A su paso por España hace unas semanas, el escritor argelino Kamel Daoud, ganador del Premio Goncourt con Huríes -novela que narra en primera persona la historia de una mujer que sobrevivió a una cruel masacre durante la guerra civil argelina-, se mostraba contundente al afirmar: «una sociedad que oprime a las mujeres no puede ser feliz». Lo decía por su país, pero también por una Europa donde el machismo y el racismo derivado de las tensiones migratorias no dejan de aumentar preocupantemente en los últimos años. ¿Cómo es ser mujer en las sociedades magrebíes? ¿Y, además, emigrante o de origen extranjero en Europa? ¿Cuáles son las tensiones generacionales marcadas por la cultura, la religión y la tradición? ¿O qué crisis supone crecer y vivir con esas dos identidades, la familiar y heredada y la de Occidente? A responder a estas preguntas dedican parte de sus trayectorias literarias, y varias novelas recientes, cuatro autoras de orígenes y raíces diversas pero que comparten el hecho de utilizar la literatura para reflexionar sobre feminismo, identidad, racismo y migración con un ojo puesto en ambas orillas del Mediterráneo.. Es el caso de Salma El Moumni (Marruecos, 1999) que en Adiós, Tánger (Sexto Piso) narra con afilada pluma y una impactante voz en segunda persona la historia de Alia, una joven adolescente tingitana que comienza ser consciente de su cuerpo cuando es constantemente sexualizada a través de una enfermiza mirada masculina que provoca en ella profundas emociones inquietantes y amenazadoras a la vez que una necesidad de comprender ese deseo. «Descubrir el propio cuerpo a través de la mirada del otro deja huella. Alia está tan bañada por este miedo y esta amenaza sorda que acaba llevándola dentro de ella, incluso en su habitación», explica la escritora, que obtuvo con este debut el Premio France Culture des étudiants y fue finalista del Premio Médicis.. La trama se complica cuando Alia rechaza a Quentin, un compañero de clase de nacionalidad francesa que la acosa y termina publicando unas fotos de la joven en redes, lo que entra en conflicto con el artículo 483 del Código Penal marroquí, que establece penas de tres años de cárcel por realizar «actos contra natura o de lascivia». Esto obliga a Alia a dejar su país y emigrar a Lyon, ciudad donde vivió la propia escritora, lo que le sirve para explorar ese contraste entre un país y otro.. «La mirada más destructiva para Alia será la de un europeo, que añade a su misoginia una mirada cosificadora y neocolonial. Esto es también lo que diferencia las dos orillas del Mediterráneo: para una joven marroquí, llegar a Francia significa seguir viviendo el sexismo, a lo que se añade una mirada racista que esencializa y categoriza: no hay libertad en ser uno mismo. Así que no diría que este poder es más opresivo en el mundo árabe», opina la escritora.. Esta huida apresurada recuerda a la que protagonizó la escritora Nina Bouraoui (Rennes, 1967), hija de madre francesa y padre argelino que pasó los primeros 14 años de su vida en Argel. «Salí de mi ciudad con prisa, estaba de vacaciones en Francia y no regresé. Dejé allí mi habitación, mis cuadernos, mis dibujos, mi ropa y sobre todo a mis amigos, mis primeros amores. No pude decir adiós», recuerda la autora, ganadora del Premio Renaudot en 2005 e integrante del movimiento littérature beur, corriente nacida en 1980 que agrupa a los escritores de padres magrebíes inmigrantes en Francia.. La escritora franco-argelina Nina Bouraoui, autora de ‘Mis malos pensamientos’ o ‘Un gran señor’.PATRICE NORMAND. «Se creó una especie de corriente de aire inmensa en mi existencia, como si las puertas del castillo de mi infancia nunca se hubieran cerrado. Y como si la violencia de esta «partida», de este no retorno, se hubiera extendido a mi alrededor y dentro de mí. Tuve que renacer para no caer. Tomé mi nacionalidad francesa y me quité la piel argelina para integrarme lo más rápido posible, para no ser diferente», explica.. Autora de novelas como Rehenes (Sexto Piso), crudas autoficciones como Mis malos pensamientos y obras híbridas como Un gran señor (ambas en Tránsito), un hermoso relato de los últimos meses de su padre y del duelo posterior; Bouraoui asegura: «La literatura y la escritura salvaron mi lado argelino, mis libros me han reconciliado con mi doble cultura. Aunque soy más