A sus 77 años recién cumplidos, Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), nuestro escritor más heterodoxo y ecléctico, disfruta como nunca de la literatura, y eso se nota. Más de cinco décadas de lucha, de batallas con la literatura y consigo mismo para poder plasmar palabras e ideas hasta las últimas consecuencias, han conformado el personalísimo territorio literario del escritor. Un universo donde se mezclan sin pisarse ironía y paradoja, donde la esencia nace en parte de desenterrar autores perdidos y de sublimar los textos ajenos, y donde plagio, homenaje, engaño y autobiografía se confunden desdibujando los siempre confusos límites entre realidad y ficción. ¿O es que en realidad todo es ficción?. Si su anterior novela, Montevideo, era ya una obra lúdica e inspiradora donde retrataba la ambigüedad contemporánea y exploraba una vez más los límites entre realidad y ficción, entre vida y literatura, Canon de cámara oscura (Seix Barral), su nueva novela, es una vuelta de tuerca que lleva el juego literario al extremo. «Hace unos días me puse a hablar de la novela en un acto en Berlín y la gente me miraba con los ojos como platos, como si me hubiera vuelto loco», comparte divertido con La Lectura.. Vidal Escabia, el protagonista de esta historia, es un escritor ocupado en seleccionar, por herencia de su antiguo mentor, 71 libros con la idea de escribir un canon desplazado, intempestivo e inactual, disidente de los oficiales. Como un Tristram Shandy cualquiera -uno de las ingentes referencias literarias: Cervantes, Cortázar, Karel Čapek, Sergio Chejfec, Gadda, Borges, Duras, Pitol, Banville Kafka, por supuesto, Beckett, Musil…-, el narrador vilamatiano es incapaz de explicar nada de forma sencilla y recurre una y otra vez a digresiones y anécdotas explicativas que desvían el hilo impidiendo cualquier avance lineal en la trama.. Porque por mucho que la novela narre una fiesta que parece interminable [en la que participa como personaje la curadora de arte Chus Martínez, en uno de esos guiños tan vilamatianos al arte y la realidad], aunque existan crecientes sospechas de que Escabia es un androide que intenta hacerse pasar por humano y que ansíe con ardua pasión el regreso de su hija, los tres elementos más narrativos, no espere el lector una trama al uso, pues la acción queda completamente sometida por la palabra propia y ajena.. «Cuando me planteaba qué contar de este libro me di cuenta de que el canon de Vidal son las lecturas en las que llevo yo embarcado un año y medio, libros que han colonizado mi despacho y que he manoseado de arriba a abajo», explica. «Pero uno no puede imponer un canon así como así, yo como escritor. Nunca hay que fiarse de un canon porque es caprichoso, lo forma el gusto. Pero un canon, como le dice al personaje su maestro Altobelli, puede que te ayude a tener un proyecto en la vida. Y esto funciona para el personaje y para el autor también. ¿Por qué la literatura no puede ser la vida? Muchas veces me han dicho que vivo demasiado en los libros, que tengo que humanizarme, y quizá este personaje es un intento de volverme más humano, se seguir ese consejo, con todo lo peligroso que eso puede ser», apunta enigmático.. «Literatura y fracaso están ligados. Sería una maravilla escribir el libro perfecto, pero también sería la muerte, el final de la escritura». En este sentido, Vila-Matas confiesa que con esta novela le ha ocurrido algo que nunca le había pasado antes. «Hace más de un mes que lo entregué y en todo este tiempo he tenido la impresión de que todo lo que he vivido lo podría estructurar en un relato mediante asociaciones de ideas que construyo novelescamente en ausencia del escritorio. Todo lo que ocurre en una vida podría escribirse infinitamente, sin pausa», reflexiona. Y pasa a contar una anécdota, algo marca de la casa. «Esto me recuerda a un artículo de Almodóvar que me hizo mucha gracia donde contaba que él escribe sus guiones mientras pasea, así que cuando un señor le paró para pedirle un autógrafo le dijo: ‘Perdone, estoy escribiendo’. Me he convertido en eso, en un escritor mental que ha trasladado la libertad y la imaginación del escritorio a la vida».. Dentro de este delirante y enjundioso desfile de citas y asociaciones que es Canon de cámara oscura están también las obsesiones clásicas del escritor, por ejemplo su idea de que toda literatura, todo intento de expresión, está abocada al fracaso. «Para mí son algo inherente, sí, pues los escritores siempre apuntamos alto y acabamos volando mucho más bajo de lo que esperábamos», opina. «Sería una maravilla alcanzar ese ideal, pero habríamos hecho el libro perfecto, y creo que escribir el libro perfecto sería la muerte, el final de la escritura. Por eso insistimos en temas, volvemos a ver lo mismo de otra forma cada vez, probando siempre algo distinto a ver qué sale».. Seix Barral. 224 páginas. 