Desde algún rincón del barrio del Trastevere en Roma, no cuesta imaginar a Rafael Alberti ensayando versos con los que rendir homenaje a su amigo, el pintor onubense José Caballero (Huelva, 1915–Madrid, 1991). La galerista Juana Mordó se los había solicitado para abrir el catálogo de la primera exposición individual de Caballero en su espacio expositivo de Madrid: “Un andaluz febril y vagabundo por los espacios perdidos”, dijo de él el poeta en 1970, en un octubre de hojas esparcidas por la vía Garibaldi.. Febril y vagabundo. ¿Qué habría pasado para que Alberti dibujara esta imagen de un pintor que, muchos años antes, Federico García Lorca había descrito como una de las carreras artísticas más prometedoras de su generación? “Las magníficas dotes plásticas de Pepe Caballero y su profunda imaginación poética me hacen esperar el luminoso fruto de un gran pintor andaluz”, escribió el poeta de Fuentevaqueros en la primavera, aún joven y cándida, de 1935.. Entre una y otra fecha medió una guerra, una dictadura y unos recelos hacia su figura que nunca alcanzaron a desmerecer su obra pictórica, alabada en los circuitos internacionales, pero silenciada en España o, en el mejor de los casos, reconocida con sordina. Un acuerdo entre la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y la Fundación Caballero-Thomas de Carranza permitirá ahora que el legado del pintor se exponga en su ciudad natal, para dar vida a un nuevo museo, que se proyecta en el antiguo edificio del Banco de España.. La fundación conserva una colección compuesta por 150 pinturas y alrededor de 2.500 dibujos, esculturas, figurines y escenografías, archivo fotográfico y documental, que, gracias al acuerdo alcanzado con la Junta, abandonará Madrid en los próximos meses y se exhibirá en el nuevo museo. “Huelva fue siempre para Pepe el recuerdo de su infancia, el lugar añorado de sus juegos, la forja de su poderosa imaginación”, rememora Roberto Tojo, patrono de la fundación y médico jubilado.. En la historia personal y artística de Caballero se condensa la de todos aquellos intelectuales que hicieron brillar a España en la conocida como Edad de Plata, pero que al no abandonar el país tras la Guerra Civil —como sí lo hizo su amigo Alberti y otros tantos poetas y artistas—, sufrieron un exilio interior que les marcaría para siempre. “Todo era alegría y desenfado, pero luego vino la guerra, que nos hizo ponernos muy serios. Ya todo fue brutalmente distinto, y de aquella alegría anterior no quedó nada. Tuvimos que aprender a callar y esto resultaba doloroso. La mudez, el escepticismo, y el temor continuo, serían el pan nuestro de cada día”, llegó a escribir el propio José Caballero, en unas notas personales recogidas en La aventura de la creación. Escritos (Editorial Síntesis, 2014).. Todo había empezado con el traslado de un joven Caballero a la capital. “Pepe llega a Madrid en 1931, con la intención de la familia de que estudie la carrera de Ingeniero Industrial. Pero pronto empieza a frecuentar la academia de pintura de Daniel Vázquez Díaz [onubense como Caballero] y ese espacio es el que le abre el contacto con gran parte de la generación del 27″, recuerda Tojo, quien, además de pertenecer a la familia política del pintor, fue quien trató a Caballero en la fase final de su enfermedad y tuvieron una gran proximidad.. En 1932, Caballero conoce a Lorca y, a raíz de esta amistad, el poeta le encargó el cartel de Yerma (1934), lo que prende la mecha de una fecunda colaboración con el grupo de teatro universitario La Barraca, para el que se encarga de los figurines de todas sus obras. En 1934, Caballero había ilustrado Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, y finalmente, los decorados y figurines para el estreno de Bodas de sangre en Barcelona. “Recibidos figurines. Entusiasmados”, firman Lorca y Margarita Xirgú al alimón en un telegrama que conserva la fundación. “Además, Pepe se integró como un trabajador más de La Barraca, llevando su característico mono y trabajando en el transporte de las escenografías e incluso actuando como figurante en algunas representaciones”, relata Tojo.. Todo se trunca el verano de 1936, cuando continuaba la relación epistolar entre el poeta y el pintor. Después de ese verano debía estrenarse La casa de Bernarda Alba. “En este mes de agosto, he decidido escribir a Granada, a Federico, para saber de él. Era una carta aséptica. Carta que me fue devuelta a los dos días, abierta por la censura de Sevilla y con una letra de lápiz rojo me conminaban diciéndome: ‘Por su seguridad personal, no vuelva a escribir a esta dirección. Primer aviso”. Nadie sabe lo que me impresionó aquella carta. A mediados de septiembre me entero por la prensa de la muerte de Federico”, escribe Caballero en La aventura de la creación. Escritos.. “La muerte de su amigo tuvo repercusiones en toda su obra posterior. A