La primera vez que se representó Hamlet en árabe fue en Gaza, allá por 1911, y corrió a cargo de una compañía cuyo director era un actor libanés venido de Egipto. (Es curioso el efecto subversivo de esta obra de Shakespeare en distintos lugares y épocas. Borís Pasternak, que la tradujo al ruso en los años cuarenta, hizo escribir a Yuri Zhivago un poema dedicado a los dilemas existenciales de ese personaje.). Durante la Primera intifada (1987-1993), este drama figuraba en la lista de libros prohibidos por considerarse una incitación a la violencia debido a líneas como «si para nuestro espíritu es más noble sufrir/ la pedradas y dardos de la atroz fortuna/ o levantarse en armas contra un mar de aflicciones/ y oponiéndose a ellas darles fin» del atemporal monólogo.. Traducción de Antonio-Prometeo Moya. Anagrama. 400 páginas. 21,90 € Ebook: 11,99 €. Puedes comprarlo aquí.. La segunda novela de Isabella Hammad (Londres, 1992) revive al príncipe de Dinamarca sobre unas tablas improvisadas de Ramala, Cisjordania, donde una heterodoxa compañía hace lo imposible por estrenar su lectura del clásico en un territorio cuarteado por los controles militares. Y aquel «Algo podrido hay en el reino de Dinamarca» resuena igualmente para Israel, habitada por fantasmas de todo tipo -el fantasma al que se alude en el título es una referencia a la indicación escénica que anuncia la entrada del espectro del rey asesinado-, pero sobre todo a los de los palestinos (las «víctimas de las víctimas», como los define la autora en Reconocer al extraño) expulsados durante la Nakba.. La «Gertrudis» de esta voluntariosa producción es Sonia Nasir, la narradora de Entra el fantasma, actriz treintañera de origen palestino afincada en Londres, que vuelve por primera vez desde la Segunda intifada a Haifa, donde vive su hermana Haneen, socióloga y académica.. La visita tiene algo de terapéutico: «escapar del teatro», por el cual ya no siente la misma pasión de antes cuando intenta encontrar papeles de árabe, su tono de piel más claro (la abuela materna era holandesa) le hace perderlos en favor de «alguien con el cabello negro, aunque no supiera pronunciar la erre doble», y poner distancia respecto a una relación fracasada con un director casado.. También para «volver a mi yo más joven», la niña que pasaba los veranos bajo el sol en aquella playa. «He venido a recuperar Palestina», bromea en el reencuentro con Haneen. La casa de los abuelos, como descubrirá, se ha vendido a unos israelís. Entonces aparece una amiga de la familia, Mariam, que al conocer a qué se dedica Sonia, la invita a participar en su proyecto de Hamlet en los Territorios ocupados.. La novela, ambientada en Gaza, sobresale en la reflexión de los límites del arte activista cuando reina la violencia. Si interesante es la lupa que pone Hammad en el hecho teatral, tanto en lo artístico como en su poder salvífico, y las relaciones de poder que se crean en este microcosmos, también lo es cuando la pone en «lo palestino», tan simplificado desde Occidente, mostrando las diferencias, tensiones y vínculos entre gazatíes, cisjordanos (o Dafawim, los de la ribera occidental), palestinos «del interior» (los que viven en Israel, los aravim) percibidos como «traidores», palestinos emigrados y refugiados. Unas tensiones que la seguridad israelí se encarga de azuzar.. En el ensayo antes citado, Hammad recupera el concepto anagnórisis aristotélico, «el momento en que un personaje descubre la verdad de un asunto». En Entra el fantasma, no se pretende que esa epifanía ocurra en el lector occidental Hammad señala el cansancio de los palestinos en «educar e iluminar al occidental arrepentido» para que reconozca su humanidad, pero sí en la protagonista, que reconocerá el papel auténtico del arte en las luchas políticas, sobre todo cuando el arte de un grupo humano (aquí el teatro) se construye sobre esa lucha: «(…) tuve una horrible, inútil revelación: que el significado de nuestro Hamlet dependía, en cierto modo, de este sufrimiento. (…) Nuestra obra necesita las protestas, pero las protestas no necesitaban nuestra obra».. La novela sobresale mostrando la ocupación israelí en los pequeños detalles, desde el interrogatorio en el aeropuerto a Nasir hasta las dificultades de movimiento para ensayar en Cisjordania, así como la amenaza constante de la prohibición de la obra, pero también en la reflexión de los límites del arte (activista) cuando reina la violencia.
La Lectura // elmundo
En su novela ‘Entra el fantasma’ la escritora británica sitúa Hamlet en la Palestina actual, donde una compañía intenta representar la obra entre bloqueos y controles militares Leer
En su novela ‘Entra el fantasma’ la escritora británica sitúa Hamlet en la Palestina actual, donde una compañía intenta representar la obra entre bloqueos y controles militares Leer
