Tras haberle rebañado toda la golfería y las esencias a aquel Madrid bandolero que explotaba como un sindiós de muchachos tiernos bajo los adoquines de la dictadura, los días de Eduardo Mendicutti son hoy un sosiego de rutinas. En el tercer tiempo del partido, o de la vida, ha regresado a sus orígenes gaditanos, en una especie de segundo viaje iniciático, para recomponerse de algunos achaques de salud y alejarse de los alborotos de la capital. Pero por más que haya dejado atrás el paisanaje de Chueca, con sus toneladas de lujuria y de miserias arremetidas en decenas de libros, la literatura parece seguirle los talones incluso ahora, desde su exilio en Sanlúcar de Barrameda, como una novia despechada, como una obsesión, como una brujería. Es mediodía en la Plaza de los Cisnes (¿puede haber acaso nombre más literario, de ademanes incluso mariquitas?) y el escritor apura una Coca-Cola (light, pues no están los azúcares para libertinajes) en una terraza un poco al sol, un poco a la sombra. Los parroquianos que van y vienen con el ronroneo de los pueblos del sur le saludan con garbo y con respeto, pues por algo es Mendicutti su vecino más ilustre, por mucho que le pese.. «¿Sabes lo que más extraño de Madrid?», confiesa. «El anonimato. Aquí estás conmigo una mañana y vienen mil mujeres a saludarme. Es una tortura».. -La vida en los pueblos es así. Y si además es usted una estrella…. -Un ejemplo. Hay una señora italiana que me tiene hasta las narices. Un buen día se acercó diciéndome que me había visto en la terraza y que le había parecido un señor muy interesante. Y desde entonces todos los días se sienta conmigo. Cuando pasó lo de Luis Rubiales y Jenny Hermoso empezó a pedirme permiso para besarme en la frente, como si yo fuera una momia.. Aprovechando su espantá de la capital, le preguntamos por la famosa frase del diseñador Manuel Piña, cuando en el ocaso de La Movida, a la entrada de una discoteca, el portero le obligó a apagar un porro y éste exclamó: «Madrid ha muerto». Tras casi seis años en Sanlúcar, no sabemos si Mendicutti confirma la extremaunción de la capital. «Madrid no ha muerto. Madrid ha cambiado. Yo me mudé porque me operaron de la pierna, y se suponía que aquí tenía el arrope de la familia. Pero ahora no tengo a nadie. Estoy solo. Y sí, echo muchísimo de menos Madrid».. – ¿Por ejemplo?. -Sanlúcar es estupendo para una semana, para un verano. Pero después te aburres. Está muy bien comer en la playa o en una tasca, pero yo estoy hasta aquí de los langostinos, de las tortillitas de camarones… De Madrid echo de menos algo tan simple como un cocido. Y sobre todo a mis amigos: a Boris Izaguirre y su marido, a Almudena Grandes, que la pobre tuvo la mala suerte de morirse…. -Hombre, aquí también se habrá hecho usted su pequeña camarilla…. -Saludarme me saluda todo el mundo, pero yo no tengo a nadie con quién hablar. Sólo a la italiana esa de los cojones, que tiene 80 años, la tía. Y además se sienta.. De nuevo la literatura, o el destino, o las cábalas que mueven los hilos del mundo, se han conjurado para que el día de la entrevista sea también el día de su cumpleaños. Mendicutti nacía un 24 de marzo a la una del mediodía. Justo cuando las agujas del reloj afilan las 13.00 en punto, el fotógrafo dispara unas fotos en la terraza del Hotel Guadalquivir, desde la que se dibuja el avispero de callejones blancos de Sanlúcar en los que Mendicutti pasó de las cosas de la niñez a los asuntos de la adolescencia. «Odio cumplir años desde que era chico, me pone de mal humor», refunfuña con la boca pequeña para no fruncir el ceño ante la cámara.. Así que le caen 77 años…. Qué horror.. Quizá sea un buen día para hacer balance.. He vivido con honestidad. No he engañado a nadie. Y no he hecho daño