raíz de un viaje a Víznar en 1968, la cruel imagen del asesinato de su amigo afloró de forma obsesiva en su manera de expresarse, haciendo cientos de dibujos y cuadros sobre la muerte de Lorca”, explica Tojo. Caballero se aleja entonces de la pintura —”hice figurines y decorados para teatro y cine del folclore más convencional”, escribe—. También se encargó de la dirección artística de unos grandes almacenes, “como medio de vida para poder mantener a mi familia, parte de ella desterrada por desafecta al régimen en la isla de Fuerteventura”.. Caballero se refiere al proceso por masón abierto a su tío Diego Pérez Peral, “que era como su padre adoptivo”, recuerda el médico del artista: “La sentencia, además de desterrarle a Fuerteventura, le impidió ejercer su profesión de médico, por lo que Pepe se vio obligado a trabajar hasta la extenuación para mantener a su tío, a su tía y su prima”.. Sin embargo, la llegada de María Fernanda Thomas de Carranza a la vida de Caballero en 1948, con quien se casa, cambia esta inercia, “y con su apoyo recobró la fuerza para volver a la pintura”. Pero no fue fácil: desde 1956 y hasta la muerte de Franco, en 1975, Caballero es eliminado de todos los concursos internacionales por el comisario oficial de aquel tiempo, Luis González Robles, quien también en la I Bienal de Alejandría, de 1955, en la que el jurado decidió otorgarle el Gran Premio, interviene para que le sea revocado, alegando que políticamente sería muy mal acogido por el Gobierno español por tratarse de un artista desafecto al régimen.. A pesar de ello, “Pepe siguió su carrera artística volcada en la pintura y buscando la iniciativa privada para hacerla visible”. En su obra va abandonando el surrealismo y la figuración, y su pintura se hace mucho más esencial y analítica. “A pesar de su enfermedad, Pepe pintó hasta el final de sus días”, explica Tojo. Su último cuadro se tituló, premonitoriamente, Algo camina hacia el infinito.. Seguir leyendo
La ciudad natal del artista expondrá su legado, el de un referente de las vanguardias, silenciado por la censura y atormentado por el asesinato de su amigo García Lorca
Desde algún rincón del barrio del Trastevere en Roma, no cuesta imaginar a Rafael Alberti ensayando versos con los que rendir homenaje a su amigo, el pintor onubense José Caballero (Huelva, 1915–Madrid, 1991). La galerista Juana Mordó se los había solicitado para abrir el catálogo de la primera exposición individual de Caballero en su espacio expositivo de Madrid: “Un andaluz febril y vagabundo por los espacios perdidos”, dijo de él el poeta en 1970, en un octubre de hojas esparcidas por la vía Garibaldi.. Más información. La pintura poética de José Caballero. Febril y vagabundo. ¿Qué habría pasado para que Alberti dibujara esta imagen de un pintor que, muchos años antes, Federico García Lorca había descrito como una de las carreras artísticas más prometedoras de su generación? “Las magníficas dotes plásticas de Pepe Caballero y su profunda imaginación poética me hacen esperar el luminoso fruto de un gran pintor andaluz”, escribió el poeta de Fuentevaqueros en la primavera, aún joven y cándida, de 1935.. Telegrama firmado por Lorca y Margarita Xirgú dirigido a José Caballero.Cortesía de la Fundación Caballero-Thomas de Carranza. Entre una y otra fecha medió una guerra, una dictadura y unos recelos hacia su figura que nunca alcanzaron a desmerecer su obra pictórica, alabada en los circuitos internacionales, pero silenciada en España o, en el mejor de los casos, reconocida con sordina. Un acuerdo entre la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y la Fundación Caballero-Thomas de Carranza permitirá ahora que el legado del pintor se exponga en su ciudad natal, para dar vida a un nuevo museo, que se proyecta en el antiguo edificio del Banco de España.. La fundación conserva una colección compuesta por 150 pinturas y alrededor de 2.500 dibujos, esculturas, figurines y escenografías, archivo fotográfico y documental, que, gracias al acuerdo alcanzado con la Junta, abandonará Madrid en los próximos meses y se exhibirá en el nuevo museo. “Huelva fue siempre para Pepe el recuerdo de su infancia, el lugar añorado de sus juegos, la forja de su poderosa imaginación”, rememora Roberto Tojo, patrono de la fundación y médico jubilado.. En la historia personal y artística de Caballero se condensa la de todos aquellos intelectuales que hicieron brillar a España en la conocida como Edad de Plata, pero que al no abandonar el país tras la Guerra Civil —como sí lo hizo su amigo Alberti y otros tantos poetas y artistas—, sufrieron un exilio interior que les marcaría para siempre. “Todo era alegría y desenfado, pero luego vino la guerra, que nos hizo ponernos muy serios. Ya todo fue brutalmente distinto, y de aquella alegría anterior no quedó nada. Tuvimos que aprender a callar y esto resultaba