«Todos nacemos desnudos, lo que viene después es travestismo», repite siempre RuPaul, la drag queen estadounidense que comenzó su carrera en los antros más oscuros de Nueva York y ahora es un multimillonario de los medios de comunicación. El programa de telerrealidad que produce desde 2010, RuPaul’s drag race, se ha convertido en un éxito mundial que ha propulsado el transformismo a la categoría más elevada de la cultura popular: la de fenómeno de masas.. El arte del transformismo en nuestro país se desarrolló también en antros oscuros, bajo un manto de copla y una espesa capa de maquillaje. Fueron prácticas marginales que en los años de la Transición tuvieron mayor visibilidad, pero siempre asociadas a un submundo, aunque sean más universales de lo que se pueda pensar. Cada mañana, desde que nacemos, todos nos ponemos un disfraz. Quizás también una máscara.. El fotógrafo japonés Yasumasa Morimura (Osaka, 1951) comenzó a principios de los años 80 a experimentar con su propia identidad adoptando la imagen de personajes conocidos de la historia del arte, en lugar de divas camp como Rocío Jurado o Lola Flores. Y en vez de subirse a los minúsculos escenarios de clubs de alterne saturados de humo, alcohol y represión, lo hizo frente a una cámara de fotos. Buscaba ser otra persona y acabó reescribiendo la historia del arte. Subvirtiendo los signos, los códigos y los paradigmas de la cultura visual con un gesto tan sencillo y revolucionario como es el de ponerse una peluca.. «Empecé con los autorretratos en 1985 usando prótesis, maquillaje y decorados para asumir el rol de individuos u obras de arte que se han convertido en arquetipos, incluyendo pinturas de viejos maestros como la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, la Olympia de Édouard Manet, Andy Warhol, Marilyn Monroe, Michael Jackson…», ha explicado el propio artista sobre sus inicios. «Intentaba superar las categorías binarias -masculino y femenino, Oriente y Occidente-, así como la feminización que Occidente hace de Oriente».. ‘Le Brun en el estrado de los testigos’ (2016) o Morimura travestido como la pintora francesa Le Brun.MUSAC. El MUSAC de León acaba de inaugurar una pequeña pero selecta exposición con ocho magníficas fotografías que ejemplifican la voluntad iconoclasta de Morimura. Se trata de una serie de réplicas fotográficas que hizo de autorretratos míticos de la historia del arte. Pinturas de grandes maestros como Durero, Caravaggio o Rembrandt. Una serie que realizó en 2016 y en la que incluyó una versión del Estudio del artista (1665) de Vermeer, ya que este nunca se retrató a sí mismo de frente.. «Yasumasa Morimura es uno de los primeros artistas internacionales que ingresa en la colección del MUSAC, cuando en el año 2003 se adquirieron dos obras de su serie dedicada a Frida Kahlo», recuerda el actual director del museo, Álvaro Rodríguez Fominaya. Las otras siete imágenes que forman parte de esta exposición-cápsula han sido donadas al museo por el artista gracias a la mediación de su galerista en España, Juana de Aizpuru, quien desde muy pronto apoyó el trabajo del japonés.. En Un diálogo interno con Frida Kahlo (Anillo de calavera), de 2001, Morimura adopta la identidad de la artista mexicana en un autorretrato que en su original no existe. La fotografía resultante es una obra imaginada en la que el japonés viste una blusa roja con bordados geométricos tradicionales. Tras la figura del modelo, maquillado con exageración para parecerse a la artista, incluyendo el característico unicejo de Frida bien marcado, hay desplegadas una serie de grandes hojas que simulan un entorno tropical. Todo es evidentemente falso y excesivo. La copia no intenta en ningún caso pasar por el original, más bien nos recuerda de forma implacable que se trata de una obra de arte de Morimura. La copia, en este caso, se convierte en un original. ¿O quizás no?. En los años 70 y 80, cuando el fotógrafo comienza en Japón sus experimentaciones sobre la réplica, otros artistas en Occidente también se zambullen en el apropiacionismo, tomando obras de arte precedentes para recrearlas e investigar en qué consiste la