Hay algo terrible, pero también absurdo y cómico, en la fotografía que muestra a una mujer sujeta a la vaca de un coche junto a pesados fardos de viaje. Pertenece a una serie titulada La Noche 1002 (2001) y en ella vemos a Pilar Albarracín en lo que podría ser uno de los miles de vehículos que atraviesan el estrecho de Gibraltar cada verano, cargados hasta los topes. «A mí me gusta el humor un poco negro, porque a través del humor das un toque de esperanza a las cosas», afirma la artista, que ha inaugurado recientemente dos exposiciones importantes en Francia. Una de ellas en Lille y la otra en el Museo Goya de Castres -localidad situada entre Toulouse y Montpellier-, que acoge una magnífica colección de arte español entre lienzos de Goya, Murillo o Velázquez.. Sevillana del 68, Albarracín comparte con el maestro aragonés una mirada fascinada por el folclore popular y crítica con la sociedad de su tiempo, que se tiñe de sarcasmo y esperpento. Pero si el pincel de Goya se oscureció hasta la desesperación ante el inmovilismo de los siglos XVIII y XIX, el universo artístico de Albarracín resplandece mirando de frente similares retos de progreso cultural con una sonrisa de carmín en los labios, un vestido de flamenca y mucha guasa.. Las dos exposiciones del país vecino son ejemplo de este discurso audaz y complejo. En Lille, pueden verse una serie de mantones de Manila en los que se mezclan motivos tradicionales florales con bordados de emoticonos: «Hablan de un nuevo lenguaje universal, quiero hacer una exposición abierta para todo tipo de públicos», señala la artista. También repetirá una gran acción colectiva que ya ha realizado en el pasado: la surrealista manifestación de cientos de mujeres vestidas de flamencas que pasean por las calles de la ciudad para acabar tiradas en el suelo del espacio expositivo, formando un tapiz divertido y colorista que igualmente puede representar una escena de caos y muerte. Las lecturas, en su obra, son siempre múltiples.. En Castres, una cincuentena de piezas traídas desde Sevilla se mezclan con la colección del museo, que se nutre de fondos cedidos por otros centros, como el Louvre. Realizada ex-profeso para esta exposición titulada No apagues la llama, encontramos una gran piel de toro con un bordado rojo que dibuja el mapa político de la España decimonónica, colocado frente a La junta de filipinas de Goya (c.1815). En otra sala hay un retrato de Albarracín vestida de torera con una olla express bajo uno de sus brazos. También un toro de lidia disecado, rodeado por Los Caprichos goyescos. Otra fotografía de gran formato en una sala contigua muestra de nuevo a la artista, cuyo cuerpo pende en el aire -en una acción vinculada al bondage sadomasoquista japonés llamado shibari-, cubierta por un mantón de Manila que cae barrocamente y la transforma en una virgen que levita, como las que vemos en la misma sala pintadas en el pasado.. ‘Lunares’, una de las obras de Pilar Albarracín.. A principios de los años 90, Albarracín se hizo un hueco en los circuitos de la creación contemporánea con sus potentes obras de vídeo, aunque en aquella época ya ponía en valor soportes tradicionales muy reclamados últimamente por las nuevas generaciones de artistas visuales, como el textil y los bordados. El juego que despliega con los códigos kitsch de la España cañí desde entonces son vistos con algo de recelo por una escena artística que durante mucho tiempo se ha esforzado en tomar distanciada con lo popular. Al menos, con el humor y la voluntad de llegar a públicos no iniciados. Sin embargo, en los 90 su obra llamó la atención de comisarios internacionales de primer nivel como Hans-Ulrich Obrist, Rosa Martínez o Harald Szeemann y la artista participó en proyectos internacionales con las grandes de la performance, como Marina Abramovic y Martha Rosler.. La inteligente ambigüedad de su discurso nunca evidencia las líneas que separan la postal cómica para las masas de la antropología académica. O si está a favor o en contra de las tradiciones estéticas y populares de nuestro país. «Ahora mismo tienes a Rosalía o a C. Tangana que hacen algo parecido. Es cierto que a mí usar esa estética me penalizó», responde cuando se le pregunta por qué parece tener más éxito en Francia que en nuestro país. «Creo que en ciertos momentos tampoco me ayudó ser mujer», afirma igualmente sin acritud alguna.. La posición subalterna de la mujer fue y sigue siendo una de sus líneas principales de trabajo. Entre sus primeras obras de impacto resalta la vídeo-performance S/T Sangre en la calle (1992), donde ella misma aparece tirada en la vía pública ante la sorpresa de los transeúntes y cubierta de plasma rojo, como si hubiera sido asesinada. Hoy esa pieza puede entenderse como una denuncia de la violencia contra las mujeres… pero no del todo. «Esos vídeos hay que verlos en su contexto», advierte Albarracín, recordando cómo los 90 fueron un momento en el que la violencia política de la banda terrorista ETA -pero también la violencia silenciosa del Sida- generaba una sensación de opresión y vulnerabilidad colectiva.. Sin dejar de observar la sociedad que la rodea el humor intoxica toda su obra, aunque casi como un antídoto. La fotografía Sin título (Butanera) muestra en 2004 a la propia Albarracín vestida como de domingo y cargando una botella de butano, bajo la mirada condescendiente del conductor de camión y su compañero, los auténticos butaneros. En otro de sus vídeos más sencillos y logrados, Musical Dancing Spanish Doll (2001), la artista baila mecánicamente vestida de faralaes, integrada en un mar de muñecas flamencas. Haciendo los mismos gestos robóticos que ellas, crea una coreografía hilarante que recuerda cómo el paradigma femenino se vinculaba no hace tanto a un estereotipo infantil y decorativo.. ‘Mandala rojo’ (2012), una de las series de mandalas con tangas… El de Albarracín es un arte político, sin duda, pero no un arte de pancarta que insiste en moralizar desde los discursos preestablecidos. «Siempre he trabajado de una forma muy libre, muy independiente. Y pensando que los avances sociales son temas que se van a conseguir a partir de la reflexión, no de la imposición. Sino, estás cayendo en el mismo tipo de estructura que criticas. El mío es un trabajo más paciente, a largo plazo y de amplio espectro», considera.. Albarracín ha creado líricas esculturas a partir de cirios religiosos, pero también montañas de úteros de trapo con telas de camuflaje, chorizos y morcillas colgados del techo como ramilletes sublimes confeccionados en bellísimo terciopelo, mandalas visuales hechos con tangas femeninos e incluso llenó la pared de un museo con macetas y geranios, como si hubieran surgido allí por generación espontánea.. El surrealismo es uno de sus lenguajes predilectos y lo domina como pocos artistas en la actualidad. La estrategia de la confusión y el humor son su arma para acercar el arte contemporáneo a un público mayoritario. Y la sonrisa que sus obras dibujan en los labios del espectador, una grieta por la que se cuela la reflexión crítica y la duda. Transformando su accesible universo iconográfico en un campo de minas donde el humor, como dijo Freud, «no es una resignación, sino una rebelión».
La Lectura // elmundo
Mantones con ‘emojis’, flamencas desmayadas y toros disecados: el arte iconoclasta de la artista llega a Francia con una muestra en Lille y otra en el Museo Goya de Castres Leer
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