inconscientemente. Algunas veces, cuando han abusado de mí, sí que lo he hecho conscientemente, a mala leche.. No le he traído una tarta, pero, ¿se atreve a pedir un deseo?. Con cumplir 78 el año que viene me conformo.. ¿Es usted feliz?. Razonablemente… y a ratos. Pero vamos, no pienso en suicidarme ni en cosas de esas. Que nadie se asuste.. Viene esta entrevista a colación de la publicación de su última novela, El fenómeno Minerva (Editorial Tusquets). Una nueva genialidad donde Mendicutti vuelve a sacar de su chistera los ingredientes que le han convertido en uno de los referentes de la literatura homosexual: bajos fondos y personajes sórdidos afilados por un sentido del humor capaz de remendar todas las miserias. Pues no hay funeral triste en la literatura del sanluqueño. En esta ocasión, la novela orbita alrededor de una transexual llamada Minerva que llega a un edificio de gente «muy cursi y muy clasista, que es algo muy común por esta zona», explica Mendicutti. Tiempo atrás, cuando las comunidades de vecinos tenían derecho de veto, estos le habían prohibido comprarse una casa en el bloque. Pasados los años, Minerva regresa con la intención de resarcirse e instalar un bar de copas -con cuarto oscuro- en los bajos del edificio. «Su llegada coincide con la borrasca Sergio, que es el nombre de Minerva antes de su transición a mujer, y ella y su venganza se van identificando con los vientos, las mareas y las tempestades, en una especie de metáfora de la venganza».. Como todas sus novelas tienen algo de autobiográfico, ¿hay en ésta algo de ajuste de cuentas con su pasado?. Cuando yo vine a Sanlúcar hace cinco años, me encontré con una ciudad maravillosa, pero que tiene sus defectos graves, como el clasismo. Y eso que hay gente que cree que yo tengo todas las papeletas para, también, otro clasista.. ¿Acaso eso no se da por los madriles?. Sí, pero es menos acusado. Esa idea de la gente bien, de los señoritos, aquí se nota mucho. A veces estoy en casa de alguien y siempre llega alguno que dice: «Estuve en tal sitio, y estaba estupendo, todo eran gente conocida». Como si los demás estropearan la el sitio. Y yo eso no lo soporto.. Así que la novela ha sido catártica.. Es que el proceso de escritura ha coincidido en estos cinco años en los que he regresado a Sanlúcar. Y es ahora cuando he sentido algún rechazo por el hecho de ser gay, y por estar casado con otro hombre.. Se fue usted de aquí con 20 años. ¿No sufrió homofobia hace medio siglo y la ha sufrido ahora? Manda cojones…. Yo creía que no, o al menos no lo notaba. Jamás tuve que salir del armario, porque se dio por hecho. Pero los recuerdos han surgido al escribir; me he ido dando cuenta de que la gente lo decía entonces y lo sigue diciendo ahora.. Habiendo usted roto todos los techos de cristal como homosexual, ¿eso le duele a estas alturas del partido?. Es que cuando te das de frente con eso, no vale de nada lo que hayas hecho, lo que hayas escrito, los premios que hayas recibido… Me duele, sí. Eso lo tengo aquí dentro y lo voy a tener toda la vida. Y sobre todo cuando viene de gente muy cercana.. Tal vez sea por la casualidad del cumpleaños, que siempre es un día propicio para las nostalgias. o quizá por el ejercicio de revisitar el pasado, pues todas las entrevistas tienen su poquito de diván, hay cierto poso de melancolía en las respuestas de Mendicutti. Pero al final, siempre al final, termina asomando un refilón de ese humor afilado como el cuchillo de un matarife que le ha convertido en un gigante de la cultura LGTBI. Pero antes de coronarse como el cronista oficial de las correrías homosexuales de todo un país, don Eduardo tuvo que aprender a vivir. Llegó a Madrid con 20 años, y se tuvo que empapar muy bien la lección, oséase, los bajos