occidental, más francesa, tengo una parte de Oriente en mí que no quiero olvidar. Creo que la diversidad hace a las personas más tolerantes», reflexiona.. En este sentido, confiesa que nunca sufrió mucho racismo en Francia, «pero sí vi sufrir mucho a mi madre en Argelia, ya que ella era francesa y el país todavía estaba muy traumatizado por la guerra de independencia (1954-1962). Mis abuelos franceses ciertamente nos veían diferentes a mi hermana y a mí que al resto de sus nietos, pero lo que notaba era más ignorancia que odio o rechazo. No creo que Francia sea un país racista, sino que existe un miedo a perder su identidad cultural. Pero el miedo es una fantasía y la mezcla de culturas es una riqueza, estoy convencida».. Sobre esa enriquecedora mezcla de culturas sabe mucho Najat El Hachmi (Nador, 1979), nacida en Marruecos pero residente desde los 8 años en Vich, a donde emigró su padre antes de que ella naciera. Hace 20 años la escritora debutó con Yo también soy catalana, donde reflexionaba como hija de inmigrantes sobre temas como la identidad, la lengua, las mujeres y la religión. «La verdad es el libro sigue siendo muy vigente porque muchas de las cosas que yo creía que iban a cambiar como, por ejemplo, esa visión de que la inmigración es algo puntual o temporal, siguen igual, por desgracia», lamenta.. Najat El Hachmi, escritora española de origen marroquí, ganadora del Premio Nadal 2021 con ‘El lunes nos querrán’.EDITORIAL DESTINO. Ganadora de premios como el Ramon Llull, el Sant Joan o el Nadal -que obtuvo en 2021 por El lunes nos querrán la historia de una joven de 17 años que desea encontrar la libertad-, El Hachmi explica que la escritura es para ella «un proceso de aprendizaje y una liberación de todas esas fricciones o temas conflictivos en la vida real. Al pasarlos por el tamiz de la literatura, del lenguaje, no es que desaparezcan, pero ficcionarlos es muy importante para comprenderlos mejor».. En cuanto al tema de la identidad, la escritora opina que no es algo sencillo. «Primero hay que entender qué piezas forman parte del puzle, porque, por ejemplo, ser marroquí no es algo único. Yo soy rifeña, o sea, no es lo mismo ser amazigh del norte de Marruecos que ser de Casablanca. Y luego aterricé en Cataluña, donde también hay una complejidad a nivel identitario. Entonces, estás en una negociación continua», reflexiona. Y, confiesa, que también es una losa en otros aspectos. «Es una cuestión que acaba ocupando demasiado espacio. Mis novelas hablan de temas universales como el feminismo o la conciencia de clase, pero incluso cuando yo me olvido de la identidad la mayor parte del tiempo, siempre hay alguien que te la recuerda», denuncia.. «La identidad no es solamente lo que tú sientes, sino lo que los otros perciben de ti, y siempre hay una tensión, un desajuste. Querría de una vez por todas trascender esa necesidad de tener etiquetas, pero no sé si se puede hacer, porque estamos en una cultura donde cada vez pesa más la preocupación por la identidad, cada vez ha ido más a todos los niveles».. Si todos estos temas son complejos en cualquier sociedad, adquieren un cariz mucho más dramático en lugares marcados por el conflicto. Una situación que conoce de primera mano la escritora española de origen saharaui Ebbaba Hameida (Campamentos de refugiados de Tinduf, 1992), que en su reciente novela Flores de papel (Península) explora la vida de tres generaciones de mujeres, basadas en su madre, su abuela y ella misma, con la delicada situación del Sáhara Occidental como telón de fondo.. La escritora y periodista española de origen saharaui Ebbaba Hameida, autora de la novela ‘Flores de papel’.MARÍA NAVARRO SOROLLA. «Ellas son el reflejo de cómo los conflictos marcan la vida de las mujeres. Cada etapa y cada circunstancia va marcando el destino de cada una: Leila, la abuela, nace en una época colonial y debe pasar de vivir en el desierto a una vida sedentaria a causa de una sequía. Naima, su hija, es una revolucionaria que trabaja de enfermera y su vida está marcada por la lucha colectiva por derechos», explica. Aisha, el trasunto de la autora que, como ella, se crió en una familia italiana antes de venir a España, «pertenece a una generación que ha nacido en el exilio y sufre un choque entre dos culturas que no se entienden, como el agua y el aceite, el desierto y el mar».. Escrita