idea de originalidad. Es el caso de Sherry Levine, Richard Prince o, más cercana a Morimura en su uso de la fotografía como espacio performático, Cindy Sherman. Se trata de la denominada Pictures Generation. Todos ellos tuvieron en la artista estadounidense Elaine Sturtevant-a quien el CAAC de Sevilla dedica actualmente una retrospectiva- a una inspiradora madrina que ya en los 60 se dedicó a copiar obras de coetáneos suyos como Jasper Johns, Warhol, Frank Stella o Roy Lichtenstein.. La particularidad del japonés reside en que él muchas veces hace de ella. Es decir, se traviste. Este detalle hace de su obra «algo subversivo, especialmente viniendo de una sociedad tan conservadora como la japonesa», señala el director del MUSAC.. Cuando su obra se muestra en la Bienal de Venecia de 1988 se produce un doble impacto que proyecta su trabajo a nivel internacional. Por un lado, genera fascinación, pero también rechazo, ya que no sólo parece burlarse del canon artístico occidental. También molesta su forma de jugar con el género binario, masculino-femenino. No fue el primero en hacerlo.. La particular recreación de Morimura de ‘El arte de la pintura’ de Vermeer.MUSAC. Algunas de las imágenes más icónicas del arte moderno y contemporáneo son transgresiones de la identidad sexual. El retrato que hizo Man Ray a Marcel Duchamp como su alter ego femenino, Rrose Sélavy, en 1921 es uno de los más conocidos. También las polaroids en las que Andy Warhol -Self Portrait in drag (1981-1986)- se fotografió con peluca y maquillaje travesti. El célebre Autorretrato de Claude Cahun -pseudónimo masculino de la fotógrafa y escritora surrealista Lucy Renée Mathilde- de 1928, sigue vigente en nuestros días gracias a la vinculación conceptual y formal con el trabajo de Cindy Sherman. Para rizar el rizo, Morimura ha versionado también obras de la propia Sherman y, por supuesto, el retrato que hizo Man Ray de Rrose Sélavy en Doublonnage (Marcel), de 1988.. Más que una excepción, el mundo del arte es un campo de experimentación ideal para el travestismo, para romper los paradigmas sociales y culturales. «Fui salvado por el arte. No sé qué hubiera sido de mí si no existiera el arte, así que estoy atado a él», dijo el propio Morimura en una entrevista grabada en su domicilio de Osaka. «Hay un mundo llamado arte y vivo allí. Es un mundo de fantasía en el que puedo hacer de Van Gogh y, al mismo tiempo, puedo ser yo mismo».. Vestido con un sobrio blazer de rayas para dicha entrevista, una de las pocas que concede, la cámara se cuela por diferentes habitaciones de su casa y en una de las salas vemos un maniquí con el rostro del fotógrafo japonés que lleva un vestido de Issey Miyake, realizado en colaboración con Morimura para una colección especial de 1996. Un modelo de corte sencillo perteneciente a su popular línea de plisados, pero impreso una obra del pintor francés Ingres, La Source (1856). El gusto por lo decimonónico se refleja en varias de las estancias, cuyo mobiliario es vetusto y pesado. Sobre una mesita, hay un menina velazqueña que podría ser de Lladró.. Si el arte holandés fascina a Morimura, no menos lo hace el español. Tanto el de Velázquez como el de Goya, a quienes ha homenajeado en diferentes réplicas desprejuiciadas. De Goya, Morimura hizo una serie recreando parte de sus Caprichos (1799), que dedicó a la Duquesa de Alba. Con Las Meninas, se multiplicó en 2015 encarnando a diferentes personajes del cuadro tanto dentro como fuera de él, en las propias salas del Prado. Así, pudo especular sobre la identidad, la representación o la relación entre el espectador y la imagen. Temas centrales tanto en el cuadro como en su propio trabajo. Una audaz reflexión sobre la manera en que cambia la realidad según la perspectiva que se adopte. Y del disfraz que nos pongamos cada mañana.
La Lectura // elmundo
El MUSAC exhibe los autorretratos del subversivo fotógrafo japonés que ha versionado cuadros clásicos de Vermeer, Durero, Van Gogh o Rembrandt Leer
El MUSAC exhibe los autorretratos del subversivo fotógrafo japonés que ha versionado cuadros clásicos de Vermeer, Durero, Van Gogh o Rembrandt Leer