fondos, antes de poder contarlos.. ¿Cómo era ese Madrid atornillado por la dictadura que descubrió al bajarse del tren?. Todo ese mundo subterráneo que vivíamos era muy divertido. Con discotecas como Refugio y sus fiestas fiestas de la espuma, que, por cierto, eran una cosa horrorosa.. ¿Fiestas de la espuma? Venga, no me diga que eso es lo más salvaje que ha vivido usted…. Yo tenía un amigo sueco que era una locura. Se metía en la sauna, se quitaba el pantalón y se paseaba por ahí… pues ya sabes.. Bueno, pero es que en la sauna la gente va de aquella manera.. Sí, yo estado muchas veces en saunas. Ahora ya ni loco. Todo era clandestino. La gente se metía en el Cine Carretas y eso era una cosa…. Chapero va y chapero viene, como si lo viera.. Yo creo que chaperos allí no había. Y yo que he sido, debo decirlo, muy de chaperos, en el cine no me he encontrado ninguno. He visto cosas muy sórdidas. Pero todo se puede contar, porque en ese contar siempre tendrá un giro lingüístico, ese lenguaje gay…. El hablar mariquita, para entendernos.. Es como el deje andaluz, que es muy particular. Alguien se dedicó una vez a contar las veces que yo nombraba en una novela la palabra vagina de manera distinta, y a cada cual más loca. A eso me refiero.. ¿Se puede hacer chistes de maricones?. Por supuesto que sí. Pero esto te lo digo porque yo tengo recursos para pelear. Pero quizá de otros colectivos no. Hay un profesor alemán que me escribe constantemente echándome en cara que jamás he escrito un libro sobre el sida. Pero es que yo no soy capaz de hacer humor sobre algo tan serio.. ¿Sigue existiendo esa sordidez de los bajos fondos o Chueca es hoy un parque temático para alemanes guapísimos y turistas de lo exótico?. No lo sé porque yo ya estoy retirado. Como dice mi amigo Vicente Molina Foix, yo soy un gay emérito.. Ahora que Ayuso habla de se Madrid de la libertad, sustentado en esas terrazas rebosantes de gente y sus cervezas, ¿no fueron ustedes los auténticos pioneros del Madrid libertario, con dictadura y Movida incluidas?. La libertad es disidencia. Es jugártela. Y en jugártela hay mucho mérito. ¿Recuerdas aquel premio de narrativa erótica que desapareció, La Sonrisa Vertical? Pues desapareció porque la gente no se la jugaba, no arriesgaba, y a mí eso no me interesa. Dicho esto, yo no soporto a Ayuso. Creo que hace una política niñata, adolescente. Y no comprendo las cosas que dice.. ¿Somos entonces más puritanos que antes?. Mucho más. Yo me he contenido muchas veces, y he renunciado a decir algo inapropiado por el miedo a que luego se me eche medio mundo encima. Me habría gustado ser más desagradable, más valiente. Porque si todos somos apocados, políticamente correctos, y vivimos con miedo, no hacemos nada. Hay que combatir y pelear, coño, y el humor para eso es muy útil, aunque a veces corras riesgos.. ¿Y con qué es usted disidente ahora mismo?. Con la causa LGTBI y con las mujeres, que han sido pioneras. Y con las personas con discapacidad, que me dan una lástima horrorosa. Pero eso no lo puedo decir porque la lástima es ofensiva. Y, por supuesto, con las personas trans, cuya razón de ser es la disidencia, pues la llevan en el ADN. Nos hemos acostumbrado a que las transexuales, para integrarse en la sociedad, han de ser simpáticas, hacer espectáculo… Y no: deben ser ser combativas.. Muerto Franco, ¿se acabó la rabia? Repregunto: su generación tenía unos derechos que conseguir. ¿Cree que el colectivo LGTBI actual ha perdido parte de ese espíritu?. Tener un amigo común, en este caso una dictadura, ayuda mucho. Hoy, por buenismo, la sociedad está dispuesta a ponerse de nuestra parte. Pero muchas veces es falso. Porque hay partidos de ultraderecha, a los que por cierto yo detesto con toda mi alma, que todavía