desde las entrañas, esta novela de la también periodista de RTVE no está exenta de otros elementos como la perspectiva feminista -«Fundamental en este tipo de sociedades donde el patriarcado está tan presente, como Irán o Afganistán, pues las situaciones políticas y sociales no afectan, no impactan de la misma forma a los hombres»- o una reclamación política – «No puedes decirle a todo un pueblo que no tiene ninguna perspectiva de futuro. La solución ya la dio la ONU, no hay que inventársela, está contemplada con todos los pasos en un derecho a la autodeterminación»-, pero ha sido para ella una catarsis para afrontar el desarraigo y eso que Amin Maalouf llamaba «identidades asesinas.. «Es una lucha dura, pues una quiere ser de Europa, pero cuando te rechazan y sufres racismo buscas refugio en la identidad africana. Pero cuando llegas allí tampoco eres de allí. Y ese ser permanentemente inmigrante es muy, muy duro. Lo mejor para mí ha sido abrazar esas dos culturas, esas dos realidades, esas dos familias y esos dos mundos», explica.. Una realidad que comparte Bouraoui, que recuerda haber vivido esa crisis en su juventud, quizá por el hecho de no haber regresado nunca a Argelia. «Los años 90 fueron lo que se llamó «la década negra» y a causa de esta horrible y fratricida guerra me fue imposible regresar a las tierras de mi infancia. Pasó el tiempo y yo llené ese vacío contando la Argelia de mi infancia, de mi juventud, una Argelia que ya no existe pero que amé por la belleza de su naturaleza, su luz y también por la poesía de su gente. Mi nostalgia era sobre todo la nostalgia de una infancia inacabada», apunta. «Con el tiempo he unido mis dos nacionalidades, mis dos culturas. Forman un verdadero poder dentro de mí porque tengo una doble visión del mundo y mi escritura también pasa por esta doble cultura. Como mi lengua materna es el francés, escribo en francés, pero estoy convencido de que la musicalidad de mis escritos tiene su origen en mi lado argelino».. Más reacia a esta opinión se muestra El Moumni, que además de destacar esta nostalgia opina: «No habría ningún problema en vivir con dos identidades si no hubiera tanta resistencia externa. Por ejemplo, Alia vive sola en Francia y podríamos pensar que por fin es libre, pero no es así, las cosas no son blancas o negras. En Lyon, ella es blanco de la extrema derecha, es víctima de un perfil racial que la lleva a ser parada a la salida de las tiendas para registrarla», denuncia. «Experimentar el racismo es verse privado de la propia individualidad, convertirse en nada más que un color de piel, un nombre con connotaciones extranjeras, un rostro intercambiable. Y sentir tu identidad en la mirada del otro es una cruel forma de deshumanización».. Por su parte, El Hachmi pone una nota de optimismo. Hace unas semanas ha publicado su primera novela juvenil, Los secretos de Nur (Destino), donde aborda todos estos temas para un público adolescente. «Los jóvenes tienen muchas ganas de saber en qué consiste la realidad del otro, y aunque muchas veces se ven contaminados o influenciados por esos prejuicios que también existen, la literatura es algo que puede permitir este acercamiento», explica, a la vez que reivindica el papel de la cultura como elemento de visibilización: «Si algo no está representado en ningún sitio, no lo ves, o sea, no existe. La importancia de la representación cultural es muy grande, pues no podemos tener un imaginario en el que todos somos iguales y de la misma procedencia. Y la literatura es un medio para añadir voces y ampliar nuestra visión de la realidad», concluye.
La Lectura // elmundo
Cuatro autoras de origen o raíces hispano-franco-magrebíes (Salma El Moumni, Nina Bouraoui, Najat El Hachmi y Ebbaba Hameida) vuelcan a la literatura los dilemas de su condición cultural, sexual y vital. «Cuando sufres racismo en Europa, buscas refugio en la identidad africana, pero allí tampoco eres de allí. Ser permanentemente inmigrante es muy, muy duro» Leer
Cuatro autoras de origen o raíces hispano-franco-magrebíes (Salma El Moumni, Nina Bouraoui, Najat El Hachmi y Ebbaba Hameida) vuelcan a la literatura los dilemas de su condición cultural, sexual y vital. «Cuando sufres racismo en Europa, buscas refugio en la identidad africana, pero allí tampoco eres de allí. Ser permanentemente inmigrante es muy, muy duro» Leer