Mientras otros dramaturgos escamotean la actualidad y sus enredadas raíces, Jordi Casanovas (Villafranca del Penedés, 1978) ha preferido escarbar siempre en lo que está sucediendo en este momento. Así, se enfrentó al reto de subir al escenario el caso de la Manada en ‘Jauría’, al crimen de Alcàsser en Valenciana (La realidad no es suficiente), a los disturbios de la ‘banlieue’ parisina (‘Gazoline’) y hasta el ‘procés’ independentista catalán cuando aún estaba caliente y apenas habían pasado dos años desde octubre de 2017 (‘Alguns dies d’ahir’).. Desde ese recorrido, podría parecer que su última obra, ‘Un menú tancat’, que se representa en La Villarroel de Barcelona, supone un alejamiento de esa línea: Una comedia (dramática, eso sí) sobre un grupo de amigos que se reúne periódicamente a cenar en el restaurante de uno de ellos, el cual un día les plantea una pregunta:«¿Cómo es que nunca nos hemos visto llorar?». Sin embargo, el planteamiento es, una vez más, una estrategia para contar el aquí y el ahora de quienes acuden al teatro.. Como explica Casanovas, esta función nace de dos motivos. «El primero es que después de ‘Jauría’, que es una obra que pone en duda según qué comportamientos de la masculinidad, me planteaba: ¿podría afrontar también este otro tema?» Un tema que le resultaba «importante, incluso inabarcable, o en cualquier caso mucho más grande que ‘Jauría’, que solamente es un caso muy concreto y un juicio muy concreto». Y aún más: «¿Podría seguir hablando de esto y, en este caso, en una forma de comedia? Que fuese amable, agradable, sin resultar violenta. Porque ‘Jauría’ era una obra que violentaba al espectador y aquí lo que me pretendía es que se pudiera reír y a la vez dar vueltas alrededor de eso: la vulnerabilidad que mostramos los hombres, especialmente los heterosexuales». Muchas veces, pluraliza el dramaturgo, «reprimimos nuestra capacidad de expresar emociones, especialmente el llorar en público, y también ante los amigos».. Protagonizado por Joan Arqué, Roger Coma y Òscar Muñoz, dirigidos por Llàtzer Garcia, el montaje plantea lo que se puede provocar a partir de mostrarse vulnerable frente a los amigos. «¿Qué puede generar de debate alrededor de transformarse, de ser un hombre distinto, más o menos construido a partir de las referencias de padres o abuelos?», se pregunta Casanovas.. El segundo motivo que ha impulsado al dramaturgo es el fruto de su observación: «Últimamente, la cocina contemporánea catalana y española tiene mucho de teatral. No solamente los platos tienen que sorprender al comensal, sino que también suponen un espectáculo: cómo se presentan, cómo llegan, cómo lo sirven». Tras el análisis, un nuevo cuestionamiento: «¿Por qué no podemos recuperar un poco de esta teatralidad que se ha llevado a los restaurantes y la devolvemos al teatro?».. En el proceso de ir respondiendo a estas preguntas que aparecen, nuevos hallazgos: «El cocinero protagonista prepara un menú que tiene algo de teatral. Pero lo que habitualmente provocaría un viaje a una nostalgia idealizada, a un mundo pasado que echamos en falta, traslada a sitios más incómodos a este grupo de amigos». Nuevo interrogante: «¿Qué pasaría si en vez de aquello que normalmente nos hace disfrutar, como es la comida, nos llevara emocionalmente a sitios menos cómodos?».. Esto lleva casi inevitablemente a pensar en una película animada protagonizada por una rata chef. «Muchos cocineros contemporáneos buscan encontrar esencias, sabores que nos lleven a momentos o a gustos del pasado y que los recibamos de forma distinta. Esos macarrones de la abuela, pero que los probamos en otra forma y eso nos sorprende y nos hace viajar a un lugar emocionante y agradable». Lo que plantea ‘Un menú tancat’, en cambio, es «lo mismo que ‘Ratatouille’, pero a unas profundidades un poco más oscuras».. Más puntos en común entre la coquinaria y la escena: «Estamos en el momento de la historia que tenemos más capacidad de recibir ‘inputs’ culturales, desde libros a películas pasando por series. Pero también es verdad que necesitamos no solamente vivirlos, sino vivirlos con más gente. Y el teatro es esencialmente esto», reflexiona. «Necesitamos sentirnos comunidad, próximos a una cierta humanidad. Y, volviendo a lo que hablábamos antes, es la máxima expresión de comunidad. Porque cuando se ríen todos, escuchamos qué está haciendo el resto del público».. Una audiencia que, como destaca el autor, está cada vez más cera. «El público que va a una sala ya está tomando un riesgo, así que espera que también tomemos riesgos nosotros», afirma Casanovas. «A veces, cuando estoy escribiendo algo muy personal, me pregunto si eso lo pensará alguien más. Pero cuando en teatro la gente reacciona, ya sea con una risa, ya sea con un silencio, descubres que eso que tú tenías muy guardado, incluso tabú, de golpe le sirve a todo el público para mostrar que también es tabú para ellos».
La Lectura // elmundo
Después de trasladar al escenario el caso de la Manada en ‘Jauría’, Jordi Casanovas vuelve a abordar la naturaleza masculina, ahora como comedia, en ‘Un menú tancat’. Leer
Después de trasladar al escenario el caso de la Manada en ‘Jauría’, Jordi Casanovas vuelve a abordar la naturaleza masculina, ahora como comedia, en ‘Un menú tancat’. Leer