no han asumido nuestra realidad y están dispuestos a machacarnos. Y además son hipócritas, porque conoces a gente de militante de ultraderecha que luego… vaya usted a saber.. Va y viene la charla de los recuerdos de juventud al activismo y viceversa. «Hay que resistir, y si se resiste, se gana», proclama Mendicutti desde su púlpito de icono LGTBI. «Y hay una cosa que quizá esté mal decirla, pero comprendo a la actrizKarla Sofía Gascón. Dijo disparates, de acuerdo, pero lo haría en un momento delicadísimo en el que se sentía hostigada por su condición de transexual, y ante esa situación, tal vez uno puede desparramarse».. Y de nuevo damos marcha atrás en el tiempo para volver a la clandestinidad de ese Madrid que fue su escuela durante años. Unos años que, sin embargo, Mendicutti vivió de una manera peculiar. «Yo no he bebido ni me he drogado nunca», explica. «Es una cuestión muy personal que no he contado nunca. De niño odiaba ver a los borrachos. Los odiaba y los sigo odiando. Me resulta muy desagradable ver a la gente perdiendo el control. Y he desarrollado una intolerancia total al alcohol; debo de tener el hígado de un niño chico».. Pues borrachos habrá visto usted a unos cuantos.. Y he tenido que ponerme a su nivel, porque empiezan a decir tonterías… Y no te vas a poner a rezar el rosario ni a hacerte el divino.. Y aun así ha se lo ha pasado bien. Menudo mérito: aguantar La Movida sin una triste cerveza…. Como no me drogaba ni bebía, la única salida era el sexo. Ahí se podía hacer lo que quisiera.. Así que en los asuntos carnales no ha habido queja.. Uno ha hecho lo que ha podido, hijo.. ¿Cuál es el pecado capital que mejor le define?. Ahora el orgullo y la vanidad, que es el orgullo de segunda clase. Detesto a la gente arrogante, pero los vanidosos me provocan ternura. Y un poquito la pereza.. Eso ahora. ¿Y antes, en sus años mozos?. Antes… el sexto.. ¿El sexto? ¿Me va usted a obligar a buscar en la Biblia?. Pues la lujuria, hijo.. Con todo este bagaje a las espaldas, han tenido que pasar más de seis décadas para que Eduardo Mendicutti haya encontrado el amor de su vida. En vísperas de la pandemia, se casó con un sanluqueño que hoy vive en Estados Unidos. «Durante años, el gran problema para mí es que el amor no tenía recorrido, no tenía futuro. Siempre se acababa», confiesa. «A mí me ha molestado mucho que se enamoren de mí. En cambio, no me ha importado enamorarme de mucha gente, porque sabía que eran cosas triviales».. ¿Y qué demonios ha pasado esta vez para que sea la definitiva? ¿Me da la receta, si es que existe?. Pues he dado con una persona que sé con certeza que merece la pena. Y tiene muchos defectos, ¿eh? Es cabezota, peleón, discutimos cada día… Pero eso está bien, porque significa que es alguien con el carácter que yo no tengo.. ¿Está en condiciones, a sus 77 años recién cumplidos, de definirme esa cosa llamada amor?. El amor es tener a alguien que te completa, que te enriquece, que te va a pedir ayuda cuando la necesita, y a quien se la puedes prestar cuando él la quiera.. Se nos ha vuelto usted un romántico. Manda huevos…. No soy romántico. Soy exclusivo. Yo nunca he admitido un trío, jamás. Porque no me manejo en esas situaciones y siempre me va a gustar uno y el otro me va a parecer un mamarracho. Y eso de las parejas abiertas… Tengo un tremendo conflicto con eso. Ahora hay sociedades, como en San Francisco, con ese rollo modern family y esa máxima de ‘cualquiera con cualquiera’, que me parece un disparate.. De vuelta al matrimonio, y a pesar de la diferencia de edad entre ambos (treinta y tantos años que, como diría no sé quién, no son nada) y de los 12.000 kilómetros que los separan, habla Mendicutti de Vicente, su marido, como un adolescente que estuviera descubriendo