doloroso. La mudez, el escepticismo, y el temor continuo, serían el pan nuestro de cada día”, llegó a escribir el propio José Caballero, en unas notas personales recogidas en La aventura de la creación. Escritos (Editorial Síntesis, 2014).. Rafael Albertí y José Caballero, en Roma.. Todo había empezado con el traslado de un joven Caballero a la capital. “Pepe llega a Madrid en 1931, con la intención de la familia de que estudie la carrera de Ingeniero Industrial. Pero pronto empieza a frecuentar la academia de pintura de Daniel Vázquez Díaz [onubense como Caballero] y ese espacio es el que le abre el contacto con gran parte de la generación del 27″, recuerda Tojo, quien, además de pertenecer a la familia política del pintor, fue quien trató a Caballero en la fase final de su enfermedad y tuvieron una gran proximidad.. En 1932, Caballero conoce a Lorca y, a raíz de esta amistad, el poeta le encargó el cartel de Yerma (1934), lo que prende la mecha de una fecunda colaboración con el grupo de teatro universitario La Barraca, para el que se encarga de los figurines de todas sus obras. En 1934, Caballero había ilustrado Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, y finalmente, los decorados y figurines para el estreno de Bodas de sangre en Barcelona. “Recibidos figurines. Entusiasmados”, firman Lorca y Margarita Xirgú al alimón en un telegrama que conserva la fundación. “Además, Pepe se integró como un trabajador más de La Barraca, llevando su característico mono y trabajando en el transporte de las escenografías e incluso actuando como figurante en algunas representaciones”, relata Tojo.. Foto de la reunión en Madrid de la consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, Patricia del Pozo (tercera por la izquierda) con los patronos de la Fundación Caballero-Thomas de Carranza.Cortesía de la Fundación Caballero-Thomas de Carranza. Todo se trunca el verano de 1936, cuando continuaba la relación epistolar entre el poeta y el pintor. Después de ese verano debía estrenarseLa casa de Bernarda Alba. “En este mes de agosto, he decidido escribir a Granada, a Federico, para saber de él. Era una carta aséptica. Carta que me fue devuelta a los dos días, abierta por la censura de Sevilla y con una letra de lápiz rojo me conminaban diciéndome: ‘Por su seguridad personal, no vuelva a escribir a esta dirección. Primer aviso”. Nadie sabe lo que me impresionó aquella carta. A mediados de septiembre me entero por la prensa de la muerte de Federico”, escribe Caballero en La aventura de la creación. Escritos.. “La muerte de su amigo tuvo repercusiones en toda su obra posterior. A raíz de un viaje a Víznar en 1968, la cruel imagen del asesinato de su amigo afloró de forma obsesiva en su manera de expresarse, haciendo cientos de dibujos y cuadros sobre la muerte de Lorca”, explica Tojo. Caballero se aleja entonces de la pintura —”hice figurines y decorados para teatro y cine del folclore más convencional”, escribe—. También se encargó de la dirección artística de unos grandes almacenes, “como medio de vida para poder mantener a mi familia, parte de ella desterrada por desafecta al régimen en la isla de Fuerteventura”.. ‘Retrato de María Fernanda y su perro Hukako a la manera’, de 1935 . Picasa (Cortesía de la Fundación Caballero-Thomas de Carranza). Caballero se refiere al proceso por masón abierto a su tío Diego Pérez Peral, “que era como su padre adoptivo”, recuerda el médico del artista: “La sentencia, además de desterrarle a Fuerteventura, le impidió ejercer su profesión de médico, por lo que Pepe se vio obligado a trabajar hasta la extenuación para mantener a su tío, a su tía y su prima”.. Sin embargo, la llegada de María Fernanda Thomas de Carranza a la vida de Caballero en 1948, con quien se casa, cambia esta inercia, “y con su apoyo recobró la fuerza para volver a la pintura”. Pero no fue fácil: desde 1956 y hasta la muerte de Franco, en 1975, Caballero es eliminado de todos los concursos internacionales por el comisario oficial de aquel tiempo, Luis González Robles, quien también en la I Bienal de Alejandría, de 1955, en la que el jurado decidió otorgarle el Gran Premio, interviene para que le sea revocado, alegando que políticamente sería muy mal acogido por el Gobierno español por tratarse de un artista desafecto al régimen.. Dibujos del asesinato de Lorca, que pintó obsesivamente.Cortesía de la Fundación Caballero-Thomas de Carranza. A pesar de ello, “Pepe siguió su carrera artística volcada en la pintura y buscando la iniciativa privada para hacerla visible”. En su obra va abandonando el surrealismo y la figuración, y su pintura se hace mucho más esencial y analítica. “A pesar de su enfermedad, Pepe pintó hasta el final de sus días”, explica Tojo. Su último cuadro se tituló, premonitoriamente, Algo camina hacia el infinito.
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