡Mártir!’, uno de los libros del año: «Soy un tipo con cerebro de poeta que accidentalmente ha escrito una novela» Leer