el mar por primera vez. Reconoce que no hubiera podido escribir la novela sin su ayuda. «Es profesor de español, tiene mucha imaginación, y sobre todo en la revisión del manuscrito su papel ha sido fundamental». Y es que estos cinco años no han sido fáciles para el autor de Los novios búlgaros. «Me operaron de una pierna y la única rehabilitación que me dieron fueron unos masajes. ¿Tú te crees? Me he pasado un año sentado en una silla, porque reconozco que soy algo gandul. Ahora quieren que haga natación, pero yo odio la piscina».. Veníamos desde Madrid muy preocupados por su salud, pero está usted hecho un chaval.. Bueno… no tanto. Me cuesta mucho moverme. Y tengo un cáncer de próstata desde hace 18 años, pero está controlado y la oncóloga dice que está a punto de cronificarse.. Y en un alarde de coquetería, concluye: «Yo los achaques de salud los llevo relativamente bien. Lo que llevo mal es que la gente se dé cuenta». Aclarados pues estos asuntos, volvemos a meternos en las páginas de sus libros como quien se cuela en una alcoba sin permiso.. Sus novelas son una avalancha de desenfreno no aptas para no apto para mojigatos, pero luego se define como una persona timorata. ¿En qué quedamos?. Toda la vida me he puesto colorado cuando hablaban de mí. Te pongo un ejemplo. Cuando era un niño, una vez fui con mi padre a la comandancia de marina de aquí, de Sanlúcar, y un primo suyo le dijo, delante mío y de todo el mundo: «Ninguna persona de la familia que se llama Eduardo ha sido maricón». Me sentí tan descubierto que mi padre se dio cuenta y me dio un beso. Es el único beso que yo recuerdo de mi padre.. He leído que le quedó una asignatura pendiente con él.. Es que era un hombre bondadoso, y yo entendía la bondad como una debilidad, y eso no me gustaba. Fui injusto con él.. Y terminamos con una ronda rápida de preguntas, con maneras del rosco de Pasapalabra, para poner a prueba su agilidad, que sigue intacta, como si ese cumpleaños que tanto le molesta le hubiera llenado el depósito de un ingenio que siempre ha estado ahí, agazapado, a pesar de los baches.. Si no hubiera sido escritor, ¿cómo le habría gustado ganarse el pan?. Como marino mercante. Es una obsesión que tengo desde pequeño. Me gustaba mucho la idea de recorrer en un barco todos los países del mundo, no tener ataduras, y eso del amante en cada puerto me parece un ideal fantástico.. Un defecto.. Soy posesivo, y no sólo con las personas que quiero. También de las cosas. No me gusta que invadan mi espacio. nadie ha venido a mi casa aquí en Sanlúcar, por ejemplo. Es algo muy mío, no tengo por qué enseñarlo. Y soy solitario.. ¿Una virtud?. Creo que soy leal.. Un insulto que le encante.. Mamarracho. Es venial pero expresivo. Está lleno de connotaciones andaluzas, e incluso de afecto.. ¿Qué le asusta?. La soledad en el momento de morirme.. No le asusta la muerte en sí.. Aunque no me hace ninguna gracia, no me asusta. Lo que me da miedo es estar solo cuando llegue el momento.. O que le pille dormido…. No, dormido y no enterarme sería un escapismo. Quiero tener al lado a alguien a quien quiera que me coja de la mano. Solo pido eso. Nada más.
La Lectura // elmundo
El escritor publica ‘El fenómeno Minerva’ (Tusquets), protagonizado por una transexual en Sanlúcar y en el que vuelve a los bajos fondos y a los personajes sórdidos que le han convertido en uno de los referentes de la literatura homosexual. «Yo ya estoy retirado, soy un gay emérito», dice Leer
El escritor publica ‘El fenómeno Minerva’ (Tusquets), protagonizado por una transexual en Sanlúcar y en el que vuelve a los bajos fondos y a los personajes sórdidos que le han convertido en uno de los referentes de la literatura homosexual. «Yo ya estoy retirado, soy un gay emérito», dice Leer