19,90 € Ebook: 11,99 €. Puedes comprarlo aquí.. También está muy presente en el libro otro clásico del escritor, la idea de que la literatura es una exploración secular que va contrayendo una genealogía de autores anónimos. «Igual que hacía Borges, yo creo que la escritura, la literatura, es una voz anónima que quedará en el tiempo o no quedará, pero que con el tiempo los nombres no se distinguirán», afirma. «En realidad todo se ha escrito ya, sólo se puede modificar, así que yo sería como una rueda más en este engranaje, un papel bastante discreto. Y que conste que no es humildad», bromea. «Me considero simplemente un passeur, un pasante que ha modificado las historias que he leído o que me han ocurrido, en la línea, salvando las distancias, de un Montaigne y su idea de reescribir para reducir la biblioteca o un Lawrence Sterne que justificaba su plagio a Richard Burton plagiando el texto con el que el otro se disculpó por plagiar. Lo que no significa que yo plagie, ojo, sino que tomo textos que me gustan mucho y los llevo a mi terreno, los modifico, exprimo ideas o creo otras que me surgen al leer. Así entiendo la literatura», se disculpa sonriente… El escritor Enrique Vila-Matas la semana pasada en Barcelona.VICTÒRIA ROVIRA / ARABA PRESS. Llevando sus ideas al extremo, en esta novela Vila-Matas se permite, incluso, crear su propio Menard borgiano, en este caso Mateo Menard, un escritor de Toledo fascinado con El hombre sin atributos de Musil. «Me divirtió muchísimo crear a este personaje que al ir a reescribirlo de pronto advierte que el libro de Musil es interminable por el problema con el lenguaje, que se ha complicado en el siglo XX-XXI y se ha hecho indominable», explica. «Entonces lee que alguien lo considera el primer y único libro del siglo XXI y enrabietado, acaba haciéndolo más breve».. Pero además de estos guiños y juegos literarios, el escritor se pone más serio, sólo un poco, para abordar una de las ideas fundamentales de Canon de cámara oscura, la idea fragmento, que reivindica como una seña de nuestra época.. «Hoy en día es peligroso hablar del lector activo, porque la gente no está nada dispuesta a que nada le haga trabajar, y menos un libro». «Aunque mucha gente lo ve como un añadido, el fragmento es un elemento clave por sí mismo. Como escritor para mí tiene una ventaja, además, pues narrar en fragmentos es como empezar una novela cada poco. En las primeras fases uno siempre está muy seguro de sí mismo, porque puede hacer lo que le dé la gana, y por eso la escritura fragmentaria es un placer, da libertad y fuerza», sostiene. Una visión en la que dice coincidir con otro gran experimentador literario, el portugués Gonçalo M. Tavares, con quien estuvo el año pasado en Huelva. «Hablamos de que la narrativa tradicional ha muerto. Tal y como está el mundo actualmente, de complejo, violento, caótico, interconectado… no hace falta casi ni comentarlo», ironiza, «no puedes abarcar ni un 1% de lo que ocurre, muchas veces ni se sabe qué está pasando. La realidad se ha roto en pedazos, y por eso el fragmento es lo único que puede aspirar a narrarla».. Además de la fragmentariedad, otra reivindicación que hace el autor es la de un lector activo, alguien implicado que vaya construyendo el libro junto a él. «Del lector activo ya llevo hablando años, pero creo que hoy en día aún es más peligroso, porque la gente tiende a despreciar la dificultad y no está nada dispuesta que un libro le haga trabajar», opina bromista. «No obstante, yo prefiero este tipo de historias abiertas a muchas interpretaciones que yo ni siquiera había previsto. En esta novela, al tratar tantos libros y fragmentos distintos de autores tan distintos en el mismo viaje aparezcan enormes, infinitas capas de lectura. Me gustan las historias infinitas», afirma.. De hecho, asegura ¿de broma? que podría vivir de conferencias en las que excavaría simplemente en lo que hay fuera del libro, y lo ilustra con, cómo no, otra anécdota. «Juan Marsé me contó que cuando preparaba su libro de Shanghái para el cine se pasó un mes en la plaza Rovira, donde pasaba la acción, y un día alguien le preguntó: ‘¿Quién es el abuelo del personaje del panadero, a qué le se dedicaba?’. Y él me dijo: ‘No tenía ni idea, ni siquiera había pensado en el abuelo'».. «Un escritor es quien se dedica multiplicar las coordenadas de nuestra ambigua realidad. Para mí, lo que leo, pienso o imagino también existe». Y es que para Vila-Matas, el autor es aquel que aumenta y agranda la realidad. «La palabra viene del latín augere, por eso el escritor, el autor, es quien se dedica multiplicar las coordenadas de nuestra ambigua realidad, que no es fija», explica. «Por ejemplo, acabo de recibir un correo de una artista brasileña que ha hecho el viaje a las Azores que no hizo Sophie Calle cuando escribí para ella lo que tenía que hacer en su vida, [historia narrada en Porque ella no lo pidio]. Pues esta joven ha hecho el viaje que tenía que hacer Sophie Calle y ha escrito sobre ello. Si esto no es expandir la ambigua realidad…», afirma. «Y pienso que los libros son una realidad. Al menos para mí, lo que leo, pienso o imagino también existe».. ¿Si todo es literatura, cómo se detiene, cómo pone uno un final? «Con este libro me ha pasado igual que con Bartleby y compañía, que era infinito porque escritores que no escriben somos todos», reflexiona el autor. «Del mismo modo, esta forma de narrar y de enlazar lecturas y vida sólo se puede detener a voluntad, porque podría seguir escribiendo sin pausa para siempre. He terminado un libro, sí, pero eso no quiere decir que no esté escribiendo ahora mismo mientras hablamos, porque todo es literatura», concluye con una carcajada.
La Lectura // elmundo
Irreverente, heterodoxo y más literario que nunca, el escritor regresa a su lado más gamberro y lúdico con ‘Canon de cámara oscura’, la historia de un escritor empeñado en sublimar su biblioteca. «Escribir el libro perfecto sería la muerte» Leer
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