Juan Mayorga (Madrid, 1965) recuerda a su abuelo en dos momentos: yéndose a trabajar, no con pesadumbre, «sino con gozo», y regresando cada noche con periódicos antiguos, bollos que habían sobrado y, sobre todo, muchas historias que había presenciado en su jornada. El abuelo de Juan Mayorga tenía un bar -bueno, tuvo varios, pero el más conocido fue El Tranvía, en la calle Marqués de Cubas de Madrid, detrás del Congreso de los Diputados- y amaba su trabajo como barman. Un hecho que dejó huella en el joven Juan. «En mi cabeza se fue tejiendo la impresión de que en un bar español puede ocurrir cualquier cosa», recuerda el dramaturgo y director. «Un lugar donde todos los días son iguales y, al mismo tiempo, en cada instante puede estar empezando una gran aventura».. El bar como espacio dramático era, pues, una deuda pendiente de Mayorga, que salda ahora con ‘Los yugoslavos’, montaje que se estrena el próximo jueves en el Teatro de La Abadía -que él dirige desde hace tres años- y que cuenta la historia de un camarero que un día pide a un cliente que le ayude, con sus palabras, a sacar a su mujer de la espiral de tristeza en la que se encuentra. Javier Gutiérrez y Luis Bermejo, quienes coincidieron en el mismo espacio hace unos meses en ‘El traje’, encarnan al mesero y al parroquiano. Natalia Hernández y Alba Planas completan el reparto.. «Si bien ‘Los yugoslavos’ no es una obra sobre mi abuelo, ni este bar es aquél, ni esta historia que se presenta la he recibido de aquéllas, sin duda sí que nace de esa experiencia de un niño que empezó a imaginar que en un bar podía pasar cualquier cosa», relata Mayorga. Para el autor, la función trata tres asuntos: «Es una pieza sobre el amor, la tristeza y la esperanza en la palabra».. Un asunto este último que se lleva repitiendo en la producción reciente ‘mayorguiana’. «Yo no elijo ese tema. De algún modo, me busca o aparece una y otra vez, sea lo que sea de lo que estoy hablando». Piensa entonces en piezas recientes como ‘El Golem’ -donde un personaje llega a decir: «Somos cuerpos ocupados por palabras»-, pero también en otras primeras como ‘Cartas de amor a Stalin’, «donde, de algún modo, Bulgakov está buscando la carta perfecta, el conjunto de palabras que conmoverán al tirano, que lo transformarán, y de ese modo transformarán su sociedad».. Respecto al título, el académico de la lengua es consciente de que puede llevar al despiste, así que desarrolla: «Para cualquier ser humano hay lugares que ya no existen y que sin embargo siguen ahí. Lugares de tu infancia, de tu barrio, de tu ciudad, lugares del mundo que ya no son y sin embargo, de forma paradójica, siguen arrojando sombra o luz. Pienso, por ejemplo, en la Casa de Fieras del Retiro». De ahí, a la república balcánica que se desintegró en una de las guerras más salvajes que han tenido lugar en épocas recientes. «Yugoslavia ha dejado de existir y sin embargo existe de algún modo como fantasma. Y en esta obra se alude a un lugar donde irían los yugoslavos en una ciudad. Es decir, donde irían gentes que tienen en común haber nacido en un país que ya no existe».. Esa reflexión sobre el tiempo encierra otro de los mecanismos que hace avanzar la obra. «Me parece fundamental no entregarse al presentismo, no someterse a la actualidad y a la demanda de urgencia», proclama Mayorga. «El mundo de este barman es un mundo intempestivo, que pudiera parecer anacrónico, pues él se relaciona con sus clientes no como meros consumidores, sino que piensa que cada uno tiene un misterio». Está, añade, «contra la celeridad, el narcisismo, la banalidad, la brutalidad, la falta de sensibilidad en nuestro tiempo». En este sentido, el autor no se considera nostálgico, pero de igual manera que siente que no hay que ceder a la nostalgia, tampoco cree que haya que ceder a las exigencias del presentismo. «Hay que resistirse tanto a la imagen del progreso como a la imagen del declive», sentencia. «Ambas son falaces. Tan falaz es pensar que la salvación llegará en un futuro necesario, como que estamos fatalmente destinados a perder el paraíso».. Se entiende así su preocupación porque el lenguaje no sea instrumento de banalidad ni de brutalidad en manos del poder. «Por un lado, hay una banalización del discurso, un hablar sin sentido de la responsabilidad, y es frecuente escuchar a personas relevantes diciendo cualquier cosa sin respeto a sus propias palabras y afirmando exactamente lo contrario al día siguiente», lamenta. «Está ya en la Biblia que hay que manejarlas con extraordinario cuidado, por supuesto en el ámbito político, pero también en el más cotidiano, porque las palabras pueden salvar o pueden herir».. «Por otra parte, hay una violencia sobre las palabras y una utilización de las palabras para ejercer violencia, para legitimarla, para enmascararla. Y, sin embargo, al mismo tiempo hay una conciencia compartida de su importancia. Por eso hay una pelea por hacerse con las palabras, por construir el discurso y que se imponga. Siempre digo que como escritor y como ciudadano intento preguntarme cada día quién escribe mis palabras. Debemos cuestionarnos si estamos realmente diciéndonos, si estamos hablando o estamos, de algún modo, siendo hablados, al dictado de otros».. Dice Mayorga de su ‘barman: «Nunca ha leído a Chéjov, pero tiene una mirada ‘chejoviana’. Yo imagino a Chéjov con sus pacientes, y él sabía que tenía que curar ese brazo o esa fiebre, pero también estaba atento a por qué esta persona dice esto o calla lo otro, o por qué habla de su marido, o de su hija. En este sentido, éste es un personaje que ha creado un ‘estado de excepción’, una suerte de república en ese cuidado hacia la gente, en ese querer que todo sea perfecto».. Para materializar esto, el dramaturgo y director ha contado con un reparto, según él, idóneo. «Estoy gozando al trabajar con cuatro actores excelentes como son Javier Gutiérrez, Luis Bermejo, Natalia Hernández y Alba Planas. Y está siendo maravilloso montar con ellos esto. Creo que esta es una obra de personajes y ellos están haciéndome redescubrir a esos personajes».
La Lectura // elmundo
Juan Mayorga estrena en el Teatro de La Abadía, que dirige desde 2022,’Los yugoslavos’, montaje en el que vuelve a un tema recurrente: «Hay una pelea por hacerse con las palabras». Leer
Juan Mayorga estrena en el Teatro de La Abadía, que dirige desde 2022,’Los yugoslavos’, montaje en el que vuelve a un tema recurrente: «Hay una pelea por hacerse con las palabras». Leer